Epidemias más letales que las balas
R ENFERMEDADES EN LA GUERRA DEL PACÍFICO Numerosos soldados murieron en tierras peruanas por efecto de diversas pestes. La más mortifera fue la campaña de la sierra, donde se desarrolló la batalla e La Concepción, el 9 y 10 de julio de 1882. Por Juan Guillermo Prado O. SOLDADO CHILENO. INFECTADO CON LA. VERRUGA PERUANA, 1 pensar en una guerra lo primero que nos imaginamos son los muertos en las batallas. Nadie imaginaría que las pestes serían más letales que las balas, pero en la Guerra del Pacífico fue así.
Lo asegura el investigador Mauricio Pelayo en su libro “Los que no volvieron”. Allí señala que perecieron unos cinco mil militares por causa de las epidemias, casi un tercio más de quienes cayeron en las batallas, víctimas de enfermedades como la viruela, la fiebre amarilla, el tifus, el paludismo, las tercianas y la desconocida verruga peruana. A ello se agregaba que los servicios de salud no estaban preparados para una guerra en un territorio desconocido y agreste. VIRUELA Y VENÉREAS La primera peste que afectó al Ejército expedicionario fue la viruela. En 1879, en los inicios del conflicto, a Antofagasta llegó un contingente de aproximadamente ocho mil soldados. Un informe fechado el 21 de julio de ese año señaló que solo 1.678 de ellos estaban vacunados contra la viruela. Como ya más de treinta estaban infectados, solo el 24 de agosto se ordenó la inoculación de los militares acantonados en la ciudad. A ello se agregaron las enfermedades venéreas que significaban más del 40% de las hospitalizaciones. En junio de 1879, se determinó que las mujeres que acompañaban a los soldados y que formaban patte de la población habitual de los campamentos militares debían realizarse exámenes médicos periódicos. El promedio de infectados por este tipo de enfermedades fue extenso durante todo el conflicto. En el desarrollo de la campaña de Tacna y Arica, las tropas chilenas instalaron un hospital en Las Yaras, un poblado situado a poco menos de 40 kilómetros de Tacna. El 20 de mayo de 1880 murió allí el ministro de guerra en campaña, Rafael Sotomayor Baeza, víctima de un derrame cerebral. El ejército avanzó hacia Tacna pero en dicho hospital quedaron 350 enfermos de fiebre y disentería, una inflamación a los intestinos que es causada por agua o alimentos contaminados. Los infectados sufren fiebre, dolor abdominal y diarrea. Además, había 15 soldados con viruela, que fueron enviados a un lazareto en los arrabales del pueblo. El 26 de mayo se desarrolló la cruenta batalla del Alto de la Alianza, con el triunfo de las fuerzas chilenas, que significó la toma de la ciudad de Tacna. Luego de esta batalla, Bolivia se retiró de la guerra. Por su parte, las tropas chilenas continuaron su avance para ocupar Arica, el 7 de junio de 1880. A mediados de enero de 1881 se desarrollaron las batallas de Chorrillos y Miraflores en los arrabales de la capital peruana. El 17 de enero de 1881, las fuerzas chilenas ocuparon Lima. El ejército derrotado, dirigido por Andrés Avelino Cáceres, se dedicó a atacar con montoneras en la precordillera andina. EL CLIMA Y LAS PESTES Tan terrible como cruzar el árido desierto fue la campaña de la sierra. En enero de 1882, el ejército chileno se desplazó desde Lima hacia el interior, atravesando el valle del Rímac y arribando al departamento de Junín. Era un territorio agreste, faltaba la comida, el frío arreciaba y el tifus y otras enfermedades afectaban a la comarca.
El ejército chileno, distribuido entre Pasco y Huancayo, en la sierra al norte de Lima, contaba con 4 mil hombres y estaba al mando del coronel Estanislao del Canto, quien en mayo advirtió que “es de absoluta necesidad mejorar el servicio de hospitales... Diariamente hay que experimentar una o dos víctimas”, solicitando mayor personal para los hospitales “y abrigos para los enfermos”. El almirante Patricio Lynch, comandante en jefe del ejército de ocupación en Lima, informaba el 17 de mayo de 1882 que en Junín “hemos perdido más de trescientos hombres, víctimas de la epidemia de tifus”. Al mes siguiente, Lynch comunicaba que “el tifus recrudece en Huancayo.
