Autor: Por SOFÍA BEUCHAT
RADIOGRAFÍA AL AUSENTISMO ESCOLAR CRÓNICO
Era 2018 cuando Cinthia Estrada, a un año de haber asumido como directora de la Escuela Básica Martínez de Rozas, en la población Lo Hermida de Peñalolén, se dio cuenta de que tenía que cambiar de estrategia. —Habíamos hecho mejorías en las prácticas pedagógicas y en planificación de las clases, pero nos dimos cuenta de que no sacábamos nada con hacer todo eso si había tantos niños que no estaban yendo a clases. En este colegio siempre ha sido un tema el ausentismo crónico —dice y agrega: —Son siempre los mismos alumnos los que no vienen. Son nuestros casos históricos. Para ir a buscarlos, el colegio creó un comité de asistencia. También realizó, junto a Fundación Presente, talleres para padres sobre la importancia de las clases. El plan rindió frutos: comenzaron con un 89% de asistencia —lo ideal es 97%, explica Cinthia— y llegaron a alcanzar el 94% a fines de 2019. Pero con la pandemia volvieron al punto de partida.
Así, su colegio se sumó a la preocupante tendencia que reflejan las cifras recientemente entregadas por el Ministerio de Educación: hay en el país más de un millón de estudiantes en situación de inasistencia grave, representando un 39% de la matrícula del sistema público en el país. Por otra parte, la deserción escolar —es decir, la no renovación de matrículas— aumentó un 24% en comparación con el año 2019. Pero no es un problema nuevo. Danilo Kuzmanic, investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile (CIAE), asegura que entre 2015 y 2018 alrededor de 12% de los estudiantes presentó inasistencia grave. Y si el problema tiende a ser mayor en la enseñanza media (15% en el período 2015-2018; 18% en 2019), en la educación prebásica el escenario tampoco es auspicioso.
Según cifras entregadas por el Mineduc, la matrícula a nivel parvulario se ha reducido en más de 70 mil niños y niñas entre 2019 y 2021. —Muchos padres no valoran la educación a esa edad y el hecho de que no sea obligatoria refuerza esto —comenta Cinthia. Así lo veía hasta hace poco Oriana Anabalón, dueña de casa que vive en la comuna de San Ignacio, Ñuble.
Con un hijo de 21 años y otro de 18, no había pensado en enviar a su “conchito” —Borja, de 4 años— a preAntesala de las altas cifras de exclusión escolar anunciadas por el Mineduc, el ausentismo crónico —alumnos matriculados, pero que no cumplen con la asistencia necesaria para el aprendizaje esperado— ya era un problema antes de la pandemia. ¿Qué mantiene lejos de los colegios a esos niños, niñas y adolescentes? ¿ Y qué hacer para tenerlos de vuelta en clases en 2023? “¿ Qué hacemos con esos padres que no creen que la educación es una oportunidad para mejorar la vida de los estudiantes?” —Pensábamos que en la casa iba a estar bien, pero nos empezamos a preocupar cuando dos veces no salió bien en los controles de habilidades motoras del consultorio. Nos dimos cuenta de que por más empeño que uno le ponga como mamá, para aprender más necesitaba estar con otros niños —dice Oriana. El niño ya está inscrito para prekínder en 2023. En esta decisión ayudó también su participación en los talleres de la Fundación Familias Power. Anne Traub, directora de esta entidad, comenta: —La asistencia en preescolares vulnerables siempre ha sido baja y la pandemia solo empeoró aún más el panorama. Históricamente, hemos visto en terreno y también a través de nuestros estudios que existe una baja valoración y desconfianza por parte de los apoderados con la educación preescolar. Para ellos, suele ser vista como un lugar para dejar a sus hijos, una guardería, y no como un establecimiento que impulsará el desarrollo de sus hijos en lo emocional, social y cognitivo.
