COLUMNAS DE OPINIÓN: Perplejidad y desolación
COLUMNAS DE OPINIÓN: Perplejidad y desolación ESPACIO ABIERTO Perplejidad y desolación Javier Sajuria Profesor de Ciencia Política Queen Mary University Queen Mary University l panorama de la candidatura de Matthei es desolador. Su declive en manos de la ultraderecha de Kast obedece a una tendencia mundial, en la que la derecha tradicional ha ido perdiendo terreno ante sus primos más extremos. Pero esto no es una casualidad: Matthei y Chile Vamos han caído en la misma trampa. Agobiados por la amenaza desde el extremo, reaccionan tratando de acercarse en vez de marcar su propia identidad. Y, hasta ahora, eso no le ha resultado a nadie. La ultraderecha, ese sector de la derecha que se siente menos comprometido con los valores de la democracia liberal (y a veces de la democracia a secas) es la fuerza política más xitosa del momento. Hoy gobiernan países hegemónicos, como EE.UU. o India, además de otros con gran simbolismo. En todos ellos, tienen recetas similares, en las que buscan generar sociedades excluyentes, bajo una concepción de democracia (cuando creen en ella) que sólo le sirve a un grupo de la población. El resto, ya sean inmigrantes, mujeres, minorías sexuales u otros grupos históricamente discriminados, deben acatar los designios de la mayoría, incluso si es que va en contra de sus derechos fundamentales. Detrás de esa tendencia se esconde una nostalgia distorsionada de un supuesto tiempo mejor, en el que ciertos grupos ostentaban privilegios sin cuestionamientos. Su atractivo nace de prometer un mundo mejor basado en fórmulas simplistas y nostálgicas, donde sólo hay ganadores y perdedores, en vez de cooperación y entendimiento.
Esa obsesión con un pasado que no existe los lleva a posiciones absurdas (como cuestionar el consenso científico cuando se trata de cambio climático) o peligrosas (prometer reeditar la dictadura). Uno esperaría que la derecha tradicional chilena, la que ha luchado por deshacerse de su legado dictatorial, pueda ofrecer una alternativa. Pero mientras algunos en su sector prometen que sí existe una derecha liberal, que se construye en el legado que dejaron los gobiernos de Piñera, Matthei y su entorno se encargaron por semanas de desmentirlo. Hoy, agraviados por el error estratégico y ante la derrota del socialismo democrático en la primaria, algunos en su campaña buscan orientarse hacia posturas más tradicionales, pero el daño parece ya estar hecho. Una de las lecciones más importantes de las investigaciones sobre la ultraderecha es que se alimentan de la crisis que viven las derechas tradicionales. Este sector se ve como el defensor de privilegios y de un sistema económico en crisis. Y su reacción es pura perplejidad, pues en vez de reafirmar los valores democráticos, la derecha tradicional (en Chile y en el mundo) se ha volcado a tratar de parecerse a la ultra. Con ello, normalizan sus barbaridades y, de paso, le hacen campaña. Los votantes que buscan esas posturas van a preferir el original. Esa es la tragedia de la democracia actual: la derrota de toda noción de una derecha democrática, liberal y moderna..