“Un proyecto de vida y dedicarte a la música son cuestiones que en Chile no pueden ir de la mano”
El compositor y productor musical que estuvo detrás de la banda sonora de «El Conde», la polémica cinta de Pablo Larraín, dice: “La película llegó un pelo más tarde de lo que debería haber llegado, porque los ánimos ya estaban caldeados con esto de los 50 años del golpe”. Me encantó trabajar con Pablo. Es un gallo que tiene cultura musical.
Aprendí mucho”, dice Juan Pablo Abalo (44) de su trabajo como compositor y productor musical de la banda sonora de la película «El Conde», una de las películas chilenas más comentadas —para bien y para mal— del último tiempo. Abalo está viviendo en Austin, Estados Unidos, porque su mujer, la periodista Emilia Edwards, está cursando un postgrado.
Acaba de estrenar una obra que compuso para un cuarteto de cuerdas en el Lincoln Center, en Nueva York, y se especula —pero no lo confirma— que está trabajando en la música de la nueva película de Larraín, «María», sobre la cantante de ópera María Callas.
Doctor en Filosofía, con mención en Estética y Teoría del Arte, relata que la crítica negativa que tuvo «El Conde» en Chile se debe a que los ánimos estaban muy caldeados por la conmemoración de los 50 años del golpe y que esa acritud “muestra una animadversión chilena con la propia creación local”. Crítico musical en «The Clinic» durante nueve años, piensa que en el país el panorama musical está siempre en crisis y se asemeja a una industria frágil al borde del declive.
Arreglista musical de Eduardo Gatti y Dénver, con estudios en el Conservatorio de la Universidad de Chile y autor de varios discos solistas, le pregunto si cree que críticos musicales como Mark Fisher y Greil Marcus han hecho algunos de los diagnósticos socioculturales y políticos más lúcidos sobre el siglo XXI y me responde que “sí, porque la reflexión sobre la música es sobre momentos históricos o momentos presentes que abarcan moda, nuevos comportamientos, modos de hablar, ideas, política y tecnología”. —¿ Existe la industria musical chilena? —Yo creo que más bien trata de existir una industria musical chilena. Es muy precaria, tiene poca musculatura, claro, alguien me puede decir: “pero y este músico 0 esta cantante”. Son contados casos. Pero incluso, con esos casos, yo al menos lo que he visto es que está lejos de ser una industria de la cual se pueda vivir. Me parece que no es casualidad la falta de proyección familiar dentro del mundo de la música. Pensar en un proyecto de vida y dedicarte a la música son dos cuestiones que en Chile pueden no ir de la mano. A mí me sirvió mucho no tratar de depender y vivir de la música. “Hay una visión muy frívola de la cultura” Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez y editor de la revista RAL, dice que ha hecho una vida contra el lugar común del músico bohemio. “A mí me han dicho que no calzo con el perfil de un músico.
No me gusta mucho la noche, ni tocar en vivo, ni las giras, ni tampoco ir a ver conciertos, tampoco la vida social, entonces claro, no tengo una personalidad afín con el cliché del músico” Agrega que para ganarse la vida como músico en nuestro país hay que armarse de Hay un pensamiento súper paco, coercitivo, intransigente y poco reflexivo.
Es lo que le pasó a (Sergio) Micco en la Universidad de Chile”. 66 Existe (en el Ministerio de las Culturas) está animadversión a cuestiones consistentes, sólidas, grandes, en pro de unas costitas más chicas y locales.
Una suerte de chovinismo medio camuflado”. estrategias que rompen la idea de que “a la música te dedicas solo haciendo música y de ahí obtienes el rédito económico”. —¿ Qué opinas de la gestión del Ministerio de las Culturas de este Gobierno en torno a la música? —Da la impresión desde afuera, que se está exacerbado un pecado original del Ministerio de Culturas que es no tener políticas pensadas a largo plazo para generar una industria que pueda llegar a autosustentarse. Hay una visión muy frívola de la cultura. Muy poco pensada para generar una industria que pueda sostenerse en el tiempo.
