Autor: CLAUDIO HERRERA
Maratón en Chile: los orígenes de una prueba animada por suplementeros y aficionados sin preparación
HOY SE CORRE EL MDS 2022 José Ramír, frente a ocho rivales, se corona en el maratón del Sudamericano de 1974 en el Estadio Nacional, un hito. Dl alta orientación y control”, titulaba la editorial de la Revista Estadio, el 7 de julio de 1945, inmediatamente después del Sudamericano en Montevideo.
“La verdad es que la ausencia de buenos fondistas, su declinación marcada, bien definidamente desde que desaparecieron Manuel Plaza, Belisario Alarcón y tros, no provocó en nuestro ambiente lareacción natural en quienes tienen a su cargo la dirección de los deportes atléticos (... ) No se ha iniciado la campaña tenaz y bien orientada afin de descubrir nuevos valores para la maratón y cross country, pruebas en cuyas disputas los triunfos adquieren una mayor resonancia por la tradición que ellas tienen, como por la expectativa que despiertan en los públicos aficionados”, se lee. Los lamentos después del retiro del medallista de plata en Amsterdam y múltiple campeón subcontinental en diversas pruebas de fondo y medio fondo, fueron repetidos en la prensa especializada. Se observó con recelo cualquier asomo de sucesor. Lo padeció en care propia Oscar Bravo, que ganó el selectivo de 32 kilómetros parairal Sudamericano de 1974 en Río de Janeiro.
El obrero de Caletones se jactaba de su resistencia al calor, porque cuando el sol arreciaba corría a modo de entrenamiento desde Rancagua al mineral y desde ahía Sewell, En el cemento carioca la deshidratación le pasó la cuenta a Bravo y a su compa ñero Enrique Inostroza. Pío González, el tercer representante, corrió peor suerte (“corría bamboleante, hasta que fue atropellado por un automóvil, sin consecuencias”, dicen los reportes). A Bravo “en Río lo hicieron correr y lo reventaron.
La resistencia le sirvió de muy poco, porque era un resistencia mal empleada, sin educación atlética, nula para correr una maratón como tiene que correrse en los actuales momentos”, reseñó Pancho Alsina, redactor de Estadio, y crítico del rasgo “trotón” de los fondistas criollos.
La historiadora Pilar Modiano, que ha escrito y documentado la génesis del deporte en el país a principio del siglo pasado, apunta: “La época de Plaza, fue observada con un criterio nacionalista que era Después del legado de Manuel Plaza (plata en los Juegos Olímpicos 1928) hubo intentos desesperados por encontrar un fondista confiable. Un repaso al florido historial de la simbólica prueba pedestre —que esta mañana tendrá una nueva versión en la capital— hasta antes de masificarse. | o La Maratón destacó.
Mar Luis Cel coo ls Luis Celedón era un ignoto corredor hasta que en el Maratón Nacional de 1950 ganó participando descalzo. muy funcional al ambiente político de la dictadura de (Carlos) Ibañez (... ) Hacia los años 40, la escasez de buenos resultados en fondo y maratón hace la observación negativa y contrastante con los títulos sudamericanos conseguidos en las pruebas de pista, salto y lanzamiento.
Mejores marcas y medallas que, sin duda resultaron del trabajo técnico de entrenadores y profesores de Educación Física con mayor presencia que en el fondo y el maratón, No recuerdo haber encontrado menciones a técnicos de estas disciplinas, salvo Ethel Steward que en 1920 empezó con Plaza preparándolo en 1.000 y 5.000 metros y después en maratón.
Me queda la impresión que las pruebas de fondo y particularmente el maratón, no habrían sido objeto de un mayor interés por desarrollar al interior de la Federación Atlética y que siemprese esperó la generación espontánea de corredores callejeros que se formaron dentro de sus propias agrupaciones y competencias.
La. lle hasta los años 70 del siglo XX, aquí era muy mal visto y siempre asociado a sectores sociales más populares”. Otro corredor “espontáneo” que surgió fue Luis Celedón, que sin mayores pergaminos irrumpió en la lluviosa Maraión Nacional de 1950.
