Autor: CATALINA MENA POR CRISTIAN CARVALLO
La cabeza de CARLOS ALTAMIRANO
“Le tengo fobia al circuito del arte. Tengo la sensación de que hay una carrera desenfrenada por el profesionalismo y por triunfar, y eso no me interesa”. Si viviera sol0, Carios Altamirano tendría una casa desordenada.
Sería tal vez un puro taller repleto de objetos, fotos y papeles, Pero como vive con su mujer antropóloga y su hijo preadolescente, tiene una casa “hiperburguesa”, como él mismo sillones y te Jevisor para ver el fútbol. Quitado de bulla y solitario, Altamirano es un espécimen más singular y complejo de lo que parece. Eso lo saben quienes conocen su vida y obra.
A finales de los años 70 y comienzos de los 80, siendo un veinteañero, formó parte de la llamada “Escena de Avanzada”, una generación de artistas y escritores jóvenes, apasionados, críticos y audaces, que en aquellos años transgredieron los discursos oficiales, Eran pocos y se conocían entre todos; iban a bares como el Jaque Matte, en Plaza Aunque se oponían férreamente al régimen militar, no comulgaban tampoco con la izquierda tradicional. Circulaban con sus obras y textos en espacios marginales; usaban vídeos, fotografías y performances; escribían, pensaban, discutían, pero también bailaban. En el fragor de esos encuentros no se dieron cuenta de que estaban llevando el arte chileno a otro nivel. Hoy 'muchos de ellos son figuras que gozan de prestigio cultural.
Algunos nombres: Nelly Richard, la teórica francesa que bautiza de Avanzada” a ese movimiento creativo; Carlos Leppe, referente fundamental de la performance en Chile; Eugenio Dittborn, Premio Nacional de Arte, y los escritores Di: Eltit y Raúl Zurita, ambos Premio Nacional de Literatura. Ríacomo Idas y vueltas Carlos Altamirano fue testigo y partícipe de ese momento que cambió el arte chileno y su propia vida. El artista pasó su niñez y adolescencia en Chillán, A los catorce años entró a la Escuela Naval, donde hizo segundo y tercero medio. En su familia, conservadora y de derecha, ese era considerado el mejor lugar del mundo.
Su tío había estudiado ahí y correspondía que Carlos, el mayor de seis hermanos, cumpliera con la tradición, La pasada fue traumática, All el adolescente se topó lencia que hasta Cuenta que uno de sus compañeros le pedía vigilar la puerta de la sala mientras golpeaba a otro “por roto”. Tras esa estadía en la Escuela Naval, volvió a terminar el colegio en Chillán. Tenía 16 años cuando egresó. Entonces decidió que no compartía el ideario familia comenzó a dibujar compulsivamente y se identificó con las ideas de la izquierda. A esa edad salió de su casa y nunca más volvió. Entró a estudiar Arquitectura en Valparaíso, pero duró poco en la carrera. “No sabía lo que quería”, cuenta, “Pensé estudiar cine, pero ese año no habían cupos, así es que entré a Arquitectura por meterme a algo. Pero yo no iba a clases, vagaba por la ciudad, dibujaba”, Tras un año en el puerto, se trasladó a Santiago y entró a Arte en la Universidad Católica.
