Autor: María Jesús Honorato decana Facultad de Educación, Universidad de Las Américas
Evaluaciones
Los profesores sabemos que contar con información en la sala de clases de cada uno de nuestros estudiantes durante el proceso de enseñanza y aprendizaje es el mejor escenario para encaminarlos a lograr las metas esperadas.
Sin embargo, hace un tiempo los procesos de evaluación que nos permiten contar con esta información han experimentado un aumento en su percepción negativa, ya que se les asocia a tensión, agobio y frustración, no solo de los estudiantes, sino también de los profesores y de todo el sistema educativo. La pandemia del COVID-19 profundizó esta situación.
Según datos del Centro de Justicia Educacional de la Universidad Católica, en 2020 los alumnos mostraron mayores dificultades atencionales y de tipo ansioso-depresivo, aislamiento, problemas sociales y de pensamiento, mientras que las exigencias de la educación remota afectaron seriamente al profesorado. Un estudio elaborado por la Universidad del Desarrollo reveló que el 77% de los profesores siente estrés, un 49,8 % frustración y un 41% angustia. En el año 2020 se decidió no aplicar el SIMCE a los estudiantes por los próximos dos años. Para situaciones excepcionales las soluciones deben también ser excepcionales.