Las políticas han sido siempre muy cortas, vistosas y poco útiles. —¿ Cómo viste las polémicas del ministerio referidas a las ferias de Buenos Aires y Frankfurt, y la Bienal de Venecia? —Yo creo que eso reafirma la idea que tienen de la cultura como feria artesanal. No digo que no haya cultura en una feria artesanal, pero evidentemente no es la única representación de una idea de cultura. Entonces existe está animadversión a cuestiones consistentes, sólidas, grandes, en pro de unas costitas más chicas y locales. Una suerte de chovinismo medio camuflado.
Es como saltarse al mundo y estar muy pagado de sí mismo y de la cultura local. —¿ Crees que ese mismo chovinismo del que hablas ató las políticas culturales de este Gobierno a la conmemoración de los 50 años del golpe? Te lo pregunto porque una cosa es recordar una fecha histórica y la otra es idealizar el pasado. —Estoy de acuerdo contigo. Por supuesto hay que hacerse cargo de un pasado trágico y discutirlo, pero esto es una suerte de nostalgia paralizadora. O sea, si algo tiene la nostalgia es que paraliza. Entonces, estar en función de lo que culturalmente ahí se soñó y se hizo, es una falta de visión cultural, de mundo, de perspectiva y creatividad. Esto pasó hace 50 años y el arte se ¡ gue creando.
Poner todo el foco en esta nostalgia paralizadora, no lo entiendo. —Durante el estallido de 2019 se recicló culturalmente la épica de la resistencia de la dictadura. ¿Viste ese fenómeno representado en la música chilena? —No. Yo creo que hay miradas de presente y futuro en la producción de música. Pero a veces, sí, hubo ciertos discursos con esta cosa de querer ser más papista que el papa. Fue como darle una épica a un momento, importando la épica de una época que no conocieron por vía directa. Entonces se produjo una cuestión media dogmática, moralista, estricta, que no pegaba con el presente.
Pero yo creo que la música se salva por los sonidos que suenan en el mundo. —Creciste en el Chile de los 90 y publicaste en 2017 el tema «Dispararse en los pies», que es una crítica a la transición. ¿ Por qué compusiste esa canción? —Algo de visión tenía esa canción para lo que vino después. Yo me crie en los 90 y reconozco sin ningún complejo el valor de los 30 años como uno de los mejores períodos en Chile y lo que se hizo. No me pierdo para nada con eso. Si creo que faltó inteligencia para prever ciertos problemas que iban a venir. Yo creo no hubo coraje para contener a tiempo ciertas cuestiones que iban a crecer como bola de nieve. Una ciudad segregada como Santiago, por poner un caso, cualquier persona inteligente podía prever que iba a producir un problema. Y aquí volvemos a los que hablábamos del Ministerio de las Culturas. La falta de visión. Yo creo que esa es una constante. No pensar en proyectos a largo plazo. Y en vez de eso, resolver algo del momento y taparlo. Esto es como cuando te tienen que destapar el baño. Bueno, quizá hay que sacar el water, picar el piso y meterse adentro, Pero no. Se prefiere meter un fierrito y hacer como que la cuestión está bien.
“La música, como cualq industria, funciona con plata” —El ensayista norteamericano Chuck Klosterman, dice que en los 90 la máxima virtud musical era no de venderse. ¿Cómo has vivido la tensión entre la cultura de los 90 y la cultura de los likes del siglo XXI? —No me caso con ninguno de esos extremos. Me parece que ese prejuicio que hay con venderse, con que una marca te auspicie, con el capitalismo, es equivocado. La música, como cualquier industria, funciona con plata, por lo tanto, bienvenido todolo que ayude a que esa industria crezca y se haga más sólida. Y trabajar en buenas condiciones es una cuestión muy distinta. Yo he podido trabajar en condiciones precarias y en buenas condiciones y me doy cuenta de la diferencia que ayuda trabajar con plata. Hay gente que romantiza que la precariedad genera más ideas, cosa que puede ser cierta, pero si esas buenas ideas las puedes trabajar en buenas condiciones, el resultado es mucho mejor. Y en los 90 existía ese pecado.
