Autor: ESTELA CABEZAS
LA DESCONOCIDA HISTORIA DEL "CHASCAS"
José Ignacio Valenzuela es el guionista chileno más exitoso en este momento.
Pero detrás de ¿ Quién maló a Sara? —la popular producción que escribió para Netflix— y de las teleseries que lo hicieron conocido en el país, hay una historia mucho más dramática e increíble que sus propios guiones.
En ella hay un niño con úlcera producto de la exigencia que se autoimponía, un adolescente que casi queda inválido y un joven que vivió dos años y medio hospitalizado, con dolores horribles y cinco operaciones. Pero fue en medio de ese período “oscuro y tenebroso”, como lo llama, que surgió el escritor que es hoy. Un estreno simultáneo en 190 países. Quince días en el número uno en todos esos lugares. Y transformarse dela noche ala mañana en el guionista de la serie más vista del mundo.
Eso le pasó al chileno José Ignacio Valenzuela, el “Chascas”, hace poco menos de un mes, cuando ¿ Quién mató a Sara? se estrenó a través de Netflix. —¿ Qué te hace sentir esto? —Todavía no lo asumo. Tengo la certeza de que me va a caer la teja en algún momento, y cuando eso pase, me voy a desplomar. Pero también sé que me voy a demorar veinte minutos en retomar la conciencia y decir: “¿ Y qué tengo que hacer ahora?” Es que así lo hago siempre. Valenzuela, 48 años, cuenta que tiene ese estilo: dudar siempre.
Y que fue por eso que, cuando en enero del año pasado lo Roberto Stopello, uno de los CEO de Netflix, no se puso a saltar en un pie ni respondió que sí de inmediato a una oferta irresistible para cualquiera: hacer una serie de suspenso producida por el actual gigante de las comunicaciones. —Le dije que lo iba a pensar.
Y no solo porque no sabía qué decir, era también porque tenía que “mirar la pared”. Eso es cuando necesito sentarme, parar el ruido, porque mi vida siempre tiene mucho ruido alrededor, y mirar para adentro.
Ver si puedo, si quiero, si soy capaz, qué consecuencias va a tener, no laborales ni económicas, sino qué consecuencias va a tener conmigo y en mi relación matrimonial. —¿ Y qué consecuencias puede tener un trabajo soñado como este? —Que lo pasé mal.
Por ejemplo, que el trabajo me apasione, pero que tenga poco tiempo para hacerlo, o que tenga demasiadas cosas extras e igual me meta, Lo que necesito frente a cosas como esta es mirar la pared; o sea, pensar. José Ignacio Valenzuela se define como una persona que piensa demasiado. —Es atroz, a mí me cuesta dormir, porque mi cabeza no para "nunca, siempre estoy pensando. Y tengo voces que me hablan, y no es que sea psicótico: son muchos yo interiores que me están hablando todo el tiempo. Y me lo cuestiono todo. Por eso soy muy cuadrado y trato de anticiparme a las cosas, no me gusta ser reactivo, me gusta ser propositivo, solo así vivo en relativa tranquilidad. Necesito tener las cosas controladas.
Tras recibir la llamada de Netlix, lo primero que hizo fue matricularse en la UCLA para estudiar guión de series. —Siempre parto de la base de que no sé, es un rasgo mío, alo mejor de una inseguridad feroz que tengo. Si me piden que escriba un libro, digo: “No voy a poder”. Entonces, lo hago para probarme a mí mismo que fui capaz. Además, súmale el hecho de que soy bastante nerd, perno, mateo.
En el colegio yo era "muy mateo, a pesar de que había toda un área completa científica que nunca entendí, pero no me podía permitir sacarme José Ignacio Valenzuela junto a su marido Anthony, con quien se casó en Estados Unidos, y Leonora, la hija de ambos. malas notas. Porque soy maniático, obsesivo, riguroso conmigo mismo, me pongo la vara siempre muy alta. —¿ Cómo lo pasabas con esa exigencia que te ponías? —Lo pasaba mal, porque no me permitía fallar. Lo curioso es que nunca nadie me ha exigido nada. Mis papás son lo opuesto aunos padres castradores, punitivos. Ellos siempre celebraron con harta parafernalia todo lo que yo hacía y, laverdad, yo nunca he celebrado nada. Y sigo sin celebrar. Por ejemplo, con Sara y su éxito, sigo sin tomarme una copa de champaña para brindar.
