Autor: Por Daniela Pérez G.
"Han sido tiempos de pérdidas. Llevo como 40 muertes de amigos íntimos"
Uando a Gaspar Galaz Capechiacci se le olvida un nombre o referencia, inevitablemente se pone a rabiar.
Sentado en su escritorio en su casa en Las Condes, donde vive junto a su esposa, abre un cuaderno rojo lleno de números de teléfono, sus libros de Historia de Arte Chileno que tiene sobre la mesa y observa los libreros llenos de archivos que lo rodean. No puede dejar pasar el olvido. Al contrario, indignado busca sin pausa. Solo recupera la calma si recuerda. Y si la iluminación no llega, detiene todo, y llama a quien sea necesario.
Hace tres semanas cumplió 80 años y aunque es una fecha que no le interesa celebrar -“es un verdadero suplicio, me debieran dar el pésame”-, reconoce que desde que le diagnosticaron un cáncer con metástasis valora más lo vivido y lo que tiene. “Antes me daba miedo la muerte, pero ya me da lo mismo, con que viva un año, dos años más, listo. Decente morir a los 82 ¿ no?”, pregunta y libera una carcajada.
“En serio, eso me ha vuelto cada vez más amigo de la gente, abrazo a todo el mundo, al jardinero, al tipo de la plaza... es que yo soy el presidente del comité de vigilancia el barrio, soy el Sheriff”. -Está bueno ese cargo.
A semanas de haber cumplido 80, el escultor asegura que vivir sin ver sus amigos, es simplemente *no vivir”. Aquí comparte sus reflexiones en pandemia, sobre la muerte, la falta de inteligencia emocional en las sociedades y la relevancia de una educación en el arte. Gaspar Galaz, historiador de arte -Sí, tengo unas camionetas dando vueltas cada 5 minutos por el barrio, están todos muy contentos, no ha pasado nada afortunadamente. Bueno, para entretenerse un rato. Galaz es una figura crucial en la conservación de la historia del arte contemporáneo chileno.
Escultor y discípulo de figuras como Nemesio Antúnez y José Balmes, desde 1966 enseña en el Instituto de Estética UC con el que probablemente es el archivo de artes visuales más completo y preciado del país: más de 50 mil diapositivas de obras, procesos y fotografías de los autores, que dan pie a sus historias y contextos. “A fin de año debería salir mi sexto libro -de los pocos que no trabaja con su eterno colaborador, Milan Ivelic-. Lo están preparando mis dos ex asistentes, Anita Acuña y Gabriela López. Durante años mucha gente me pidió digitalizar mi archivo, una curatoría de unas 2 mil o 3 mil imágenes y siempre dije que no. Me daba flojera, ya estoy muy viejo. Hasta que ellas me convencieron”, cuenta. Por primera vez en décadas, el año pasado pensó en renunciar a su cátedra “Crítica y teoría del arte chileno”. “Este aislamiento, la pandemia, me ha llegado, me tiene bastante golpeado. No poder ver a la gente, a mis amigos, esto no es vivir”, explica. “La directora me dijo: Por ningún motivo maestro, ¿usted ha vivido alguna vez algún año sabático?”. Por supuesto que no, dije.
Y respondió: “pues, declárese año sabático para usted el segundo semestre del 2020””. Eso hizo y retomó este año las clases presenciales con una profesora asistente, Catalina Rosas, con quien se dedicó a digitalizar unas 600 imágenes. Ahora, espera con ansias a que llegue el viernes en la mañana. “Estoy re contento. Me distrae. Hago 3 horas 10 o 3 horas 20 seguidas. Me tienen que parar. Lo interesante es estar conectado con los jóvenes, con los problemas de hoy”. -¿ Cuáles problemas lo ocupan? -Los grandes temas del mundo. Con mis amigos, que no solo son artistas sino que economistas, empresarios, abogados, etc. Nos llama mucho la atención, por ejemplo, lo que manda a publicar la República Popular de China en los diarios. Su forma de plantear su potencialidad y liderazgo de una manera nunca vista y en absoluto silencio de toda su estrategia mundial.
