Autor: Por JUAN LUIS SALINAS T. Fotos: SERGIO ALFONSO LÓPEZ.
Carlos Peña "PRESUMIR DE SER FEMINISTA ME PARECERÍA ABSURDO"
A columna apareció el 8 de febrero de 1996 en las páginas editoriales de “El Mercurio”. Se llamaba “Mujer y políticas públicas” y la firmaba Carlos Peña.
En el texto, el entonces decano de Derecho en la Universidad Diego Portales (UDP) decía que era necesario garantizar directrices para que las mujeres pudieran diseñar planes de vida y lograr igualdad política y económica en Chile.
“Basta reivindicar para las mujeres su condición de miembros plenos de una sociedad democrática para que, entonces, nos veamos puestos en la necesidad de hacer esfuerzos progresivos que nos permitan transitar desde la igualdad en las palabras a la igualdad en los hechos”, escribía Peña. Han pasado 26 años desde ese texto. Algunas cosas han cambiado: Carlos Peña (63) hoy es rector de la Universidad Diego Portales, autor de varios libros (solo en los últimos cinco años ha publicado 13) y el columnista más influyente de Chile. Y los cambios que advirtió entonces, hoy forman parte de las demandas de la ola feminista que se inició en 2018. Un movimiento que Peña cataloga como “la última ideología del siglo”. —Piensa que esto ocurre en un mundo donde todas las ideologías están cayendo o se están reconstruyendo o están inseguras. Y ahora, sin embargo, parece haber, con todas sus variaciones, con todas sus modalidades y con todas sus diferencias, una especie de ideología del feminismo. Un movimiento social que abarca desde los países más conservadores hasta los más progresistas. Es un fenómeno notable, creo. Carlos Peña es preciso.
Cuida cada palabra y agrega: —Las mujeres, al margen de la manera en que conciben su situación, al margen del punto de vista teórico al que adhieran, tienen todavía la convicción de que están sometidas en muchos aspectos de la vida y que requieren mayores espacios de participación, en igualdad. Pasan las 10 de la mañana y Carlos Peña está en su oficina en la rectoría de la UDP. Lo rodean libros: algunos apilados ordenadamente en una mesa, otros sobre un escritorio y muchos más en libreros que circundan la habitación.
Estaba en este mismo lugar, recuerda, cuando en mayo de 2018 las estudiantes de su universidad adscribieron a las tomas feministas. —Ha dicho que una de las bases del 18-O está en un grupo de jóvenes nacidos en los 90 y con mayor educación que las generaciones anteriores. ¿Ahí también estaría el germen de la nueva ola feminista? —Sin ninguna duda, tiene que ver con los mayores niveles de escolaridad, con los mayores niveles de información disponible, con la aparición de una generación más consciente de sí misma, que quiere redefinir la geometría moral de la sociedad. Las cuestiones generacionales suelen ser eso, un esfuerzo de los recién llegados a este mundo por redefinir la geometría moral de la sociedad. Y eso, claro, forma parte de la cultura feminista también. —¿ Usted en qué momento se educó en el feminismo?—Yo no soy feminista, yo soy un profesor que mira esto desde fuera. Presumir de ser feminista me parecería absurdo. El feminismo tiene razón en muchas cosas, pero yo no soy feminista en el sentido militante. El movimiento feminista ilumina aspectos de nuestra vida social y la configuración de nuestra identidad que solemos olvidar... Entonces, cualquier persona interesada en la libertad personal de la gente tiene que atender a esta diferencia. Hacer lo posible por removerla y por crear conciencia crítica acerca de esas formas de subordinación, que son más bien mudas y que nadie explicita, pero que existen en la vida social. Durante esta entrevista y las conversaciones posteriores vía mail, Peña insiste en subrayar un punto: —Hay que evitar que el feminismo se transforme en un asunto de buen tono, de consumo masivo. Eso lo desprovee de su fuerza crítica. —¿ Por qué le preocupa? —Hoy el feminismo parece que ha sido domesticado por los medios y las prácticas de consumo... Ahora todos son feministas. Están la derecha, la izquierda o sectores sociales que antes eran muy conservadores, que se oponían incluso a la píldora anticonceptiva, que creían que la “píldora del día después” sería una catástrofe. Entonces el feminismo, originalmente radical y contestatario, experimenta el peligro de ser subordinado.
Carlos Peña González nació en Santiago y creció en una casa cerca de la Quinta Normal (Cerca del Museo de la Memoria”, comenta) y estudió en el Liceo de Aplicación de calle Ricardo Cumming. —Dicen que usted empezó a leer a los tres años. —SÍ, eso dice mi madre. —En varios artículos hablan de la influencia de su El rector de la UDP y columnista de “El Mercurio” analiza el fenómeno del feminismo en Chile; reconoce que este movimiento global tiene *razón en muchas cosas” y está a favor de las cuotas.