Mis papás, mis hermanos, me dicen que lo disfrute, pero no puedo, porque estoy escribiendo otra cosa nada que ver con Además, no puedo dejar que las entrevistas, el fenómeno, se cuele a mi oficina, porque si se cuela, cagué. “Yo soy muy riguroso. Soy muy agradecido de poder hacer lo que hago, porque siempre pienso que no tendría por qué estar haciéndolo. Hay gente mucho más talentosa, preparada, carismática, con una carrera más enorme que la mía y que debería estar encima de mí.
Siempre parto sobre la base de que no entiendo por qué hago lo que hago, las oportunidades que tengo, y como no entiendo, solo lo honro”. —¿ Necesitas de gente alrededor tuyo que te diga lo bien que lo haces? —Anthony, mi marido, tiene más confianza en mí de la que yo tengo, eso es un hecho, pero es súper poco adulador y eso me encanta. Ahora, por supuesto, cuando le conté a él que me habían llamado, de inmediato me dijo: “Obvio que lo vas a hacer”. Y yo le respondí: “Anthony, nunca he hecho esto. En Netfix dan The Crown, House of cards, ¿qué tengo que hacer yo ahí?". ¡Por culpa de él terminé aceptando! —dice y ríe. Wn José Ignacio Valenzuela estudió en la Alianza Francesa y luego Literatura y Estética en la Universidad Católica —Nací en una familia de clase media acomodada, Pero eso no significa que haya sido fácil. El “Chascas” mira fijo a la cámara del computador: —El 82 mi papá quebró, el banco nos quitó la casa, nos tuvique repartir: yo me fui a vivir con mi abuela. Mi mamá y mi papá y mis tres hermanos menores, yo soy el mayor, se fueron a la casa de una tía.
Nosotros fuimos una familia a la que le faltó nada, nos pudieron pagar un colegio que es de élite, pero también fuimos muy sacudidos por todo esto, Sus papás, cuenta, trabajaban todo el día, y trataban de vivir bien en ese “Chile de los 80, que era ese país en blanco y negro. Pero yo siempre me refugié en los libros” En su casa siempre los hubo, especialmente gracias a su tía, la escritora de libros infantiles Ana María Guiraldes. —Ella era una luz en mi vida. La Ana María siempre fue como mi maestra desde muy chico. Además, con ella nos lleva mos muy bien, siempre tuvimos una relación más de amistad que de tía y sobrino. José Ignacio Valenzuela empezó a ir a sus talleres desde los 12 años. —Mi mamá se lo pidió, porque siempre quise ser escritor. Cuando tenía7 años, desarmaba mis cuadernos de colegio para convertirlos en libros.
Hacía obras de teatro con mis hermanos y las filmaba con un rollo de papel confort, torturaba a mis pobres hermanos obligándolos a actuar, y yo los grababa En el colegio, cuenta, era un niño de pocos amigos, pero con lazos fuertes que conserva hasta hoy. —Hice mi vida para ser escritor. Yo sabía que necesitaba hacer todo bien. En básica me dio una úlcera porque, cuando en el colegio se empezó a poner más serio el tema de las notas, yo no quería que se supiera que me costaba física o matemáticas. La presión que me ponía era mucha. Es que yo no ¡ ba a caer en las lamentaciones ni en abiertamente por el hecho de que había más científicos que humanistas. Simplemente asumí que me tocaba estudiar el doble. “Soy muy agradecido de hacer lo que hago, porque pienso que no tendría por qué estar haciéndolo. Hay gente mucho más talentosa y preparada que debería estar encima de mí”. “El dolor fue una presencia permanente en mi vida.
Para mí era un segundo cuerpo al lado mío, que me acompañaba, que no me permitía moverme”. “La gente ve y lee las cosas que escribo se imagina que soy un psicópata. (Pero) escribo lo que no puedo vivir", dice, En la foto, su segunda teleserie, Marparaíso, de Canal 13. En 2012, Valenzuela escribió Dama y obrero, que tuvo éxito de sintonía en TVN. Al año siguiente, la cadena Telemundo realizó su propia versión de la teleserie. En la foto, una escena de Amor a domicilio, la primera teleserie escrita por Valenzuela, en 1995.