FALTAR DA LO MISMO ¿ Qué razones esgrimen los directores de colegios para intentar explicar el ausentismo? Según explica Danilo Kuzmanic, entre las principales causas mencionadas en el Monitoreo Educacional en Pandemia, (que desarrolla el CIAE junto a la Escuela de Gobierno de la UC y el Instituto de Sociología UC, con el apoyo del Ministerio de Educación, la Subsecretaría de Educación Parvularia y BHP Foundation) suele estar la salud. Hay una menor tolerancia al envío de niños con síntomas de resfrío o gripe al colegio.
Pero la salud mental también es parte de esta ecuación. —El 70% de los directores ha indicado que percibe un peor nivel de bienestar socioemocional en los estudiantes de educación media, que son los que presentan mayor desvinculación. Enfrentamos una pandemia de salud mental que ciertamente ha afecta: do las trayectorias escolares —explica Kuzmanic.
Desde el Centro de Estudios del Mineduc, agregan que la inasistencia también obedece en parte a “razones de índole personal o familiar”. Entre ellas, “¡óvenes que han dejado de asistir a clases para colaborar en labores domésticas y/o de cuidado de hermanos o familiares, o que salen a trabajar para ayudar con los ingresos de la familia”. Pero la falta de compromiso que algunos padres Oriana Anabalón, quien vive en Ñuble, y tiene hijos de 21 y 18, no pensaba que fuera importante que su hijo Borja, de 4 años, fuera a prekínder en 2023. Cinthia Estrada, directora de la Escuela Básica Martínez de Rozas de Peñalolén. tienen con la educación de sus hijos es clave. Según Kuzmanic, fue mencionado por el 31% de los directores. Y Cinthia reconoce esa realidad. —Hacemos muchas acciones, vamos al choque caso a caso, intentando ser acogedores y no punitivos. Pero la mayoría de los estudiantes que dejan de ir a clases lo hace porque en sus propios padres hay una falta de valoración de la educación. Les mandamos cartas certificadas, intentamos todo; no nos cansamos de ir a buscar a esos apoderados porque no los podemos perder.
Pero citas a 40 y llegan 8. ¿Qué hacemos con esos padres que no le toman el peso al hecho de que educar a sus hijos es amarlos? ¿ Qué hago yo como directora con ese papá que no cree que la educación es una oportunidad para mejorar la vida de los estudiantes? Sin ser una encuesta lo suficientemente grande como para reflejar la realidad del país, un sondeo realizado a comienzos de 2022 por Fundación Presente —que abarcó a un centenar de colegios en sectores de bajos recursos de todo Chile—, arroja bastantes luces al respecto.
Algunos resultados: el 44% de los apoderados cree que la asistencia de su hijo a clases “no influye en que pueda lograr sus sueños”, mientras que el 52% de los estudiantes cree que ir al colegio “no influye en lo que quiere lograr en su vida”. Además, el 42% de los docentes cree que la asistencia “no tiene relación con la calidad de las clases”. Según Rebeca Molina, directora de Fundación Presente, que se pida un 85% de asistencia para pasar de curso ha instalado la idea de que ese porcentaje sería suficiente.
Pero el estándar internacional, explica, habla de ausentismo crónico —y por ende preocupante— desde el 90%. —Faltar el 10% del año es faltar un mes entero; es faltar un año escolar y cuatro meses, en una educación de prekínder a cuarto medio —dimensiona.
Susana Claro, de la Escuela de Gobierno de la UC, añade: —Los directores de los colegios nos dicen que tienen la sensación de que, para los apoderados, que sus hijos falten un día no importa; faltar una tarde no importa, hasta que la acumulación se vuelve grave. Hay que ayudar a los apoderados a visualizar que cada minuto que los hijos pasan en el colegio va en pro de su desarrollo. Incluso el recreo, donde aprenden a resolver conflictos. En los estudios de Fundación Presente, la inasistencia tiende a concentrarse los viernes y en noviembre y diciembre, y no muestra diferencias de género significativas.
