La verdad de las huelgas salitreras
Del libro: “La huelga de los 18 peniques”. Reinterpretación del pasado y cultura obrera en el Norte Grande chileno. Ariel Mamani.
“Principalmente a partir de 1840, el llamado Norte Chico chileno fue el escenario de una importante explotación minera de tipo cupro-argentífera, que aglutinó un importante número de trabajadores, lo que provocó una importante migración de carácter interno. Por su parte, el Norte Grande vivió durante el siglo XIX significativas mutaciones, tanto de su economía como de su sociedad, a raíz de la explotación del nitrato.
Estos cambios fueron tan hondos que además de implicar una nueva conformación territorial, espacios que pasaron de Bolivia a Chile (en el caso de Antofagasta) y de Perú a Chile (en relación a Tarapacá), además alteró la composición poblacional. El salitre atrajo a miles de obreros, no solamente chilenos, sino también de países vecinos. Estos grupos de trabajadores, impulsados por una importante tarea sindical, fueron estableciendo una fuerte conciencia social e identitaria, en contraposición al pequeño, pero poderoso conjunto de propietarios mineros, generalmente europeos o norteamericanos. REIVINDICACIONES SALARIALES El salitre se fue transformando por entonces en el motor de la economía de Chile. En los distritos de Tarapacá y Antofagasta llegaron a trabajar cerca de 40.000 obreros, distribuidos en 87 establecimientos. Sin embargo archivos periodísticos de la época que revelan antecedentes de huelgas ligadas a la industria del salitre pueden datarse incluso antes de la Guerra del Pacífico. Entre los años 1900 y 1907, se fueron incrementando los reclamos de los trabajadores portuarios, ferroviarios y salitreros a raíz de las pésimas condiciones de trabajo y de vida. Aún estaba fresco el recuerdo de la gran huelga general de 1890 con similares reivindicaciones. Los accidentes laborales se multiplicaban a raíz de explosiones de dinamita incorrectamente manipulada o que era defectuosa, el derrumbe de las calicheras, y las caídas de trabajadores a los hornos donde se fundía el mineral. Se puede leer en las descripciones: “Las habitaciones de soltero eran insalubres: se practicaba el sistema de camas calientes, el obrero del turno de día ocupaba la cama del turno de noche. El agua era imbebible. Los obreros debían transportar toneladas de mineral sobre sus espaldas. En los cachuchos, verdaderas tinas hirvientes, los obreros debían soportar altas temperaturas y, muchos de ellos, caían a la tina hirviendo, muriendo de inmediato. No existía ningún tipo de protección ni menos un seguro que auxiliara a las viudas. Sólo a veces las sociedades de socorros mutuos apoyaban a las familias.
Al obrero que se rebelaba o que no trabajaba a gusto de los patrones se le castigaba con el cepo: permanecía durante días amarrado y al sol ardiente”. De manera que hacia 1907, la situación en las oficinas salitreras era de gran El 10 de diciembre de 1907 una huelga general se desató en la salitrera San Lorenz O y el paro se amplió a la de Alto San Antonio, iniciándose la Huelga de los 18 peniques que más tarde daría lugar a la matanza de un número impreciso de obreros que se tomaron la Escuela Domingo Santa María, en Iquique y que ha pasado a la posterioridad al conmemorarse el 21 de diciembre la matanza de los huelguistas. descontento social. Además, el salario del obrero era abonado con fichas y vales que eran cambiadas a un 70% de su valor nominal y que sólo podían ser trocadas por mercaderías dentro de la propia oficina.
El tema de las fichas sensibilizaba especialmente a los trabajadores ya que: “representan el símbolo perfecto de la aberrante condición de los hombres que trabajan en el salitre. (... ) Mediante ellas, las compañías ataban a sus trabajadores hasta extremos increíbles. Algunas, por ejemplo, representaban una suerte de vale que sólo podía cambiarse por mercaderías y en las pulperías de las mismas empresas. Eran dinero circulante.
En ellas podemos leer: “Vale por un kilo de azúcar; “Vale por agua”; Vale por pan”, y así, de acuerdo a las necesidades de cada hogar”. El 10 de diciembre de 1907 una huelga general se desató en la salitrera San Lorenzo y el paro se amplió a la de Alto San Antonio, iniciándose la Huelga de los 18 peniques: La cantidad de pampinos llegados a Iquique fue muy grande, se calculan alrededor de 5000 (la mayoría había realizado la pesada travesía por el desierto a pie, acompañados por sus mujeres e hijos), por lo tanto se determinó que la escuela “Santa María” fuera el sitio que los albergara mientras duraran las negociaciones. DESARMADOS Las conversaciones finalmente se suspendieron sin llegar a acuerdo alguno. El rol supuestamente mediador que se había adjudicado el gobierno asume su verdadero rostro.
El Intendente Carlos Eastman declaró el Estado de Sitio el día 20 por la noche, prohibiendo las libertades constitucionales de libre tráfico y el de reunión. (... ) Ese mismo 20 en la oficina Buenaventura, tropas militares disparan contra obreros a fin de obstruir que se trasladen a Iquique. Tiene lugar así una primera labor de carácter represivo que contabiliza diez muertos. El 21, ante el estado de sitio declarado el día anterior, las fuerzas armadas ocupan la ciudad. El general Roberto Silva Renard tomó el mando de las reforzadas tropas de la guarnición local. El día 17 había llegado el Regimiento “Rancagua” a bordo del crucero “Blanco Encalada”; mientras que el 18 había anclado el crucero “Esmeralda” que transportaba tropas del Regimiento de Artillería de Costa, de Valparaíso. El general Silva Renad notificó que se debía abandonar la ciudad, dejando sólo una comisión para negociar. La disposición oficial establecía que los trabajadores en huelga debían retirarse de la Escuela Santa María y sus alrededores y ubicarse en el Hipódromo, 19 para rápidamente abordar trenes rumbo a la Pampa. Anunció además que se dispararía contra quienes no se retiraran. Apenas unos 200 trabajadores acataron la orden. La mayoría de los huelguistas se negaron a abandonar la plaza y escuela en tanto no se atendieran sus peticiones. Luego, sin mediar aviso alguno una descarga de rifles y ametralladoras arremetió contra la multitud dejando una gran cantidad de muertos. No hubo resistencia de parte de los obreros y sus familias que estaban hacinados en la escuela y totalmente desarmados”.