La fe de Simone Weil
La fe de Simone Weil fe cristiana con la que ella acabó identificándose, la relación de la persona con el sufrimiento pasa de la rebelión a la comprensión y amor de este, dada la trascendencia del dolor y la conciencia de que así la persona se une al calvario de Cristo en la cruz", explica. "En esas páginas aparecen afirmaciones como las siguientes: `El falso Dios cambia el sufrimiento en violencia.
El verdadero Dios cambia la violencia en sufrimiento'". Según Rodrigo Pérez de Arce, investigador del IES Chile, hay una idea que cruza toda la obra de Weil, "la del vínculo universal del género humano, con un énfasis puesto en los desposeídos". "El respeto recíproco que nos debemos unos a otros se debiera manifestar tanto en el trato, como en el cuidado de las necesidades terrenas del hombre, como dice en su libro Echar raíces.
Una cultura no es realmente humana si no es capaz de responder a las necesidades vitales: el hambre, el vestido, el calor o la higiene", dice Pérez de Arce. "La otra dimensión central de Weil", agrega, "que surge de la misma idea, es la de obligación: estamos obligados unos con otros, lo que contrapone a la noción de derechos tan presente en nuestro lenguaje jurídico y cotidiano. Para ella, la noción de derecho no significa nada sin referencia al deber que lo sostiene.
Por último, dado que estamos vinculados de manera mutua, hay un mundo común que merece ser cuidado". Messina recuerda que entró en Weil por su comentario sobre la Ilíada. "Me di cuenta de que había escrito este comentario para pensar el nazismo y este tiempo de violencia que implica también al pensamiento, a su posibilidad.
Pues uno nunca queda fuera de la violencia", dice. "Además de la belleza, fuerza y singularidad del comentario, había algo metodológico ahí: para pensar el presente, recurre al pasado, para pensar la violencia política, recurre a un poema.
Pensar la violencia de su tiempo, el despliegue peculiar de su fuerza, requiere exponerse a otro lenguaje, uno que no comprende sino que resiste, requiere exponerse a otra fuerza, la del poema, una que nos cuestione desde afuera, y como si fuera atemporal". Messina cree que la idea o intuición capital de la Weil es el problema de la fuerza: "Weil entiende que además de ser enajenados, desposeídos de las condiciones que los hacen libres, de su humanidad, los seres humanos están sujetos a fuerzas que los trascienden y que los aniquilan tanto en su condición de seres oprimidos como de seres opresores. Así, en la Ilíada, ve que quien posee las armas, quien mata, se mata también a sí mismo, no responde de su acción, es un muerto vivo, es rodamiento de una maquinaria. Quien posee la fuerza está poseído por su fuerza.
Este tema no es propio solo de nuestra época o de la era de la técnica; trasciende los tiempos". Gracia y alegría Tal vez el sentido, o su falta, ligan el trabajo y la religión en la vida y obra de Weil: "Porque la condición de los trabajadores es aquella en la cual el hambre de finalidad, que constituye el ser mismo de todo hombre, no puede sino ser satisfecha sino por Dios", escribió en La condición obrera.
Parece un sorprendente llamado a la resignación, a sufrir en espera del más allá, sorprendente en alguien tan activa, en vez de luchar aquí y ahora; pero no, o no del todo: "No basta con querer evitar los sufrimientos a los obreros, se debe desear su alegría.
No una alegría lograda a base de placeres que se pagan, sino construidas con alegrías gratuitas", escribe Weil. "La poesía sobrenatural que debería inundar toda su vida, debería también estar concentrada en su estado puro, manifestándose de vez en cuando a través de fiestas vibrantes y hermosas". "Tengo una hipótesis", dice Messina a propósito de esta filósofa que va del trabajo y la huelga a Dios y la contemplación: "La fuerza aniquila, hace de los seres humanos agentes y no actores.
La pregunta que se plantea entonces es: ¿ cómo salir de la fuerza sin recurrir a otra fuerza? ¿ Cómo pensar la fuerza si estamos sujetos a ella? Esta pregunta es política, es atingente a las condiciones de trabajo, al modo en el cual nos construimos como seres sociales y políticos, pero es también `teológica': ¿ qué nos hace humanos más allá de nuestra condición biológica?". "Creo que en lo político y en sus escritos sobre `la espera de Dios' hay algo común", explica Messina. "Durante la huelga obrera, Weil experimenta algo similar a la gracia, un momento en el cual no estamos bajo fuerzas que aniquilan.
Se produce, dice ella, una `alegría', algo que alivia, tal como la gracia alivia de la muerte, de nuestra condición de pecadores que es el comienzo de la muerte". Pérez de Arce lee así la conjunción entre la cuestión social y espiritual: "Aunque la obra de Weil es dispersa e incluso contradictoria, la cruza la preocupación por los desposeídos en toda su complejidad. Entiende que las preocupaciones espirituales no sirven mucho si no se cuida la dimensión vital del hombre.
