Autor: ANTONIA DOMEYKO
Viagra a los 20
Una mala experiencia, estrés, crisis personales o solo el deseo de no fallar son factores por los que los jóvenes menores de 25 años están consumiendo sildenafil, el nombre genérico del conocido Viagra. Los especialistas dicen que cada vez reciben más pacientes jóvenes. En ellos ven mucha ansiedad por su rendimiento sexual y expectativas irreales por influencia de la pornografía. Aquí, tres jóvenes relatan la dependencia psicológica La primera vez no le contó a nadie. Se metió por su cuenta a internet y comenzó a buscar información para encontrar alguna respuesta. En el buscador escribía frases como “problemas sexuales”, “disfunción eréctil”, “eyaculación precoz”. No sabía bien qué era lo que lo afectaba, pero quería solucionarlo. Ya llevaba que les generó el uso del fármaco. POR ILUSTRACIONES FABIÁN RIVAS un tiempo pololeando y, si bien al comienzo no había tenido problemas, últimamente los encuentros sexuales con su pareja eran cada vez más cortos. Y el responsable, a su juicio, era él. Al poco rato de búsqueda frente a la pantalla escribió “Viagra”. Entró en varias páginas web que describían el medicamento, leyó foros y vio que, en general, las recomendaciones eran buenas. Ese mismo día decidió ir a la farmacia. Tenía 18 años. —Era para ver cómo me iba. La primera vez que lo probé me fue bien y lo volví a tomar y a tomar —dice Jaime, hoy de 24 años, técnico mecánico y bombero en una estación de servicio. Su nombre, a pedido suyo, fue cambiado para este artículo.
A los 18, cuenta, llegó a tomar cuatro pastillas de Viagra a la semana. —Me daba confianza, cada vez que sabía que podía tener relaciones con mi pareja iba a buscar la pastilla a la farmacia, compraba dos o tres. No me preocupaba por cumPlir, sino que dependía de la pastilla. Siempre tenía una en la billetera. Pero luego de varios meses siguiendo esa rutina, Jaime cuenta que comenzó a sentir que el medicamento ya no le hacía el mismo efecto. Y los problemas sexuales volvieron a aparecer. —Ya no sabía qué hacer, Estaba en crisis con mi polola y la pastilla ya no me ayudaba. Busqué nuevamente en internet y decidí dejarlo por un rato a ver si con el tiempo volvía a recuperar el efecto. Tenía miedo a tener un problema grave, pero no me atrevía a hablar con alguien; me daba vergiienza, porque que una personajoven use eso igual es fuerte.
No hay cifras en Chile sobre el consumo de jóvenes de este medicamento, pero el estudio más cercano se realizó en Argentina y reveló que el 21,5 por ciento de los hombres entre 18 y 30 años reconoció haber tomado sildenafil, que corresponde al nombre genérico de marcas comerciales como Viagra, Segurex, Selerup, Vigorex, entre otras. Lo que equivaldría a uno de cada cinco hombres de ese rango de edad. El estudio coincide con las cifras internacionales. Según explica el urólogo y andrólogo Enrique Bley, de la Clínica Dávila, se estima que cerca del 20 por ciento de los jóvenes menores de 25 años en Occidente consumen este medicamento.
En Chile, solo hay datos generales: de acuerdo al Instituto de Salud Pública, el año pasado en las farmacias se vendieron más de tres millones seiscientas mil cajas de sildenafil y tadalafil, ambos compuestos indicados para generar erecciones. Comparado con 2018, la venta sumada de cajas de estos dos medicamentos aumentó en 15 por ciento.
Francisco Osorio, urólogo y andrólogo de la Clínica Alemana, dice que en general alos hombres les cuesta consultar con un especialista respecto de dificultades sexuales, sobre todo alos más jóvenes, y que la automedicación es común. Además de que conseguir sildenafil es fácil, se vende sin receta y hay varios sitios web que lo venden en internet. Sin embargo, para Osorio, en los últimos cinco años, las consultas de veinteañeros han aumentado progresivamente. A la semana, calcula, recibe entre 5 y10 pacientes jóvenes. La mayoría de ellos, agrega, reconoce tomar o haber tomado sildenafil y llegan por eyaculación precoz o problemas de erección. —Es bastante frecuente la consulta de pacientes jóvenes con disfunción eréctil.