Lo que hemos discutido últimamente es justamente cómo un país, con esa dictadura feroz, ¿no?, puede ser al mismo tiempo el país capitalista más grande, con un emprendimiento monstruoso y gigante, con especialistas técnicos, es decir... Hay un pesimismo muy fuerte que me acuerda a mi gran amigo Jean Paul Sartre y a Camus, con su desesperanza, no hay no salida, y entonces, el concepto de la muerte se nos acerca a este estancamiento del espiritu humano”. Veo una verdadera deflación de la enseñanza del arte, la literatura, poesía, música, teatro... y esto es lo que genera inteligencia emocional”. -¿Por qué tanto interés en China? -Porque la pregunta que surge ahí es ¿ Qué pasa con la democracia?, ¿qué pasa con países como el nuestro? Atrasados, atrasados y ahora triplemente atrasados ¿ Cuánto es de frágil la democracia frente a países como China, hermético completamente, sin sindicatos, sin derecho a huelga sin derecho a nada?... Pero volviendo a la pandemia, estamos en un problema extraordinariamente grave. Ya estábamos en una zona de gran fragilidad.
Si uno miraba Santiago desde el aire hace 40 años, era una especie de pueblucho enterrado y hoy son millones de edificios, inversiones en carreteras, bla bla bla, y yo decía “bueno, aquí hubo mano de obra, nosotros trabajando en miles de nuevos barrios” y esa es la clase media que surgió, pero no nos percatamos de que si la gente se paralizaba, pasaría inmediatamente a la pobreza. -Un equilibrio demasiado precario. -Y eso nos va a perseguir, porque salir de esta deuda pública... es prácticamente imposible solventarla los próximos 4 años. Aunque digan algunos optimistas, estos de Goldman Sachs, que el cobre va a llegar a 625 (dólares) de aquí al 2026, bueno podría ser, pero eso no salva todo lo que se perdió. Y el sufrimiento diario es una cuestión espantosa. -Siempre dice leer mucho. En estos tiempos, ¿a qué autores visita? -Saliendo del lenguaje crítico del arte, la sociología, la filosofía... Umberto Eco, Habermas, ellos intuyen los tiempos que estamos viviendo.
Hay un pesimismo muy fuerte que me acuerda permanentemente a mi gran amigo Jean Paul Sartre y a Camus, con su desesperanza, no hay salida, y entonces, de pronto, el concepto de la muerte se nos acerca también a este estancamiento total del espíritu humano, de la capacidad humana de racionalizar el mundo, de contactarse con el otro. Estamos entre la vida y la muerte de la sociedad. -¿ Qué rol juega el arte? -Es un archivo de la memoria, un recordatorio permanente. Nos lo preguntábamos antes del Golpe, en esta instancia maravillosa que fue el Instituto de Arte Latinoamericano.
Con Justo Mellado transcribimos uno de los foros donde abordamos cuál es el significado del artista en una sociedad de cambios. ¿Tiene el artista algún poder? Según el gran teórico italiano Achille Bonito Oliva, el arte jamás ha servido para ningún cambio en el mundo, nunca. Y ahí nosotros, iluminados por la utopía modernista, convencidos de que los artistas y el trabajo del arte era muy importante para los cambios de paradigma en una sociedad. El único que no creyó es Alberto Pérez, que en paz descanse.
“No, maestro”, me dijo, “el arte no sirve para cambiar nada, es un archivo en la memoria, un testimonio que estará siempre ahí”. -Pero con ese registro se promueven cambios, ¿o no? -Para generar cambios hay que ir al frente. Él cerró el taller con candado y se fue a las tomas de terrenos, era un tipo muy buscado por la por la DINA. Fue el único que realmente entendió que lo que estábamos discutiendo servía para iluminar la mente, pero en los hechos concretos no servía para nada. De la fábrica a las aulas Gaspar Galaz nació en una familia ebanista. Su abuelo fundó “Muebles Galaz S.A. 1.C. ”, una próspera fábrica donde trabajaban cada verano junto a su hermano menor. “El papá nos hacía compartir con los obreros, usar las máquinas. Don Gasparcito me decían, y yo ahí a los 12 años cortando madera, almorzando con ellos. Eso nos dio un sentido de rigor”, recuerda.
Eso, sumado a la historia de su familia materna, que huyó de Italia del régimen de Mussolini -“la mamá con 18 años y mi abuelo torturado en las cárceles del fascismo”-, y a su educación en el Liceo Manuel de Salas.
“Haber tenido esos talleres, clases de música con el profesor Krieger, discípulo directo de Arnold Schónberg, que venía de Austria escapando de la Segunda Guerra; José Perotti, escultor y premio nacional era marido de mi profesora de artes visuales... un gimnasio monstruoso, sala especial para trabajo en madera, en arcilla con horno, para artes plásticas, otra sala para historia del arte, ¿qué colegio tiene historia del arte hoy día? Biología, química y física eran en un auditorio redondo, con una gran estantería con frascos”, rememora.
