COLUMNAS DE OPINIÓN: Cuidar el tono
COLUMNAS DE OPINIÓN: Cuidar el tono Gonzalo Cowley P.
N o es un misterio para nadie que las épocas electorales, y la legítima lucha por el poder, a veces se salen del marco de la necesaria amistad cívica a la que deben someterse quienes están la arena política.
Y ese sometimiento no es solamente una aspiración ética, sino muy especialmente, una necesidad para la buena salud del sistema democrático y su infraestructura principal: un régimen de reglas, deberes y derechos que fortalezcan la convivencia social, el progreso material y el respeto a los derechos fundamentales de la comunidad.
Luego, exponer con claridad y honestidad las controversias en juego, con menos frases para la "galería" y con intención pedagógica, no debiese constituir ingenuidad para quienes la practican, y sí, en cambio, una deseable aspiración a consolidar una comunidad que celebre la cohesión social y su apego a principios democráticos. Porque si algo es precisamente claro es que, cuando los líderes no saben procesar diferencias, lo único que consiguen es transmitir a la ciudadanía que las formas no importan. Hemos visto en las últimas semanas un recrudecimiento de los conflictos de convivencia escolar que se resuelven con las manos, arma blanca o pistola.
Quizás aquello es la punta del iceberg en un contexto de otros modos intangibles qué, de la mano de las tecnologías digitales, de un relajamiento del respeto en el aula y del debilitamiento de las formas pacíficas de resolución de conflictospor efectos de las olas de inseguridad y violencia delictual, hay algo en el fondo que puede estar silenciosamente incubándose. La democracia no es algo autoinmune. No se regenera de manera espontánea. No depende únicamente de un sistema de reglas jurídicas ni de la coerción del Estado frente a tal o cuál conducta.
El abuso del tono, de la desinformación, de las llamadas fake news u otras maneras de desacreditar un debate racional que descanse en hechos, la repetición entre iguales de mensajes que no se procesan en su veracidad, todos, constituyen un mensaje final: desconfianza generalizada que termina horadando la democracia y el constructo de valores fundamentales que aseguran una convivencia social civilizada. La virtud democrática exige cuidar el tono, las formas y el lenguaje, que no son sino representaciones que construyen cultura.
A mayor abundamiento, preguntarse porqué Bielsa le pidió a su equipo en la liga inglesa dejar que su rival anotara un gol, por considerar que el de su equipo no había sido logrado en buena ley. Cuidar el tono.