Los 73 países de UNA CHILENA EN MOTO
Los 73 países de UNA CHILENA EN MOTO recorrido visitó sitios como Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. “C ruzar una frontera siemque lloraba de emopero esa vez yo te juro pre tiene algo especial, ción”, dice la motoviajera chilena Natalia Muñoz sobre uno de los momentos clave que vivió en la ruta. Todo partió un día a las seis de la mañana en el puerto italiano de Ancona, cuando los primeros rayos de sol se recostaban sobre la costa para anunciar la primavera. Natalia subió su moto al ferry que se internaría en el mar Adriático hasta la ciudad de Split, en el sur de Croacia. Una vez ahí, “tan solo al ver la señalética con un alfabeto distinto supe que Europa del Este sería diferente”, recuerda. Tomó su moto y puso la banda sonora de la película de Emir Kusturica Underground (1995) mientras cruzaba una zona montañosa de camino a Bosnia y Herzegovina. “Estaba profundamente emocionada porque siempre he tenido amor por la música y la cultura balcánica.
Estar entrando a esta zona fue un antes y un después, porque sales de la Europa Occidental, más ordenada, para entrar a un mundo más loquillo, con mucha vida en la calle, gente súper buena onda. Era revivir todo lo que había visto en un solo momento”, dice.
Y luego: “La calidez del pueblo eslavo, de todos los países de la ex Yugoslavia, me cautivó profundamente”. Natalia Muñoz tiene 41 años, es ingeniera ambiental, cuando no está en la carretera vive en Concón, y quizá sea la primera chilena en dar una larguísima vuelta al mundo sola y en moto. De esta manera, ha recorrido sitios tan distintos como Mongolia, Malasia, Camboya, Ucrania, Estados Unidos, Guatemala o Nueva Zelandia.
En total, 73 países donde ha podido saciar en parte su curiosidad y sed de aventuras (en Instagram @nataliaoverlands). Después de tanto tiempo en la ruta, ¿cómo entiendes hoy esto de la aventura? Es algo que siempre va a ser parte de mi vida: una curiosidad, un instinto viajero que llegó para quedarse. Porteña inquieta Desde su casa en Concón, Natalia Muñoz responde con voz dulce y delicada. Hablamos cuando vuelve de su trabajo, que trata de equilibrar con los escapes en moto. “Antes, en mi familia no había interés en los viajes”, recuerda, pero ella soñaba con ello. Al principio, a través de novelas, libros de historia y geografía, enciclopedias... Y hoy lo sigue haciendo a través de herramientas tecnológicas como Google Earth. Como sea, todo apuntaba a salir apenas pudiera. Y lo primero fue mochilear por Chile, “con cero recursos y mucha fe”. En grupo de amigos, dice, partió al norte y al sur. Y en verano, pronto buscó otros rumbos, Argentina, Bolivia y Perú, que era lo más cercano y barato. “Sacaba de mi casa tres salsas y unos tallarines y estaba lista para partir.
Así di varias vueltas por Chile y los países vecinos, hasta que a los 21 años salí a Ecuador”. Con su amiga y compañera de aventuZOÑU MAILATAN : SOTOF POR Marcela Saavedra Araya. ras Macarena Barrientos partieron más tarde a Nueva Zelandia aprovechando el sistema Working Holiday. Fue su primer viaje en avión, y una experiencia que la tuvo un año trabajando con guindas, damascos, uvas y manzanas.
Todo servía para su objetivo: conocer las islas de la Polinesia, “en carpa y cocinando en la playa”. Cuando por fin volvió a Chile, su decisión era clara: trabajaría tres años seguidos en lo que era su carrera, para lanzarse después a una aventura más grande. “Ya había conocido gente que había dado la vuelta al mundo, entonces no me parecía raro. De hecho, por esos años no me hacía mucho sentido una vida estable ni nada por el estilo: me encanta trabajar, pero sentía que me faltaba algo”. Así, en paralelo al ahorro, comenzó la preparación.
Debía diseñar una buena logística para el circuito que quería realizar: “Estaba aburrida de caminar, los buses, buscar taxis y perder tiempo en dar vueltas durante los viajes... Además, ya había comprado un auto y me había acostumbrado a la comodidad e independencia de moverme por mis propios medios”. Puso su casa en la aplicación para mochileros Couchsurfing, lo que le serviría para recibir viajeros con los cuales podría practicar su inglés. Y así conoció a Tommy, un noruego que estaba recorriendo el mundo en moto. “Ahí supe de inmediato cómo quería viajar. La moto era entretenida, independiente, segura y me iba a permitir llegar a lugares donde el autobús no te iba a dejar”. El problema: “Nunca había andado en moto. Tampoco era buena en mecánica y ni siquiera me interesaba serlo. Pero Tommy hacía ver que todo era tan sencillo que me animé”. Las recomendaciones del noruego parecían simples. Como estaba partiendo, tenía que buscar una moto chica, barata, liviana. Necesitaba algo que cualquier mecánico del mundo fuera capaz de arreglar en caso de pana. Segundo, tenía que comprar un equipo capaz de protegerla frente al clima, posibles accidentes, cosas así.
De ese modo, llegó a una Honda Tornado 250 de 1989, una moto japonesa muy popular, que complementó con lo que ella llama su “traje de Robocop de segunda mano”. Para ese momento, solo quedaba tomar los ahorros (además, pidió un préstamo) y un avión que la llevaría a Europa desde Brasil. A la ruta Natalia ya sumaba seis meses de experiencia viajando en moto, y acampando, por Argentina, Uruguay y Brasil.
