Autor: Por SOFÍA BEUCHAT. Retrato: SERGIO ALFONSO LÓPEZ.
Alejandro Koppmann "VIVIMOS DÁNDOLE LA ESPALDA A LA MUERTE"
1 paciente es paciente, Espera su muerte en la habitación de un hospital y se resigna ante la reacción de sus hijos, que llegan a “hacerse cargo”, sin saber muy bien cómo estar ahí.
En una de las consultas de la Clínica Alemana, donde atiende cuando no está haciendo clases de psiquiatría clínica y bioética en la Universidad de Chile, su alma mater, o en la Universidad del Desarrollo, el psiquiatra de adultos Alejandro Koppmann Attoni (55 años, dos hijos) describe con franqueza la situación del que está cerca de morir: —El paciente piensa: es como que yo ya me hubiera muerto. Porque está mi hija ahí, yo la veo; (con el médico) conversan y toman decisiones con respecto a lo que van a hacer o no van a hacer. Y yo estoy aquí, no me he muerto todavía. Entonces uno muchas veces les dice a esos pacientes: Sería bueno que hablara con sus hijos. Y te responden: Sí, yo trato de hablar, pero se angustian cuando les empiezo a hablar de la casa, de los papeles; me dicen papá, no se ponga usted no se va a morir. Pero ese paciente sabe que sí. Tiene 24 horas al día para pensar en el tema.
Esa persona que está en la cama tiene más experiencia en duelo que los que lo vamos a ver, porque ha estado pensando en eso todo el rato, —Es como si la familia negara a la persona. —Peor aún: hay muchas veces en las que, de alguna manera, ya la mataste antes de que El psiquiatra comprende la reacción esquiva en el entorno de ese paciente. Le parece natural: —Nadie quiere hablar de la muerte, porque en nuestra cultura occidental está fuera de la experiencia.
Vivimos de espaldas a ella, Uno celebra los nacimientos, va a visitar a los recién nacidos, pero en las clínicas y hospitales tú no ves a los fallecidos, y no es porque no se mueran las personas, es porque hay todo un protocolo para que no se vean. E muriera, UN NUEVO EQUILIBRIO En su trabajo clínico, y particularmente en tiempos de covid, al doctor Koppmann le ha tocado abordar mucho el tema del duelo. Es un tema que conoce en lo personal. —En mi infancia, me tocó acercarme a la experiencia del duelo dentro de mi familia. Esto, de algún modo, me ha ayudado a normalizar la muerte, a entender que es parte de la vida —explica. Al comienzo de su vida laboral, trabajó ocho años en el Instituto Médico Legal.
Con un máster en bioética del Instituto Borja Barcelona y un Magíster en Derecho de la Salud, Universidad de Los Andes, se dedica hoy a la psiquiatría de enlace, que se ejerce en hospitales. —Trabajamos con el sufrimiento en general; veo harto dolor, harto cáncer, harto problema físico —explica.
Pese a la situación sanitaria, que les ha quitado la vida a cerca de 5 millones de personas en el mundo y alrededor de 38 mil en Chile, Koppmann cree que este contexto ha hecho poco por dar más visibilidad y aceptación al tema de la muerte en nuestra cultura.
Por eso, recibió con entusiasmo la invitación a participar en la organización del Día de la Condolencia y el Adiós, iniciativa que Que la crisis el nos ha obligado a mirar la muerte más de E las. Emociones ingratas. Aquí herramientas para duelo y sermás empáticos wienes lo viven | reunió mensajes por audio, enviados por amigos y familiares de personas fallecidas por covid-19, y los transmitió por radio y otras plataformas, en septiembre.
El no poder contar con ritos de despedida —algo de lo que se habló mucho durante el peak de la pandemia— sin duda dificulta un proceso de duelo normal. —Ya antes del covid, antes de los funerales rapiditos, de los ataúdes sellados, estábamos en una cultura muy enfocada en el estar bien, sin mucho espacio para el duelo. Si a eso le agregas el covid, y la magnitud que ha tenido... es tremendo, El rito de salida es importante para cerrar el proceso. Se han visto, en el caso de soldados muertos y desaparecidos en guerra, deudos que siguen pensando que el soldado está perdido, o que tiene un problema en la memoria. Lo habitual, explica el médico, es que los afectados por la muerte de un ser querido pasen con recursos propios, sin apoyo profesional, por las etapas clásicas del duelo.
Estas fueron descritas por la psiquiatra suiza-estadounidense Elisabeth Kiibler-Ross (1926-2004): comienzan por un ciclo de shock o negación, que dura entre 2 y 4 semanas; luego viene una etapa donde la pena se mezcla con la rabia y se comienza a asumir la pérdida hasta que, finalmente, la persona logra incorporar lo que ocurrió. Esto demora, según Kiibler-Ross, alrededor de sei meses, aunque Koppmann prefiere hablar de un año.
