Primera directora del conservatorio del Instituto de la Patagonia aboga por celebración de los 50 años de su fundación
MARÍA INÉS BAERISWYL SE ENCUENTRA RADICADA EN SANTIAGO Agallanes cuenta con una tradición musical consolidada en distintos ámbitos y géneros. Con eventos, cultores, agrupaciones diversas y un sello muy característico de unión y compromiso. Y este año se conmemora un hito que marcó a la historia artística de Punta Arenas: los 50 años de la fundación del Conservatorio de Música del Instituto de la Patagonia.
Desde Santiago, su primera directora, María Inés Baeriswyl Rada recuerda la creación de este espacio artístico, que se convirtió en un semillero para grandes cultores de la música, porque además de un coro, tuvo una sinfonieta y una escuela para niños. En primer lugar, Baeriswyl destaca que la iniciativa fue impulsada por Mateo Martinic.
“Yo justo estaba egresando de la carrera, en el Conservatorio de Música de la Universidad de Chile, Y en esa época no había nadie titulado de Música en Punta Arenas, yo fui la primera profesional titulada de la zona. Se me ofreció organizar el conservatorio, volví después de mi egreso y ahí me dediqué a organizarlo, que funcionó en lo que era antes el Club Social Católico, que se quemó, en calle Chiloé. El club nos arrendó tres piezas y un hall, todo en la planta baja. Lo más difícil fue encontrar a la gente que pudiera hacer clases, porque no había titulados y tampoco mucha gente que tocara instrumentos. Teníamos como profesor de violín a Orlando Cárdenas, que era chofer de camión y trabajaba con los Sharp. Bueno, estaba Jorge Sharp papá, y también su hijo”, recuerda. Su vínculo con la Universidad de Chile permitió que Baeriswyl pudiera adaptar los planes y programas del conservatorio de música de la casa de Bello. En sus inicios se enfocaron en la enseñanza de piano, violín y guitarra clásica y folclórica en su primer año, incorporando posteriormente, contrabajo y canto. “Al año siguiente, pedimos que sean válidos nuestros cursos, porque nosotros inmediatamente adoptamos los planes y programas del Conservatorio de Música, como yo venía de ahí y conseguí que fueran exámenes válidos. Conseguí que viajaran profesores a Punta Arenasen diciembre, para tomar los exámenes. Y eso fue muy bueno para la zona, porque daba una continuidad y una seriedad a lo que estábamos haciendo.
Y también, que los profesores se tenían que poner las pilas para poder cumplir con los programas”. Formación A través de publicaciones en La Prensa Austral y El Magallanes, se realizó la convocatoria para tener alumnos y participantes del coro. “Hubo mucho interés en participar, se presentaron más de 100 personas, yo les tomaba examen de aptitud musical, porque había que tener al menos oído musical, y tuvimos 90 alumnos el primer año.
Después al año siguiente creció, porque ; se hizo un curso para nor- ; malistas, de teoría musical - y rítmica para los profesores normalistas y eran válidos para la universidad, para que ellos pudieran trabajar con la música en sus colegios”. En la nómina de alumnos aceptados aparecen, en guitarra folclórica, Belarmino Sánchez, Rita Stambuk, Bernarda Haro, Ricardo Contreras, Mónica Faúndez, José Vargas Corbett, Luisa Muñoz, Eva Mansilla, Mónica Aguilante, Fernando Baeriswyl, Carlos Baeriswyl, Nelson Reyes Ojeda, Norma Caro Vera, Sonia Pavisich, Segundo Bórquez, Julia Moreno, Nelson Pérez, Norma Pastén Lira, Jaime Bórquez, Diana Reyes, Humberto López, Víctor Aedo, Carlos Jesús Muñoz, Juan Zamora, Liliana Unibozzo, Segifredo Díaz, Amadeo Pérez, Eugenia Lepe, Regina Aguilera, Daniel Nova, Luisa Aguila, Elena Silva, Juan José Salazar, Victoriano Gallardo, Mónica Bórquez y Lilyan Prieto. En tanto, en guitarra clásica fueron seleccionados María Teresa Silva, Mónica Parada, Yasna Vukasovic, Alejandro Laiseca, Victoriano Avendaño y Maritza Rojas.
A su Vez, para piano fueron admitidos, Miguel Arriagada, Viviana Moreau, Ramón Mollehauer, Ariel Santana, Juan Zerega, Néstor Castro, Walkiria Arriagada, Gloria Bórquez, Diego Rojas, Emilia Por iniciativa del historiador Mateo Martinic, en marzo de 1970 inició su camino formativo, con planes y programas adaptados de la Universidad de Chile, casa de estudios en la que Baeriswyl se formó como profesora de Educación Musical. Díaz, María Isabel Baeriswyl, Sonia Díaz Mansilla, Pedro Rubén Pérez, Miriam Amarante, María Elena Velásquez, Yagoda Martinic, Luz Marina Aros y María Cristina Soto. Por último, en violín, aparecen Doina Rojas, Sergio Baeriswyl y Amadeo Pérez. Tras unos meses de trabajo, el 16 de septiembre de 1970 tuvo su debut la orquesta del Conservatorio del Instituto de la Patagonia, bajo la dirección de Enrique Lizondo.
