"Pinochet no demostró ninguna nobleza, solo la vanidad"
"Pinochet no demostró ninguna nobleza, solo la vanidad" El exministro de Defensa Edmundo Pérez Yoma. M e recibe en la misma casa de Las Hualtatas donde, en 1994, mantuvo una reunión con Augusto Pinochet.
Edmundo Pérez Yoma, exministro, empresario y político, acaba de publicar «Civiles y militares» (Planeta, 2025), un libro que repasa su gestión como titular de la cartera de Defensa en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000). A sus 86 años, rememora aquella visita inesperada del entonces comandante en jefe del Ejército, acompañado por varios generales, en la que Pinochet evocó los lazos con su padre, Edmundo Pérez Zujovic, exministro del Interior de Frei Montalva, asesinado en 1971 por el VOP (Vanguardia Organizada del Pueblo). Fue en esa ocasión que Pérez Yoma aprovechó la oportunidad para dejar en claro que el Ministerio de Defensa iba a limitarse a sus funciones esenciales y no inmiscuirse en asuntos de derechos humanos, ya que, a su juicio, primero era necesario generar confianzas entre civiles y militares. "A medida que avanzaba en mis planteamientos, vi que a Pinochet le gustaba esa idea: que el Ministerio de Defensa no estuviera involucrado en temas de derechos humanos, y que eso debía ser tarea exclusiva del Ministerio de Justicia". "Yo era su superior y Pinochet lo enfatizaba mucho" --¿ Piensa que Pinochet confió en usted porque lo consideraba un hombre pragmático? --No sé si tanto. Pero sí, yo soy pragmático. Entendía que el control civil sobre los militares no se iba a producir por decreto.
Iba a ser un proceso largo, y para eso tenía un plan esquemático en la cabeza que después fui afinando. --¿ Y ese plan lo tenía antes de entrar al ministerio? --El plan que yo tenía era que esto no iba a resolverse en una sola instancia. Era un proceso que debía hacerse. Y la instancia más importante era construir una comunidad de defensa, es decir, una cantidad suficiente de civiles informados en condiciones de hablar mano a mano con los militares. En Chile había mucha gente interesada en defensa, pero sin una visión de lo que tenía que ser la defensa nacional. Teníamos un plan de defensa militar, pero no una política de defensa. Por eso, me reuní con un almirante que me explicó cómo funcionaba el sistema de defensa. Además, empecé a usar bastante el Consudena (Consejo Superior de la Defensa Nacional); que consistía en una reunión con el Presidente, el ministro de Hacienda y los comandantes en jefe.
Y entre medio, fui recorriendo con Pinochet las unidades del Ejército y empecé a entender sus símbolos y rituales. --¿ Se hicieron amigos con Pinochet? --No sé si éramos amigos, pero había una relación jerárquica: yo era su superior y él lo enfatizaba mucho. Yo respetaba su cargo de Comandante en Jefe del Ejército. Pinochet estableció la costumbre de visitarme una vez a la semana o cada 10 días para ponernos de acuerdo. Todo anduvo muy bien hasta que un general de Punta Arenas le pidió permiso a Pinochet para empezar una reunión.
Pinochet lo puso de vuelta y media porque tenían que aprender que, cuando estaba el ministro de Defensa presente, yo era el superior; y que si querían empezar una reunión, me tenían que pedir autorización a mí. --En su paso por Defensa el general director de Carabineros, Rodolfo Stange, fue inculpado por el caso Degollados.
Él, con sus declaraciones a la prensa, demostró insubordinación. ¿Piensa que la antipatía de Pinochet hacia Carabineros influyó en que lo apoyara en ese episodio? --No sé si me apoyó, pero se abstuvo de decir algo. Yo tenía una relación previa con Stange porque tengo una casa de veraneo en el sur; lo había visto antes. Era muy educado. Nunca pensé que pudiera ser tan insubordinado como lo fue. Cuando surgió el tema de los degollados, él vino a Santiago, y aquí en el aeropuerto lo recibió un grupo innecesario de generales. Frei estaba muy molesto, yo estaba molesto, y la conclusión fue que yo conversara con él para exigirle disculpas. Nos juntamos en una oficina y le dije que lo mejor que podía hacer era renunciar. Él me respondió que quería hablar con su señora y me pidió una reunión con el Presidente. Se la di, y el Presidente le dijo que tenía que renunciar. Entretanto, me llaman de La Moneda diciendo que Stange estaba pidiendo hablar con la prensa.
