Autor: JOAQUÍN GARCÍA-HUIDOBRO Instituto de Filosofía Universidad de los Andes
Elogio de la corbata
Señor Director: Amo la corbata. Le permite al pobre mostrar que puede estar bien presentado aunque su ropa no sea cara y esté raída. Qué dignidad tienen esos evangélicos que están en las esquinas o en las plazas con la Biblia en la mano y la corbata en el cuello. La corbata muestra de modo muy directo el luto y la alegría. Y es la forma en que los profesores más viejos les hacemos ver a nuestros alumnos que ellos son importantes. No es la única, no es imprescindible, no hay por qué emplearla todos los días, pero es una ayuda para expresar ciertas cosas. Hace muchos años asistí a un congreso en una universidad en Lima. Una de las actividades consistía en el otorgamiento de un doctorado honoris causa a un profesor chileno y uno alemán. Nuestro compatriota, un médico muy destacado, estaba elegantísimo. El alemán, un psicólogo progresista, se presentó sin corbata y en blue jeans. Yo pensé: “¿ habría hecho lo mismo si el doctorado se lo hubiesen conferido en Ciertamente no, pero estaba en Sudamérica y podía exhibir su progresismo de esa manera.
Los anfitriones estaban molestos, pero como eran hijos del Virreinato del Perú, no lo dieron a entender y el alemán no se dio cuenta de que había ofendido a esos habitantes del Tercer Mundo de los que tanto había hablado en su vida. Muchos de mis amigos no usan corbata y no tengo nada que reprocharles, por una razón muy simple: saben que en ciertos momentos conviene usarla y lo hacen. Con eso muestran de modo muy explícito que están ante algo importante.
Quizá la corbata desaparezca de nuestro mundo, como se fueron las túnicas y tantos otros modos de vestir, pero mientras tanto agradezco a Leonidas Montes su columna del jueves y me sumo a "la rebelión de las corbatas”.