En Europa, buscó clásicas postales en países como Alemania, Italia y Suiza, y en sitios como Siros, una isla griega que se convirtió en una de sus escalas favoritas, donde pasó un mes en el santuario de gatos que hay en el pueblito de Kini. “Amo a los gatos y allí me daban comida y alojamiento con tal de que pasara tres horas al día alimentando a los felinos, y abriendo y cerrando sus jaulitas. Me pasaron una cabañita a minutos de la playa, con unas vistas preciosas hacia unos campos de lavanda. Era un lugar increíble”, recuerda. También la marcó su paso por Ucrania, “el mejor país de Europa”, dice Natalia, en términos de paisajes, aventura y también en cuanto a la bondad de las personas.
“Si bien los ucranianos no son tan acogedores como en Rumania, Grecia o Italia, que es gente súper buena onda que me recibió muy bien, entré de lleno en el núcleo de las motos y ahí me ayudaron con arreglos, me enseñaron mecánica, fueron un siete”. Su perspectiva de viaje cambió cuando llegó al Sudeste Asiático, donde andar en moto es prácticamente obvio y es posible ver miles juntas en un solo semáforo. “Es un caos en armonía, muy seguro. Allá no existe el robo. En países como Tailandia, Malasia, Indonesia, Laos, Vietnam o Camboya, no existe la cultura de atacar porque sí”, asegura.
Tanto que los nueve meses que pasó en las rutas de esa región los describe como “un lugar donde vuelves a confiar en la humanidad”. La siguiente etapa de esa travesía sería la más compleja, asegura, cuando recorrió Asia Central para llegar a Mongolia: fue un verdadero choque cultural, dice. Muchas veces se topó con problemas burocráticos, y aunque tenía un Excel con la duración, promedio de kilómetros, papeles, etcétera... , hubo lugares en que simplemente no la dejaron entrar. En esos caso, Natalia optaba por el mal menor y partía hacia cualquier país vecino que la recibiera. “En Kazajistán, Tayikistán, Kirguistán, son bien intensos... Creo que tantos años de invasiones, y estar tan en el medio de la nada, hace que la gente no sea la más simpática. No sé. Ahí como que tuve que dejar la idea de bondad con la que llegué. Todo lo contrario: tenía que ser aguja porque estaba sola viajando por el desierto”. Según ella, la dificultad más importante era el machismo que existe en aquella zona. No podía dejar de estar alerta ni permitir que hombres se le acercaran. “Nunca me pasó nada, pero andaba súper alerta. Ya había cruzado Sudamérica, Europa, el Sudeste Asiático y ahora me tenía que adaptar. Finalmente, hay que saber leer los ambientes y, justamente, en Asia central correspondía ser más hostil”, dice. “Tuve suerte porque, pese a todo, aparecían los que llamo ángeles en mi camino. En la ruta siempre conocía gente muy buena y qué lindo es pensar que hay más gente buena que mala. Yo me acercaba mucho a las mujeres: llegaba a un lugar y si no había nada para alojar, siempre aparecía una señora que me ayudaba. Estando en esta parte, evité dormir en la carpa por protección”. Sin pausa Para Natalia Muñoz, “la moto” no es lo importante. No. Lo que importa es salir. Ella misma se ve como una viajera práctica, descomplicada. Si tiene que dejar su moto en cierto sitio, lo hace: sigue a pie, arrienda otra moto, va y vuelve. Es lo que hizo, por ejemplo, en Siberia, donde tomó el tren Transiberiano. “Estaba partiendo el otoño y no quise hacer ese viaje con mal clima.
Así que mandé la moto en camión hasta San Petersburgo y, una vez allí, retomé el viaje rumbo a los países bálticos”. Ya de regreso en Chile, Natalia ha podido profundizar en la realidad del mundo de los viajes en moto. Ahora que tiene una grande, y ha podido conocer el lado más aventurero del motoviaje. “Antes hice todo a la fe. Muy maestro chasquilla... Todo lo arreglaba con una bolsa, con un alambre, con un chicle. Ahora empecé a interiorizar mucho más en tecnología, vestimenta y en la comodidad también para viajar”, dice. Su máquina actual hasta tiene tecnología que calienta las manos, que utiliza en viajes cortos a pasos fronterizos como Pehuenche o Los Libertadores, como una forma de equilibrar trabajo y salidas. Como sea, no piensa detenerse. No lo ha hecho hasta ahora. Recientemente estuvo en Nepal, y ya planea recorrer India, los Himalaya, sobre sus dos ruedas. “Ya llevo tantos años en esto que no me imagino volviendo a tener una vida rutinaria.
Para mí, siempre el viaje va a estar presente”. ¿Qué aconsejarías a una chica que está partiendo en los motoviajes? A la gente que tiene ganas de emprender un viaje en moto, le diría que quizás es bueno empezar como yo, desde el mochileo. Y a las mujeres que sueñen con andar en moto, que prueben una moto liviana, que se equipen bien y que siempre anden a la velocidad con la que se sientan cómodas. D Del mochileo por América Latina a la moto con la que dio la vuelta al mundo, la vida de Natalia Muñoz parece estar en continuo movimiento. Así es como lo hace.. ALBANIA. La cultura de los países balcánicos y su gente la conq NEPAL. Estuvo aquí el año pasado, y espera v MONTENEGRO. Los Balcanes los recorrió con su primera moto, NUEVA DELHI. India es otro destino reciente, al que ya pl TAYIKISTÁN. Fue uno de los tramos más rudos de su RUTA DE LA SEDA. MONTENEGRO. Los Balcanes los recorrió con su primera moto,