Tampoco duró mucho, se retiró pasado un año, aunque en ese tiempo comenzó a hacer grabados Erafines delos años setenta y este joven provinciano que buscaba su destino hizo una exposición de sus xilografías, a la que asistieron la crítica cultural Nelly Richard y el artista Carlos Leppe, fallecido en 2015, Con ellos entró en una vorágine de ideas, conversaciones y experimentaciones artísticas. “Yo fui arrasFigura singular dentro del medio del arte chileno, Carlos Altamirano (66) apareció en escena a finales de los años 70, siendo uno de los artistas más experimentales que operaron en dictadura. Desde entonces ha desaparecido y reaparecido varias veces, lo que le otorga cierto misterio. Ahora acaba de sacar su primer libro, con el que revela su desconocido talento de escritor. Un libro que es una ventana a su particular cabeza. Por trado por Nelly y Lepe, como te arrastra la resaca del mar. Les puse muy poca resistencia, Ellos eran más experimentados que yo y tenían una energía intelectual arrebatadora”, cuenta Altamirano. Incluso, los tres vivieron juntos en la parcela de Ri chard, en La Florida. “Para mí todo eso fue un viaje alucinante. Pasé cinco años viviendo diariamente con ellos. Todo el día conversábamos, todos los días, entonces a uno, inevitablemente, se le activaba la cabeza”, agrega. Juntos dirigieron galerías de arte, artistas e hicieron publicaciones que hoy son referentes indiscutidos de la historia del arte chileno. —¿ Cómo fue tu relación con Lepe? —Cambiante. Al principio fue intensa, porque me encandiló, produjo una gran admiración. Era un tipo brillante. Así como hay gente que tiene oído absoluto, él tenía ojo absoluto, Era certero en relacionar imágenes difíciles de conectar, Lepe era un tipo apasionado, hipersensible, exuberante, hablaba mucho. Yo era más para adentro. Leppe era exhibicionista, ingenioso, competitivo, y todo eso era también agobiante. “Nunca he hecho carrera” cuando tenía 27 años y ya estaba convertido en “joven promesa” del arte crítico, Carlos Altamirano decidió retirarse.
“Dije 'no más”, me despedí de todo y cambié de profesión”. Tras esa despedida, se convirtió en vendedor de artículos electrónicos en Almacenes París y luego se metió al mundo editorial, donde permanece hasta ahora, siendo socio de Ocho Libros Edi tores y del periódico El Desconcierto, Desde esa primera renuncia al arte, Altamirano se por varias veces por largos períodos y ha vuelto a “recaer” otras tantas, como él mismo señala. Así ha tenido apariciones intermitentes y lapsus de hasta cinco años de silencio, pero cada vez que vuelve, realiza muestras que impactan, la mayoría en el Museo Nacional de Bellas Artes. “Yo no siento que tengo que estar todo el tiempo exhibiendo. Si no tengo nada que decir, me quedo. Callado”, aclara. Los trabajos de Altamirano (que ha recibido dos premios Altazor) han sido, desde el principio, raros e híbridos. Mezclan imágenes y materiales para disparar nuevos sentidos, Su obra se mueve en todos los lenguajes, pero siempre arma aginarios donde se reconoce la cultura callejera chilena. De hecho, mucha de su primera obra fueron registros e intervenciones en plena calle, Asus 66 años, Altamirano ha sacado la cuenta de que le quedan menos años para adelante que para atrás. Y quiere durar para estar con su hijo de 12. Por eso se cuida de excesos (solo una cerveza al mediodía) y sale a trotar por su barrio, en Providencia. Eso lo mantiene flaco, pero también le ayuda a pensar. “Corriendose me ocurren un montón de cosas”, cuenta, “es productivo”, Y así ha estado últimamente: produciendo.
En este momento está mostrando su obra en Factoría Santa Rosa (barrio Franklin) y acaba de lanzar el libro Unas fotografías, con la editorial de Universidad Diego Portales, que ha tenido comentarios muy enro, escrito y diseñado enteramente por él, tiene como ja, enla portada una caja de cartón. Es su vieja y desvencijada que ha ido acumulando cientos de fotografías y recortes de variadas procedencias que utiliza para realizar sus obras. A partir "Soy súper tímido. Callado y de poca vida social. Y me tengo poca fe. Siempre que hago algo estoy completamente seguro de que va a ser un desastre y que no debería hacerlo, pero igual lo hago. En ese gesto venzo mi tímidez”, dice.
En la foto, parte de su instalación en en Factoría Santa Rosa. de estas imágenes mestizas, pero que atañen a su memoria personal (una vaca muerta, una esquina céntrica, una foto escolar), Altamirano va desplegando relatos que envuelven al lector en la música de su cabeza.