Molina cuenta que hay casos en los que el rezago de aprendizaje es tan fuerte que los niños dejan de ir porque no entienden nada y lo pasan tan mal en clases que comienzan a evadir la situación, empeorándola.
Pero la mayor parte de las veces, dice Rebeca, la ausencia se da porque no se le da importancia al colegio. —El niño no va porque no estudió para la prueba; porque acompañó a la mamá a un trámite; porque a los padres “les da pena” mandar al colegio a su hijo que está “tan cansado”. Los más grandes piensan: “Mis papás fueron al colegio y de qué les sirve”. Y así se van sumando días y días —ejemplifica.
Con todo, advierte que los profesores y directivos (81%) tienden a pensar que “los estudiantes faltan por consecuencia de su vulnerabilidad”. —Creen que los alumnos no llegan porque no tienen recursos, o te dicen cosas como “el papá de ese niño está preso, su hermano es drogadicto, cómo le voy a pedir que venga a clases”. Pero haces el cruce de datos y ves que esas realidades no siempre coinciden con quienes más faltan —comenta. Cinthia, del colegio Martínez de Rozas, concuerda: —Muchas mamás solteras, que no tienen redes de apoyo, me dicen que no mandan a sus hijos porque están colapsadas. Pero hay muchas en la misma situación y sus hijos sí asisten con regularidad a clases. Cinthia cuenta que muchos de esos padres solo esperan que sus hijos saquen el cuarto medio.
Incluso algunas mamás le han dicho que se conforman con que lleguen a octavo básico. —Tengo alumnos brillantes, que podrían ir a la universidad o a un Centro de Formación Técnica, pero vienen con un techo. En sus casas no les incentivan el estudio, porque no ven que gracias a la educación puedan tener una vida mejor —comenta y añade: —A veces se trata de padres que son delincuentes o narcotraficantes. Están centrados en ganar dinero y nada más. Se mueven en una cultura donde el éxito es del que tiene más lucas, y no entienden que la educación es para que sus hijos tengan un mejor vivir en todos los planos.
“Tienen carácter de urgencia las acciones que podamos hacer todos los actores durante el verano par reducir el riesgo de exclusión”. no se trata solo de entregar contenidos, sino de ayudar a formar mejores seres humanos, algo fundamental para el sistema democrático. —No tenemos antecedentes para responder a la hipótesis sobre un mejor futuro en la informalidad o incluso el mundo narco, pero claramente la exclusión escolar conlleva un mucho mayor riesgo de tener conductas de riesgo en el futuro— dice al respecto Juan Pablo Valenzuela, director del CIAE. Donde el fenómeno del ausentismo parece no haber calado tanto es en la ruralidad. Según el estudio Características de la Educación Rural en Chile, realizado en junio por Fundación 99, en este contexto todas las escuelas aumentaron o al menos mantuvieron la cantidad de alumnos matriculados.
Según Gonzalo Plaza, director de esta fundación, ahí se da un 20% menos de ausentismo que en los sectores urbanos, porque las comunidades sienten un gran compromiso e involucramiento con las escuelas. —La educación rural es una joya que tiene mucho que enseñar —dice. OBLIGATORIEDAD EN JAQUE La educación en Chile es obligatoria desde primero básico hasta cuarto medio: así lo dicta la Ley 19.876 de 2003. Por lo tanto, cuando un niño no es enviado a clases, sus derechos están siendo vulnerados.
Pero no siempre los padres tienen conciencia de ello, —Es importante que lo sepan, pero más que desde una mirada estigmatizadora, haciéndoles presente que el derecho a la educación es importante para el desarrollo vital de sus hijos; que no es solo un espacio para aprender lenguaje, ciencias o matemáticas, sino que durante el proceso educativo los niños se desarrollan en términos identitarios tanto individual como colectivamente, generando lazos importantes y estableciendo un fundamental espacio de protección —comenta la Defensora de la Niñez, Patricia Muñoz.
