Autor: DANIELA SILVA ASTORGA
Nueva presidenta del directorio de la ext Estación Mapocho busca reformular modelo de financiamiento
En medio de una crisis producida principalmente por la pandemia, Ana Arriagada considera que se requiere un giro en el modelo de administración del centro cultural. Y no solo respecto de lo presupuestario, también frente a sus focos y programación. A fórmula funcionó bien durante un cuarto de siglo. Pero entre estallido social y pandemia al Centro Cultural Estación Mapocho (CCEM) se le desarmó la lógica de autofinanciamiento —excepcional en nuestro circuito— con la que operaba desde 1994.
Si otras instituciones reciben recursos anuales desde el Ministerio de las Culturas, como el GAM, Matucana 100 y el Centro Cultural La Moneda, el CCEM arma su presupuesto a partir de ferias o eventos masivos para los que el edificio se renta. Es un patrimonio del Estado, que depende de Bienes Nacionales, pero que opera y sobrevive con recursos de una corporación privada. Como las cuarentenas y aforos imposibilitaron el arriendo, en 2020 dejaron de entrar los $1.000 millones, o poco más, que constituían su presupuesto base.
Entonces, la receta financiera de Arturo Navarro, hoy exdirector del centro, comenzó a hacer agua: los sueldos de los funcionarios, que representaban $300 millones anuales, se redujeron en un 30% y crecieron los impagos con proveedores.
En medio de esta crisis, Ana Arriagada (1975) —quien fue directora regional del CNCA en el gobierno de Bachelet y hoy es directora de Cultura de Renca— acaba de asumir la presidencia del directorio del CEM.
Lo hizo en representación de la ministra de las Culturas, Julieta Brodsky, y ya tiene definiciones claras, aunque personales, sobre las urgencias que el directorio asumirá, Lo primero, asegura, es afinar el perfil para elegir, vía concurso, al nuevo director o directora.
A diferencia de la anterior presidenta del directorio, que veía difícil poder costear el sueldo de un nuevo director ejecutivo, Arriagada considera fundamental abandonar la figura de comité que hoy controla el CCEM —Myriam Barrientos, María Gracia Valdés, Ghislaine Asfura— y seleccionar pronto a quien asumirá el cargo vacante, “La Estación Mapocho debe operar desde total transparencia, por lo que esta designación debe hacerse por concurso y con ciertos criterios. Por eso, la primera diseñar el perfil”, comenta Arriagada. Y anuncia que en el segundo semestre se abrirá la convocatoria. —¿ Qué otras reformulaciones son perentorias en el CCEM? “Debemos tener una conversación sobre nuestro presupuesto. Necesitamos obtener financiamiento base desde el Estado para desarrollar un plan de gestión distinto. Tenemos problemas conel modelo de autofinanciamiento: la pandemia demostró que no es seguro obtener fondos a través de programación y aún vivimos la incertidumbre de los aforos. Debemos contar con recuros que nos permitan tener proyección, no vivir al día”. Refiere aque la Estación Mapocho entre a la glosa del Ministerio de las Culturas. La presidenta tiene su diagnóstico personal forjado duranteañosde oficio en la gestión: “A la cultura le ha costado muchísimo insertarse en la institucionalidad. Nos ha sido diifícil eliminar la visión de que esto es solo entretenimiento. Ha costado que nos visibilicen y que eso tenga un correlativo financiero. Es necesario que exista un giro. Pero lo veo con esperanza, porque este gobierno tiene una visión de desarrollo cultural bastante respetuosa, se ve al mundo de la culturacomo uno que puede generar impacto mayor en las políticas.
No obstante, el camino es lento, Claudio Di Girolamo decía que nosotros trabajamos y trabajamos, y quizás no alcancemos a ver logros, porque las conquistas de la cultura son a largo plazo”. ¿ CAMBIAR EL ACENTO? Como el autofinanciamiento de la estación se basa en el arriendo de la nave central, desde afuera se le ha considerauna infraestructura sin absoluto acento cultural.
Aunque se programen exposiciones y siempre existan arlistas trabajando en residencia, lo que más se nota son las ferias de amplias materias: desde libros —como ocurría antes con la Filsa— hasta materiales de construcción, juguetes, oportunidades laborales o artículos de diseño. Un espacio cultural con mucho de centro de eventos. ¿Urge cambiar esto? Para Arriagada no está tan claro.
Habla sobre todo de que el CCEM debe transitar hacia un modelo de gestión que ponga énfasis en convertir al edifiun espacio ciudadano, “que contribuya al diálogo social y que ayude a revitalizar el espacio público”. Pero es cauta a la hora de criticar lo hecho: “No hay que pecar de inocentes. Aquí siemprese funcionó con un modelo de autofinanciamiento y esta es una tremenda infraestructura! Por otra parte, desde mi parecer, la definición de lo que es o no cultura es algo complejo. Por muchos años la cultura fue de élite, muy ligada a lo disciplinar. Pero la cultura esalgo amplio. Tiene que vercon la forma de relacionarnos, la manera de enfrentar los problemas sociales, y la Estación Mapocho es un espacio de encuentro amplio.
Si bien es muy relevante lo disciplinar y artístico, también lo es el tejido social”. En medio de su gestión y cuando publicó un libro sobre el modelo del CCEM, Navarro decía que un 50% de su programa tenía foco en lo cultural, y que un 90% de lo que ocurría era para el público masivo. “Tenemos que volver a seducir —remarca Arriagada—. Lograr que este edificio sea visibilizado y valorado como un lugar interesante para todos. Creo que es importante que asuma un director que tenga experiencia, que demuestre una real intención de acogida y que se atreva. Cuando tenemos espacios que han sido dirigidos por la misma persona durante mucho tiempo, es difícil hacer el giro”.