Recuerda que improvisó la idea en Canal 13 y que la comenzó a escribir sin sabér cómo se hacía. de esa época, recuerda cómo enfrentó el período más dolode su vida. —Un día había que hacer el clásico ejercicio de elongación donde te sientas, separas las piernas y con el pecho llegas hasta donde puedas.
Y yo era malo para Educación Física, no había nada que me importara menos que el deporte; entonces, estaba haciendo ese ejercicio, cuando se acercó el profesor, se puso detrás mío y me empujó, pero sin querer me quebró la espalda. Se me quebraron tres vértebras: la cuarta lumbar, la quinta y el sacro. Y con eso empezó un calvario, literalmente, que duró muchos años. Valenzuela tenía 12 años. —El último recuerdo que tengo de ese minuto es el sonido de unas nueces que se quebraban.
Desperté horas después en la clínica La situación era dramática: no podía ser operado, porque aún le quedaba mucho por crecer y cualquier intervención podía detener su proceso. —Entonces, se optó por ponerme un corsé, atroz, de plástico, duro, espantoso. Un corsé que llegaba un poco más abajo de la ingle. Era tremendo, porque yo no podía sentarme en 90 grados. Tuvieron que mandarme a hacer una silla especial en el colegio, porque tenía que tener un respaldo un poco más inclinado. Si me sentaba en 90 grados, se me incrustaba en los muslos este corsé y sus bordes. Además, tenía unos alambres que me sujetaban la cabeza. Y comencé a vivir así.
“Toda esa época donde los jóvenes despiertan a las fiestas, los amigos, la música, a mí no me tocó, porque yo estaba en mi casa con un corsé”. —¿ Qué hiciste todo ese período? —Ratificó muchas cosas en mi vida. Uno, mi vocación por el trabajo. Me dediqué atrabajar, aescribir. No necesité nada más, ni psicólogo, ni psiquiatra, nada, Esto me probó que, a lo mejor, tan loco no estoy. O que estoy tan loco, que no necesitaba nada más. Cuando tenía 17 años, y recién había salido del colegio, tuvo un nuevo episodio crítico. Iba entrando al anfiteatro Lo Castillo, en Vitacura, cuando sintió un pinchazo tan fuerte en la espalda, que se le adormecieron las piernas y cayó al suelo. Lo llevaron de urgencia a la clínica. Ahí constataron que se le esta ba saliendo la médula. So significó el fin del corsé, pero el inicio de otra etapa terrible, que fue el de las operaciones.
Ahí me dijeron que si yo Cuenta que cuando vio la maqueta del primer capitulo de ¿ Quién mató a Sara?, le dijo a su marido: “Esto está demasiado espectacular, algo va a pasar porque está demasiado bueno”. En la foto, una escena de la serie. no me operaba de emergencia, me ¡ ba a paralizar por completo. Y así, entre los 17 y los 23 años tuve muchas operaciones. Pasé mucho tiempo en cama y en la clínica.
Fue una época muy oscura, terrible, Para poder empezar a operarme, me tuvieron que dejar boca abajo en cama durante meses, para que la mé dula volviera a centrarse lo más posible, José Ignacio Valenzuela toma aire antes de seguir su relato: —Me acuerdo de los dolores, tengo la imagen física del dolor, era como un rayo, una cosa en mi cabeza todo el día. Yo llegué a tomar once Nefersil al día. Era la única alternativa. Lo operaron cinco veces en dos años. Él ya estaba en primer año de la universidad. —Alcancé a ir a clases unos meses con mucho dolor. Por suerte, me estaba yendo bien, y permitieron que pudiera seguir a distancia. Tenía compañeros que adoro hasta hoy y que todos los días me llevaban a la casa la materia. Ellos tomaban en sus cuadernos con papel calco y me la entregaban “Esa etapa fue muy difícil. La primera operación duró 12 013 horas. Las siguientes entre 7 y 8 horas. El nivel de anestesia era muy alto. En una operación no reaccioné bien y me tuvieron que hacer transfusión de sangre urgente. Estuve semanas en la UTI, con un dolor que lo que te pueda decir es poco.