Pienso retirar las fuerzas de esa población y traerlas a Jauja, Tarma y Oroya”. Un nuevo informe del 29 de mayo de 1882, el almirante Lynch escribía al ministro de Guerra que habían muerto cerca de 200 de ellos y agregaba: “El gran número de enfermos, que subieron a 3.000 en los hospitales de Lima, durante los meses de febrero, marzo y abril, fueron el resultado de la expedición al interior y nos cuesta muy cerca de 400 bajas”. En su último parte sobre la expedición chilena al departamento de Junín, de febrero a julio de 1882, el coronel del Canto detalló a Lynch que una de las razones para retirar las fuerzas chilenas del interior, era porque “el mal clima nos mantenía siempre de cuatrocientos a quinientos enfermos, siendo de notarse que en los meses de julio, agosto y septiembre, indefectiblemente se presentaban las epidemias, y ya se había apoderado de nuestra tropa el tifus y la viruela”, agregando que durante la campaña, las muertes por enfermedades ascendieron a 277.
El historiador Gonzalo Bulnes escribió, en mayo de 1882, que en los hospitales de la sierra peruana había al menos 300 chilenos contagiados, los cuales, sumados a los ya fallecidos, eran cerca de un cuarto de los efectivos que permanecían en la zona. Junto a la viruela y el tifus, los soldados sufrían con la fiebre amarilla, transmitida por mosquitos. Esta les causaba fiebre, dolor de cabeza y náuseas, además de vómitos y, en casos graves, problemas renales, hepáticos y cardíacos con consecuencias fatales.
En julio de 1882, el capitán del regimiento Concepción Pedro Vera escribió que la epidemia “nos tiene 149 soldados murieron en acciones de guerra entre 1882 y 1883 603 murieron por enfermedades, en su mayoría epidémicas.
Reducidos al más lamentable estado de postración pues nuestros batallones no son ya aquellos bizarros regimientos, aquellos brillantes cuerpos de infantería que acometieron resueltos y animosos contra la metralla y minas explosivas del camino en los campos de Chorrillos y Miraflores” y agregó que “el terrible azote ha hecho más bajas, relativamente, en las fuerzas de ocupación del norte del Perú que los millones de balas lanzadas por el ejército contra el nuestro en los campos ya mencionados”. LA VERRUGA PERUANA A estas epidemias se sumaba la verruga peruana, que consistía en múltiples erupciones rojizas en la piel. Esta peste, causada por un mosquito, tiene diversos síntomas como sangrado de las verrugas, fiebre, malestar, dolor de las articulaciones y de los músculos y anorexia, entre otras dificultades. Esta es una arcaica enfermedad conocida por las culturas precolombinas, que reapareció con fuerza durante la construcción del ferrocarril de Lima a La Oroya, situada a más de 3.700 metros de altura. Se inició su construcción en 1870 y concluyó en 1906. En la campaña de la sierra, el grueso del Ejército acampó en Huancayo, ciudad situada a más de 3.200 sobre el nivel del mar. Su jefe, el coronel Del Canto recibió instrucciones de reforzar el pueblo de La Concepción. La tarea de ocupar aquella plaza se la encomendó a la 4* compañía del Batallón 6” de Línea del Regimiento Chacabuco, compuesto de 77 soldados al mando del Teniente Ignacio Carrera Pinto. Entre esos militares había ocho convalecientes de tifus y tres mujeres, una de ellas embarazada. Todos fueron asesinados cruelmente por las montoneras peruanas el 9 y 10 de julio de 1882. Un testimonio de junio de 1882, señala que los miembros del Ejército eran 15.078, de ellos había 1.482 hospitalizados además de otros 1.500 enfermos en los cuarteles.
En otro informe sobre el número de bajas del Ejército en el período que va desde el 1 de julio de 1882 al 1 de julio de 1883 se señalan 149 muertos en acciones de guerra y 603 por enfermedades, en su mayoría epidémicas. El total de licenciados por invalidez alcanzaba a 2.998. La Guerra del Pacífico concluyó con el triunfo de las tropas chilenas el 10 de julio de 1883 en la batalla de Huamachuco, en la serranía norte del Perú. Exactamente un año antes había acontecido la heroica batalla de La Concepción. Esto permitió la firma del Tratado de Paz de Ancón con Perú, firmado en Lima el 20 de octubre de 1883. Pero solo en agosto de 1884 se retiraron de territorio peruano las últimas tropas chilenas, acampadas en Arequipa.