Las denuncias por este tema se reciben en las OPD (Oficina de Protección de Derechos de la Infancia). Pero, según reconoce la defensora Patricia Muñoz, este sistema “judicializa todo y no es capaz de responder a las vulneraciones, generando un impacto también por la falta de la debida atención”. Es la experiencia que ha tenido Cinthia: recuerda un solo caso en que este organismo respondió a su llamado.
Era 2018, y se trataba de un alumno de tercero básico que, además de no ir a clases, sufría de violencia intrafamiliar. —La mamá apareció en el colegio muy enojada porque había sido denunciada, pero después conversamos sobre lo importante que era que su hijo fuera a clases. Finalmente el niño volvió, aunque después se cambió de colegio —relata.
Según la subsecretaria de la Niñez, Yolanda Pizarro, los cambios incluidos en la nueva Ley de Garantías de Derechos de la Niñez y la Adolescencia, promulgada el 15 de marzo de 2022, apuntan a mejorar esta situación mediante un sistema de garantías y la instalación de las nuevas Oficinas Locales de la Niñez (OLN), con plazo hasta 2026 para alcanzar la cobertura nacional. —El sistema de garantías tiene dispositivos locales que van a atender la provisión de derechos y la prevención de la vulneración, y deberán generar procedimientos de protección administrativa, para intervenir sin necesidad de judicializar todos los casos, trabajando con el niño y su entorno familiar— explica la defensora.
Desde junio, el Ministerio de Educación ha enviado más de 30 mil reportes de asistencia a los colegios, herramienta inédita que permite, por primera vez, saber si los estudiantes que se han retirado de un establecimiento están o no matriculados en otro. El próximo año, gracias al apoyo del BID, el Mineduc contará además con un sistema de gestión de datos que generará más evidencia sobre las trayectorias educativas.
Además, el presupuesto 2023 contempla la implementación de aulas de reingreso para escolares desvinculados y planes de apoyo para la comunidad educativa. —Con esto aportamos desde el primer semestre de 2022 a un problema que sabíamos que sería importante en este año de retorno a la presencialidad —señala el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, y añade: —Estamos conformando un amplio acuerdo con sostenedores, organizaciones de la sociedad civil y del mundo privado para enfrentar este desafío país que nos ocupará por varios años.
Para enfrentar la desvinculación escolar y otros problemas que ha profundizado la pandemia, el Presupuesto 2023 tiene como foco prioritario la reactivación educativa y destinaremos más de 250 mil millones de pesos dedicados exclusivamente a impulsar estos programas.
Se trata de algo que, cree el Gobierno, debe ser abordado multisectorialmente. —El Estado tiene que hacer su parte, sin duda, pero también la sociedad en su conjunto necesita hacer una fuerte reflexión y autocrítica de porqué se dan estas cifras tan preocupantes. ¿Qué hemos hecho todos y todas para evitarlo? —desafía Yolanda Pizarro.
En esta línea, según la experiencia de Rebeca Molina, de Fundación Presente, finalmente lo más útil es relevar el valor de la educación. —El ausentismo escolar, incluso cuando no se llega a la deserción, se asocia con peores sueldos, trayectorias laborales de alta inestabilidad y un mayor riesgo de embarazo adolescente, drogadicción y delincuencia.
Por otro lado, la asistencia a clases se asocia con personas más responsables y conectadas con un propósito de vida —comenta—. Cuando tú les hablas de esto a los padres, siempre te dicen: no quiero que mi hijo dé bote en la vida, no quiero que pase cesante. Y su visión sobre la educación cambia para siempre.
Juan Pablo Valenzuela, director del CIAE de la U de Chile, concluye: —Tienen carácter de urgencia las acciones que podamos hacer todos los actores durante el verano para reducir el riesgo de exclusión y asegurar que se matriculen todos los niños, niñas y jóvenes. También debemos prepararnos de mejor forma para el trabajo de cada establecimiento a partir de marzo de 2023, donde los estudiantes en riesgo debiesen tener prioridad. M