Era tanto en un momento, que el doctor dijo: Traigan la bomba”. —¿ Qué era eso? —Entró una enfermera a la pieza con una especie de cajero automático y lo puso al lado de la cama.
Después trajeron como una bolsa de suero grande y la colgaron al lado mío, y ahí salía una manguerita que iba a este cajero automático, y de allí salían otras dos o tres mangueritas que me las pusieron en distintos lugares del brazo. Y ¡ zas!, en ese instante una cosa maravillosa pasó en mi cuerpo. Después supe que era una mezcla de demerol y algo más. José Ignacio Valenzuela cuenta que fue un período en el que tuvo tiempo de sobra para pensar y armarse de otras herramientas en su vida. —Tuve mucho tiempo para conocerme y estar conmigo. A mí, lo que me salvó la vida en la clínica esos dos años y medio que estuve hospitalizado, ese tiempo siniestro y oscuro, fue la escritura. Recuerda que se compró un computador usado y pidió un permiso especial en la clínica para poder usarlo. Pero como.
Suespalda no podía sostenerlo, junto a las enfermeras y auxiliares inventaron un sistema en el que él se ponía boca abajo y sacaban una parte de su cuerpo operado, “lleno de drenajes y fierros”, fuera de la cama. Y el computador lo ponían en el suelo, —Mis brazos no los podía mover, pero sí mis dedos; entoncos, las enfermeras soltaban mis brazos y donde caían ponían el teclado. Así continué escribiendo. “Lo más divertido de todo es que la gente ve y lee las cosas que escribo y se imagina que soy un psicópata. Yo sigo el principio de Oscar Wilde: uno escribe lo que no puede vivir. Yo no fumo, no tomo, no me drogo, como sano. —En todo ese período, el tema de quién eras tú, que eras un hombre homosexual, ¿no existía? —No existía, para nada. Mi vida, desde los 12 años hasta que salí de la clínica, mi vida social, humana, exterior, carnal, estaba en pausa. Yo estaba sobreviviendo, tenía una meta que era sobrevivir y salir de ahí. Por encima de todo, lo que quería era dejar de tener dolor, porque el dolor fue una presencia perma'nente en mi vida. Para mí era un segundo cuerpo al lado mío, que me acompañaba, que no me permitía moverme, darme. Vuelta en la cama, ducharme tranquilo, abrocharme los zapatos bien. Eso estaba viviendo y necesitaba salir de all. ¿Y cuál era la mejor manera de dejar de sentir dolor? No era no era la morfina. Era escribir —¿ En serio? —De verdad, absolutamente. Mi primer libro que se llamó Qué pasó con Sofía Alcántara. Lo escribi boca abajo en la clínica con los brazos colgando desde la cama.
Trabajaba ocho horas al día en ese libro, y en esas ocho horas a mí no me dolía la espalda, nada. —¿ Era el poder de tu mente? —De la concentración o de la enajenación, de la evasión que genera la literatura. Cuando uno lee un buen libro, se hace de noche y no te das ni cuenta Valenzuela salió de la clínica en 1994, Tenía 22 años. Un —Lo siguiente que hice fue ponerme al día con la vida. Salía con muletas, porque tuve una larga recuperación, feliz de la vida. Era difícil moverme, pero lo hacía En julio de ese año, cuando aún estaba en la universidad, comenzó a pensar en qué se iba a ganar la vida.
Y un día, de la nada, se le ocurrió ir a un canal de televisión a ofrecerse como “el asistente del asistente” de los guionistas que en esa época escribían teleseries. —Tomé una micro sin saber mucho lo que estaba haciendo, con muletas y todo. Me bajé en Canal 7. Ahí, en la puerta dije: “Quiero ver si puedo trabajar aquí”. No me pescaron, así que me fui al 13, y no sé cómo me dejaron entrar. La cosa es que llegué ala recepción y dije que quería ver si podía escribir teloseries. Entonces, el de la puerta me contestó: “¿ Viene al Área dramática? Pase”. Ahí terminó frente a la Claudia Romero, que era la secretaria del Área Dramática de Canal 13.
