"En el Gobierno hay un exceso de efervescencia en las consignas y en las buenas intenciones"
El teólogo y rector de la U.
Academia de Humanismo Cristiano, dice que “la tendencia del Ejecutivo es solucionar muchos problemas usando una categoría rimbombante que no tiene aplicación”. Por Daniel Rozas l rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Álvaro Ramis, sostiene que la gestión del Gobierno en educación ha sido insuficiente a pesar de la promesa del Presidente Gabriel Boric, de condonar el Crédito con Aval del Estado (CAE). “Hay estrés financiero en las instituciones de educación superior, y las medidas particulares que se anunciaron han quedado todavía en debate”, reflexiona en un aula vacía de la Facultad de Salud de su institución.
Columnista y activo en la red social X, el teólogo publicó hace poco en «El Mostrador» el artículo “Las municiones de la batalla ideológica”, donde se pregunta, a propósito de la batalla cultural enunciada por el diputado Gonzalo Winter, si la izquierda chilena ha abandonado la lucha ideológica.
Le pregunto a este curicano, nacido el año del golpe de Estado de 1973, si la nueva generación que nos gobierna tiene mucho estudio y poca calle; y el doctor en Filosofía (Programa Ética y Democracia) por la Universidad de Valencia me responde: “Pasar por la política obliga a embarrarse las manos. Obliga a tomar decisiones difíciles y al riesgo de la equivocación, de la caída, del error, de la falta moral.
Nadie debería colocarse en un pedestal para acusar a los demás respecto a circunstancias en las cuales todos somos vulnerables en términos éticos”. —Escribiste una columna que fue 'muy comentada. ¿Cuál es tu mirada crítica sobre la batalla ideológica por parte de la izquierda? —Sobreabundan las ideas, pero falta la infraestructura para construir una disputa de conceptos. El extremo refinamiento intelectual, en ciertas áreas de la izquierda, que plantea categorías muy finas, no tiene impacto social si no existen instituciones que permitan que esas ideas puedan difundirse. Yo colocaba (en la columna) el ejemplo de ciertas infraestructuras comunicacionales en dictadura que funcionaban activamente. Teleanálisis, Apsi, Cauce, Hoy, Análisis, Radio Chilena o Radio Cooperativa, eran estructuras de una sociedad civil que investigaba, generaba encuentros, y eso hoy se ha desmontado. Uno de los compromisos que uno espera de un Gobierno progresista es el fortalecimiento de la sociedad civil. Eso ha quedado reducido a la nada. —¿ A qué atribuyes la ausencia actual de medios de izquierda en el ecosistema informativo? —Durante la dictadura eso tuvo un respirador artificial que era la cooperación internacional. El segundo factor fue que los partidos construían un medio afín. La Democracia Cristiana con Hoy y Radio Cooperativa, Apsi era PS. La revista Análisis era fruto de la Academia de Humanismo Cristiano. La Radio Chilena de la Iglesia Católica. Esa relación entre los partidos y los medios hoy no existe. Los partidos no son capaces de esa articulación y el mercado del consumo mediático se fragmentó en múltiples audiencias, tan grandes, que conquistar una porción de esa audiencia es muy caro. Los medios de izquierda están condenados a una burbuja de audiencia fiel, pero que no logra permear capas más amplias de la sociedad. En la izquierda ha habido una movilización emotiva a la ilusión; a la idea de que algo puede cambiar.
