Una catástrofe educativa no abordada
Ntre los miembros de la OCDE, Chile fue el que más días de clases suspendió durante la pandemia. De hecho, la mayoría de los países optó por estrategias que minimizaran estos cierres. Así, las diferencias fueron abrumadoras. Mientras en Chile hubo 251 días en que los planteles escolares estuvieron cerrados, España, que sufrió un impacto severo del covid, registró 45 días con los colegios sin abrir. En Países Bajos y Alemania, el número de días sin clases fue de 53 y 85, respectivamente. No tenemos evidencia sólida de la pérdida de aprendizajes que esta experiencia significó para nuestro país.
Sin embargo, usando los rangos de estimaciones de otras naciones, no debería sorprender que el resultado del Simce de 4? básico retrocediera de los 271 puntos observados en 2018 (en años se rindió esta prueba) a 248. En Matemáticas, la reducción podría ser de 260 puntos en 2018 a 243 en la medición que ocurrirá este año. Ambas serían las más bajas desde 1999, año en que se comenzaron a aplicar regularmente estos instrumentos. Significaría un retroceso, entonces, de más de dos décadas. Como nada indica que nuestro sistema escolar sea más efectivo que los de otras latitudes, son números enteramente plausibles. A esta realidad se suman los antecedentes reportados hace algunos días por el ministro de Educación que sugieren un fuerte incremento en la deserción escolar este año. En efecto, poco más de 50 mil estudiantes que estuvieron matriculados durante 2021 en el sistema escolar y que cabría esperar verlos matriculados este año, no tienen registro de haberlo hecho. Es un incremento no habitual, sobre todo considerando que desde hace años se venía observando lo contrario, esto es, una tendencia hacia la baja en la deserción.
Para tener una referencia —por cierto muy imperfecta—, es bueno recordar que los antecedentes reportados por el Centro de Estudios del Ministerio de Educación indican que había 227 mil niños y jóvenes entre 5 y 24 años fuera del sistema escolar luego de abandonarlo entre 2004 y 2021.
Al mismo tiempo, la asistencia promedio durante lo que va del año en el sistema escolar estaría alcanzando un 83 por ciento, guarismo que contrasta con cifras del orden de 90 por ciento en los años previos a la pandemia. La inasistencia grave, es decir, la proporción de estudiantes con menos de 85 por ciento de asistencia, llegaría este año a un 39 por ciento. En 2018, según la caracterización de la asistencia del Centro de Estudios del Mineduc, dicho porcentaje habría alcanzado a solo un 14 por ciento. La Encuesta Nacional de Monitoreo de Establecimientos de Educación en Pandemia que realizan las universidades de Chile y Católica para el Ministerio revela asistencias menores —aunque tendencias parecidas— que las registradas por esta autoridad. La encuesta también recoge asistencia en los colegios particulares pagados, los que informan cifras que son alrededor de 15 puntos porcentuales superiores a las de los planteles subvencionados. Estos números son realmente dramáticos y sugieren una catástrofe educativa en ciernes. Se están acumulando rezagos en aprendizajes y en desarrollos cognitivos y socioemocionales que son profundos, y que pueden ser de impacto prolongado y muy difíciles de revertir. Sobre todo, porque las iniciativas para contrarrestar esta realidad son muy débiles y hay ausencia de una estrategia decidida, como muestra el proyecto de Ley de Presupuestos, para enfrentar esta situación.
Estas iniciativas deben partir por mantener y atraer a los niños y jóvenes a los establecimientos educacionales, evaluar regularmente los aprendizajes alcanzados por medio de instrumentos o rúbricas comparables, entregar apoyos extraordinarios, incluyendo tutorías, a estudiantes y docentes para recuperar los aprendizajes perdidos, y crear los entornos socioemocionales apropiados para favorecer los procesos educativos, entre otros aspectos. Lamentablemente, nada de esto se está abordando con la fuerza necesaria. Se están acumulando rezagos profundos en los aprendizajes, los que pueden ser de impacto prolongado y difíciles de revertir.