Conexión real en tiempos de pantallas
Conexión real en tiempos de pantallas Magdalena Tapia Echeverría, jefa de Programa KAOS Espacio Creativo de Fundación Mustakis Cada año, cuando se acerca la celebración del Día de la Niña y el Niño, las grandes tiendas y supermercados se llenan de juguetes, gadgets y ofertas para festejar.
Pero en medio de esa avalancha de estímulos, vale la pena detenemos a pensar: ¿ Qué recordarán los niños de su infancia cuando sean grandes? ¿ El juguete de moda o las veces que sintieron verdadera conexión? Yo, por ejemplo, recuerdo con cariño a mi Barbie, si, pero lo que permanece con más fuerza en mi memoria son los momentos compartidos con mi padre en la naturaleza. Esos eventos, cargados de emoción y sentido, son los que realmente dejan huella. Porque al final, quizás los niños recuerden un juguete puntual, pero lo que realmente marca sus vidas son los momentos transformadores. Y para que esos momentos se graben en su memoria para siempre, tienen que pasar por la emoción Precisamente ahora es fundamental volver a esos obsequios que son invisibles pero, al mismo tiempo, esenciales. Regalos que no vienen con baterías ni manuales, pero que acompañan toda la vida. Hablo del desarrollo emocional, la curiosidad, la creatividad, el movimiento y la posibilidad de explorar y conocerse en un entorno de respeto, juego y vinculo con la naturaleza y otros. Porque si bien los juguetes pueden encantar por un rato, cultivar habilidades que fortalezcan la autoestima, la empatia, el cuerpo y la imaginación es algo que dura para siempre. En Espacio KAOS, una iniciativa de Fundación Mustakis enfocada en la educación experiencial para la infancia, lo vemos día a día.
Niños y niñas que llegan movidos por la curiosidad, y que a través del juego, el arte, el movimiento corporal y la interacción con sus pares, comienzan a experimentar algo cada vez más escaso: la conexión consigo mismos.
Cuando propiciamos espacios que los invitan a observar, probar, sentir y crear sin juicios, los niños recuperan algo tan vital como el silencio interior, el asombro, el contacto con sus emociones y la libertad de explorar sin pantallas. Hoy sabemos que el tiempo excesivo frente a dispositivos no solo afecta la capacidad de concentración, el sueño o la postura física. También debilita la posibilidad de reconocerse, autorregular emociones y experimentar algo tan básico como aburrirse, entendiendo el aburrimiento como una puerta de entrada al juego, a la imaginación y al pensamiento propio.
En un tiempo donde el ruido digital muchas veces reemplaza al diálogo interno, donde los estímulos vienen de fuera y rara vez de adentro, aprovechar este Día del Niño para regalar momentos de pausa, de contacto con la naturaleza, de exploración y conexión emocional es una decisión profundamente amorosa y transformadora. Acompañar a los más pequeños a reconocerse más allá de su rendimiento académico o sus habilidades cognitivas, es darles una base sólida para enfrentar los desafios de un mundo incierto. COLUMNA.