Autor: Rodolfo Arecheta + e Abogado
Infantilismo tributario
L rechazo de la propuesta tributaria presentada por el gobierno ha generado un acalorado debate respecto a su mérito. Desde el oficialismo se ha dejado entrever que su rechazo sería perjudicial para el país, dado que necesita mayores recursos para gasto social. Sin embargo, detrás de esta posición parece esconderse el supuesto de que cualquier reforma tributaria es positiva. Esta premisa merece ser discutida. Una reforma tributaria será buena o mala dependiendo de su capacidad para aumentar la recaudación fiscal sin deteriorar la economía.
La cantidad de dinero que el fisco recauda por impuestos depende de la base (la cantidad de empresas o personas que pagan impuestos) y el gravamen (porcentaje del impuesto). De lo señalado, se desprende que se puede recaudar más: (i) aumentando el número de empresas o personas que pagan impuestos; y/o (ii) el porcentaje que éstos pagan. El camino tomado por el gobierno ha sido el segundo, aumentando el porcentaje de impuestos que pagan empresas y personas, asumiendo que esto traerá mayor recaudación. Sin embargo, y contrario a lo que se podría pensar a primera vista, subir el porcentaje de impuestos no necesariamente significa mayor recaudación en el mediano y largo plazo. Esto, debido a que el aumento en el porcentaje de impuestos no asegura que el tamaño de la base se mantenga. Al revés, podría disminuirlo. Dicho en palabras simples, es un error creer que se pueden subir los impuestos indiscriminadamente sin que esto tenga consecuencias en quienes los pagan.
Lo cierto es que, en un mundo globalizado, cuando las empresas y personas sienten que se les carga la mano en materia tributaria, tienden a mover sus capitales (y con ello el pago de impuestos) a un país que les resulte más conveniente o simplemente deciden no invertir en Chile. nos guste o no, así funciona el mundo. En este contexto, resulta preocupante la salida de capitales que está registrando nuestro país, donde la inversión proyectada también ha disminuido. Entonces, la salida de capitales y la ausencia de inversión hace disminuir la cantidad de empresas que pagan o podrían pagar impuestos, reduciendo la recaudación.
Es por eso que muchos economistas señalan que lo que importa es el crecimiento económico, que aumenta el número de empresas y personas que pagan impuestos (la base), agrandando la recaudación sin los efectos indeseables de un aumento considerable de los impuestos. En términos prácticos, esto significa mayor producción de bienes y servicios (además más y mejores empleos), lo que se logra precisamente con un aumento de la inversión privada y el desarrollo del mercado de capitales.
Acá tampoco tenemos buenas noticias, ya que la mayoría de las proyecciones indican que el crecimiento de Chile será un poco más o un poco menos de 0%. Obviamente, los detalles de cualquier reforma tributaria deben ser evaluados en su propio mérito, y un aumento de impuestos podría no tener impactos negativos. Determinar aquello requiere de una conversación seria y responsable que deje de lado las soluciones facilistas y el discurso para la galería. En ese sentido, intentar convencer a la población de que la reforma tributaria es algo así como una bala de plata que acabará con todos los problemas del país es derechamente irresponsable.
Este ha sido el camino elegido por el gobierno, el cual ha insinuado que la condonación del CAE, la Pensión Garantizada Universal (PGU), las listas de espera y todos los demás ámbitos donde el gobierno está al debe dependían de la reforma tributaria. Desde la vocería del gobierno incluso vinculó el lamentable fallecimiento de un carabinero en Concepción con el rechazo el proyecto oficialista. Lo cierto es que ni con la mejor reforma tributaria se alcanzarían a costear todas estas cosas. Mucho menos terminar con la crisis de seguridad que atravesamos como país. Pretender que problemas complejos tienen soluciones fáciles y que las acciones no tienen consecuencias son características del pensamiento infantil. Rechazada la reforma, la posición que debería adoptar el gobierno debiese ir en la línea de mejorar la propuesta en vez de tratar de infantilizar a un electorado que ya no está para cuentos.