Autor: Camila Pistacchio Revista Mensaje.
Premio Nacional de Medicina 2022: Marta Colombo y su «premio compartido»
Primera mujer en recibir ese reconocimiento, destacó por su trayectoria en investigaciones precursoras en metabolismo, desarrollo cognitivo infantil y desnutrición, por haber formado a cientos de profesionales y por su visión de que los éxitos en medicina son siempre el resultado de un trabajo en equipo. (2») Prefiere el bajo perfil y no le gusta hablar mucho sobre sí misma.
Se ha sentido algo abrumada con cantidad de entrevistas que le han solicitado y, cuando se le pregunta qué se siente ser la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Medicina, ella piensa en ser solo una representante más de las mujeres trabajadoras: «No siento este premio como un reconocimiento para mí, porque han sido tantas las personas y mujeres que han trabajado conmigo. Es un premio para todas las mujeres que trabajan. Siento. Un premio compartido», dice. Y es que Marta Colombo Campbell, médica cirujano y neuróloga infantil chilena, irradia humildad y sencillez.
Dedicó 54 años de trabajo profesional a la medicina en hospitales públicos, a la investigación de enfermedades neurológicas y metabólicas infantiles, y a transmitir sus conocimientos a través de la docencia, lo que asus 82 años le valió el más importante galardón que puede recibir un médico y que hasta ahora, tras veinte años de entregándose, no había distinguido el trabajo de ninguna mujer.
Formándose en servicio público Enamorada de la biología, la doctora Colombo, nacida el 18 de diciembre de 1939, cuenta que en sus últimos años de colegio decidió estudiar medicina, porque «mi intención, más que nada, era poder ayudar a las personas que estaban con problemas o enfermedades, o que sufrían algún dolor.
Quería hacer algo por los demás, por el país». Y así fue como ingresó a la Pontificia Universidad Católica de Chile, convirtiéndose en la primera generación de profesionales de su familia y en una de las tres mujeres que en aquellos años entraban a la carrera.
Para la doctora, su paso por la educación superior fue una gran experiencia, no solo porque contó con el apoyo de su familia —«mis padres siempre estuvieron felices de que hiciera una carrera», cuenta—, sino también porque se sintió muy acogida por el entorno, a pesar de estar rodeada solo de hombres.
Tras salir de la universidad, en 1966 Marta inicia su trabajo en el policlínico de neuropsiquiatría del Hospital Manuel Arriarán —hoy, Hospital San Borja Arriarán— y unos años después, en 1973, se suma a la creación del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, junto al pediatra Fernando Monckeberg, fundador y director hasta 1994 de este instituto, cuyo trabajo en esos años estuvo centrado en la inves- «En medicina, la mujer hace una gran contribución. Le da un carácter de humanismo y empatía hacia los pacientes que no se logra igualmente sin el aporte femenino». tigación de la desnutrición infantil, que constituía un serio problema de salud pública.
Como parte del INTA, la doctora Colombo inició su labor liderando el laboratorio de Enfermedades Metabólicas, para luego fundar el Laboratorio de Genética y Enfermedades Metabólicas del cual fue jefa entre 1976 y 1993, año en que toma una nueva responsabilidad como jefa del Laboratorio de Enfermedades Metabólicas del Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso, donde se desempeñó hasta su retiro en 2019.
Como indicó el Colegio Médico de Chile en la entrega del premio, durante todos estos años, «las investigaciones realizadas por la doctora Colombo estuvieron orientadas en el desarrollo cognitivo infantil, la desnutrición y la relación entre el programa de alimentación complementaria del país con el desempeño escolar». Asimismo, su carrera también estuvo marcada por su labor como profesora titular en la Universidad de Chile, donde formó varias generaciones de médicos, y por su trabajo en la difusión científica a través de sus más de cien publicaciones en revistas chilenas y extranjeras.
