Autor: Rodrigo Contreras Vergara
“La patrimonialización de las cosas y de lo público no depende de un grupo burocrático o de tal o cual ley”
Ace un año que Víctor Brangier Peñailillo asumió como director del Centro de Documentación Patrimonial de la Universidad de Talca.
Tras un contundente recorrido académico, que incluye una licenciatura, un magíster y un doctorado en Historia, llegó para abrir el proyecto al ámbito de la investigación, sin dejar de lado, asegura, la vinculación con el medio, un sello que marcó la primera etapa del centro dirigida por el periodista Eduardo Bravo. Si bien Brangier nació en Concepción y luego se trasladó a Santiago en donde ha desarrollado toda su vida y carrera, tiene un vínculo afectivo con el Maule. La familia de su madre es de Cauquenes, así es que recuerda los viajes veraniegos a esa zona y los fugaces pasos por Talca en los incómodos buses Lit de los años 80.
Tras cumplir un año en el cargo, ¿ha cambiado en algo tu percepción del trabajo realizado por el Centro de Documentación Patrimonial? Lo pregunto porque entiendo que hay un interés por trabajar con otros énfasis, distintos a la motivación original que ponía el foco en la vinculación con el medio... “Al llegar al Centro de Documentación Patrimonial (CDP) me percaté que era un archivo con un fuerte componente de vinculación con el medio regional. Durante este último año de trabajo en esta institución he podido valorar este sello. Complementariamente hemos impulsado esfuerzos por atracción de masa crítica, abriendo este Centro al ámbito de investigación. Para ello hemos abierto convenios con instituciones de educación superior de la región para que los estudiantes investiguen en los fondos documentales.
También hemos difundido convocatorias para la atracción de proyectos de investigación de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID)”. ¿ Se mantendrá el espacio dedicado a relacionarse, por ejemplo, con investigadores que requieren consultar los archivos del Centro de Documentación?“Sí. Esto es primordial.
Por eso estamos trabajando en la elaboración de una Guía de Fondos del CDP, para orientar de mejor forma a las y los investigadores(as) sobre qué fuentes resguarda nuestro archivo”. ¿ Y con la comunidad en general, con el ciudadano interesado, por ejemplo, en la historia? “Realizamos un constante trabajo de difusión de los materiales patrimoniales que resguardamos a través de publicaciones periódicas en nuestras redes sociales, en la Revista Tralka y en la nueva página web que estamos lanzando.
Este es un esfuerzo diario que intenta llegar a la comunidad para que visiten el rico acervo documental de nuestro Centro, tanto en el espacio físico como en su plataforma virtual: El Portal del Patrimonio”. Patrimonio En términos patrimoniales la Región del Maule tiene un vasto material a destacar, cada uno con sus particularidades... ¿ Cómo crees que el Centro de Documentación puede aportar a la tarea de conservar y rescatar este patrimonio? “Esta es una labor constante.
Requiere que nuestro Centro esté en estrecho contacto con las instituciones y habitantes de la Región para que conciban al CDP como una instancia de resguardo y puesta en valor de los documentos que ellos generan y conservan por cuenta propia y que a la larga se convertirán en los materiales elementales de la memoria colectiva del Maule. En ese sentido, nosotros recibimos colecciones de libros, planos, periódicos, actas, fotografías, material audiovisual, etc., que son parte de instituciones o de personas naturales del Maule.
A veces se trata de donaciones y a veces de comodatos, y el CDP se compromete a la conservación de este material y a su puesta en valor”. ¿ Qué responsabilidad le cabe al Estado en la conservación patrimonial? “El Estado tiene la misión de articular con la sociedad civil y las instituciones públicas y privadas la conservación patrimonial y su puesta en valor. Me parece que en este sentido es clave el funcionamiento, las iniciativas y los fondos concursables del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Pero resulta importante insistir en que es más importante el papel de la sociedad civil (de) darle sentido a su propio patrimonio y articular con el Estado formas de resguardo y de reconocimiento de aquello que la misma sociedad considera de valor patrimonial”. Al leer sobre tu trayectoria, aparece que has trabajado arduamente en el Archivo Nacional Histórico.
Conoces entonces el ambiente, con sus virtudes y defectos, del proceso de conservación patrimonial. ¿Cómo visualizas el futuro de este tipo de labor, incluida por supuesto la que Víctor Brangier, director del Centro de Documentación Patrimonial de la Utalca, argumenta que “cuando la sociedad reconoce como valioso y con carácter histórico su propia cultura material e inmaterial, entonces hay más probabilidades de resguardo” realizan en el Centro de Documentación?“Los archivos en Chile tienden a la concentración en Santiago.
El Archivo Nacional Histórico y el Archivo Nacional de la Administración, ambos situados en la capital, son prácticamente la memoria del Estado al conservar documentación que proviene desde los documentos generados desde la conquista de los españoles en adelante. Esto no es así en otros países de América Latina donde los archivos están más descentralizados y cada provincia tiene su propio archivo.
Me parece que este es un desafío para nuestra realidad y en el mediano plazo debieran ir concretándose las expectativas de los anhelados archivos regionales”. Eres Licenciado en Historia, con un magíster y un doctorado en esa misma área.