“Todos mis compañeros de curso son eminencias: médicos, sociólogos, abogados, yo soy la oveja negra (se ríe). Y de ahí salto a la escuela de arte (1960) y caigo en el centro mismo del arte chileno”. -Alucinante. -Lo era. Estaba Rosa Vicuña, Lily Garafulic, Toral. Tenía clases con Mario Carreño, correcciones con Nemesio y visitas a taller de Balmes. Al año y medio con mis maestros ya éramos amigos. Yo era el aguatero, manejaba el auto del director de la escuela, un Lincoln gigantesco. Por lo mismo, no dudó cuando le ofrecieron ser académico por tiempo completo. A pesar de ser gerente de la fábrica, que en 1971 estaba tomada. Su papá lo escuchó transmitirle la noticia incrédulo. “Él no entendía. Me decía “qué, cómo, te vas a morir de hambre”. Claro, hasta entonces yo hacía clases como un Pero era el mundo de la escuela y el arte su gran amor.
Y si bien la hebra de la madera lo siguió en sus obras como escultor -muchas de ellas en el gran hall de entrada de su casahasta hoy agradece al sacerdote croata Raimundo Kupareo, decano de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación UC, por haberlo empujado a seguir su instinto.
“Él tuvo la visión de decir “usted va a especializarse en arte chileno porque no hay nadie que lo haexplica. -La pandemia ha sido testigo de la muerte de varias figuras de la escena, como la mujer de Balmes, Gracia Barrios. -Ahí pusiste el dedo en una herida muy grande, porque en este año y medio se han muerto una cantidad de artistas que fueron y son muy importantes en mi existencia.
Mis grandes maestros, que son los otros amigos que tuve toda la vida y que echo todos los días de menos, como Balmes, la Gracia Barrios, Nemesio Antúnez, Ricardo Morales... (suspira) Mi íntimo amigo, Juan Pablo Langlois, Guillermo Machuca, que me persigue hasta el día de hoy el fantasma... un gran teórico, crítico de arte, con una pluma extraordinariamente compleja. Mi otro gran amigo Cristián Boza, el arquitecto... y la Sybil Brintrup, que murió de cáncer. Podría seguir... Ya llevo más o menos unas 40 muertes de íntimas personas. Han sido tiempos de pérdidas. -Qué duro. -Con todos tengo fotos, material donde quedan guardados momentos muy gratos. Cuando se murió la Gracia no pudimos ir por la pandemia. No hubo homenaje, discurso, nada. Era una mujer maravillosa, por suerte está en mi archivo, una foto en París y otra en Santiago. Educación con inteligencia emocional Diálogo, empatía, colaboración. Para Galaz estos conceptos están cada vez más invisibilizados. Por lo mismo, le cuesta ser optimista respecto al futuro. “Hay una atomización de las ideas, de los intereses, absoluta. No hay un camino. Dos ideas centrales que conversen entre ellas para llegar a un acuerdo nacional que nos lleve a un buen puerto”. -¿ Lo ve posible? -Acá lo importante es la educación. Veo una verdadera deflación de la educación artística, de la literatura, poesía, música, artes visuales, teatro... y esto es lo que genera inteligencia emocional. Me preocupa que ésta entre en un segundo o tercer plano en las relaciones humanas a futuro. No es que todos quienes reciban cursos de cultura serán las mejores personas, pero la mayoría de las veces resulta. Hoy vivimos en un mundo cientificista, la ciencia como valor absoluto, centrados en un ser humano pragmático, de resultados, de un individualismo absoluto. Ese es un mundo muy peligroso. Las grandes dictaduras de los últimos 120 años son de personajes completamente egocéntricos, amantes del poder a cualquier precio. Es preocupante el narcisimo de los líderes de hoy día. -Un pronóstico sombrío. -La inteligencia emocional es clave para el diálogo, para ser capaces de conversar horas y horas, y llegar a algún acuerdo. Hoy día no veo posibilidad de eso por ningún lado. Nadie quiere reducir su personalismo, todos quieren ser ídolos. Una cosa verdaderamente loca. Eso es muy pernicioso para la estructura social. Polariza a tal manera que estamos en un punto en el que todos colgamos de un hilo de plástico. A los 80 años y días miro con tremenda tristeza, con una pena real, esta decadencia cultural y del conocimiento.