Autor: Por_ Alfredo López J.
El Método Bimer
Se momento que habitualmente no suele ser enmarcado en la memoria como un hito de alegría, aquel donde la burocracia médica y sus protocolos parecen pasajes que es preferible ir borrando de la cabeza.
Es ahí donde la mirada de Adolfo Bimer (1985) se detiene para hacer eco de la experiencia hospitalaria, de las salas de espera y de otros espacios donde las personas ponen sus cuerpos a disposición de la Medicina.
En «Aires reunidos», que se presenta desde el 13 de julio hasta el 24 de agosto, en la Sala Gráfica de la Galería Patricia Ready, precisamente despliega un ambiente expositivo que dialoga con la arquitectura del lugar y sus accesos mediante una serie de piezas pictóricas y objetuales a modo de mobiliario y de panelería estructural.
“Al experimentar y reflexionar sobre la representación y habitabilidad del cuerpo humano dentro de las instituciones de salud, se me ha aparecido fuertemente la concepción del aire como material presente en un espacio no elegido, pero sí aceptado por los cuerpos que lo circulan.
De la misma manera que la luz, el aire se expresa como una materia que nos une desde que sale de nuestro cuerpo, y participa del entorno compartido atravesando y acomodándose en otros cuerpos”, explica el licenciado en Artes Visuales de la Universidad de Chile, con estudios de Historia del Arte en la Universidad en Utrecht, Países Bajos.
En su taller en el barrio Yungay, en una antigua casona republicana y a menos de una cuadra de la actual residencia presidencial, sostiene que su obra observa cómo los humanos son representados por los sistemas de imágenes médicas.
“Mi propia historia personal se convierte en una fibra biográfica que impulsa el uso de materiales médicos para crear un tejido que Una sala de espera, con elementos como material radiográfico elevado a categoría de vitrales, aparece en la Galería Patricia Ready.
Es la cuarta presentación del artista chileno Adolfo Bimer en este espacio que, bajo el título «Aires reunidos», establece cómo la enfermedad es sobre todo una medida, “una distancia que nos permite acercarnos al cuerpo”. interconecta lo general con lo específico.
Pasar de la rigidez de las imágenes y sus datos, a la flexibilidad de las experiencias personales que ellas contienen”, argumenta. —¿ Por qué en su reflexión aparece la sala de espera como un espacio con una fuerte carga simbólica? “El entorno de la sala de espera es —dentro del recinto hospitalario—, un lugar de reunión involuntaria para las personas. Es donde se produce el encuentro de los cuerpos de los pacientes, un entorno que afectamos y vemos afectado por intercambios, permeable de las relaciones humanas y no humanas que suceden dentro.
Hay una relación simbiótica entre lo institucional, lo personal y lo inanimado en esta clase de espacios que me hace pensar que es importante mencionarlo”. —¿ Por qué esta vez decidió hacer una obra de sitio específico? “He desarrollado un interés en activar ciertos recorridos, circulación y espacios no considerados dentro de los lugares donde instalo mis obras como elemento activo dentro de la lógica expositiva. En la última exposición que participé en la galería («Leer un rayo» junto a Sagrada Mercancía), propusimos un sistema de andamiaje, literalmente “autosostenido”. No intervenía de manera física la sala ni su contexto. Ninguna obra tocaba las paredes, ni el suelo, ni tampoco los visitantes pisaban el edificio en todo su recorrido por la muestra.
En este caso, «Aires reunidos», estará centrado en bloquear el acceso y activar el ascensor para percibir el aire y la luz del espacio expositivo como elemento significante y activo en la materialidad de las obras”. Bimer también ha enfocado su trabajo en promover nuevas prácticas dentro de la producción, exhibición y pensamiento crítico del arte contemporáneo más allá de nuestro continente en su calidad de codirector de la organización artística chilena Sagrada Mercancía desde el 2014.
Entidad enfocada a promover nuevas prácticas sobre producción de arte contemporáneo y pensamiento crítico, a través de las cuales crear y acceder a redes entre artistas locales, curadores y el público, para difundir sus actividades y unirse a un diálogo crítico sobre el arte contemporáneo en América Latina y más allá. “Hace años trabajo con imágenes microscópicas provenientes de pacientes de la salud pública y privada. Mediante estas muestras de sangre, piel y otros tipos, me dedico a observar comportamientos e interacciones celulares. Relaciones entre agentes propios y ajenos al cuerpo, que se desenvuelven en su entorno. El microscopio ve lo que el ojo no ve. Lo que el ojo vive. Abrir una pestaña imposible para tocarla por el lado opuesto. El microscopio unifica todas las diversidades existentes y, bajo su lupa, en este contraluz, no se mide a las personas por categorías sociales ni políticas.
Luego vuelvo a la pintura que replica —dentro de las limitaciones propias de su lenguaje— esa morfología del interior”, relata este talentoso creador. —Con esos resultados, ¿qué reflexión se puede establecer? “La posibilidad de unificación de todos nosotros “en y con' estos espacios tan rígidos, institucionales, a veces ajenos.
La unificación involuntaria entre los pacientes, los impacientes, los que acompañamos, los que trabajan allá, el mobiliario que utilizamos, las salas donde esperamos, los microorganismos que circulan por los aires y el edificio como participante activo y afectivo de nuestra experiencia. Donde el cuerpo humano es humano y a la vez es capaz de volverse entorno, diluirse en el paisaje.
Pensar en los humanos como forma, no obstante, sin bordes”. —Además de experiencia de una sala de espera, ¿qué elementos se podrán ver en esta exhibición? “La obra «Índice», por ejemplo, es una pintura vitral que va desde la pared poniente hasta el ascensor, funcionando como una membrana que impide el acceso a los visitantes por la escalera, entrada regular a la sala. Esa membrana está constituida por más de 100 pinturas hechas sobre acrílico transparente, funcionando a favor y a contraluz.
La experiencia material hará ver la obra como una pintura translúcida que no tiene una sola forma definida, ni un solo color, ya que siempre se verá alterada por la disposición espacial del espectador y las condiciones lumínicas del día. Las imágenes representadas provienen de exámenes microscópicos a pacientes de la salud pública chilena.
El conjunto de “individualidades” que representa cada paciente, se articula como una gran vista del cuerpo humano ampliado y al unísono”. —Cómo es su modus operandi, ¿pasa mucho tiempo en hospitales? “p.. . aso sólo el tiempo requerido, que ya me parece bastante. Durante este tiempo puedo estudiar y observar tranquilamente las salas, su mobiliario, las sillas, dispensadores, calendarios, la luz que atraviesa las ventanas, la repetición de las caras de las personas mes a mes.
Á veces vuelvo por algo específico, un acopio de referencias que se acumula lentamente y no de manera forzada para satisfacer mis fines artísticos, sino en términos humanos, experienciales, ciudadanos”. —¿ Por qué su enfoque está en la Salud? ¿ Cómo llegó a ese mundo? “Todos tenemos algo o alguien que nos haga o haya hecho visitar un hospital. He ahí la importancia de nuestras relaciones con los centros hospitalarios, unos como pacientes, otros como funcionarios, algunos como acompañantes. Es cierto, un edificio médico no es más que un vacío de concreto, fierros, luces, aires y otros materiales, pero que se activa y acompaña de la gente que lo vive”.