Pero cerrar el ciclo no significa “volver a lo de antes”. —La trampa del duelo es que queremos volver a sentirnos bien, pero asumimos que eso es volver a como éramos antes, porque ese es el bienestar que conocemos; es un bienestar hacia atrás, que incluye a la persona que se murió. Pero la vida nos lleva hacia adelante, a un bienestar nuevo, desconocido, sin esa persona. Y eso es difícil.
Los pacientes dicen: yo entiendo lo que usted me está diciendo, pero yo jamás voy a lograr eso, no me pida eso a mí —explica el doctor y continúa: —Haz de cuenta que tú tenías un equilibrio, donde estabas tú y la persona que murió. El duelo mete una varilla y agita eso hasta que se pierde ese equilibrio. Necesitas un tiempo para que se produzca un nuevo equilibrio, ahora sin la persona que ha fallecido. Ese proceso de desorden de un sistema y la búsqueda de uno nuevo es el duelo.
Lo que hacemos los psiquiatras y los psicólogos es acompañar ese proceso, para evitar que ese flujo se desborde o se detenga. —ó Qué pasa cuando eso ocurre? —Los duelos se pueden hacer patológicos por intensidad o por duración. Hablamos de que dure más allá de un año y que sea tan intenso o tan poco intenso que no duró nada.
A veces vemos casos en los que la muerte como que se congeló: mantenemos la pieza, no hemos tocado su cama, no hemos entrado a su clóset... En casos graves le seguimos poniendo un plato en la mesa, les compramos un regalo de Navidad. LA “MEDIA VIDA” El doctor recuerda que, antes, la gente se moría en sus casas y los niños participaban de ese proceso. Eran testigos y eso los ayudaba a entender que la muerte es natural.
En términos educativos, dice, esto permitía una “Antes del covid, antes de los funerales rapiditos, de los ataúdes sellados, estábamos en una cultura muy enfocada en el estar bien, sin mucho espacio para el duelo”. vivencia más integrada de lo que implica ese momento al que inevitablemente todos vamos a llegar, lo cual ayuda a enfrentarlo mejor.
Hoy, en cambio, dice que vivimos en lo que llama “la media vida”: una cultura que privilegia el lado luminoso de la experiencia, barriendo debajo de la alfombra la otra mitad de la vida, donde se anidan las emociones ingratas, incómodas, difíciles. —Para estar bien socialmente tienes que estar flaco, ser exitoso, ser rubio, vestirte de lino y flotar en pastizales —ironiza.
Este modo de enfrentar la existencia, según Koppmann, no deja espacio para abordar de manera sana todo tipo de duelos, desde los más reales y tangibles, como la pérdida de un familiar, hasta los más simbólicos, como la pérdida de una oportunidad laboral o incluso de “una expectativa que tú tienes con respecto a algo”. En este mundo de la “media vida”, cunde la presión por “funcionar”. Y si algo nos está afectando, intentamos “estar bien” y “echarle para adelante” lo antes posible, sin respeto por los procesos propios y ajenos. —¿ Nace ahí la presión por tomar pastillas para sobrellevar la pena? —Yo puedo tener una conversación sobre duelo, de 45 minutos, y al terminar el paciente me dice: pero cómo doctor, ¿no me va a dar nada? Eso me ha pasado.
Y entonces tú dices: bueno, lo único que he estado haciendo durante todo este rato es darle cosas: herramientas, En algunos casos, si lo estás pasando tás muy agobiado, a lo mejor te puedes tomar un ansiolítico, pero para eso es importante que el doctor conoz: paciente, Que sepa cómo ha enfrentado los procesos antes, cuál es el significado que le está dando, Así entiendes cuál es el peso y el significado que esa tableta va a tener en esa persona. Lo más importante, recalca el doctor, es entender que el duelo combina dos elementos de manera individual: las características de la pérdida y del terreno donde cae.
Si bien las personas más enfocadas en “la media vida” son las que peor “terreno” tienen para un duelo, no puede dejarse de lado el impacto de cada situación. —Las pérdidas tienen diferentes potenciales estresantes —explica—. Hay un arco de cierta lógica de la muerte, por decirlo así, donde en un extremo tendrás a una abuelita de 93 años que lleva 3 años postrada y se ha ido apagando gradualmente, mientras que al otro lado podemos tener a dos primos y un amigo que salen a probar un auto y se matan.