Hay un evidente vínculo entre historia y patrimonio. ¿Cómo te ha ayudado tu formación profesional al momento de asumir un proyecto como la dirección del Centro de Documentación?“Mi formación en la disciplina histórica me ha ayudado a comprender que el valor patrimonial de las cosas (de monumentos, de documentos, por ejemplo) depende de una sociedad y de un tiempo determinado. No depende de un decreto oficial. Una oficina del Estado puede decretar que una plaza o una estatua es patrimonio de todos los chilenos y a la semana está rayada o destruida. Eso implica que la patrimonialización de las cosas y de lo público no depende de un grupo burocrático o de tal o cual ley. Depende del significado y valoración que la sociedad le da a sus mismos objetos que integran su propia memoria colectiva. Cuando la sociedad y la comunidad reconoce como valioso y con carácter histórico su propia cultura material e inmaterial, entonces hay más probabilidades de resguardo.
El estudio histórico de estos procesos de preservación o destrucción social de los monumentos y del espacio público me ha llevado a esta convicción”. Justicia Otro detalle que descubrí es tu área de especialización judicial, a propósito de ese mismo trabajo en el Archivo Nacional Histórico. ¿Te interesaría hacer algo similar en ese ámbito centrado en los archivos judiciales maulinos? “Sí. Actualmente estoy abriendo una veta de investigación sobre la historia del acceso a los derechos a la tierra en el siglo XIX maulino a través de pleitos judiciales. Específicamente me interesa mucho el área de Cauquenes, que posee un rico fondo documental sobre juicios ocurridos en esa zona durante el siglo XIX en el Archivo Nacional histórico.
En general, los expedientes judiciales dan cuenta no solo del trasfondo del conflicto (un pleito por derechos a la tierra por ejemplo) sino que también abren una ventana para deducir muchas cosas más, sobre la vida cotidiana de las personas en el pasado, sus condiciones de vida, las actividades económicas, los espacios de sociabilidad, etc.
Afortunadamente las distintas localidades maulinas generaron en el periodo colonial y en el siglo XIX muchos expedientes judiciales que hablan de estos temas y la gran mayoría de ellos no han sido investigados”, Con la experiencia de esos años estudiando los archivos judiciales, ¿se pueden sacar algunas conclusiones que sirvan en el actual contexto judicial de Chile, un sistema siempre bajo el escrutinio público, más ahora con la crisis de seguridad que vivimos?“La principal conclusión es que en el periodo colonial y en el siglo XIX la gente confiaba más en la justicia. Una razón central es que los jueces y los representantes eran personas conocidas para los habitantes de cada territorio. Los alcaldes y los policías (inspectores) eran jueces por ejemplo. No era necesario haber estudiado derecho para administrar justicia. Era mucho más importante conocer a la gente, habitar el mismo espacio que ellos para poder llegar a una sentencia justa. No se puede resolver un conflicto si no se conoce a sus actores.
Todo esto cambió radicalmente a fines del siglo XIX cuando la justicia se profesionalizó y los jueces (que sí habían estudiado derecho) debían resolver los casos en base a las leyes y no en base al conocimiento de cada vecino o vecina. Por otro lado, la crisis de seguridad actual tiene más de relato que de realidad. No en el sentido que sea ficción, sino que siempre ha habido inseguridad o delincuencia e incluso antes era más grave.
Los juicios criminales del siglo XVIII por ejemplo dan cuenta que la gente se juntaba en grupos de 10 carretas a la salida de cada ciudad o villa para cruzar los campos e ir a otra villa. Si iban solos temían ser asaltados o asesinados. Incluso podemos decir que hoy Chile presenta más seguridad que hace 100 o 200 años atrás. Los buses no esperan juntarse en grupos de 10 para salir desde los terminales de buses y cruzar la carretera en caravana para evitar ser asaltados por delincuentes en camiones. Ese no es un escenario que se viva hoy, pero sí se vivía en la colonia y en el siglo XIX”. Afición literaria Otra faceta que destaca es tu afición literaria.
Entiendo que fuera de lo académico, en donde has escrito muchos textos, también escribiste una obra de ficción: “Las Semillas de Colliguay”. ¿ Cómo se gestó el paso desde la historia, ajustada a parámetros objetivos, a la ficción? Pudiste optar por escribir textos puramente históricos, pero diste ese paso... “Las Semillas de Colliguay es un proyecto que nació en lo más duro de la pandemia. En plena cuarentena. Como mi pasión siempre ha sido la lectoescritura me encerré en la escritura de esta novela histórica. Fue como una segunda cuarentena para escapar de la cuarentena oficial. Y la verdad es que durante mi doctorado investigué durante 6 años juicios criminales de zonas rurales de Chile central durante el siglo XIX. Y siempre tuve la inquietud porque veía allí, en esas viejas fojas llenas de polvo y de hongos, huellas de personas comunes y corrientes que iban ante los jueces a narrar sus historias. Yo hice una tesis doctoral desde esas historias y luego he publicado papers en revistas científicas y he expuesto en congresos internacionales. Pero me parece que, al explicar científicamente esos juicios no estaba siendo fiel con los litigantes del pasado que narraban historias.
Por eso, con Semillas del Colliguay quise también narrar la historia de un juicio de 1822 que es dramático y muestra a personajes asustados, desesperados y también con esperanzas, en un Chile que era durísimo en el día a día y en el que tuvieron que lidiar con 10 años de guerras de independencia sin tregua”.