Autor: Por Martín Romero E.
"En el caso chileno ha surgido una sensación del «hemos fracasado»"
Mariano Torcal, politólogo español: Ariano Torcal (62) es español pero debe ser uno de los académicos europeos que más conoce Chile. Ya desde inicios de la década de los 2000 escribía sobre los conflictos en el sistema político derivados del legado autoritario de la dictadura. Con dos doctorados en Ciencia Política (U.
Autónoma de Madrid y Ohio State University), académico de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y director del «Research and Expertise Centre of Survey Methodology», Torcal sigue vinculado al estudio de la escena política chilena con un proyecto —llamado «Tri-Pol» y aún en ejecución— que busca hacer un estudio comparado sobre el fenómeno de la polarización en cinco países (España, Portugal, Italia Argentina y Chile). Parte de esos datos (preliminares, se encarga de repetir) fueron presentados por Torcal hace algunos días en Santiago en un seminario organizado por el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y el Instituto de Sociología de la UC. Y si bien señala (a modo de disculpa) que lo suyo son meras “valoraciones generales”, se atreve a realizar un análisis posplebiscito. “Hay un fenómeno de polarización que yo esperaba que hubiese ocurrido con el referéndum: un mayor rechazo mutuo entre los grupos contendientes. Bajo mi perspectiva eso no se ha producido.
Los momentos de referéndum tienden a polarizar los sistemas políticos, el Brexit, en el Reino Unido, es un ejemplo”. Y agrega: “En el caso chileno mi intuición es que ha surgido una sensación del “hemos fracasado”, de cierta autoinculpación en algunos sectores. Puede que haya sectores que, a pesar de haber estado a favor del Apruebo, hoy no están totalmente enfrentados al grupo del Rechazo, entienden sus razones.
Y por otro lado, hay una derecha que está dispuesta a pensar que un nuevo orden constitucional no es una mala idea”. —¿ Qué dicen esos datos que maneja sobre la realidad chilena? —Lo primero que hay que decir es que aquí estamos hablando de “polarización afectiva”, esa que se genera en torno al grado de identidad que los individuos tienen con un grupo de votantes determinado.
En Chile hay menos identificación negativa hacia otros grupos (out party group), es decir contrariamente a lo que esperábamos, lo que genera polarización en Chile es la identificación con el propio grupo antes que el rechazo a los otros. En Argentina ese dato es inverso. Ahora, en un sistema multipartidista esos “amores y odios” generan una mayor complejidad.
En el mundo chileno son mucho más reconocibles las etiquetas de “izquierda y derecha”, lo que contribuye a una mayor polariza0! o O LR AO ANNA A Cuando los políticos apelan a los sentimientos, la capacidad racional de encontrar espacios comunes se pierde”. El estallido fue algo muy específico. Si bien hubo otros movimientos parecidos, éstos no llevaron a un colapso del sistema como en Chile”. ción; mientras que en Argentina ese polo está mucho más difuminado. La polarización en Argentina está por ser o no peronista —A partir de los sucesos de octubre de 2019 se originó un debate sobre si la sociedad chilena estaba polarizada. Se produjo un cierto consenso en que eran las elites políticas las que estaban polarizadas. —Que las elites estén polarizadas y la ciudadanía menos, no me lo acabo de creer. En Chile había un caldo de cultivo, de insatisfacción y descontento, prueba de ello es el estallido. No hay que confundir que haya ciertos partidos políticos, como el Partido Republicano, que sean muy polarizados. Hubo un “momento constitucional” y eso llevó a tener un producto muy inclinado hacia uno de los lados. Ahora, no me parece que eso haya llevado a una confrontación de mayor calado.
Como dije, me da la sensación de que aún existen posiciones más intermedias en el tema constitucional. —En el último tiempo en Chile se ha hablado de que el centro político desapareció. ¿Ello es causa o efecto de la polarización? —Hablar de causa y efecto es complicado en estas cosas. Creo que tiene que ver mucho con la oferta partidista.
En un contexto donde la gente, por los acontecimientos que han pasado en Chile, puede estar más movilizada políticamente han surgido alternativas en los polos: el Partido Republicano y el Frente Amplio. —Chile enfrenta una crisis política y de credibilidad en las instituciones. ¿Cómo los procesos de polarización afectan los problemas del sistema político?—Están relacionados. Esto no es único de Chile.
Las democracias actuales se enfrentan a un problema de representatividad, en el que los gobiernos y los partidos tradicionales no son capaces de dar respuesta a los nuevos conflictos que se están generando en la sociedad y que muchas veces no responden a las posiciones de izquierda y derecha.
Eso genera mucho descontento y, en ese escenario, es donde aparecen partidos desafiantes que aprovechan el espacio para intentar desbancar a los partidos tradicionales. —En Chile tenemos 23 partidos y hay al menos un par más que esperan reconocimiento legal para los próximos meses. —Desde un punto de vista general, es preocupante el tema de la fragmentación de la representación política, porque hace bastante ingobernable el manejo de los sistemas presidenciales. La gente vota un partido pensando que va a cambiar las cosas y luego se da cuenta que no puede hacer mucho. Eso genera malestar. Y luego, en otro problema, está el paradigma neoliberal, que se convirtió en el único modelo posible. Y claro, para solucionar temas macroeconómicos tal vez lo sea, pero desde la perspectiva de la desigualdad social eso es cuestionable. “Se debería dejar de apelar a las grandes identidades” —Eso es interesante. Parece evidente que ya no basta con mayorías electorales para llevar adelante programas ambiciosos.