Pero también es crítico: Muchas mujeres burguesas que presumen de tener una vida libre, autónoma, normalmente la logran esclavizando a una mujer en el trabajo doméstico”. “Las mujeres le hacen un flaco favor al feminismo cuando todo aquello que se opone a lo que una mujer plantea se tilda de misoginia”, dice Peña. abuela profesora normalista en su formación. —La madre de mi madre. A quien yo no conocí, o conocí muy poco, y es más una figura relatada por mi madre. Cuando terminó el liceo ingresó a Derecho en la Universidad Católica. En 1983 llegó a la recién creada universidad Diego Portales, que necesitaba ayudantes y fue reclutado por Agustín Squella. Luego fue profesor, decano de la Facultad de Derecho y en 2007 asumió como rector, entremedio vinieron estudios de posgrado en Sociología y Filosofía. Hoy continúa haciendo clases en la UDP y la Universidad de Chile. Las credenciales académicas marcan el límite cuando se trata de hablar de su biografía. Cree en lo que postula Hannah Arendt en su libro “La condición humana”, que lo peculiar de los seres humanos está en la esfera pública, no en la privada. —Yo no hablo de mí. Esto no es una biografía —rebatirá ante la consulta sobre cómo él ha enfrentado la corresponsabilidad y luego responderá: —Desde el punto de vista abstracto, evidentemente esto supone una serie de modificaciones también estructurales. Para poner un ejemplo, no se puede evitar que la maternidad aparte a las mujeres durante un tiempo de la vida laboral. Lo que sí podemos hacer es que el costo que eso signifique sea compartido. Hay que establecer medidas compensatorias que distribuyan el coste de estos roles entre hombres y mujeres por igual. No podemos modificar la biología de la maternidad, pero sí distribuir con justicia y con igualdad los costes que eso supone. Este lunes, como lo hace durante toda la semana, Peña llegó temprano a su oficina. Durante una hora escribió antes de concentrarse en sus labores académicas. Ahora está preparando un ensayo cuyo título provisional es “La revolución inhallable” (“Está tomado de un libro de Raymond Aron”), donde examina lo que ha ocurrido estos dos años en Chile. Además, escribe para los diarios regionales de la cadena El Mercurio una columna de actualidad, y la habitual, y la más comentada, que aparece los domingos en el Cuerpo D.
Desde que publicó la primera, en noviembre de 2002, nunca ha dejado de entregar: ni en 2012, cuando murió su padre, ni en 2021 mientras estuvo internado por covid —no en la UTL aclara—. Entonces, se las arregló para que le hicieran llegar un computador portátil.
En marzo de 2019, después de una masiva marcha del 8-M y adelantándose a las movilizaciones sociales de octubre de ese año, Peña escribió: “Lo que parece estar ocurriendo es que el tema de género —más allá de la igualdad que reclama— se está transformando, poco a poco, en un catalizador de todos los malestares”. —¿ Cómo ve la reacción del ciudadano promedio ante el feminismo? —Bueno, justo porque el papel de la mujer se encuentra estereotipado y arraigado culturalmente, son muchos los que adhieren intelectual y sinceramente a los reclamos del feminismo; pero desde del comportamiento espontáneo siguen contribuyendo a que esos estereotipos se mantengan. Una cosa es la adhesión intelectual y otra, distinta, la conducta espontánea e irreflexiva. Algo similar (o diferente) entre las mismas mujeres? —Desde luego, si la cuestión de los roles adscritos a la sexualidad es una cuestión cultural, por supuesto que alcanza a hombres y mujeres.
Alguna vez le escuché a Isabel Allende sostener que los patrones de comportamiento que subordinan a las mujeres, o les entregan predominantemente roles en el hogar, son reproducidos por la actitud de las madres que socializan a hombres y mujeres en posiciones diferenciadas de poder —dice y luego agrega: —Una cosa es decir que los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos, pero otra es decir que están provistos de las mismas capacidades para ejercerlos.
Hoy en muchos sectores sociales se socializa a las mujeres, se las educa en la división sexual del trabajo o se les enseña que el lugar propio de lo femenino es la casa, la familia, el espacio de los afectos y que lo propio de lo masculino es el espacio público, la competencia, el poder, etc. —¿ Cree usted en la ley de cuotas o mecanismos de acción afirmativa? —Ambas son indispensables para lograr cambios en la relación entre los géneros (o en la realidad del género), pero debe tratarse de mecanismos transitorios que ayuden a evitar lo que podríamos llamar “la inercia de la “Hoy el feminismo parece que ha sido domesticado por los medios y las prácticas de CONSUMO... Ahora todos son feministas”. dominación”, que suele presentarse exhibiendo la baja representación femenina en todos los ámbitos como una prueba de que las mujeres no quieren salir de su rol tradicional. La única forma de romper esa forma de dominación es mediante esos mecanismos. —c¿ Cuáles serían las inequidades más urgentes en los derechos de las chilenas? —Las inequidades no tienen como única fuente al género. Existe lo que la literatura llama interseccionalidades: varios factores se cruzan e intersectan a veces en torno a un solo sujeto.
