EL HILO DE ADRIANA
Tras el fallecimiento de Adriana Hoffmann (marzo de 2022), Leonora Calderón —su ha comenzado a ordenar la memoria y obra de quien fuera la más icónica medioambientalista chilena. Para la escritora y artista visual, la tarea no será fácil. Aunque Adriana publicó una decena de libros, los derechos de autor se esfumaron. Y buena parte de su obra no ha tenido la urgencia que, en vida, ella siempre exigió. Si ayer fue Ralco, Trillium, Pascua Lama, hoy el camino sigue sinuoso. Vaya paradoja: tras su muerte, Adriana Hoffmann otra vez abre el hilo.
Raz “Chocó con los ambientalistas y también con los de la Concertación que decían mejor hagámonos los lesos”. “¡Queremos “i Queremos entrar, grita, a media tarde, un grupo de niños que se han colgado del cerco que una constructora acaba de instalar en un sector de de Algarrobo, para que esos chicos y sus padres no ingresen al bosque; el lugar donde la comunidad solía pasear en medio de boldos y maitenes y, ahora, se anuncia construirán departamentos.
“¿ Ustedes no tuvieron educación ambiental?”. “¡Menos cemento! ”, “¡ Más naturaleza!”. Esas y otras frases se leen en los carteles con los que la comunidad interpela a la constructora, a la municipalidad y al gobernador de Valparaíso.
Todo parte de una marcha que busca impedir otro desastre ambiental en la comuna, Para los vecinos, desde hace años Algarrobo sufre el creciente caos vial, la contaminación del mar y la sistem: destrucción de humedales y bosques. “Adriana Hoffmann vive”, se lee en un pequeño papel pintado con lápices de colores, que alguien dejó colgando de un cactus. Si hubiera podido ir, quizás Adriana Hoffmann también habría estado en la marcha.
No por nada la célebre bióloga y ambientali: ta —Premio Nacional de Medio Ambiente 1999, reconocida por la 'ONU como una de las luchadoras más destacadas del mundo— vivió dos años en Tunquén, al norte de la comuna; eso tras comprar la casa que había sido de Humberto Maturana. —Nuestras familias —cuenta Leonora— compartieron mucho. Humberto fue siempre muy cercano a Lola Hoffmann, mi abuela. Y, tras vivir en Cachagua con Panchito, uno de sus hijos que tiene una discapacidad cognitiva, mi mamá decidió irse a Tunquén. Ahí lo pasó bien. Hacía paseos. Disfrutaba de la naturaleza. Dos años después, Adriana enfermó e incluso tuvo una neumonía. —En ese momento —continúa— mi hermanos dijeron que mi mamá no podía seguir en la playa y que ellos se harían cargo. Luego la pusieron en un hogar de ancianos que, finalmente, fue lo que la liquidó. Unas semanas atrás, Leonora me recibió en su casa en Tunquén. Muy cerca de donde estaba la de su mamá. Al llegar, lo primero que impresiona es el lindo jardín de gráciles suculentas, salpicado de lúcumos y otros árboles nativos, que ella misma plantó arañando la tier chuzo y pal: Dentro, el ambiente es exquisito. La chimenea está encendida. El sofá, a medio leer, un libro de tantrismo.
Y, sobre un mueble, una foto de Leonora con su saxo soprano; el mismo que tocaba era alumna de Pato Ramírez y asidua al Trolley, Matucana 100 y la Nona Jazz, eso cuando era una de las más guapas artistas (incluido pantalón de cuero) de la movida ochentera. Años después, Leonora sorprendería con el revelador libro sobre Lola Hoffmann, su abuela. —Los últimos meses —dice— no han sido fáciles. Primero falleció su marido de cáncer. Luego su mamá. En todo ese tiempo, dice, se transformó en cuidadora, Por eso, ahora, intenta concentrarse en su propio trabajo (una impactante serie de collages robados al inconsciente) y ordenar las cosas de sus cercanos. Partiendo por las de su mamá. En el pasado —dice— también me tocó ordenar las cosas de Lola Hoffmann.