Algunos llegan preguntandoporque ya usaron el medicamento y les viene un poco de cargo de conciencia, ya que no saben si está bien hacerlo, o también porque el medicamento de un momento a otro les deja de funcionar; entonces, piensan que se les está agravando el asunto.
Muchos dicen: “Bueno, tengo problemas de erección ahora, tomo este medicamento y me soluciona mi problema”. Pero en los pacientes menores de 25, en más del 90 por ciento de los casos la disfunción eréctil no es por causas físicas, sino que psicológicas —explica Osorio. Jaime contará más tarde, luego de salir de su turno en la estación de servicio, que después de varios meses en que el sildenafil le dejó de hacer efecto, decidió consultar a un médico. Le hicieron los exámenes correspondientes y no se detectó ninguna falla o problema médico que requiriera el uso del medicamento. —Todo estaba en mi cabeza. LD Roberto, 24 años, estudiante de Ingeniería, quien también pidió cambiar su nombre para este artículo, el año pasado contó por primera vez que llevaba casi tres años tomando sildenafil. Lo recuerda así: estaba en su casa, era de madrugada, acababa de llegar de un carrete, estaba borracho y llorando, cuando su papá lo encontró y le preguntó qué le pasaba. En ese momento decidió revelar su secreto. Contó entonces que a los 21 años había tenido su primera relación sexual: fue con una compañera de la universidad, se gustaban, pero no fue como él lo había imaginado. Tampoco en la segunda ocasión.
El problema era que rá- “Cada vez que sabía que podía tener relaciones con mi pareja iba a buscar la pastilla a la farmacia (... ). Siempre tenía una en la billetera”. Pidamente perdía su erección. Y cada vez el nerviosismo y la inseguridad eran más fuertes. Para buscar una solución, logró que su tío, que es médico, le consiguiera Viagra. No fue honesto con él: le dijo que era para un amigo. Probó cinco veces con la pastilla. Notó alguna mejora, pero nunca logró el resultado que esperaba. Sus erecciones eran muy fugaces.
Finalmente, a pesar de que su compañera le gustaba, la ansiedad de enfrentar la relación sexual hizo que se alejara de ella. —Las relaciones sexuales que tuve después de eso fueron en fiestas, con alguna chica que conocía en la noche. Cuando creía que iba a ocurrir, me tomaba el medicamento y creaba todas las condiciones para que fuera rápido. No quería correr riesgos, porque sabía que a pesar de que tomaba el sildenafil el efecto duraba poco. Si no tenía la pastilla en mi billetera, no salía. Luego de hablar con su padre ese día de madrugada, Roberto acudió a tres urólogos para pedir distintas opiniones. Todos le pidieron exámenes y todos le dijeron lo mismo: su cuerpo estaba en perfectas condiciones. Para solucionar su problema debía ir a un sexólogo.
El urólogo y andrólogo de la Red Salud UC Christus, Marcelo Marconi, cuenta que en su consulta cada vez recibe más jóvenes y a gran parte de ellos termina derivándolos a un psicólogo o un sexólogo.
Hoy, los hombres entre 18 y 35 años, dice, corresponden a un tercio de sus pacientes. —Muchos de ellos sienten que si no se toman la pastilla no les va a ir bien, y al final se empiezan a hacer dependientes de un medicamento que físicamente no necesitan.
Les hacemos los exámenes para demostrarles desde un punto de vista objetivo que no tienen un problema físico, y ahí los derivo a un psicólogo para ir disminuyendo de manera gradual el uso de la pastilla. Cuando comprenden eso, después andan bien. De los jóvenes que veo que consumen sildenafil, el 50 por ciento genera una dependencia psicológica —explica Marconi. Gonzalo Soto, sexólogo y doctor en Psicología, recibe en su consulta particular a varios pacientes jóvenes derivados de urólogos. Actualmente, afirma, atiende a 15 menores de 25 años.
