Autor: Ricardo Retamal Ortiz/ Abogado, Magister UC
La Feria del Libro de La Serena
Recuerdo a Vicente Anglés, dueño de la Feria del Libro de La Serena, como un hombre algo serio, pero su nieto Aníbal Ahumada Álvarez me lo desmiente: “Mis abuelos eran personas maravillosas. Sus nietos estábamos autorizados para leer todas las revistas y libros para niños que quisiéramos. La condición era que debíamos leerlos de tal manera que no debía quedar huella de haber sido ya leídos. Desde pequeños aprendimos esa técnica y fuimos buenos lectores de libros. Todas las revistas y libros que devolvíamos eran revisadas minuciosamente por nuestra abuela Berta, quien chequeaba que estaban en buenas condiciones. Solo entonces teníamos autorización para leer otro”. Para mí en esos años 60' y 70' antes de venirme estudiar a Santiago, esa librería fue un lugar mágico. El orden impecable de los libros y revistas pese a que no se podían hojear eran un golpe de vista que permitía soñar. Esperaba con ansias Roy Rogers, El llanero solitario, Tarzán y tantas otras. Solía frecuentarla habitualmente y era un deleite. En menor medida lo hacía con la Librería Universitaria que en esos años funcionaba en la calle Cordovez y era atendida por una cálida Carmen Gloria Mac Vícar.
Un poco más al oriente por la misma calle Cordovez, al lado de la Farmacia El Indio de los Bitrán estaba la Librería Ariel de Marino Valuenzuela, que tenía grandes estanterías donde se podían revisar los libros.
La Feria del libro funcionaba en Prat 575, pero en sus inicios, en la década de los 40' don Vicente y la señora Berta se habían instalado en un local pequeño, en calle Balmaceda al lado de la Tienda La Castellana, donde cambiaban revistas usadas. Don Vicente y su mujer arrendaban en Prat, en los altos de la librería, donde disponían de un balcón que daba a Prat. En un momento vivieron con su hija Blanca y su hijo mayor, Vicente. Recuerda Aníbal: “Mi abuelo Vicente venía de Iquique, mi abuela Berta de Victoria. Tras la crisis de las salitreras llegaron a vivir a Santiago. Se conocieron, se casaron y después de unos años se fueron a La Serena. Fui muy cercano a ellos y en diciembre de cada año ayudaba en la venta de tarjetas de Navidad y papeles de regalos”. Los mejores años de la librería fueron entre 1950 y 1970. Eran clientes de todas la editoriales y distribuidoras del país. Los libros y revistas llegaban en camiones, tren o avión. A su numerosa clientela, don Vicente les vendía al contado y solo algunos accedían a un crédito mensual que pagaban sagradamente. Aníbal y sus hermanos Vicente, Ricardo, Fernando y Julio acostumbraban a visitar casi diariamente a sus abuelos. “Nos encantaba tomar onces O levantarnos muy temprano para estar en la casa de los abuelos, pasadas las 7 de la mañana y desayunar con ellos. Especialmente los fines de semana y en las vacaciones. Fueron años felices. Nosotros vivíamos en calle O'Higgins casi al frente de la entonces Casa Mickey de don Carlos Cisternas”, rememora Aníbal. Los años fueron pasando, inexorablemente. Don Vicente muere en 1969. “Desde ese día, el encanto de la casa de los abuelos se fue perdiendo poco a poco”, puntualiza Aníbal. La Feria del Libro que había sido fundada en 1945, fue sobreviviendo con altibajos. Pero no pudo enfrentar la crisis económica que afectó al país en 1982 y cierra. Ricardo Retamal Ortiz, abogado magister de la UC