Las características de la pérdida, por sí solas, hacen que la experiencia sea distinta. —¿ Por qué, frente a una misma situación, las personas pueden reaccionar de maneras tan opuestas? —Inciden tus características personales, tu historia de pérdidas anteriores, tus rasgos de personalidad y tus estilos de enfrentamiento. Hay personas que son capaces de salir adelante de unas cosas tremendas y otras que se derrumban. En este proceso, es fácil que los afectados confundan pena y depresión.
Decir que alguien está deprimido cuando lo que tiene es tristeza es un error frecuente. —La pena se refiere al hecho puntual, pero en otros contextos tú puedes disfrutar, no has perdido tu capacidad de entretenerte, Se va moviendo con el tiempo, alivianando, La depresión más bien se profundiza Y en esto, advierte, “la vida no es con nota”. —Sufrir tampoco es con nota. No sufre más el que llora más o el que hace escenas en el cementerio. De repente hay alguien que sufre tanto que ni siquiera es capaz de ir al funeral.
Uno no puede juzgar eso. ¿Cómo lo medimos, en centímetros cúbicos de lágrimas? LA PENA ES UNA BOLA NEGRA Lo que más les cuesta a los pacientes que pasan por un proceso de duelo, dice el doctor, es comprender el espacio que la pena tendrá en su vida. —A veces se sorprenden cuando uno les dice: mire, esta pena no se le va a pasar. ¿Pero cómo? ¿ Entonces para qué vengo para acá?, preguntan. Pero ¿ quién es uno para decirle a una persona que se le va a pasar la pena por la muerte de un hijo? Esa pena no se pasa.
Lo que sí ocurre es algo que yo explico con una imagen: si la pena es como una bola negra dentro de un frasco, uno piensa que se va a ir achicando la bola, pero mantiene su tamaño, es el frasco el que crece. El frasco eres tú, con tus capacidades de asimilar, entender, darle significado. —¿ Qué rol puede cumplir la religión en el proceso? —En esto, lo que sirve, sirve. Lo que hemos que las personas que tienen vida espiritual tienen un mejor terreno para enfrentar la pérdida. Es un factor protector, como lo es también tu estilo de enfrentamiento ante pérdidas anteriores o el tener redes de apoyo que sean eficientes.
La vida espiritual abre la posibilidad de darle un significado distinto a lo que estás viviendo. —Como la idea de que la persona está mejor, a donde quiera que se haya ido... —O que me acompaña, o que se transforme en una suerte de ángel tutelar: esas cosas sirven, en la medida sto es que no sea algo patológico en intensidad o duración. —¿ Por qué pueden ser irritantes los “consejos” del resto, cuando se está viviendo un duelo? —Cuando alguien va con su pena en la calle, esa pena es ingrata. Es difícil que alguien tolere que tú llores. La exhibición de la pena y de la propia fragilidad tiene un espejo: ves en el otro lo que te podría pasar a ti. Eso incomoda. Uno se identifica con el otro y quisiera arrancar, salir rápidamente de ahí.
Entonces, la gente dice “ya déjate de llorar, vamos a dar una vuelta, a comprarnos algo, a tomarnos un café”... y a lo mejor la persona no quiere hacer nada de eso, solo quiere llorar su pena. A veces, la “ayuda” de los otros puede resultar contraproducente.
El doctor recuerda el caso de una cuñada que, al deceso de su hermano, regaló la ropa del difunto, cambió la cama, pintó la piez; —Ahí no solo se murió el marido, sino que la casa cambió, y claro, uno entiende el propósito de esa mujer, pero cuando no respetan tu timing es violento, invasivo. Miedo a que las personas se hundan? —Y a uno hundirse con ellos. Es pensar que yo me voy a contaminar de su pena, y me va a llevar hacia abajo con ella. Alentar a la persona, entre comillas, es tratar de sacar de frente a mí aquello que me e: pena del
Resumen
Pese a la situación sanitaria, que les ha quitado la vida a cerca de 5 millones de personas en el mundo y alrededor de 38 mil en Chile, Koppmann cree que este contexto ha hecho poco por dar más visibilidad y aceptación al tema de la muerte en nuestra cultura., Y entonces tú dices: bueno, lo único que he estado haciendo durante todo este rato es darle cosas: herramientas, En algunos casos, si lo estás pasando tás muy agobiado, a lo mejor te puedes tomar un ansiolítico, pero para eso es importante que el doctor conoz: paciente, Que sepa cómo ha enfrentado los procesos antes, cuál es el significado que le está dando, Así entiendes cuál es el peso y el significado que esa tableta va a tener en esa persona.,
LA PENA ES UNA BOLA NEGRA Lo que más les cuesta a los pacientes que pasan por un proceso de duelo, dice el doctor, es comprender el espacio que la pena tendrá en su vida.
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duelo, pena, vida