Y ahora estamos en el otro extremo, que es como si no existiera el gusto propio y hay que partir satisfaciendo lo que te puedan comprar. —Dentro de cinco años, ¿crees que la Inteligencia Artificial creará música buena e interesante? —Ya se demostró que la Inteligencia Artificial puede resolver cuestiones estandarizadas.
O sea, le pasó a Bad Bunny (un productor chileno compuso una canción recreando la voz del cantante mediante la LA. ) En cambio, la originalidad, el riesgo creativo, se va a demorar en ser amenazado. Y creo que esas amenazas te obligan a encontrar nuevas salidas. El Chat GPT puede generar poesía. ¿Eso quiere decir que va a reemplazar a la poesía? No lo sé.
El ser humano sigue generando nuevos lenguajes, posibilidades nuevas, mundos nuevos. —El grupo chileno Electrodomésticos compuso en los 80 una canción inspirada en «El chacal de Nahueltoro», en la que Carlos Cabezas adoptó la voz de un asesino. ¿ Ese tema debería ser cancelado por abordar el femicidio desde la perspectiva de un criminal? ¿ O se debe separar al autor de la obra? —Yo lo encuentro agotador y laterísimo. Es una lectura tan concreta delas cosas. Me parece que existe la ironía y el ejercicio de ponerse en la voz del otro. Además esa canción («Ella era mía») es una obra de arte, es increíble. Este estado de hipersensibilidad y de mala lectura es una cuestión coartadora de la creatividad humana. Es interpretarlas cosas tan rápida y malamente. Las cosas son infinitamente más complejas. Es frivolidad. Los seres humanos estamos llenos de contradicciones, de pequeñeces, de miserias y eso es parte de nuestra condición.
Parte de los que pasó con «El Conde» tiene que ver con eso. ¿Cómo no va a ser posible hacer una sátira? El peligro de todo eso es cuando las instituciones sienten que tienen que plegarse a esta petición infantil de rigor moral. Es un pensamiento súper paco, coercitivo, intransigente y poco reflexivo.
Es lo que le pasó a (Sergio) Micco en la Universidad de Chile. —Compusiste la banda sonora de «El Conde». ¿A qué atribuyes que la película haya sido tan exitosa en el extranjero y tan criticada en Chile? —Me sorprende. Pero a mí me invitaron acá en la Universidad de Texas a dar una conferencia y la recepción fue increíble, él ánimo, las interpretaciones. Hay gente que le gustó la primera mitad y hay gente que le gustó la segunda mitad, gente que le encantó, gente que se durmió; todo eso es parte de la discusión. Pero la conversación fue muy rica.
Yo creo que en Chile pasó que los ánimos ya estaban muy decididos con esto de los 50 años del golpe y la película llegó un pelo más tarde de lo que debería haber llegado, porque los ánimos ya estaban caldeados. El ánimo estaba decidido antes de verla. La película toca un tema que todos en Chile se sienten muy claros en su posición. Pero también muestra una animadversión chilena con la propia creación local. No sé cómo definirlo.
Porque afuera realmente le fue súper bien a la película. —El compositor australiano Nick Cave decía hace poco que se puede crear música política desde lo personal, sin caer en el comentario ideológico facilón. —Estoy de acuerdo. Creo que esa forma política con más distancia, permite más lecturas y tiene más vuelo que la coyuntura específica o el slogan del momento. Eso no quiere decir que uno no tenga ideas claras con respecto a cosas y ciertas convicciones. Las ideas cambian.
Por eso las ideas tan categóricas te quitan la libertad de volver a pensarlas desde otra perspectiva. —El guitarrista de Radiohead, Jonny Greenwood, compuso “Spencer” de Pablo Larraín. ¿Qué te pasa cuando te cae la teja de que eres el sucesor de una estrella del rock mundial? —Honrado y feliz. Me encantó trabajar con Pablo. Es un director con una súper cabeza. Un gallo que sabe de música. Que entiende qué quiere. Aprendí mucho. Y trabajar con él requiere un nivel de exigencia y de tiempos y presupuestos que pueden producir mucho estrés, pero que te obligan a resolver los problemas de manera táctica y con una ejecución precisa. Fábula es para sacarse el sombrero. Es lo más parecido a una industria.