Autor: POR PAULA CODDOU
IVÁN MORENO, MARATONISTA GANARLE A LOS 80
Hace 54 años, Julio Martínez lo bautizó “el hombre blanco más rápido del mundo”. Hoy es el octogenario más veloz de la maratón de NY.
El domingo 6, tras cruzar la meta de los 42K en Manhattan, ganó en su categoría entre 80 y 89 años. ¿Por qué sigue corriendo? ¿ Y 42 kilómetros? Lleva 10 maratones en el cuerpo y quiere hacer tres más. 2 2 2 Tenía que ser un día frio.
Eso se espera de la maratón de Nueva York, entre 6 y 13 grados, corredores abrigados como osos en la larga espera en Staten Island, y luego, una temperatura fría, que en 42 kilómetros se hace más agradable. Pero esta mañana fue distinta. Una ola de calor que comenzó unos días antes pronosticaba condiciones “inusualmente calurosas y húmedas”, según advertía la página oficial de la organización. Había que bajar expectativas, aconsejaban. El día de la carrera, domingo 6 de noviembre, a las 8:00 a.m., ya había 22 grados Celsius. A Iván Moreno López le preocupaba más el 73 por ciento de humedad proyectado. Pero tampoco especialmente.
A las 5 de la mañana, cuando aún estaba oscuro, Moreno, de 80 años, se amarró las zapatillas Hoka que le acomodan —para su pie con arco anterior plano, dedo martillo y juanete— y salió de su hotel para correr Nueva York, comenzando por cruzar el puente Verrazano, luego atravesar Brooklyn por 24 kilómetros, dejar el ruido y los gritos atrás para pasar por abajo el puente Queensboro, donde solo se sienten las pisadas, y entrar por la Primera avenida a Manhattan, con cientos de personas mirando, gritando en cada cuadra, y subir, subir hasta el Bronx, para luego bajar por la 5* Avenida, entrar y salir, y volver a entrar al Central Park con las piernas flaqueando y cruzar la meta. Antes, Moreno había corrido Berlín, Boston y Santiago y esta era su primera vez en la maratón que se considera “la gran fiesta de los 42 kilómetros”, 42 km 192 metros para ser exactos. Una maratón que recibió a 47 mil corredores que cruzaron la meta, y volcó también a miles a las calles a alentar, a lo que ayudó la temperatura primaveral, aunque también llovió. Era, además, la primera maratón sin restricciones covid.
“A mí lo que me sostuvo fue la gente”, dice una semana después, sentado en su casa de La Reina, que aún conserva el aire de parcela que tuvo el sector antaño, donde vive con su mujer. Está jubilado y pasa el día entre el deporte y el jardín. Tiene, además, seis hijos y siete nietos. Cuando terminó la carrera, cuatro horas y 47 minutos después de haber partido junto a una hija, Iván Moreno no supo de su lugar. Simplemente, le colgaron la medalla, se abrigó con la capa azul que recibieron todos los finalistas, más una bolsa con fruta y líquido, y caminó las 10 cuadras que lo separaban de su hotel. Nueva York es su tercera major (asociación de las seis maratones más importantes del mundo). Antes corrió Boston y Berlín, “y espero que el cuerpo me alcance para las otras tres”, dice. Chicago, Londres y Tokio, en ese orden. “El blanco también es Moreno” Iván Moreno es liviano como buen corredor. Pesa 60 kilos en 1 metro 67, y tiene la cara angulosa, además de una buena cantidad de pelo, que lo hace verse más joven que sus 80, También es jovial.
Cuenta entre risas que por un problema en la visa de su hija en el aeropuerto de Santiago, tuvieron que esperar un buen rato y a él, para que no se cansara “debido a su edad”, lo sentaron en una silla de ruedas. Y esa “asistencia en viaje” se mantuvo al bajar del avión en NY, luego hacia Washington, y de vuelta a Chile.
“Por protocolo”, me decían, o “para que no se canse” o porque “si no se sienta, señor, después es mi culpa”. —¿ Y cómo se sentía usted, que es maratonista, con ese trato? —Lo encontré hasta simpático. Yo puedo correr, pero otros de mi edad apenas pueden caminar. Está bien que se preocupen. “A mí lo que me sostuvo fue la gente", dice Iván Moreno sobre su carrera en Nueva York, donde pese a los calambres y dolores ganó su categoría. “Muchas veces me han preguntado para qué hago deporte y yo respondo: “El cuerpo es lo único que tienes. Todo lo demás te lo pueden quitar”. Corriendo en Tokio en 1964. Moreno es el del número 72. En esa oportunidad llegó a cuartos de final. comenzó hace solo 15 años a correr maratones, cuando su pasado de atleta juvenil estaba ya muy lejos. Lo había reemplazado por el fútbol —jugaba en el equipo de su empresa—, “hasta que me quebraron la clavícula y la escápula”, cuenta, y no jugó más. Entonces, se subió a la bicicleta rutera, pero lo atropellaron cerca de su casa, le tomó susto, y se puso a correr. “Primero, la vuelta de la manzana.