“En eso consiste mi trabajo: en poner en tiemmi memoria”, splegando un lenaje de original belleza, el autor reescribe momentos desuinfancia, habla del auto de su abuelo, de las 43 casas en las que ha vivido, de su fallida presentación en la Bienal de Venecia, de su gato y de lo que sea, mezclando relatos breves con observaciones, pensamientos y asociaciones libres. —¿ Por qué se te ocurrió escribir? —La escritura es algo que siempre me fascinó. Mis grandes héroes intelectuales son escritores y no artistas visuales, Adomás siempre fui muy lector. Y siempre quise escribir, tenía una cuenta pendiente ahí. Pero este libro no comenzó por el texto, sino porel diseño, Primero armé la maqueta, donde coloqué las fotos seleccionadas de mi caja y dejé espacio para escribir sobre cada una.
Y cuando ya lo tenía diseñado y parecía libro, al serté los textos, —Uno se relaciona distinto con un libro que con una exhibición. —Hay una relación más cotidiana con el libro; en cambio, la obra de arte se percibe como sagrada, icónica, de valor incalculable. Esa parafernalia me cansó. ¿Participas en el circuito del arte? —Muy poco, casi nada. Le tengo fobia.
Tengo la sensación de que hay una carrera desenfrenada por el profesionalismo y por triunfar, y eso no me interesa, —La idea de éxito va ligada a concebir al artista como un profesional que hace carrera. —Yo nunca he hecho carrera. Decidí muy temprano que no ibaa dedicarme profesionalmente al arte. Porlo tanto, elegí trabajar en otra cosa y eso me da una independencia que encuentro sana.
“La incertidumbre es estimulante” —En los años 90 tú mostraste los rostros de los detenidos desaparecidos cuando era un tema que estaba bajo la alfombra. ¿Por qué? —Justamente por eso, porque estaba silenciado mientras el país se jactaba de ser el jaguar de Latinoamérica y eso me irritaba. Pero cuando hablo de los detenidos desaparecidos, estoy hablando de mí mismo.
La dictadura es parte de mi biografía, de mi y por eso el tema me pertenece. ¿Te identificas con la noción de arte político? —Es que en esa categoría se clasifican obras de carácter norque dicen lo que está bien y lo que está mal. Un tipo como Alfredo Jaar, por ejemplo, anda predicando cómo tiene que ser la vida, es como el Capitán América, que esparce la de'mocracia por el mundo. Y entrega mensajes de una manera certera, inobjetable, correcta, inteligente.
Eso yo no lo podría hacer, porque además no tengo ninguna certeza. -¿ No quieres tenerlas? —En realidad no quiero encontrarle sentido a las cosas, porque suelen responder a múltiples interpretaciones, todas válidas y todas equivocadas a la vez. La incertidumbre es estimulante. —En la contratapa de tu libro, Alejandro Zambra habla de una 'timidez suspendida”, ¿Qué habrá querido decir? —No sé. ¿No eres timido? —Soy súper tímido. Callado y de poca vic sal. Me ent tengo más conmigo mismo que en un choclón de gente. Y me tengo poca fe, Siempre que hago algo estoy completamente seguro de que va a ser un desastre y que no debería hacerlo, pero igual lo hago. En ese gesto venzo mi timidez. S
Resumen
Figura singular dentro del medio del arte chileno, Carlos Altamirano (66) apareció en escena a finales de los años 70, siendo uno de los artistas más experimentales que operaron en dictadura., A finales de los años 70 y comienzos de los 80, siendo un veinteañero, formó parte de la llamada “Escena de Avanzada”, una generación de artistas y escritores jóvenes, apasionados, críticos y audaces, que en aquellos años transgredieron los discursos oficiales, Eran pocos y se conocían entre todos; iban a bares como el Jaque Matte, en Plaza Aunque se oponían férreamente al régimen militar, no comulgaban tampoco con la izquierda tradicional., Tampoco duró mucho, se retiró pasado un año, aunque en ese tiempo comenzó a hacer grabados Erafines delos años setenta y este joven provinciano que buscaba su destino hizo una exposición de sus xilografías, a la que asistieron la crítica cultural Nelly Richard y el artista Carlos Leppe, fallecido en 2015, Con ellos entró en una vorágine de ideas, conversaciones y experimentaciones artísticas.
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