Ambas dimensiones se requieren mutuamente, y eso lleva a su preocupación por la experiencia de Dios y por cómo están organizadas nuestras labores cotidianas". "Las convicciones y preocupaciones políticas de Simone Weil no son ajenas a sus convicciones religiosas ni a su temperamento que tiende al misticismo", dice Figueroa. "Y, si bien no hace formalmente teología política, va más allá de la contingencia incluso cuando se refiere a ella. Esto se explica quizás por la forma en la que comprende el concepto de libertad. Weil no alude a la idea de libertad sin vincularla a otras nociones para ella igualmente importantes.
Cuando habla de libertad lo hace, a su vez, en relación con Dios, con el pecado, con la inevitable lucha entre el bien y el mal --que atraviesa cualquier acción y reflexión sobre la coyuntura temporal en la que cada uno está inmerso--, con la obediencia, en fin, con una serie de nociones que se entrecruzan y se ponen en movimiento". Solo una vida En El fuego de la libertad (Taurus), Wolfram Eilenberger sitúa a Weil junto con Hannah Arendt y Simone de Beauvoir como filósofas que, en tiempos de oscuridad, salvaron la filosofía y se resguardaron en ella, que pensaron la posibilidad de ser libres y auténticas justo cuando la sociedad lo hacía imposible. Alan Jacobs, en 1943.
La crisis del humanismo cristiano (IES), postula que a mediados del siglo pasado, en medio de las ruinas, y cada uno por cuenta propia, cinco intelectuales cristianos comenzaron a pensar caminos de salida para un mundo después de la guerra total, alternativos al mero pragmatismo político, quijotescos incluso, en la senda de "la renovación del pensamiento y la práctica cristiana". Son T. S. Eliot, W. H. Auden, C. S. Lewis, Jacques Maritain y, claro, Simone Weil.
En lo último que trabajó ella, Echar raíces, libro inacabado, la filósofa diagnostica el desarraigo como condición de la modernidad, derivado de la tecnocracia, de un desarrollo ciego, sin motivos, sin subordinación a los intereses humanos, y, antes, de un cristianismo que, dice, hace siglos optó por el modelo romano de "esclavizar las mentes", explica Jacobs en su libro.
Weil murió en Inglaterra el 24 de enero de 1943, a las diez y media de la noche, en un sanatorio, mientras dormía. "En esos últimos meses, toda su vida fue trabajo; es significativo que el último problema planteado en su libro inacabado es el problema del trabajo", dice Jacobs, "el trabajo con y sin dignidad, que le había inquietado toda su vida". El 10 de noviembre del año anterior, el día que dejó Estados Unidos y se embarcó a Inglaterra para unirse a la Francia Libre y ojalá encontrar una misión peligrosa en suelo europeo, Simone Weil le dijo a sus padres: "Si tuviera varias vidas, les dedicaría una a ustedes, pero solo tengo una vida". D icho así parece un giro, un cambio de opinión y de intereses, incluso un salto entre etapas distintas e inconmensurables en la vida intelectual de una filósofa: de un lado, una reflexión sobre la condición obrera, sobre política sindical, la huelga, sobre la explotación en el trabajo; del otro, meditaciones sobre la contemplación, la oración y los signos de Dios en este mundo.
Y sin embargo, hay continuidad, armonía entre ambos aspectos cuando leemos La condición obrera, uno de los libros clave de Simone Weil (19091943), la precoz filósofa francesa (murió a los 34 años), cuya vida y obra, desarrollada en tiempos oscuros, ha vuelto a ganar vigencia, ha vuelto a estudiarse y editarse.
Todos los libros de Weil son póstumos; solo por mencionar algunos: Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social, La Ilíada o el poema de la fuerza, La guerra de España, El desasosiego de nuestro tiempo, El poder de las palabras y La gravedad y la gracia, que fue publicado en 1947 y generó el primer impacto en los lectores.
Muchos de esos títulos fueron o están siendo publicados en castellano por editoriales como Trotta, Paidós y Página Indómita, de España, y Cuenco de Plata y Godot, de Argentina; esta última también ha editado audiolibros a los que se puede acceder gratis en plataformas como Spotify. Pasión y radicalidad Weil es una filósofa cautivadora, por su vida y obra, si es que cabe la distinción.
Manos a la obra; ese podría ser una buena síntesis de su quehacer teórico-práctico. "Su vida y su pensamiento pueden definirse o comprenderse a la luz de una `radicalidad' o `pasión' muy ajenas a cualquier ambigüedad", dice Rodrigo Figueroa, profesor de la Escuela de Humanidades de la Universidad San Sebastián. "Una radicalidad que, sin duda, no calza con los patrones académicos e intelectuales que nos rigen en tantas esferas y que han diluido el compromiso con la noción de verdad en favor de un subjetivismo casi incuestionable.