Lo bueno de Adriana es que tenía computador. —Para los abuelos que llegaron a hogares, la pandemia debió haber sido especialmente dura. —Hubo un momento en que los mayores de 77 años no podían salira la calle y, aparte, como cerraron los centros de adultos mayores, no podías visitarlos. Todo era por teléfono y, aunque ella siempre estuvo lúcida, de tanto en tanto pasaba por períodos muy depresivos, —¿Cuándo empeoró? —Alcanzó a estar como un año normal. Eso fue en 2019, el año en que incluso fuimos a Huilo Huilo y al desierto a cami tuvo buen estado físico, porque caminaba muchísimo. Dos años después se deterioró. Estaba en silla de rued: vo habl: ba. En un momento me salió un viaje a Estados Unidos y me fui a despedir al hogar. La vi pésimo. Parecía que tenía mil años. “¿Estás aburrida de todo esto?”, le pregunté. “Sf”, me respondió ella.
Estaba mal. —Más encima, después le dio covid. —Le dio covid y está la posibilidad de que haya sido la misma cuarta dosis la que la mató, pues una de las vacunas produce coágulos y lo que le produjo a ella la muerte fue un coágulo pulmoar, En un principio yo decía, ¿qué es esa tontera de serantivacunas? Pero resulta que 100% en ellas y en verdad poco y nada sabemos de sus efectos. —Su salud empeoró cuando estabas fuera de Chile. —Me fui un tiempo a Wilton, Conneticut, y a los tres días de estarallá, mi hermana me avisó que estaban tratando de hospitalizarla. Era el peak del covid y no podían ingresarla, porque no había cupo. Ella permaneció en la ambulancia, frente al Hospital Salvador, doce horas, y después la hospitalizaron. Estuvo casi dos semanas internada. Le hicieron exámenes y salieron mal. Entre útras cosas, tenía una arritmia y una infección urinaria. Adelanté mi vuelo y, cuando llegué a verla, estaba en un sopor total.
La vio su y decidimos suspender los medicamentos, Al final taba totalmente ida y no reconocía a nadie, Yo le ponía a Bach; la música que siempre le gustó, Una mañana, cuando viajaba a verla desde Tunquén, mi hermano Álvaro me avisó que había muerto, La tarde del domingo 20 de marzo, la noticia generó un hondo pesar en redes sociales. De un segundo a otro, los homenajes no se hicieron esperar.
Y cómo no, si se había ido la mujer que, con ayuda de Tompkins (y la ONG Defensores del Bosque chileno) compró, por ejemplo, la Estancia Yendegaia para transformarla en un notable parque que hoy es orgullo de Chile. Había muerto, además, la creadora del Proyecto Gondwana, en Cabo León, isla Riesco, donde salvó 27 mil hectáreas que, hace un tiempo, lantic Monthly nominó como uno de los ocho lugares más lindos del mundo. Faltarían páginas para r que incluye preciosos libros como Elárbol urbano en Chile, que realizó para la Fundación Claudio Gay, o la Enciclopedia del Bosque Nativo para la Fundación Bosqueduca.
Además, fue ella la que creó la categoría “Bosque Catedral”. Eso, porque según Adriana, hay lugares que no tienen precio, pues no son muy diferentes a la Capilla Sixtina, que, antes de que tu mamá muriera, pensabas hacer sobre ella y su obra, —Había estado pensado en cómo hacerlo.
Y, después del funeral, surgió la idea de algo así como Encuentros con Lola, el libro que hizo Delia Vergara cuando Lola Hoffmann, mi abuela, murió. —Había una autobiografía en desarrollo, ¿sí? —Silvia Hernández, hija de Hernández Parker, el periodista, fue una de sus grandes amigas, junto a Gaby Hernández. Ella había convencido a mi mamá de que hicieran un libro que creo se iba a llamar Adriana y las plantas; una autobiografía con su ayuda. Para eso habían tenido algunas entrevistas e incluso me comuniqué con Silvia para apoyarla. Pensaba filmar esas conversaciones, pues tengo el karma de que siempre dije que debía grabar abuela, pero se murió y nunca lo hice. Lo bueno es que hay harto material. Incluso muchas cosas filmadas, millones de fotos y unarchivo gigantesco, con todo lo que hizo de difusión y educación medioambiental, especialmente orientada a los niños. —¿ Eras bien amiga de tu mamá? —Éramos bien compinches. De chica fui bien regalona y siempre iba a excursiones con ella, especialmente cuando empezó a hacer el primer libro de flora silvestre de la zona central. Recuerdo que íbamos a recolectar especies y yo la ayudaba a hacer los herbarios. Ella debe haber tenido menos de 40 y yo, 10 012 años. —¿ Después siguieron cercanas? —Xo tuve una adolescencia bien complicada, A los 17 me fui de la casa. Y, cuando mi mamá estaba súper metida en sus libros, me había alejado totalmente e incluso viví en Arica. Después volví a la parcela de la familia en Peñalolén. Eran los 80 y yo estaba en el under, en la contracultura. Tocaba saxo en el Club de Jazz y con Titín Moraga creamos La Banda del Pequeño Vicio; con tanta mala suerte que, justo después del primer concierto, me accidenté y 'no pude seguir. Luego estudié fotografía y trabajé en La Época, metida bajo las lacrimógenas. Después me fui a trabajar con la videoartista Gloria Camiruaga, aprendí montaje digital y en medio de eso me reencontré con un antiguo amor: Ricardo Salas, con quien nos fuimos a Boston. En ese tiempo, con mi mamá estába'mos un poco alejadas, pero no peleadas, Cuando estaba en el gobierno de Lagos me pasaba a ver.