Y eso muchas veces no tiene una fundamentación racional”. 66 Si el Gobierno no propone una estructura más sólida como proyecto político (para) el 11 de marzo de 2026, va a haber fracasado”. la estrategia de esta batalla de las ideas debería generar vías indirectas de comunicación que tengan mayor transversalidad. Medios que, a razón de otras temáticas de interés, puedan generar una reflexión afín a ideas progresistas. —¿ Qué medios? —Hay que fijarse dónde estamos situados hoy en la comunicación. Por citar algo: la gente llega a (Fabrizio) Copano porque es chistoso, no porque sea afín a sus ideas. Y ahí descubre otras cosas. Los comediantes que estuvieron en Viña del Mar lograron instalar algunas reflexiones que la política no logra. Y lo logran con mayor eficacia que el comunicador político. Ellos hacen una síntesis de lo que está pasando a veces a partir de una metáfora, En algún momento, Coco Legrand fue el mejor sociólogo de Chile. Y hoy estos standuperos están haciendo la sociología del presente. El punto es que es insuficiente. El standupero es una puerta de entrada y ahí viene la tarea crítica de las ciencias sociales para que puedan profundizar el diagnóstico que dan los humoristas. “Pasar por la política obliga a embarrarse las manos” —Escribiste en la columna de «El Mostrador» que “el universo de las propuestas progresistas es líquido, fluido, poroso. No ofrece certezas, sino dudas. No genera confianza, sino incertidumbre.
No alimenta la acción práctica, sino el derrotismo o la fatalidad”. No obstante, uno podría decir que el Frente Amplio y el Presidente Boric llegaron al Gobierno proclamando un exceso de certidumbres en todos los ámbitos. ¿Cómo lo ves? —Creo que la confianza programática no tuvo en consideración las mayorías parlamentarias. En segundo lugar, no tuvo estructuras de mediaciones institucionales que lo hicieran posible, y, en tercer lugar, agendas de instalación progresiva. Puedes tener muchas certidumbres respecto a la meta, pero para eso debes tener la misma estructura de agendas que te permitan graduar un plan en esos avances. Y eso se denota en el problema del CAE.
Hay una demanda y una respuesta, Pero entre el diagnóstico y la respuesta existe incertidumbre, fugacidad de propuestas, oscuridad respecto de cuánto estamos hablando, de cómo construirlo y hacerlo viable. —Eugenio Tironile dijo a este diario que “un dirigente como Gonzalo Winter, que forma parte de la coalición de Gobierno, plantee que la batalla de este año está en el plano de las ideas, en el plano de la cultura, (es) desatinado”. —Nunca se debe dejar de disputar el terreno de las ideas porque eso es inseparable de la política. El punto es que, si uno coloca solo el énfasis en disputar lasideas, sin traducirlas en mediaciones institucionales, esas ideas quedan en consignas. Es voluntarismo.
Y en el Gobierno la tarea es hacer viables las ideas e instalar los dispositivos que hagan que esas ideas se encarnen; ya sea en política pública, en presupuesto, en propuesta de ley o en la concreción administrativa. Hay un exceso de efervescencia en las consignas y las buenas intenciones. Y una carencia de experiencia política práctica.
Y la tendencia del Gobierno es a solucionar muchos problemas usando una categoría rimbombante que no tiene aplicación. —Naciste en 1973, en dictadura, sin internet. ¿Qué opinas del diagnóstico quela nueva generación de gobernantes tiene mucho estudio y poca calle y gestión? ¿ Te parece una caricatura? —Toda caricatura tiene algo de realidad. Si no hubiera en la caricatura un rasgo perceptible, no podría circular. Sin embargo, es reducir el problema. La experiencia sólo se adquiere viviendo. Esta generación tiene todo el derecho a poder desarrollar su experiencia de gestión con los tropiezos y aprendizajes que tiene que tener. Otras generaciones fueron jóvenes precoces en los años 60 y 70 y tuvieron la misma crítica. Entonces, debe cuidarse la forma de la crítica. Lo que no debe imperaresla arrogancia, que creo es una crítica más justificada. La idea de decir: “mira, esta generación es impoluta, tiene superioridad moral”. La superioridad moral no existe, Cada persona está sujeta a su propia determinación, a sus propias conductas y decisiones.