El Presidente Gabriel Boric, ha sido el más votado de nuestra historia republicana y hoy su popularidad con suerte se empina por el 30%. —Es que el problema que tienen los partidos es que hoy te ofrecen mucho, hablan de temas necesarios, importantes, pero luego hay un problema de credibilidad. Si gobiernas de una manera un poco errática y la gente percibe que los problemas siguen ahí, que no se están solucionando, eso genera un descontento inmediato. Ahí la gente piensa que a lo mejor hay que volver a los partidos tradicionales. También se pueden generar procesos más complejos como el surgimiento de liderazgos radicales, tal y como sucedió en Brasil.
Situaciones como las de ustedes, que no son únicas, pueden propiciar que de repente haya un descontento general, un malestar; se pusieron muchas ilusiones en el nuevo Gobierno y este tiene que enfrentar temas muy graves, que superan con creces sus capacidades. “También está el tema del consenso y ahí hay dos problemas que quiero aclarar: el consenso es necesario, pero también hay que al consenso, cosa que no hizo la Concertación. Ustedes tuvieron un consenso restrictivo, todo lo que se salía de ese marco era polarizante. El consenso de 1988 nace de unas circunstancias concretas y necesita expandirse.
Necesitamos del consenso, pero tiene que haber uno expansivo en donde cuestionar los principios de esos acuerdos sea legítimo y necesario”. —¿ Qué esperar en el mediano plazo? Es evidente que se están fraguando liderazgos populistas a izquierda y derecha. —Chile tiene sus especificidades: por ejemplo, el estallido fue algo muy específico, porque si bien hubo otros movimientos parecidos como el 15-M en España, éste no llevó al colapso del sistema de una manera tan brutal como supuso el estallido en Chile. En el caso de España hubo un partido que articuló bien ese movimiento de descontento, en el caso de Chile eso está menos claro. Yo me pregunto en qué medida algunos partidos se han beneficiado del estallido. Lo único que diría es que hay una alarma roja: el sistema se encuentra en un momento crítico. La elite política, los partidos, los medios, tienen que ser conscientes de que están en un momento crítico. El peligro no ha pasado, al contrario. El antiguo consenso no sirve, hay que construir otro que tendría que estar plasmado en un nuevo orden constitucional o en al menos una profunda reforma a la Constitución. Las alarmas están ahí, hay que tener cuidado porque a lo mejor Kast se puede convertir en un nuevo Bolsonaro.
Si sabe explotar el descontento generalizado, la creciente delincuencia, la sensación de que este Gobierno no es capaz de resolver los problemas de los ciudadanos, los partidos democráticos tienen que ponerse firmes. —En Chile, y en los últimos años, temas como las diversidades sexuales, la inmigración o el aborto, se han tomado buena parte del debate público. ¿Cuáles son las discusiones que más polarizan a la ciudadanía? —Los conflictos de carácter cultural e identitario, esas son las discusiones peligrosas. Se debería dejar de apelar a las grandes etiquetas e identidades. Si los partidos políticos quieren generar un espacio público de debate constructivo, deben plantear discusiones sobre los problemas reales, las soluciones políticas viables con políticas públicas viables. Habrá desacuerdos, pero ese tipo de debates son los que abren un espacio de deliberación en donde pueden existir lugares de encuentro.
Cuando los políticos o los ciudadanos apelan a los sentimientos, la capacidad racional de encontrar espacios comunes se pierde. —Bueno, usted utiliza mucho una frase: “Cuando los votantes se transforman en hooligans” —Es verdad, además es el título de mi último libro. Claro, los conflictos culturales tienen la potencialidad de convertir a los votantes en hooligans. Con esto no quiero decir que esos temas culturales no se tengan que abordar, pero se deben discutir de una manera distinta a como lo hemos venido haciendo.
Es el rol de las redes sociales en este contexto de polarización? Luego del resultado del plebiscito, cierta izquierda apuntó al rol de esas plataformas para explicar la derrota. —Es difícil que te de una opinión de algo donde no hay un consenso académico.
Vamos a ser claros: ahora mismo estoy leyendo un par de artículos académicos donde están hablando de este tema y donde se repite mucho una frase: “se ha intentado demostrar esto, pero no está claro”. Habría que hacerse la pregunta si la exposición a las redes sociales genera polarización. Tal cual eso está planteado, habría que decir que no. ¿Por qué no? Porque los que van a las redes sociales ya están polarizados. El ejercicio de tiempo y recursos, y esto está estudiado hasta la saciedad, necesita de una “motivación extra”, por llamarle de algún modo. Las redes sociales son el reducto de los polarizados porque ahí pueden decir los que se les venga en gana, eliminando el costo de la sanción social. Además, esto no es nuevo: la “cámara de eco” es un concepto que se desarrolla en un libro de 1966 sobre comportamiento político de los ciudadanos en los Estados Unidos.