Explica que llegan al urólogo porque ya agotaron todas las opciones para solucionar su problema. —En las consultas que tengo la percepción es la misma: hubo uno, dos o tres malas performances y se va instalando un patrón de recurrencia que hace que el joven se evalúe deficiente en el desempeño del encuentro sexual. Esta experiencia afectiva te inunda y va acompañada de un pensamiento obsesivo de que es el pene el que falla, que te vulnera. Esa experiencia es muy miserable para todos estos sujetos —señala Soto.
Según el sexólogo, todos los pacientes veinteañeros que ha atendido han tenido experiencias con sildenafil y, en general, en todos hay una autoestima muy baja. —Veo a sujetos muy conflictuados desde lo ansioso, con pensamientos depresivos y autoflagelantes, con consumo de alcohol y drogas por lo mismo. Cuando les ocurre algo así, el mandato es busca en internet, resuélvelo, copetéate más, toma más, tómate alguna cosa, fúmate un pito, no preguntes, no lo converses —agrega Soto.
El doctor Carlos Cotiz, director del Instituto Chileno de Sexología, explica que las expectativas y las ideas sobre la sexualidad que tienen los jóvenes en sus imaginarios tienen que ver con una mala educación sexual y una fuerte influencia de la pornografía. —El mensaje de la pornografía de que se debe tener un pene erecto, que dure una o dos horas, evidentemente distorsiona completamente la realidad, porque no es así. Es una mala escuela de la educación sexual. Al final, el joven que años quiere compararse con eso, y les genera inseguridad, miedo, desconfianza a la hora del acto sexual. Con todos estos mensajes se produce mucha ansiedad y como quieren que les vaya bien, comienzan a tomar estos medicamentos —explica Cotiz.
Jaime, en la estación de servicio, cuenta que a los 18 años la comparación de su sexualidad con los referentes de la pornografía era desoladora. —Sentía mucho la presión de que otras personas duraban más que yo. Veía que había hombres que duraban 1 hora, 40 minutos, y en mi caso eran segundos. Es fuerte. Sabía que yo no estaba bien.
Cuando Jaime comenzó a tomar Viagra, a los 18, además de lograr los resultados que quería, recuerda que al rato sentía otro tipo de efectos en su cuerpo. —A veces me daba dolor de cabeza y se me aceleraba el corazón, como un bochorno en la cara. Me puse a leer en internet y supe que el medicamento diluye mucho la sangre, algo así, y me acuerdo que me daba miedo que me diera un infarto —Cuenta.
El urólogo y andrólogo Cristián Palma, de la Clínica Las Condes, explica que los principales efectos secundarios del sildenafil pueden ser dolores de cabeza, sonrojo en la cara, sensación de congestión y quizá alteraciones visuales, pero que no pasa más allá de eso. —Que les pueda dar un infarto es un mito; en general, no aumenta el riesgo cardiovascular.
En Estados Unidos se dan 50 millones de dosis de estos fármacos al año y no ha aumentado el riesgo cardiovascular de que alguien se pueda morir con esto —explica Palma, y agrega que con lo único que no se puede tomar es con nitroglicerina sublingual, que se utiliza principalmente para bajar la presión. “Yo soy súper frío de cabeza. El Viagra, la marihuana, son etapas que fui quemando. Lo probaste, bien, chao”, dice Andrés, quien tomó por dos años sildenafil cuando tenía 23.
Marconi, de la Red Salud UC Christus, añade que la combinación con cocaína también puede ser compleja, ya que hay probabilidades de que se genere una erección prolongada de varias horas, que si no es tratada a tiempo, puede derivar en una impotencia definitiva.
