Autor: Por Valeria Barahona
La sobremesa de Stella Díaz Varín que duró siete años
Claudia Donoso Ediciones UDP 148 páginas S12 mil DÍAZ VARÍN LLEGÓ DESDE LA SERENA A SANTIAGO PARA ESTUDIAR MEDICINA. PARA SUBSISTIR, ESCRIBÍA EN LA PRENSA. A periodista y artista visual Claudia Donoso pa Ó casi una década entrevistando, en diversos días, horas y estados de ánimo a la poeta Stella Díaz Varín quien murió a los 79 años el 2006.
Con ese material escribió “La palabra escondida: conversaciones con Stella Díaz Varín”, publicado recién por Ediciones Universidad Diego Portales (UDP). El título remite a uno de los poemas más conocidos de la autora, “La palabra”: “Una sola será mi lucha /Y mi triunfo; /Encontrar la palabra escondida /aquella vez de nuestro pacto secreto /a pocos días de terminar la infancia”. Con esa búsqueda Donoso armó este volumen completo: “recoge la oralidad de la La poeta colorina, autora de “Los dones previsibles”, habló con la periodista Claudia Donoso durante los últimos años de su vida.
Esas confesiones de una amistad profunda fueron transcritas en “La palabra escondida: conversaciones con Stella Díaz Varín” (UDP). stella, su forma de hablar cotidiana e íntima, que para mí tiene un valor poético, palabra era su territorio, entonces escucharla hablar siempre era una fiesta”. Stella Díaz, autora de “Razón de mi ser”, “Sinfonía del hombre fósil”, “Tiempo, medida imaginaria” y “Los dones previsibles” marcó la segunda mitad del siglo XX con sus versos. Por su cabellera roja le llamaron “la colorina” y fue inmortalizada en decenas de entrevistas por uno de sus pretendientes, Alejandro Jodorowsky. El mito de Díaz Varín resuena como su voz ronca. No escribió mucho y falleció el año 2006 a los 79 años. Ganó un concurso público para hacer un libro, pero el dinero lo invirtió en cambiar las cañerías del gas de su casa. Vivió y se consagró en la Villa Olímpica de Nuñoa, rebautizada “campus Los Jazmines” a causa del nombre del pasaje.
Allí llegaban estudiantes de letras de la “punk” capaz de escribir estos versos: “Ya no estaré tan sola desde hoy día. /He abierto una ventana a la calle. /Miraré el cortejo de los vivos /asomados a la muerte desde su infancia. / Y escogeré el momento oportuno / para enterrarla”. —En las primeras páginas hablas de “un Chile donde la plata no era motivo de conversación ni de prestigio”, ¿un lugar así engendra seres como Díaz Varin?—Exacto. Ese fue todo un mundo inimaginable y desaparecido hoy.
El mundo en que vivió la Stella, la generación de mis padres y yo también he escuchadosus relatos de cómo funcionaba esta ciudad (Santiago) donde, por supuesto, había mucha menos gente, pero nadie andaba con una chaucha en los bolsillos y hacían cosas en la noche, literatura, ideas, y de eso se alimentaban. —Jodorowsky ha contado varias veces su historia de amor con ella, pero en “La palabra escondida... ” parece que ya la tenía aburrida... —Hablamos bastante sobre esa relación y ella termina diciendo “yo no andaba con ese coso, ese coso andaba Lo bonito es que la Stella es muy plástica, muy contradictoria en sus decires, entonces deja todo como vivo: por un lado dice que Jodorowsky era el ser más fascinante del mundo y sacaba trote (artístico) a todos los de su generación; y cuenta su relación amorosa con él, donde terminan comiendo dulces judíos en lugar de perder los dos la virginidad.
Después ella dice de Jodorowsky que no es de dulce ni de agraz, que en el fondo era un charlatán, eminentemente un florero, y se refiere a él como “ese gallo con cara de gallinazo que es ahora y era tan lindo cuandojoven”. —Qué fuerte. —Eso da cuenta de la distancia del tiempo y la diferencia de temperamento con una persona que se fue de Chile y tuvo éxito, mientras acá ser artista es un poco más difícil. También hay distintos tipos de artistas, por ejemplo, él tiene un talentazo y va en pos de lo positivo, lo que funciona como algo luminoso, integrativo.