Una figura como la de ella posiblemente no tendría cabida en el mundo universitario de hoy". Su vida fue corta e intensa o quizás profunda, incluidas las dos guerras mundiales: nació en París y estuvo enferma desde los once hasta los veintidós meses; durante la gran guerra su padre fue movilizado como médico militar y la familia (Simone, su madre y su hermano) lo siguió por todos lados; entre 1922 y 1923 sufrió una crisis depresiva que la hizo pensar en el suicidio.
En 1927 su compromiso político se manifiesta, en concreto, ayudando en cursos de educación social para ferroviarios; hacia fines de esa década comienza su reflexión sobre el trabajo y trabaja en el campo; en 1931 inicia su carrera como profesora de Filosofía y crea "una verdadera universidad obrera", dice Gabriella Fiori en su libro Simone Weil (Adriana Hidalgo). En esos años interviene en una serie de huelgas, lo que le gana el mote de "Anticristo" en la prensa conservadora.
Viaja a Alemania, en 1932, y entrevé el camino que llevará al totalitarismo nazi; tras la llegada de Hitler al poder, en 1933, ayuda a los refugiados que huyen del régimen; también se pregunta si el mundo iba hacia la revolución proletaria, y su respuesta le ganó las críticas, entre otros, de Trotsky.
Entre 1934 y 1935, con algunas licencias por sus constantes problemas de salud, trabaja como obrera en distintas fábricas: "¿ Qué gané con esta experiencia? La sensación de que no poseo ningún derecho". Se involucra en la gran huelga de junio de 1936. E intenta conciliar los intereses obreros y patronales.
Sin ilusión, y a pesar de su pacifismo, solo por responsabilidad con otros individuos, dice Fiori, Weil marcha a la Guerra Civil Española y se enrola en la columna internacional de Buenaventura Durruti; sufre una grave quemadura en un pie.
Agotada, con dolores de cabeza que la inhabilitan y un cuadro de anemia, viaja a Suiza y luego a Italia, donde escucha cantos gregorianos que la conmueven; a partir de 1941 se cartea con el sacerdote dominico JosephMarie Perrin, a quien cuenta sus especulaciones teológicas y las razones de por qué no se bautiza como cristiana. Había dejado París junto a sus padres el 13 de junio de 1940, en la víspera de la llegada de los alemanes. Su hermano, que vivía en Nueva York, logra que Simone y sus padres se trasladen allí en junio de 1942.
En Estados Unidos Weil idea un proyecto: formar un cuerpo de enfermeras, del que ella sería parte, una suerte de contraste virtuoso de las SS, que trabajarían en el campo de batalla, no en la retaguardia, expuestas a la muerte.
En noviembre de 1942 viaja a Londres para unirse a la re`` Su vida y su pensamiento pueden definirse o comprenderse a la luz de una `radicalidad' o `pasión' muy ajenas a cualquier ambigüedad"... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. RODRIGO FIGUEROA `` La práctica hizo de Weil una filósofa.
Trabajar en la fábrica, meterse en la `resistencia' le dieron la ocasión de pensar"... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . AÏCHA LIVIANA MESSINA `` Otra dimensión central de Weil es la de obligación (... ). Para ella, la noción de derecho no significa nada sin referencia al deber"... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . RODRIGO PÉREZ DE ARCE PERFIL Una pensadora de todos los tiempos: La fe de Simone Weil JUAN RODRÍGUEZ MEDINA Vio la mecanización del trabajo y el ascenso del totalitarismo. Supo armonizar sus experiencias y reflexiones sobre la condición obrera, el poder y la guerra, con la religión y el misticismo. En momentos convulsos, las ideas y prácticas de la filósofa francesa se leen y reeditan. ¿Qué nos dicen? Responden Aïcha Liviana Messina, Rodrigo Figueroa y Rodrigo Pérez de Arce. EL PODER DE LAS PALABRAS Simone Weil Godot, 2022 LA GUERRA DE ESPAÑA Simone Weil Página Indómita, 2024.
EL DESASOSIEGO DE NUESTRO TIEMPO Simone Weil Página Indómita, 2024. sistencia francesa y se niega a comer más que la ración diaria que recibían los soldados en el frente, incluso cuando le diagnostican tuberculosis y es internada en un hospital. "La práctica hizo de Weil una filósofa. Trabajar en la fábrica, meterse en la `resistencia' le dieron, justamente, la ocasión de experimentar resistencias y entonces de pensar", cree Aïcha Liviana Messina, directora del Instituto de Filosofía de la Universidad Diego Portales.
Violencia y sufrimiento Aunque es difícil elegir un título en la obra de Weil, Figueroa se atreve a recomendar el que para él tiene la mayor raigambre filosófica y religiosa: La gravedad y la gracia. "Destaco este libro por su análisis del sufrimiento desde una concepción religiosa del mismo y de cómo, con y desde la FRANCISCO JAVIER OLEA Rodrigo Figueroa, Humanidades USS. RAÚL BRAVO Aïcha Liviana Messina, Filosofía UDP. SERGIO ALFONSO LÓPEZ Rodrigo Pérez de Arce, IES Chile. SERGIO ALFONSO LÓPEZ.