Yo la miraba un poco de lejos, sin entender mucho el rollo en el que se había metido. —Se instaló la idea de que, después de su paso por la Conama, en tiempos de Lagos, tu mamá nunca volvió a ser la misma. —Cuando volví de Estados Unidos mi mamá estaba pésimo, con una depresión horrible. Todos los días lloraba y fue entonces que 'me hice cargo de ella, la apapaché y hubo un acercamiento. Pasó el tiempo y lentamente empezó a recuperarse, Entonces dijo que no quería seguir viviendo en Peñalolén y decidió irse a Cachagua.
De tanto en tanto, hacía crisis y me la llevaba a Tunquén. ¿Tan mal le había hecho la política? —Ella partió en la campaña de Lagos y, en último minuto, él la llamó para que dirigiera la Conama.
Para entonces ya había abandonado la botánica y estaba dedicada ful! al ambientalismo, Sus amigos dijeron: Por fin tendremos a alguien de nuestro lado en el gobierno, pero no pasó nada, porque quedó con las manos atadas; entre los ambientalistas, que le decían “ya pues, haz esto”, y los políticos, que le decían “tú no puedes hacer nada”. —Fue tanta la presión que incluso se peleó con amigas del alma. —Todo ese estrés tuvo consecuencias, Con la Malú Sierra, íntima amiga y con quien había trabajado en Defensores del Bosque, se peleó y nunca se volvieron a hablar. Yo tengo buena onda con la Malú y una vez me dijo que, desde que había asumido en la Conama, Adriana andaba rabiosa, enojada, alterada. Cuando murió mi mamá, Malú —que desde hace un tiempo vive enclaustrada en El Arrayán— me mandó una notita. Es lamentable que hayan terminado tan distanciadas. — Adriana fue hija de Lola Hoffmann, figura señera de la intelectualidad chilena. Y de Francisco Hoffmann, artista y médico fisiólogo, que tuvo entre sus discípulos a Claudio Naranjo. Debe haber tenido la presión de hacer las cosas excepcionalmente bien, —Claro. De hecho, quedó a cargo de un buque gigantesco y, en un momento, muy sola, Chocó con los ambientalistas y también con los de la Concertación que decían mejor hagámonos los lesos. Ellos, si bien públicamente adherían a la cultura proecologismo, en verdad lo que querían era levantar la economía.
El resultado fue que, habiendo un montón de proyectos que desde el punto de vista medioambiental era imposible firmar, le decían “tienes que hacerlo”. Se sintió prisionera. —Han pasado décadas de eso. ¿Crees, finalmente, que fue importante que Adriana Hoffmann estuviera en la Conama? —He hablado con quienes fueron ministros o políticos en aquel tiempo, y todos coinciden en señalar que Adriana sentó las bases para que se crearael Ministerio del Medio Ambiente y ¡ erala Ley del Bosque Nativo, tarea que demoró muchísimo tiempo. Ella logró cosas importantes. Suya fue el Sendero de Chile. ¿Cómo se le ocurrió hacer un sendero para irse caminando desde Visviri a Tierra del Fuego? —Probablemente fue porque tenía muchos amigos hippies excursionistas. En Estados Unidos está lleno de trails y quizás salió de una conversación con alguno. Y sí, se empeñó en hacer el Sendero, y recuerdo que la acompañé en el segmento que pasa cerca de Cantalao. No fue lo único que hizo. Mi mamá era increíble.