En cambio Stella, es lo contrario: se interna por los oscuros pasadizos de un país azotado por “Stella come chunchules, queso de cabeza, perniles, toma trago hasta que le da puntada, entonces ella es como el dispendio, el lujo de no ahorrar”. STELLA DÍAZ VARÍN ABRAZADA DESDE ATRÁS POR LA PERIODISTA CLAUDIA DONOSO DONOSO CONVERSÓ CON DÍAZ VARÍN DURANTE VARIOS AÑOS. “Mira, yo la vida no la miro así como diciendo ¡ ay, qué cosa más terrible! Nada.
En realidad estoy muy ansiosa por vivir, aunque duela como caballo” Es la particularidad de una persona extraordinaria, fuera de lo común, que nace y despliega su ser, su individualidad, con mucha libertad”. una historia muy violenta, donde nunca fue capaz de asegurarse una vida material, versus Jodorowsky que hizo cundir su propia figura, se vendió muy bien, supo administrarse.
Él no toma, no come carne, qué sé yo, mientras que la Stella come chunchules, queso de cabeza, perniles, toma trago hasta que le da puntada, entonces ella es como el dispendio, el lujo de no ahorrar. —De no ahorrarse a ella misma. —Claro, no calculaba. (... ) Creo que ella resistió las consecuencias. Parecía un ser muy fuerte, pero en el fondo era como cualquiera, que se vio muy afectada por un entorno donde también predominaba lo masculino.
Ella peleó contra eso y ella dice en el libro que nunca ahorró, porque “si uno compra una falda y la guarda, se la comen las polillas”. Ella creía mucho en estar viva y el ahorro con su vida, con su palabra, con su cuerpo, con todo, no formaba parte de su integridad, su temperamento ni con la persona que ella era. Por eso era desmedida también, no calculaba lo que decía ni lo que hacía. SIETE AÑOS —Esa intensidad es lo que hace grande a Stella, al final. —Es la particularidad de una persona extraordinaria, fuera de lo común, que nace y despliega su ser, su individualidad, con mucha libertad. Hay personas que se autocensuran, se atienen a la norma social, en cambio, la Stella era todo lo contrario. Le gustaba eso.
Si podía intervenir en la realidad y cambiar el orden, lo hacía, era parte de su manera de ser, ya fuera en una conversación de a dos o en un grupo de diez personas, ode 100. Era muy teatral, también, performática.
En lugar de desplegarse en un escenario se desplegaba en el escenario de la ciudad. —Ustedes pasaron siete años conversando. -Sí, aunque no pasamos ese tiempo encerradas conversando (ríe), sino que la amistad entre nosotras se fue haciendo cada vez más real, más metida con la vida, con sus últimos siete años. Era una Stella vieja, más frágil. Logramos una cercanía, una intimidad, porque nos aveníamos simplemente. Si ella hubiese tenido que hacer un esfuerzo por venir a mi casa... no habría venido. No nos juntábamos para hacer entrevistas, nos juntábamos para estar juntas, sin programa ni pauta porque con ella era imposible.
Conversamos como conversan las amigas, y en todo ese desorden que iba saliendo estaba su vida entera. —Estos saltos y mezclas que tiene la poeta en los recuerdos sobre el Norte Chico de su infancia, sus antepasadas monjas, la llegada a Santiago, la bohemia y las caminatas junto a otros notables como Teófilo Cid... Díaz Varín a ratos es muy filosófica, en otros muy poeta e incluso en algunos pasajes muy dueña de casa. Tu libro es como tu obra plástica, tus collages. —Es una sutil asociación la que haces, porque para mí casi todo es collage. Soy muy collage para las cosas, muy de trabajar con fragmentos. En este caso me encontré con una transcripción de 500 páginas. La construcción del libro es literaria, desde el punto de vista estético, pero esas entrevistas no fueron como salen en “La palabra sino que se armaron desde el punto de vista del lenguaje.
