A 16 años de la dura travesía que marcó a la “abuela voladora"
Miliar donde trabaja, en Valparaíso, o a su consulta, en Viña del Mar, deben saber que la cálida y amable psicóloga que las atiende es una intrépida paracaidista y aviadora, que protagonizó en 2004 la epopeya de las Abuelas Voladoras, en la que junto a Madeleine Dupont unió América, África y Europa en el monomotor Beechcraft F33A Bonanza CC-PLJ, en una dura y arriesgada travesía que se extendió por 76 días.
Tampoco saben que por ser la primera profesional de su especialidad que a la vez era piloto, María Eliana Christen Jiménez se especializó en Psicología de Aviación años 70 en la NASA, y a su regreso a Chile fue llamada a colaborar en la creación de las normas psicológicas para otorgar el título de piloto. O que durante más de dos décadas fue la responsable de la selección psicológica de los postulantes a comandar aviones y helicópteros de la Prefectura Aeropolicial de Carabineros. Perosin duda su momento top como aviadora fue aquel histórico viaje que quedó plasmado en el libro “Travesía 2004 Abuelas Voladoras”, de Alfredo Gaete Briceño.
Una epopeya que le deparó una veintena de condecoraciones y premios, desde la Cruz al Mérito Aeronáutico de Chile e igual condecoración de la Dirección General de Aeronáutica Civil, hasta las distinciones Mujer del Año 2004, por la Pp ocas de las personas que acuden al centro de mediación faAsociación de Mujeres Profesionales y Empresarias de Chile, Profesional más Destacada 2005 en la V Región y Mujer Destacada del Bicentenario, por la Municipalidad de Viña del Mar, 2010.
VER TODO DESDE ARRIBA “Mientras uno desciende en caída libre es como un pájaro, disfrutando del viento, de la sustentación y de una plenitud increíble”, describe María Eliana para explicar cómo fue que se le ocurrió ser paracaidista tras obtener su licencia de piloto. Curiosamente, “siempre fui tratada como una igual, recibí la misma formación y se me sometió a las mismas exigencias que los varones”, relata. Es que esta psicóloga siempre amó los aviones y el espacio.
“Mi padre, un ingeniero suizo, pertenecía a la Armée de su país, a la rama del aire y él, desde que yo era muy pequeña, me contaba sus aventuras como piloto”. Así empezó a soñar “con saber volar para ver todas las cosas desde arriba y chiquititas”. Por eso también el primer destino europeo de las Abuelas Voladoras fue Ginebra. ¿Por qué se dedicó a la psicología en lugar de la aviación o las ciencias del espacio? Se declara “una enamorada de la psicología y considero que ella está presente en todo lo que uno haga en la vida”. Pero las posibilidades de formación en esa época, para las mujeres, eran muy pocas, ya fuera en el ámbito de las ciencias del espacio o de la aviación, de modo que la única opción era practicarlo como un hobby. Quiso ser astronauta, “pero era imposible alcanzar los requisitos que me exigían tan sólo para postular en esa época.
LAN, que era la aerolínea de Chile, no aceptaba mujeres como pilotos”. METAS CLARAS Durante la travesía de las Abuelas, una experiencia límite fue cubrir la ruta entre Natal (Brasil) y Cabo Verde, frente a Senegal, en el monomotor remecido por las turbulencias, sin suficiente gasolina para terminar el cruce y sin que nadie respondiera sus mayday, a causa de la potencia limitada de su pequeño equipo. “Me enseñó que para las personas apasionadas los límites no existen a la hora de perseguir sus sueños. Aprendí lo importante que es amar lo que uno hace y entusiasmarse con los posibles desafíos y sobre todo escuchar su voz interior. Estar enamorada de la meta y no ver qué tan difícil es alcanzarla”, remarca, a propósito de los aprendizajes de ese arriesgado trayecto. “Todos tenemos problemas en nuestra vida, muchas veces las cosas no resultan como las planeamos. Cuando uno ama lo que hace se aferra a ello sin desanimarse ante las dificultades y sigue luchando hasta triunfar. Además es importantísimo que la persona que está cerca tuyo ame lo que hace igual que tú, porque la energía positiva que emana se trasmite”, comenta.
Dice que un paso fundamental para vivir en plenitud, es tener muy claras las metas en la vida y tomar acciones para lograrlas, aunque eso signifique “salir de la zona de confort”. Esa experiencia, agrega, “me enseñó a reconocer lo valiente que soy, porque enfrentada a grandes miedos supe encararlos y vencerlos.
También me mostró una vez más que primero con la ayuda de Dios y luego con determinación, coraje, audacia, perseverancia, tenacidad, empatía, paciencia, tolerancia a la frustración, creatividad, capacidad de convencer al otro, convicción de que se puede, creer en sí misma y mucha humildad, no hay nada que no se pueda lograr”. Por eso volvería a realizar la travesía sin pestañear. “Fue una experiencia maravillosa justamente por los grandes riesgos que estaban involucrados.
Pero ambas éramos un gran team y muy responsables: vivir con pasión no es sinónimo de perder la conciencia y actuar sin pensar en las consecuencias, al contrario, se trata de controlar cada decisión que tomas y apoderarte de lo que haces”. La travesía, dice, “hizo necesario sacar lo mejor de nosotras para poder salir triunfantes. Nuestro propósito era llevar un mensaje de paz, desde un país que es el inicio o término del mundo, al antiguo continente, donde se iniciaron las grandes travesías. Realizar nuestro sueño, unir a los pueblos y la amistad fue el objetivo de este viaje.
El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino”. Tocaron suelo chileno el 23 de mayo de 2004, tras ser escoltadas por cuatro unidades de los Halcones de la FACh. Las esperaban la entonces ministra del Sernam, Cecilia Pérez, y el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, general Osvaldo Sarabia, además del director de la DGAC, familiares, amigos y mucha prensa.
Éxito total. = María Eliana Christen, psicóloga, piloto y paracaidista: Dedicada a la mediación familiar y a su consulta en Viña del Mar, la galardonada profesional recuerda los desafíos y los riesgos de unir tres continentes en un frágil monomotor. Rosa Zamora Cabrera