El especialista comenta esto porque sabe que es común que los jóvenes vayan a las fiestas con sildenafil y lo mezclen con lo que sea que estén consumiendo ese día, sin necesariamente tener algún tipo de dificultad sexual. —Hay otro grupo de pacientes que no me toca ver, porque no van al médico, pero que sí está descrito en la literatura a nivel internacional, que es lo que llamamos el consumo recreacional del sildenafil. Van a una fiesta y se toman uno de estos medicamentos con el objetivo de mejorar la performance sexual —señala Marconi. Andrés, 32 años, prefiere resguardar su apellido. Es egresado de Marketing y se dedica a diseñar y manejar páginas web. En una de ellas vende sildenafil por internet. Cuenta que al mes tiene cerca de150 pedidos y que la mayoría de sus clientes son mayores, pero que frecuentemente le toca hacer despachos a jóvenes que hacen pedidos solo una vez. Piensa que probablemente es para algún carrete. Lo dice porque él mismo tomaba este fármacoenese contexto cuando tenía 23 años. —La primera vez fue para un carrete, con el alcohol y todo. Además tenía el bicho interior de saber qué se sentía tomar un Viagra. Lo probé por curiosidad, para saber qué se siente —dice. Durante dos años tomó sildenafil una o dos veces al mes. Siempre para alguna fiesta. —Es para irte a la segura. Si sabes que como a las tres de la mañana vas a tener relaciones, te la tomas una hora antes. Pero la verdad tampoco es tan necesario, es una monería, una tontera que uno hace —recuerda, y aclara que nunca le dijo a las mujeres con las que estaba que había tomado sildenafil. Cuenta que recién cuando tenía 25 años comenzó a cuestionarse si tal vez tenía una dependencia al fármaco y a preguntarse si podría tener relaciones sin tomarlo antes.
De a poco fue probando, dice, hasta que finalmente dejó el sildenafil, lo que coincidió también con que dejó de salir a fiestas y se concentró en sacar su carrera. —Yo soy súper frío de cabeza. El Viagra, la marihuana, son etapas que fui quemando. Lo probaste, bien, chao —agrega Andrés.
El sexólogo Rodrigo Jarpa considera preocupante la utilización de este fármaco como comodín para tomar alcohol y algunas drogas. —Vivimos en una cultura muy amiga de la evitación y este tipo de pastillas nos permiten evitar el riesgo y la incertidumbre de si “vamos a funcionar o no”. Me parece grave, y no menos frecuente, que jóvenes sin ningún tipo de disfunción usen la mágica pastillita azul para contrarrestar los efectos del carrete.
La gran mayoría de ellos no les comentan a sus parejas acerca de este consumo, ya sean parejas estables o simples encuentros de una noche; así, todo el desempeño gimnástico será atribuido a la capacidad del macho —explica Jarpa.
Para el doctor Francisco Osorio, de la Clínica Alemana, muchas veces este medicamento en las fiestas tiene un efecto placebo entre los jóvenes. —Como además toman trago y comieron antes, la absorción del medicamento va a estar disminuida, incluso en un 50 por ciento. O se lo toman 15 minutos antes y no saben que en tan poco tiempo no hace efecto. Creen que les hizo efecto porque no lo necesitan: tienen igual la erección, pero se sienten protegidos por el hecho de estar tomando la pastilla. LD) Jaime tenía 22 años cuando tomó la decisión de consultar aun médico sexólogo. Llevaba casi tres años desde la primera vez que había consumido sildenafil. Lo tomó constantemente durante casi un año, luego abandonó el fármaco porque le dejó de hacer efecto e intentó hacer una pausa de varios meses. Al volver a tomarlo, se dio cuenta de que definitivamente no funcionaba. Desesperado, dio con el nombre de un sexólogo y tomó una hora con él. —Recién ahí, con el doctor, supe que mi problema no era físico, sino que psicológico —dice Jaime.
Empezó una terapia y a comprender lo que realmente le ocurría. —En ese momento, cuando tenía 18 años, sentía una presión sobre mí muy grande, y entendí que lo que me pasaba sexualmente era por estrés. Tenía una vida muy ajetreada, trabajaba y estudiaba, además mi polola había quedado embarazada. En la terapia me di cuenta de que cuando comenzó mi estrés se iniciaron también mis problemas sexuales —relata. El sexólogo le enseñó a Jaime ejercicios de relajación y de respiración para enfrentar situaciones de estrés, que hasta hoy aplica tres veces al día. De apoco fue recuperando su actividad sexual y enfrentando sus problemas. Hoy, dice, está contento porque ha mejorado su rendimiento sexual, según dice, en un 80 por ciento. Sigue con su misma pareja, con quien tiene una hija. —Me habría gustado haber consultado con un médico antes, pero bueno... Al menos ya me olvidé de esa pastilla —dice Jaime, suspirando aliviado. S