Descubrió y clasificó especies e incluso llevó algunas al Jardín Real de Londres; de ellas, algunas se extinguieron y ahora solo existen en Inglaterra gracias a que las puso a resguardo, —Fue una de las salvadoras de Yendegaia. —Cuando se supo que Trillium iba a instalar una planta de alu'minio en Tierra del Fuego, decidió ir a Estados Unidos a pelear. Cuando la empresa abandonó la idea, un grupo decidió comprar esa tierra para su conservación. No fue el único tesoro que puso a resguardo. Hay un sitio en San Fernando. Otro en la cordillera de Nahuelbuta, más varios parques que ni yo sé cuálesson.
Mi mamá iba de un proyecto a otro, hasta que se le agotaron las pilas. —Con Douglas Tompkins, ¿qué tan cercanos fueron? Se dice que buena parte de lo que Douglas hizo en Chile fue gracias a la ayuda de Adriana —Él iba mucho a la casa de Peñalolén, porque vivía al lado. Entiendo que cuando buscaba tierras un compañero de mi mamá, en el Manuel de Salas, le habló de Adriana y ella le ayudó a buscar terrenos en la Patagonia. En paralelo, él la ayudó financieramente para que, por ejemplo, creara Defensores del Bosque chileno, la ONG que terminó impulsando la Ley del Bosque Nativo. Douglas y Adriana se adoraban y se potenciaron.
Fue una amistad verdadera de ayuda e historias compartidas, De él ella aprendió que cuando las cosas se hacen bien, terminas haciendo un camino. —¿ Adriana adscribió a la idea de la ecología profunda? —Absolutamente, Mi mamá fue bien radical y siempre mantuvo su adhesión a la ecología profunda. Máximo, un hijo. Hay que bajar la tasa poblacional. —La tragedia del bosque chileno, ese libro que logró hacer con la ayuda de Tompkins, ¿fue el más personal? Sin duda. La tragedia del bosque chileno puso en evidencia la destrucción sin ningún sentido de este país. Se cortaron árbole: contaminaron ríos. Una cosa espantosa. La destrucción del bosque nativo solo para obtener lucro rápido. Tompkins propuso el formato y puso las lucas. A ella le interesaba la difusión y que la gente entendiera la magnitud del desastre. Viajó mucho para hacer ese libro y, en una ocasión, le tocó ira ver un bosque de alerces.
Justo entonces habían cortado unos alerces gigantescos y, cuando los vio, se desmayó. —¿ Existen los originales de los libros de Adriana? ¿ Cómo se reeditan? ¿ Qué pasará con esa herencia patrimonial? —Ahí hay un problema bastante complejo, porque mi mamá renunció a los derechos de autor de todos sus libros. Unos años atrás hablé con abogados para estudiar los contratos y, finalmente, no podía creer lo que había pasado. Pero, bueno, era su forma de trabajar. Le ponían dinero para cada investigación y ella se hacía cargo de un gran equipo que incluía fotógrafos y dibujantes.
Mi mamá tenía tanto entusiasmo por su trabajo que renunció a todos los derechos, incluidos los delas guías que publica la Fundación Claudio Gay. —¿ Cómo debiera tomar Chile el legado de Adriana? —Mi mamá cayó en el olvido. Y, solo unos meses antes de su muerte, apareció José Miguel Jaque diciendo que quería recuperar su memoria, tras lo cual publicó una nota en Ladera Sur. Desde entonces varios empezaron a llamar, incluido Jaime Hales, quien pensaba que mi mama había muerto hacía mucho tiempo. Pero no. Otros se acordaron recién cuando murió, pese a que fueron tantas las cosas increfbles que hizo. —Tu mamá fue una activista iluminada. Tomó una pesada bandera y la hizo flamear. ¿Perdió? ¿ Triunfó; “Mira en lo que estamos hoy. Yo trabajo con un topógrafo, ¡un topógrafo!, que erce que la tierra es plana. Y no es broma. Hay gente que aún cree que el calentamiento global no existe. ¿Qué puedo decir? Mi mamá hace mucho tiempo mostró un camino. Aún está por verse si este país lo toma o no. Se “Éramos bien compinches. De chica fui bien regalona y siempre iba a excursiones con ella”, dice Leonora Calderón. En la foto, Adriana Hoffmann.