Algunos superarán la prueba de la blancura y otros caerán por sus defectos; porque pasar por la política y la gestión política obliga a embarrarse las manos. —Michelle Bachelet le dijo a la diputada Karol Cariola que “nosotros hablamos desde el cerebro, desde la racionalidad, y estos grupos (de derecha) le están hablando a la emoción, al corazón, al miedo”. La expresidenta dice que la izquierda debe dejar de apelar a la racionalidad si quiere hacer frente a la ultraderecha. ¿ Coincides? ¿ O piensas que ella subestima a la derecha? —La izquierda y la derecha tienen sus propias racionalidades y fundamentaciones teóricas. El tema de la disputa está en la comunicación política, donde la herramienta que ha usado la derecha y la extrema derecha es la movilización del miedo como factor del voto. En la izquierda ha habido una movilización emotiva a la ilusión; ala idea de que algo puede cambiar, Y eso muchas veces no tiene una fundamentación racional. Ambos estilos de comunicación son emotivos con distintas estrategias. Cuando estás en el Gobierno no puedes desatar esa emoción, porque te va a golpear. Al desatar la ilusión vas a ser el responsable de cumplir esa promesa. Y no tienen las herramientas institucionales ni las mayorías parlamentarias para cumplirlas.
Es el proyecto de futuro para una izquierda cuyo programa de Gobierno y político fue rechazado en la primera vuelta de 2021, al no obtener mayoría parlamentaria, y en el plebiscito de 2022? —El Gobierno tiene que priorizar su programa, tratando de conquistar por la vía administrativa todos los logros que le permitan pensar el 11 de marzo de 2026. Ese día es más importante que el día de la elección presidencial de fines de 2025. Porque el resultado de una elección es siempre azaroso, depende de los ciclos económicos, de la candidatura, de factores que no controlas. Pero lo que sí controlas es cómo vas a salir del Gobierno. Y si el Gobierno no propone una estructura más sólida como proyecto político el 11 de marzo de 2026, va a haber fracasado. Puede perderla elección, pero también puede ganar un fortalecimiento de su sector para proyectarse a futuro y recuperar la iniciativa política después. Si el Gobierno se fija la meta de decir: “Puede que ganemos la elección. Pero a lo mejor, no. Y, si no hay continuidad, vamos a ser más fuertes, vamos a tener una institucionalidad más afiatada. Por ejemplo, un Frente Amplio más sólido. Vamos a construir propuestas maduras para el periodo que viene”. Si logra administrar eso, hay posibilidades de nuevos gobiernos municipales, regionales o nacionales que den continuidad a este proyecto.
Si no lo logra, probablemente va a haber un desmoronamiento de este sector político que no logrará cuajar y su pasó por La Moneda será anecdótico. —Daniel Matamala escribió en una columna en «La Tercera», en respuesta a Matías Meza-Lopehandía, que “nunca, desde la dictadura, Chile se había derechizado tanto ideológicamente como en estos dos años en que la izquierda ha estado en La Moneda. Prometieron “un nuevo Chile”, pero, lejos de acercarse a él, han visto como el país va en la dirección opuesta? ¿ Coincides con ese análisis?—No. Porque tampoco creo que Chile se izquierdizó durante el estallido social de 2019 y en la primera fase de la Convención. Ni se ha izquierdizado ni se ha derechizado. Las personas son refractarias al poder. Generan dinámicas de autonomía en sus procesos de decisión frente a quienes ejercen los cargos públicos. Hoy existe un distanciamiento de quién ejerce la administración del Estado. Si hubiera un Gobierno de derecha también existiría ese distanciamiento porque está basado en una lógica de independencia respecto a quién tiene cargos de decisión. Lo que hay es un ciclo normal. Lo mismo ocurrió en el gobierno de Sebastián Piñera. No es que la sociedad se haya hecho refractaria ala derecha, en términos ideológicos, como después se comprobó. Estamos en un punto donde la tensión fundamental de la sociedad no es el clivaje izquierda-derecha, sino quién está en el poder y quién está en una coalición ciudadana. El resultado del último plebiscito refleja eso. Hubo transversalidad en el “En Contra”, que tuvo a gente de derecha como Rojo Edwards en el mismo lugar que gente muy de izquierda. Lo que hubo fue rechazo a una propuesta por desconfianza, por falta de certidumbre, por restringir las propuestas que vienen desde el poder.