Yo dije: "Sí, seguro que renuncia". Pero él dio una conferencia y dijo que no iba a renunEdmundo Pérez-Yoma: "Pinochet no demostró ninguna nobleza, solo la vanidad" El exministro de Defensa acaba de sacar el libro «Civiles y militares», donde repasa su gestión y las relaciones con Pinochet. "Entendí que el control civil sobre los militares no se iba a producir por decreto. Iba a ser un proceso largo", dice. F O T OGR AFÍA : CL A UDIO COR TE S V Daniel Rozas. "Pinochet no demostró ninguna nobleza, solo la vanidad" ciar. Ahí lo llamé y le dije que estábamos en guerra. Que iba a renunciar de una u otra manera. --Relata en el libro que lo empezó a presionar con vacaciones e informes. La burocracia lo terminó volviendo loco. --Él no tenía la menor intención de renunciar. El golpe de gracia llegó cuando se reincorporó, porque lo habían sobreseído en el caso, y me llevó la lista de reemplazos, retiros y ascensos. Y yo le pregunto: "¿ Y esto qué es?". "La lista de ascensos", me dice. "General, usted no entiende nada. Mientras usted esté acá, no se mueve nadie". Y eso fue un golpe muy grande dentro de Carabineros. De vuelta de vacaciones me senté con él y le dije: "Quiera o no quiera, tiene que renunciar. Yo ya sé todas las cagadas que usted se ha mandado en todos estos años". Nuevamente me dijo: "Déjeme pensarlo, voy a hablar con mi señora"... Después pidió reunirse conmigo en mi casa. Le dije que le iba a contar una historia y que después viera si renunciaba o no. --¿ Qué historia era? --No te la voy a contar porque fue parte del trato. Él me dijo: "Ya, conforme, ministro.
Yo renuncio, pero le pido un solo favor: que pueda renunciar el 27 de abril, el Día de Carabineros". "Sí", le respondí. "Estamos de acuerdo, pero me lo da firmadito". --Con respecto al caso de Stange, ¿qué efecto tuvo? --Yo creo que tuvo un efecto secundario: demostró que, a un comandante en jefe inamovible de su cargo por ley, se le podía hacer renunciar igual. --En el libro habla del "poder del lápiz" --El único poder real que tenía el Ministerio de Defensa era firmar o no los decretos. --En eso tuvo más tino que Patricio Rojas, su antecesor, que fue imprudente con Pinochet. --No me gusta comparar, porque estábamos recién saliendo del gobierno de Pinochet. Pero en un momento Patricio dijo que había que pedirle la renuncia. Con eso se acabó el cuento: Pinochet nunca más habló con él. Es que era demasiado pronto, después de 17 años de gobierno militar, lo que teníamos en ese momento era una democracia tutelada.
No teníamos mayoría en el Senado y no se podía hacer nada con los comandantes en jefe. "Lo de Ricardo Lagos fue muy cabrón" --La encarcelación de Manuel Contreras en Punta Peuco fue cuestionada por Ricardo Lagos, quien como ministro de Obras Públicas se negó a firmar el decreto para construir la cárcel.
Años después, ya como Presidente, mandó a edificar el penal Cordillera. ¿Hay una diferencia entre lo que uno quiere que sea, y la realidad de gobernar, como le pasó a Lagos? --El caso de Contreras fue importante porque no se creía que un general podía ir preso. Tuve por lo menos tres reuniones con Pinochet, donde él me trajo alternativas para ver cómo podíamos solucionarlo, pero a todas les dije que no. Contreras tenía mucho apoyo en el Ejército y comenzó la saga: se fue a Fresia, apareció con su hijo haciendo declaraciones, y luego se fue al Regimiento Sangra, donde hubo que sacarlo.
Cuando Contreras estaba de vuelta en su casa, el problema era que realmente estaba enfermo, y me preocupaba que si lo llevaban al Hospital Militar de Santiago, iba a estar lleno de periodistas y de señoras de generales. En ese momento me visitó el almirante Mackay, que estaba reemplazando a Jorge Martínez Busch en la Armada, y me propuso llevarlo al Hospital Naval de Talcahuano. Me pareció muy buena idea y la acepté, informando después al Presidente. Y agrega: "Para nosotros, lo de (Ricardo) Lagos fue muy cabrón, porque era un Gobierno que recién estaba empezando.
