Autor: RODRIGO CASTILLO R.
Vírgenes políticamente incorrectas protestan contra abusos machistas
La artista Claudia Barbera denuncia la mentalidad patriarcal latinoamericana Muestra colectiva Formada académicamente en la Universidad de Viña del Mar y en Alemania, en la Goethe Universitát Frankfurt, Claudia Barbera está radicada en Valparaíso y ahora exhibe su serie “Putas vírgenes” en una muestra grupal que se puede ver en Internet (https: //malditaprecaria. Com/ politicamente-incorrectas). El montaje incluye obras multidisciplinarias de autoras como Angie Saiz, Javiera Dinamarca, Lorena Fuentes y Angélica Catrileo. Las imágenes impresas en papel de algodón fueron intervenidas con textos bordados a mano. Glesias, claustros y conventos en cada cuadra. La ciudad de Quito impresionó a la artista chilena Claudia Barbera cuando estuvo allá en 2019, porque la presencia del catolicismo, tanto en la arquitectura como en la iconografía callejera, resultaba abrumadora. Al recorrer la capital ecuatoriana, claro, también descubrió que ese entorno urbano era la expresión visible de una mentalidad muy conservadora que, en cierto momento, llegó a parecerle desagradable e incluso hostil.
“Junto a la escritora Hellen Baca fuimos a una radio a presentar el libro Palabras sueltas, que contiene poemas suyos ilustrados con mis grabados, y al llegar allá para la entrevista lo primero que nos preguntaron fue dónde estaban nuestros esposos, dónde habíamos dejado a nuesTras vivir un frustrante episodio en Ecuador, la autora chilena ideó una obra en la que aborda los lazos entre el catolicismo y la discriminación hacia las mujeres. tras familias, por qué andábamos las dos solas”, relata la autora nacida en Valparaíso en 1984.
“Nos vieron como a unas malas mujeres, y nosotras, por supuesto, empezamos a discutir, a defendernos, hasta que al final dijimos 'no, Quito es así, ésta es la realidad: es una ciudad extremadamente católica, con gente muy sumisa y una cultura muy machista”. Pero después de esa experiencia, ya de vuelta en Chile, decidí que no podía quedarme con la frustración de haber sido discriminada sólo por ser mujer”, confiesa. La solución de Barbera, para exorcizar ese recuerdo tan ingrato, fue crear un conjunto de grabados sobre papel algodón en el que aparecen imágenes de vírgenes. Las figuras corresponden a fotografías de personajes sacros que ella misma captó en sus visitas a los templos quiteños, y el gran detalle es que esos trabajos están intervenidos con textos bordados a mano. En los mensajes se leen testimonios de mujeres y personas de sexualidad disidente que cuentan vivencias de machismo y violencia de género. La serie, que se titula precisamente “Putas vírgenes”, está a disposición de los cibernautas en la muestra virtual Políticamente In-Correctas, organizada por la plataforma Maldita Precaria. “Casi todas las historias que están escritas en estas obras fueron recopiladas en Chile, algunas recogidas por mí y otras me las hicieron llegar.
Son historias muy fuertes, y al estar escritas a los pies de estas virgenes se crea esa doble imagen, tan freudiana, de la mujer santa y la mujer puta, o la mujer buena y la libertina. En el fondo, aquí se aborda la imagen de la virgen como símbolo de sacrificio, pero de un sacrificio que no se sabe para qué sirve. Es el sacrificio del silencio, de todas estas mujeres y disidentes sexuales que tuvieron que callar durante mucho tiempo para ser aceptadas en un sistema patriarcal”, reflexiona la artista. Entraste en contacto con estas historias? -Yo soy profesora y siempre he trabajado en colegios, y en esa actividad me empezaron a contar cosas.
Y en un momento, cuando yo trabajaba en una obra de bordado inspirada en el libro El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, se me ocurrió lanzar una convocatoria pidiendo testimonios, respetando el anonimato de las personas, claro, y me llegaron historias como la de una mujer a la que hicieron creer que todo lo que le ocurría era culpa de ella y no del marido que la maltrataba y la violaba.
Su comunidad religiosa le exigía que volviera a ese matrimonio, porque sino lo hacía se iba a quedar sola, sin redes de apoyo, sin familia ni amigos, así que en el fondo ella no tenía escapatoria.