Hallazgos que salvan Como líder del Laboratorio de Enfermedades Metabólicas del INTA, la doctora Colombo y su equipo se dedicaron a pesquisar enfermedades raras, e iniciaron con gran esfuerzo un plan piloto para el diagnóstico neonatal de la fenilquetonuria, una grave patología que —según determinaron— si lograba ser detectada tempranamente, se podrían prevenir severas limitaciones intelectuales irreversibles y el retraso en el desarrollo de niños y niñas que la padecieran. Más tarde, la doctora incluyó en este trabajo el diagnóstico de otra grave dolencia: el hipotiroidismo congénito.
Este fue uno de los más grandes hallazgos de este equipo liderado por Colombo, que varios años más tarde, en 1992, y luego de golpear muchas puertas, en el «Programa Nacional de Búsqueda masiva de Fenilquetonuria e Hipotiroidismo Congénito», iniciativa de salud pública que, como destaca el Colegio Médico de Chile, «en sus treinta años de aplicación ha favorecido y lo sigue haciendo a miles de recién nacidos del país», permitiendo prevenir las severas secuelas de estas enfermedades de manera oportuna.
Y aunque la neuropediatra galardonada destaca este como uno de los mayores logros de su trabajo, cuando se le pregunta acerca de su aporte a la medicina en Chile, agrega, con una leve risa incómoda, que no podría responder: «No tengo una idea de yo, como persona. El grupo, la gente con la que yo trabajaba, todos contribuimos, el auxiliar que limpiaba el policlínico, las personas que dirigieron, los ministros de salud que nos ayudaron. Yo creo que hay un conjunto de personas a las cuales tengo que agradecer, porque sola no habría hecho nada.
Con el apoyo que uno recibe, dan ganas de seguir haciendo cosas, de buscar nuevos caminos». El gen de la vocación Marta dice que no se imagina de dónde heredó su inmenso gusto por ayudar a los demás, «pero algún gen debe haber», cuenta riendo.
Gen o talento, esa vocación por servir fue también parte de lo que la llevó a ser distinguida por los siete integrantes del jurado del Premio Nacional de Medicina 2022, quienes destacaron no solo la diversidad de sus aportes en la salud neurológica y metabólica de la población infantil de Chile, sino también «la calidad humana con la que ha transmitido los valores fundamentales de la medicina a pacientes y alumnos». Hoy, ya retirada de las consultas en hospitales y laboratorios, desde su casa en Viña del Mar, donde comparte sus días con su esposo —el también médico retirado Fernando Novoa—, dice seguir sintiéndose sorprendida con el premio y se emociona: «Agradezco a todas las personas que han trabajado conmigo durante tantos años.
Fue para mí un honor hacer cosas que fueron de gran utilidad para el país». Después de su experiencia, ¿cuál cree que es el aporte de las mujeres en el mundo de la medicina? En medicina, la mujer hace una gran contribución. Le da un carácter de humanismo y empatía hacia los pacientes que no se logra igualmente sin el aporte femenino. A las mujeres que buscan ejercerla profesión médica les recomendaría que perseveren. Es una profesión muy exigente, pero ofrece grandes satisfacciones.
Usted trabajó toda la vida en la salud pública, ¿cuál es su visión de esta en Chile, especialmente en niños y niñas? ¿ Ha mejorado en relación a los tiempos en que usted ejerció? La salud pública de niños y niñas ha tenido un desarrollo espectacular en comparación a los inicios de mi trabajo profesional. En esa época la desnutrición y la mortalidad infantil eran muy elevadas. En cambio, ahora estamos a la altura de países desarrollados. Este éxito pudo ser logrado con el trabajo de muchos como el doctor Fernando Monckeberg y gracias a que tenemos un Servicio Nacional de Salud.
Gracias a su trabajo, usted hizo una gran contribución en el cuidado y desarrollo sano de varias generaciones de niños y niñas chilenos, ¿cómo ve este logro en su trabajo? Siento que he sido muy privilegiada por haber podido hacer lo que he hecho. Ha sido gracias a que la vida ha puesto en mi camino a grupos de hombres y mujeres con quienes he podido trabajar y que han tenido una verdadera vocación de servicio. (Y)