Habíamos llegado a un acuerdo general: todos los políticos estaban de acuerdo, incluso el hijo de Letelier (Juan Pablo) había dicho: "Me importa un comino dónde encarcelen a Contreras, que lo metan en una jaula de monos si quieren, pero que esté preso". Y se empezó a hablar de Contreras y de Punta Peuco. Lagos nunca puso ninguna objeción, hasta que llegó el momento de firmar y ahí le bajó la moralina". --En el libro cuenta que Pinochet le dio tres nombres para su sucesor. Uno de ellos era el general Ricardo Izurieta, que estaba en Washington y lo fue a ver. ¿Qué fue lo que le llamó la atención? --Se veía como un general muy profesional. Nunca había estado en ningún cargo de gobierno, toda su carrera había transcurrido dentro del Ejército, en la caballería. Se notaba que era un hombre inteligente. Fui a la misión militar para que me explicaran en qué consistía el cargo. Esa misión estaba encargada de comprar armas, pero en ese tiempo Estados Unidos todavía mantenía la enmienda Kennedy, que prohibía venderle armas a Chile. Era una tarea complicada, pero me interesaba conocerlo mejor. Por suerte, coincidió que había un cambio de mando en el Estado Mayor de la Defensa. Hablé con Frei y trajimos al general Izurieta para ese puesto. Ahí lo conocí mucho mejor.
Pero toda la estrategia siempre fue: "vamos de a poco". --Algunos generales intentaron impedir que se usaran los decretos para nombrar a Izurieta. ¿Quiénes fueron? --No me acuerdo bien de los nombres de esos generales, pero uno era Luis Cortés Villa. Había que sacar a varios generales para que Izurieta pudiera asumir como comandante en jefe. Izurieta, cuando empezamos, estaba bien atrás en el escalón del alto mando. Pinochet me dijo: "Vamos a tener que trabajar mucho". Y así fue: tuvimos que sacar a varios generales importantes. Después del último cambio, Izurieta quedó número 7, pero le pedimos la baja a cuatro, entre ellos a Cortés Villa. Faltaba un trámite porque esos generales se iban a ir justo antes que Pinochet renunciara, y los decretos los tramitó la Subsecretaría de Guerra. Ahí surgió el incidente: el coronel Larenas vino a verme y me dijo que había recibido la visita de esos generales. Le pregunté por qué los decretos no estaban listos y le ordené que los llevara directo a la Contraloría. Dos horas después volvió, yo agarré los decretos y los metí en una caja de fondos. El error de ellos fue creer que Larenas les iba a hacer caso a ellos y no a mí. Después, en enero, Pinochet se enteró de que algunos diputados querían acusarlo constitucionalmente y se puso furioso. Dijo que no iba a renunciar hasta el último día. Y ahí terminó nuestra relación. --Si uno mira las minutas del Gobierno de los años 90, se señala que muchos generales eran pinochetistas. ¿Piensa que esa identificación ya se extinguió en el Ejército? --Sí, totalmente. A ver, no sé cómo será el Ejército actual, pero creo que sí. Al final, el control civil sobre las Fuerzas Armadas se había establecido con mucha más fuerza. Izurieta estaba muy apegado a la Constitución.
De hecho, a partir de Izurieta no se produjo ningún tipo de incidente militar. --Ha dicho que la cosa más importante que hizo en política fue la "Mesa de Diálogo" (1999-2000). ¿Qué temas quedaron pendientes entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas durante la transición? --La palabra "transición" se ha usado en muchas oportunidades, por eso nosotros preferimos hablar de "consolidación democrática". Y yo creo que, por lo menos en el Ministerio de Defensa, esa consolidación quedó completa a fines de los años 90.
Lo único que faltaba era que los comandantes en jefe seguían siendo inamovibles, pero eso se resolvió después con la Constitución de Lagos. --En la "Mesa de Diálogo" hubo un reconocimiento de parte de los militares: antes se hablaba de "presuntos detenidos desaparecidos" y eso cambió. --Ellos todavía no habían reconocido el Informe Rettig.
Habían dicho: "Esto no tiene nada que ver". Pero en la "Mesa de Diálogo" se reconoció y se estableció que muchos desaparecidos habían sido lanzados al mar. --Pinochet regresó a Chile desde Londres, donde estaba detenido, pocos días antes del inicio de la administración Lagos. Pese a haber alegado problemas de salud, se paró de la silla de ruedas en el aeropuerto. ¿Pinochet se burló de todos, no? --Yo encontré que ese acto de Pinochet fue un acto de soberbia. No agradeció nada, pese a todas las gestiones que se tuvieron que hacer. La excusa que dio el gobierno británico para liberarlo fue que estaba enfermo. Hacer eso fue una ofensa no solo para Chile, sino también para el gobierno británico, que lo había ayudado. Entonces, que hiciera eso... fue un mal final. No demostró ninguna nobleza: solo la vanidad. El único poder real que tenía el Ministerio de Defensa en mi época era firmar o no los decretos". Los militares no habían reconocido el Informe Rettig. Pero en la «Mesa de Diálogo» se estableció que muchos desaparecidos habían sido lanzados al mar"..