Poco elegante en su cadencia (“conía agachado y desmañado”), el obrero de 23 años procedente de Los Andes fundió al favorito Raúl Inostroza y le agregó épica a su irrupción venciendo descalzo la prueba que iba desde el Estadio Nacional hasta San Bernardo, ida y vuelta, por Gran Avenida, recorrido que perduró por años. Celedón llegó a correr en el maratón olímpico de Helsinki 1952, logrando un digno 14? lugar (2h 33:45), a diez minutos del mítico Emil Zatopek.
En la misma cuerda asomó el lotino Juan Silva, que ganó el Sudamericano de Quito 1961, no logró cruzar la meta en el maratón olímpico de Melbourne 1956, pero sí en Roma 1960 (30) en la misma jornada que se coronó Abebe Bikila. Más sistemático fue el progreso de Ricardo Vidal al maratón: 1 en Sudamericano 1965 y en JJ.OO. En Tokio 1964. Pero las alegrías eran esporádicas no se sostenían en el tiempo. La culpa era de los microbuses. “Mientras nuestros suplementeros usaron las piernas para la venta de sus diarios, no faltaron los cracks”, concluye la prensa de la época. La teoría se avala por palabras de Manuel Plaza: “Ahora no se corre mucho con los diarios, por causa de las góndolas (... ) Nos estrenábamos con los diarios bajo el brazo. Partíamos de centro y nos ibamos pasando tranvías a golpe de talón hasta la Pila, el Matadero o la Plaza Chacabuco.
Después, cuando teníamos que ir la pista, era muy fácil, porque corríamos sin diarios, mucho más livianos”. Hace medio siglo (1970), las autoridades gubernamentales y federativas espolearon “EL, PLAN de la maratón” —así se divulgó en la prensa— que pretendió formar una “verda dera escuela de fondismo”, con reglamentación sustentada en criterios técnicos y méd cos. Una participación previa en distancias de 10,21 y 30 kilómetros serían requisito para probar la resistencia en un maratón final. Se fijaron incentivos para clubes, atletas y entrenadores, quienes percibirían un “aguinaldo de 4 mil escudos” por cada pupilo que rebajara de dos horas 30 minutos.
En ese contexto irrumpió José Ramírez, que protagonizó un hito al ganar el maratón del Sudamericano en Santiago (1974), bajo una ovación en el recinto ñuñoíno, superando a ocho contrincantes (2h 30:42). “Me tocó estar en el estadio ese día.
Ese triunfo fue muy significativo, marcó a una generación, El Viejo Ramírez tenía un estilo muy propio, corría inclinado hacia delante, con los brazos bien abajo, utilizaba un gorro, la pista era de ceniza y había mucha gente. Él trabajaba en la UTE, eso le permitía entrenar y cuidarse.
El gran problema de los fondistas en el pasado era su precaria condición socio económica, sin recursos, tenían empleos para sobrevivir y entrenaban como podían, no eran verdaderos profesionales, eran pura voluntad”, teoriza el periodista Juan Esteban Lastra, coautor del libro Maraton (Ocho Libros Ediciones). Hasta los 70, la escena pedestre se sostenía en un puñado de pruebas capitalinas: Maratón de los Barrios (del Club Suplementeros), Maratón del Roto Chileno (Club Royal) y Maratón Día del Trabajador, todas inferiores a los 21k. En Valparaíso perduró la Maratón Culturana. La convocatoria, en el mejor de los casos, se acercaba a un centenar de auetas. En 1977, el evento de Roto Chileno marcó un récord: 382 participantes.
A partir de lo 80 aparece una generación más robusta —el plusmarquista nacional Omar Aguilar, Carlos Carvajal, Juan Plagman, Alejandro va, Jaime Ojeda, Marcelo Barrientos, entre otros— que coincide con la iniciativa de la Química Hoechst (1985) de espolear un maratón capitalino estable, que luego consolida la productora Olimpo para decantar en el actual Maratón de Santiago (2007). “Ahí el marketing juega un rol fundamental”, pondera Lastra, de cara al evento que tiene casi 30 mil inscritos para este domingo en tres distancias.