Recuerda que en ese momento el 13 hacía teleseries basadas en los guiones de los productos de la red O'Globo, pero el acuerdo recién se había acabado. —Entonces, ella me dijo: “Acá no necesitamos ayudantes del ayudante, lo que necesitamos son ideas para teleseries, urgente”. Y yo saqué una hoja de cuaderno y con un lápiz pasta escribí una idea en diez líneas. Ella la dejó en un alto de papeles. Y me fui y seguí con mi vida, con mis muletas y mis dolores. Pero a los tres días recibió una llamada desde el canal para que fuera. —Cuando llegué estaba Ricardo Miranda, Cristián Mason, Javier Larenas, y no sé quien más. Entro y quedaron todos desconcertadisimos. Este cabro chico de 20 años, en muletas, con cara de loco, ¿quién es? Esa fue la cara de ellos. Ahí me preguntaron: “Tú eres el hijo del señor que estamos esperando?". Y respondí: “No, yo no soy”. Entonces me dijeron: “Olvídalo, nos equivocamos” y me pidieron que me fuera.
Cuando salí, ¡ba caminando lento, y se abre la puerta y Cristian Mason dice: “Un momentito”. Y aquí lanzó la frase que siempre recordamos él y yo: “A má la hueá de las pizzas me gusta. ¿Tienes el capitulo uno?”. “Sí, claro.
Por supuesto”. “Ya, te espero mañana a las once de la mañana para que lo veamos”. —Yo no lo tenía, así que me fui en la micro, agarrado a las muletas y a la manilla, llorando: “¿ En qué cresta me acabo de meter? ¿ Por qué me meto en estos líos? Tengo prueba de gramática mañana, tengo que hacer dos informes de El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso, y tengo que escribir un capítulo de teleserie que no sé cómo se escribe”. Además, yo no era un gran consumidor de teleseries.
Pero hice lo que uno hace cuando no sabe qué hacer, que es mirar para adentro, y dije: “Voy a escribir lo que a mi me gustaría ver”. Así nació Amor a domicilio, la teleserie protagonizada por Alejandra Herrera y Luciano Cruz Coke. —Se trataba de unos jóvenes trabajando en una pizzería para buscarse una vida, que era lo que yo hacía en ese momento, porque había suspendido mi vida por mucho tiempo. De. esa manera partió la otra mitad dela vida de José Ignacio Valenzuela; su vida como guionista.
Wn Valenzuela está instalado en su oficina en su casa en Miami, la que comparte con su marido Anthony y su hija Leonora, mientras habla y reflexiona. —Yo siempre digo que lo paso mal escribiendo, pero me encanta, me fascina haber escrito.
Lo paso mal, porque por lo general es más tiempo el que paso corrigiendo, molesto conmigo, porque no fui capaz de llegar a la escena que quería. —¿ Cuándo has pensado que algo te quedó bien? —Pocas, y tengo que decir que con ¿ Quién mató a Sara?sí me pasó. Y fue antes de que saliera al aire.
En esta serie yo también soy productor ejecutivo; entonces, la vi antes y me gustó, Y para es lo más importante, porque en mi caso el éxito no tiene que ver con lo de afuera, sino con que me guste a mí, con que yo me sienta satisfecho. Con ver algo tres meses después de haberlo terminado y que me siga gustando. Y es que muchas veces no melo creo.
De hecho, la primera vez que vi la maqueta del capítulo uno, mal editada y sin música, pero donde ya se podía apreciar cómo iba quedar, le dije a Anthony: “Esto está demasiado espectacular, algo va a pasar que no va a quedar tan bueno, algo tiene que pasar, porque está demasiado bueno” —ríe —¿ Aún tienes susto de que algo pueda pasar? —Obvio que sí, ime da pánico! (... Tengo la do para atrás mi vida, que mi vocación por la escritura es tan poderosa, fuerte y avasalladora, que muchas veces puse pausa cosas de mi vida real para darle prioridad a la vida ficticia. Cuando todos mis compañeros estaban en esa etapa tan necesaria de la vida, de juventud, de irte a un extremo para encontrar el centro, ¿dónde estaba yo? En un hospital escribiendo. Te diría que recién lo empecé a pasar bien, a combinar vida y trabajo, a partir de los 33,34 años. En ese momento dije: “Ya, bonito esto de la escritura, bonito todo, pero vamos a pasarlo bien también”. —Tú historia de vida daría para un libro. —No, qué fome, S ensación, miran-