Estaba compuesta por Orlando Cárdenas, Pedro Salas, Andrés Ferolli, Jorge Sharp, Rolando Bustos y José Mihovilovic, en violines primeros; Francisco Peteck y Manuel Ojeda, en violines obligados; Mario Capellán, Alejandro Soto, Mariné Yubero, Agustín López y Alberto Pagels, en violines segundos. Hortensia M.
Contreras tocaba el arpa; Tena de Yubero, el piano; Armando Moraga, el contrabajo; Ignacio Avendaño y Luis Rodríguez, en clarinete; René Tonizzo en flauta; Temístocles Ibarra en oboe; Aliro Quezada, en saxo tenor; Romeo Garcés y Carlos Andrade, en trompetas; Nolberto Poblete y Wilfredo Angulo, en coros; David Letelier, en trombón; Máximo López, en timbales y f1nalmente, en batería y accesorios, Antero Bravo.
Esa orquesta tuvo el nombre de sinfonieta, y Lizondo contó con la colaboración de Agustín Cullel, entonces decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Austral de Chile, y a su vez, director de Orquesta de la Sinfónica de Chile de la época.
En esa función, el coro a cargo de María Inés Baeriswyl interpretó una selección de variados temas: desde clásicos como “Ave María” de Jacobo de Arcadelt y el “Hallelujah”, de Haendel, hasta una “Chaca- ”» « rera mendocina”, “Meninas vamos ao vira” y “Yo vendo unos ojos negros”. El kínder Uno de los hitos de este conservatorio fue el kinder, espacio formativo para numerosos niños, una visión que Baeriswyl continuó desarrollando a su regreso a Santiago. “Yo toco el piano y el grupo se formó con Mónica Parada, que era educadora de párvulo y la que creó el jardín Matilde Huici. Los niños, cuando entraban a teoría, podían tener muy buen oído, pero les faltaba musicalidad y la iniciación musical, era todo gratuito, iban dos veces a la semana durante una hora. Estudié iniciación en el Conservatorio pero no se sabía mucho de eso, prácticamente teníamos que empezar a ver qué se podía hacer con los niños. Y tuvo mucho éxito”, destaca. Sin embargo, su vínculo con Magallanes volvió a cortarse.
“Yo trabajé tres años, en diciembre de 1972 me vine a Santiago a estudiar Musicología, de ahí para adelante estuvieron Mario Vera, Rolando Arancibia y el Instituto de la Patagonia no tenía financiamiento y pasó a la universidad, no sé si era técnica aún o ya era Universidad de Magallanes.
Lo que sí se perdió fue la conexión con la Universidad de Chile”, apuntó María Inés Baeriswyl que en 1974 creó, en Santiago, el primer jardín infantil musical, llamado “Pequeño Mozart”, “que después transformé en colegio y la enseñanza media pasó a llamarse Wolfgang Amadeus Mozart, que tuve por 45 años.
El jardín sigue pero ya no estoy como sostenedora”. Al recordar cómo fue su trabajo en ese liceo, recuerda que era “muy chico, familiar y musical, concoro obligatorio, baile durante una hora y todos los ramos de arte nunca se perdían, hasta cuarto medio.
Se armaba junto con el coro de padres y apoderados un coro de 120 voces que cantamos obras de Mozart, Vivaldi; los niños a fin de año se presentaban en un grupo de baile y bailamos Cascanueces, Copelia.
El colegio también tenía el festival de la canción inédita, en que cada curso tenía que hacer una tema que se presentaba con orquesta, grabábamos nuestro cd, muchos niños de ese colegio siguieron en la música”, destaca.
Conmemoración En este mes que se cumplen 50 años de la creación del Conservatorio del Instituto de la Patagonia, Baeriswyl reconoce que no ha sabido de ninguna celebración especial que se esté preparando en Punta Arenas. “Me gustaría hacer algo para juntar a la gente, voy a pensarlo, sería bonito. Ahora se nota que es más fáciltodo, hay bastante movimiento musical en Punta Arenas. He hablado con Mateo Martinic cuando fue la presentación de mi libro hizo el prólogo, le pregunté y me dijo que había alguien que estaba organizando algo. Sería bonito, porque Mateo fue muy visionario con este instituto, algo muy bonito, magallánico y él era el motor. La música que se le ocurrió, también fue algo bueno”, valoró. Porque a pesar de la distancia, María Inés Baeriswyl siempre está atenta a lo que sucede en su tierra natal. “Encuentro que Punta Arenas, en la parte musical, ha tenido un gran crecimiento, folclore, popular, la formación del conservatorio.
Tengo un libro que hice sobre iniciación musical, y me gustaría hacer la segunda edición en Punta Arenas, tiene un repertorio para la iniciación de los niños y que también les sirve alos profesores básicos, con 60 canciones graduadas”, concluyó.