De ahí que no sea igual la situación de una mujer burguesa profesional, que trabaja y que para hacerlo contrata a otra para las labores del hogar, que una mujer que suma al género como factor de trato desigual, la pobreza o el origen étnico o la identidad sexual. Ambas experimentan los problemas del género, pero su situación vital es muy distinta. Esto hace difícil hablar de la mujer en general.
Por eso entre las propias mujeres hay puntos de vista diferenciados: una cosa es Comunidad Mujer y otra, supongo, una ONG popular, ambas ocupadas del tema pero con distintos énfasis. —¿ Y cómo abordan las demandas feministas las mujeres de los sectores populares? —Las mujeres populares históricamente han sido más autónomas y han tomado más la vida en sus manos que la mujer burguesa. Las mujeres populares han conducido la familia, han sido las proveedoras familiares, han educado a los hijos, han trabajado simultáneamente. Ellas han sido el sostén del tejido social. Muchas mujeres burguesas que presumen de tener una vida libre, autónoma, normalmente la logran esclavizando a una mujer en el trabajo doméstico. —¿ Cómo es eso? —Sabemos cómo es esto. Por cada mujer burguesa que se desenvuelve en la vida pública, en la casa hay una o dos mujeres que hacen la cuestión doméstica a cambio de una remuneración habitualmente pobre y miserable.
Entonces, hay también una cuestión de clase en todo esto involucrada y solemos olvidar eso... Yo conozco muchas mujeres profesionales, muy inteligentes, glamorosas —muchas son amigas mías y reconozco colegas—, que presumen de cierto liberalismo, de cierta emancipación, pero erigida sobre otra forma de dominación: la de unas mujeres sobre otras.
Por qué no decirlo, —¿ Y por cada hombre chileno burgués de carrera exitosa también existen mujeres haciendo tareas (domésticas y de apoyo profesional, como asistentes o secretarias) para que él logre esa posición? —Por supuesto, pero eso solo reafirma la dominación masculina que ya conocíamos. Lo interesante es que hay un tipo de feminismo exitoso e incorporado a la esfera pública y empresarial que, desgraciadamente, se erige sobre esas bases que suponen la subordinación de otras mujeres. La cuestión feminista está atravesada por la cuestión de clase social y de origen étnico.
Durante la administración de Patricio Aylwin, Carlos Peña fue parte de un grupo de expertos que asesoró a Soledad Alvear en el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) con el objetivo de cambiar el Código Civil.
El rector recuerda que entonces “era un joven profesor de derecho civil” y que propuso “llevar a cabo reformas parciales en vez de un cambio de código que podría tomar una década”. Lo recuerda: —Sugerí el cambio de régimen matrimonial, la ley de divorcio y la ley de igualdad de los hijos. Esos proyectos comenzaron entonces y culminaron, luego de largos debates, años más tarde.
El resultado: el origen a la Ley de Filiación —que terminó con la distinción entre hijos legítimos y naturales— y la Ley de Divorcio. —Son buena parte de los proyectos de ley que han favorecido la emancipación de la mujer, y puedo decir que yo participé en ellos. Fueron arduos esos debates.
Cuando iba al Congreso a hablar de divorcio y Andrés Allamand se oponía... Toda la Iglesia decía que esto era un descalabro moral. —El gobierno de Boric asume abiertamente su ¿ El Estado debe promover cuestiones como la perspectiva de género, que para muchos resultan controversiales? —Al Estado le corresponde remover los estereotipos de género y las inequidades que son fruto de la división sexual del trabajo, y quienes desempeñan papeles gubernamentales deben tener ideas acerca de ello; pero creo que no deben promover ningún punto de vista específico acerca del origen o el modo de comprender el fenómeno. Esto último debe estar entregado al libre debate intelectual y cultural.
Podemos alcanzar un consenso en torno a la necesidad de superar los estereotipos y corregir las desventajas asociadas al género (sobre eso no observo controversia); pero nada impide que cada uno converja en torno a esas ideas por razones distintas. —Cuando Karol Cariola bajó su candidatura a la presidencia de la Cámara, habló de misoginia... —Ni su elección habría sido un homenaje al feminismo, ni su rechazo es una muestra de misoginia. Creo que las mujeres le hacen un flaco favor al feminismo cuando todo aquello que se opone a lo que una mujer plantea se tilda de misoginia. Por supuesto que no es así. Decirle a una mujer inteligente como Cariola que no se adherirá a su candidatura es tratarla como la política que es.
No es más que eso. —En 2023 se cumplen cinco años de la nueva ola feminista, ¿qué han ganado o perdido las mujeres? —Bueno, han ganado una cuestión bastante obvia, una cierta conciencia acerca de hasta qué punto la condición de género, la condición femenina que comparten todas las mujeres, puede ser una variable de subordinación y de dominación. Una conciencia respecto de su propio lugar en el mundo. ¿Qué han perdido? Bueno, lo que han ganado también lo han perdido al mismo tiempo. Porque el peligro que tiene esta conciencia extendida, repito, es una especie de domesticación por los medios. El tema feminista transformado en casi algo que es de buen gusto. M