“Que nadie nos robe la esperanza”
“Que nadie nos robe la esperanza” RAÚL CAAMAÑO MATAMALA, PROFESOR UNIVERSIDAD CATÓLICA DE TEMUCO “Que nadie nos robe la esperanza” ¡ Sería una desgracia! La esperanza, apreciado bien, inestimable tesoro. Ni perderla ni que disminuya ni que nos sea birlada. “Que nadie nos robe la esperanza”, así se expresaba hace unos días el Papa Francisco. Ante tanto desequilibrio, tanta discordia, tanta falta de entendimiento, debemos ocuparnos del cultivo de propósitos buenos, nuevos, diferentes diferentes a los que se practican en tantos espacios del planeta. La guerra, las guerras, que tanto dolor provocan, son motivo motivo principalísimo de desesperanza.
La esperanza hay que animarla, no llega porque sí. ¿Qué significa tener o abrigar esperanza? Esperanza es “Confianza de lograr una cosa o de que se realice algo que se desea”. No solo hay que desearla, hay que alentarla, avivarla, hay que azuzarla a veces. ¿De qué depende la esperanza? Son muchos los ingredientes ingredientes que la animan, la erigen, la constituyen. Me referiré a algunas. Sin duda, la confianza es una de ella. ¿Por qué? Una es para la otra, una es con la otra. Son absolutamente absolutamente hermanables, sino hermanas. Una supone la otra. Ambas tienen un carácter de infinitud, quizás se sabe o supone su inicio, qué las motiva, su edificación, mas su término no se puede predecir, definir.
La esperanza esperanza se ata a lo que viene, a lo que ha de venir, pero no como derivación o consecuencia de una tómbola, si no como resultado resultado de una suerte de porfía, de empecinamiento, de una fuerza interior. ¿Con qué más hermanamos la esperanza? Con la fe. ¿Qué entendemos por fe? Así como es creencia que se da a algo, o a alguien de manera solemne, esta se afirma como ideario, principio, convicción, o simple y llanamente llanamente como esperanza o confianza. Es que definitivamente, la falta de una de ellas, puede relacionarse con la duda, con la desconfianza, con el recelo, con el desánimo o con la desesperanza. Mencionaba que la esperanza tiene muchos vínculos estrechos, o tres. ¿Cuál es el tercero? El amor. Así se completa completa esta tríada. Sí, creo que la esperanza se completa firmemente con la confianza, la fe y el amor. El amor es poderoso caballero, nos está mandatado. Es el mayor. El cumplimiento de este se extiende por añadidura añadidura a los demás. El amor todo lo puede y, sin duda, dinamiza, construye, soporta este conjunto de conceptos conceptos esenciales. El amor es infinito, nunca se termina. Comienza en uno, en uno mismo, se extiende al otro, a los otros, al prójimo, y forma una cadena infinita en el espacio y en el tiempo. No permitamos que estas virtudes resulten afectadas, no dejemos espacio para que nos sean arrebatadas. Ni la confianza ni la fe ni la esperanza. La esperanza debe ser una virtud sostenida, viva. Como ya apreciamos, no son pocas ni menores las evidencias que animan la esperanza. No renunciemos a ella, no renunciemos renunciemos a la fe, a la confianza, al amor, ¡sostengámoslos! La esperanza es una virtud sin fin, su propósito es bueno, es sano. En todo el pontificado del Papa Francisco son decenas y decenas las veces en que se ha referido a la esperanza.
Lo cito: “Que nadie nos robe del corazón la esperanza esperanza de ponernos en pie y de resucitar contigo, haz que no nos cansemos de afirmar la dignidad de todo hombre, sin distinción de religión, etnia o nacionalidad, empezando por los más frágiles, por las mujeres, los ancianos, los pequeños pequeños y los pobres”. En fin, “Que nadie nos robe la esperanza”..