No cambié ninguna de las palabras que dijo, pero escogí las partes, como se hace en el collage, para pegar, pegar, pegar hasta llegar a una forma que nace del mismo material que tienes, por lo cual fue un trabajo muy intenso, muy exigido para llegar a lo que quería llegar. Donoso ahora trabaja en un libro sobre el pintor y escritor Adolfo Couve (“Cuando pienso en mi falta de cabeza”). Son también varios años de conversaciones juntos. “Entre el balneario (de Cartagena, en la Región de Valparaíso, donde pasó los últimos años) hasta 1998, cuando se suicidó, no había otro que él. Una vez que murió, entró la Stella”, cuenta Claudia Donoso. “Ahora no sé quién irá a entrar, parece que se agotó el cupo”, concluye la autora mientras ordena cajones con cientos de hojas transcritas. Donoso tiene oficio: ejerció durante 30 años como periodista.
Además suyo es el libro “Insectario amoroso” y “Enrique Lihn en la cornisa” que reúne “una entrevista pendiente, un poema intempestivo y una secuencia fotográfica” junto al poeta que también fue su amor. (4 el nihilismo Adelanto del libro “Palabra escondida: Conversaciones con Stella Díaz Varín” Por Claudia Donoso has declarado cada vez más nihilista. ¿O es un decir? —Esa es una oscilación que he tenido siempre, porque si uno se pone a buscarle algún sentido a la vida es inevitable darse vuelta en el nihilismo más loco. ¿Porque para qué, si no hay dónde? ¿ Para qué, si la vida es insoportable, y hagas lo que hagas te vas a morir igual? Pero si no hay nada que hacer, caes en la negación absoluta y te suicidas. Entonces, por lógica, también piensas que, si igual te vas a morir, tienes la opción de hacer algo. No sirve para nada, pero te puedes dar ese lujo. —¿ El lujo de qué? —De vivir en la incertidumbre y de llegar a convertirte en individuo. Porque no naces individuo, sino que te conviertes en uno en la medida en que piensas con libertad, a partir de ti mismo y no de los demás. Pero sucede que da miedo y la gente busca subterfugios, porque decidir ser lo que eres sin agachar el moño es una opción que tiene riesgos. Pero, bueno, de eso se trata. ¿O estás sobreviviendo? Porque condición sine qua non para morirse es estar vivo, pues. Eso es irredargúible. —¿ Cómo consideras que ha sido tu recorrido vital en cuanto a bienes y daños? —Mira, yo la vida no la miro así como diciendo ¡ ay, qué cosa más terrible! Nada. En realidad estoy muy ansiosa por vivir, aunque duela como caballo.
Asumí hace muchos años que si hago lo que hago o hice lo que hice y después ando sufriendo, es lo que me busqué y lo que corresponde a mi comportamiento, a mi conducta, a mi actitud.
A lo mejor me equivoqué, puede que la cuestión haya estado por otro lado, es posible, pero no le ando echando la culpa a medio mundo y me niego a ser, no víctima, sino siervo del dolor. Esa ha sido mi opción y a ella me apego.
Violeta Parra no soportó la vida y se suicidó a los 50 años. —Hubieras visto a esa mujer como yo la vi, destruida, agotada, tomando unos vinos tintos de la peor especie, llorando, toda la vida llorando, y era un lloro sexual. Y, paralelamente, esa mujer componiendo y escribiendo verdadera poesía, una poesía que supera de lejos a la de su hermano Nicanor.
La calidad de la Violeta Parra es de las más altas, porque transmite lo humano esencial y eso sirve para la vida, para la tuya, para la mía y para la de los que vendrán. —Según se sabe, el golpe de gracia para Violeta fue la decepción amorosa y la de la quiebra de la carpa que instaló en La Reina, donde su público no la siguió. En tu caso no te veo para nada suicidándote. ¿ O me equivoco? —No. El suicidio, para mí, no. Menos a causa de un hombre. A qué edad decidiste quedarte sola? a los 50. Tampoco es que una decida quedarse sola, sino que te vas quedando más sola que un pescado sin su cardumen y más sola que la campanada de la una.
Pero en realidad a los 50 años me sentía dueña de la tierra, estaba muerta de la risa, bailando en una pata, y por lo tanto no tenía ninguna necesidad de dejarme invadir por un pelmazo. «3