Después empecé a ir al Parque Intercomunal (que queda al lado de su casa) y me fui encontrando con gente que me decía que entrenara ahí”. Entró entonces a los “Interrunners”, con el profesor Patricio Guzmán. Era 2008. “El primer día que entré al parque, se me cortó el tendón de Aquiles”, recuerda, como si algo le dijera que no hiciera más deporte. Pero siguió entrenando cinco veces por semana, y le tomó el gusto a las distancias largas. El 2010 corrió su primer maratón: Santiago, y salió segundo en su categoría. Tenía 70 años y la hizo en 4 horas 22 minutos. Siguió corriendo Santiago “y una vez me quise suicidar porque estuve solo a cinco segundos de bajar las cuatro horas”, lo que consiguió finalmente en la maratón de Berlín, con 3 horas 58 minutos. Pese a la cantidad de años que estuvo sin correr —casi 40—, la memoria deportiva del cuerpo de Iván Moreno era la de un atleta, y ya ha corrido 10 maratones. Fue alos 1 años, cuando estudiaba en el colegio de los Padres franceses, que empezó a competir. Era bueno, cuenta, pero no el mejor en velocidad.
“Los profesores de educación física me incentivaban, pero el que me ayudó realmente fue el mayor Hernán Fuentes (entrenador durante muchos años del Stade Francais), militar y profesor en el colegio”. Le dijo que siguiera entrenando en el verano. “Ese año pasé de ser uno del montón a campeón escolar”. Ya tenía 16 años. La primera vez que cruzó primero la meta la recuerda hasta hoy. Fue en Il segundos en 100 metros planos. Y siguió corriendo. El año 61 entró a Construcción Civil en la UC y entrenaba en el Club Atlético Santiago. “Seguía entrenando, estudiando, pololeando y trabajando”, dice y se ríe. “Se podía hacer todo”. Salía de la universidad con su bolso de deporte y se iba estudiando en la micro al estadio. En 1964, lo seleccionaron para competir por Chile en los Juegos Olímpicos de Tokio, donde llegó a los cuartos de final en 100 y 200 metros planos. Todavía estaba en la universidad. Cuatro años después, en México 1968 —cuando ya trabajaba en la constructora “Fe grande”—, fue semifinalista. Salió quinto en las mismas competencias. En México le había dado influenza y se levantó el día antes de correr. “A lo mejor hubiera llegado a la final, pero esas son solo especulaciones”, dice hoy.
Clasificaron los cuatro primeros en las dos competencias, todos atletas negros. —¿ Y cómo fue convertirse en el “hombre blanco más rápido del mundo” como lo bautizaron? —Nunca me di cuenta de ese detalle, pero cuando terminé, me entrevistó Julio Martínez. Entonces me dijo “De la raza morena” —porque él hablaba de morenos— y aquí y allá (pone el tono ceremonioso que usaba Martínez), fueron ocho finalistas.
“Y el blanco más rápido del mundo eres tú”. Yo le respondi: “Don Julio, el blanco más rápido del mundo también es Moreno”. Siguió compitiendo, estuvo en el Sudamericano de Quito en 1969, hasta el año 71, en que le dio tifus y le prohibieron hacer deporte por tres años. Llegó a pesar 45 kilos y colgó las zapatillas. Pero no fue una decisión difícil, recuerda, ya estaba en otra etapa, viajando por trabajo, armando familia. Después vino el fútbol, la breve bicicleta y muchos años después las maratones. —Muchas veces me han preguntado para qué hago deporte y yo respondo: El cuerpo es lo único que tienes. Todo te lo pueden quitar: el auto, la casa, la señora, los hijos... Te pueden quitar itodo!, menos tu cuerpo. Cuídalo.
Nunca falta el que te dice: “¿ Y si te quitan la vida?”. Bueno, ahí el cuerpo ya no lo necesitas. —¿ Le angustia a veces pensar que ya no quede tanto tiempo para correr? —Empecé a correr a los sesenta y tantos, pero uno siempre se siente de 25 años. Más bien me hago la pregunta del tiempo que queda para correr por todas las lesiones que tengo. Go, Iván, go La primera maratón de Nueva York, organizada por los New York Road Runners, se realizó el 13 de septiembre de 1970. Se inscribieron 127 personas y 55 cruzaron la meta. Este año, los Pd A En finalistas fueron 47.839 ; 44 por ciento eran mujeres.
La carrera se corrió igual el 3 de noviembre de 2001, dos meses después de los atentados a los Torres Gemelas, con 23 mil finalistas —mucho menos de lo usual— y casi tres mil agentes y policías en las calles. En cambio, sí se suspendió —la única vez en su historia— tras el huracán Sandy, en 2012, cuarenta horas antes de la partida. El 2020, por la crisis de covid se convirtió en un evento virtual y para el 2021 —aniversario 50%— se volvió a correr bajo medidas sanitarias y protocolos de salud. Iván Moreno estaba inscrito para ese año, pero A estratégicamente la postergó para 2022, en que él ya tendría 80 cumplidos, y partió con su hija y su yerno.
Cuenta que por un atraso del ferry en que cruzaron a Staten Island, para esperar la partida, llegó tan encima de la hora que no pudo largar con su “ola” —la tercera, porque son salidas diferidas— y lo debió hacer en la cuarta, a las 10:55 de la mañana. “Parti bien, en mis tiempos”, dice. No se saltó un solo puesto de Gatorade y de agua, con que se mojaba también la cabeza para paliar el calor. Hasta que le empezaron los dolores en las pantorrillas y los calambres, cerca del kilómetro 30. “Calambres, saca calambres —me iba al borde de la vereda a estirar el pie—, caminaba, trotaba. Y así me fui. Después me dieron otros calambres que me doblaban el pie hacia adentro. ¡Si tuve momentos en que iba a 9 minutos por kilómetro! No podía más”. —¿ No pensó en abandonar? —No, nunca. Además, un gringo se puso a gritar en el camino “ivamos, hay que llegar, hay que llegar, porque esto nos costó mucha plata! ” —se rle. “You paid for it”, era uno de los letreros que algunos levantaban en la ruta.
Otro recurrente: “You look hotwhen you sweat”. O “You run better than the government”. Otro, en el km 20, advertía: “Don't trust a fart on mile 26” (no te fíes de un “gas' en la milla 23, que vendría siendo el kilómetro 37. En todo caso, había más de mil doscientos baños químicos entre partida, trayecto y meta. ) A Iván Moreno la gente le gritaba “igo, go! ”, y él retomaba. Dice que corrió pensando, rezando, hablando solo, a veces acordándose de su mamá.
Que tampoco sintió tan pesadas las subidas —mal que mal, en Santiago se entrena en subidas— y “paraba tanto por los calambres que llegué entero”. ba tanto por los calambres que llegué enter Una señora que conocía del Parque Intercomunal también corrió la maratón de Nueva York.
“Cuando terminó, escribió: “cumplí un sueño”. Y yo le puse: “te felicito, yo terminé mi pesadilla”. Cruzó la meta cerca de las cuatro de la tarde, después de 4 horas 47 minutos y 17 segundos corriendo. En su categoría —hombres entre 80 y 89 años— compitieron 18 personas. El que llegó después de Moreno, un italiano, tardó 5 horas 59 minutos.
Un amigo le escribió en la noche, cuando estaba en el hotel, para decirle que había estado buscando los resultados, pero no los había podido encontrar. —Y me acosté pensando: “Ojalá esté entre los diez primeros”. Igual estaba algo amargado, pensaba hacer 4 horas 15, no más que eso. Finalmente, me metí a ver los resultados, en la categoría 80-89 años... ¡No puede ser! Mi hija estaba durmiendo al lado. “¡ Oye, Moni, Moni!”. “Ya, papá, déjame dormir”. “Oye, Moni, Iván Moreno no celebró con una cerveza o una copa porque no toma. Jamás ha tomado un antidepresivo. —¿ Corre con dolor? —Corro con permiso de los médicos. Tengo una arritmia que me descubrieron ahora.
Pero mi doctor me dijo: “estoy más preocupado por tu resultado en la maratón que por tu arritmia”. —Comparando su experiencia de velocista joven, con la de la madurez en una maratón, ¿qué reflexión hace? —Cuando corría 100 metros, seguía a Ricardo Vidal (fondista y maratonista chileno) y le decía, “oye, ¿para qué corres maratones si puedes correr 100 metros? Para correr una maratón hay que estar enfermo de la cabeza”. Un día, el periodista Esteban Lastra me preguntó qué pensaba ahora que corría maratones. “Bueno, que hay que estar enfermo de la cabeza”, le contesté. —¿ Por qué lo hace realmente? ¿ Para pelearle a los años? —Yo creo que es por superarse a uno mismo. Porque no me nace correr cien metros. Me voy a desgarrar desde el talón hasta la punta de la lengua. Voy a hacer cada vez marcas más malas. Voy a ser dos, tres, cuatro segundos más viejo.
De la otra manera uno busca una nueva experiencia. —¿ Su vida ha sido más maratón o más carrera de 100 metros? —No he tenido muchos obstáculos, la verdad... El domingo 6 de noviembre, en la maratón de Nueva York, además de Moreno había 168 chilenos. El más rápido fue Gonzalo Ortiz, de 37 años, con 2 horas 54 minutos, y en mujeres, Paola Ortiz, de 45 años, con 3 horas 11 minutos. Ambos del TYM, que entrena Martín y Paulina Arias. Los ganadores de la maratón fueron dos keniatas: Evans Kiplagat, que la corrió en 2:08:41, y Sharon Lokedi, en categoría mujeres, con 2 horas 23 minutos.
Con esos tiempos, una pregunta que irrita a un maratonista común es: “¿ Y ganaste... ?” (La otra es: “¿ ¿Y corriste 42??”) En el caso de Iván Moreno, la primera pregunta sí se la pueden hacer. —Sí. Gané —dice con fuerza—. Y yo antes que yo, nada más. Porque esto fue contra sí mismo o más bien, a su favor. S