Autor: CRISTOFER DÍAZ RÍOS
EL DISEÑO CHILENO: La simpleza y la escasez como virtud
NUEVO LIBRO RECOPILATORIO "100x100 Diseño en Chile": 100 X 100 DISEÑO EN CHILE Patricio Pozo, editor. Proyecto de BTG Pactual, Santiago, 2020,284 páginas.
Y l diseño se presenta a sí mismo al servicio del ser humano, pero su verdadera ambición es rediseñar al ser humano”, expresaron los arquitectos Mark Wigley y Beatriz Colomina, citados en el prólogo del libro “100 x 100 Diseño en Chile” (Proyecto BTG Pactual, a la venta próximamente). La propuesta de ambos es enérgica: “las personas siempre han sido reconfiguradas radicalmente por los diseños que producen”. “¿De qué sirve que sea bueno, si el buen diseño sólo es bueno para un pequeño grupo de personas?”, expone Patricio Pozo, diseñador, académico y editor del libro, citando a los mismos arquitectos. En torno a esa reflexión, buscando qué es lo transversal y propio del diseño chileno, surge la idea de hacer una recopilación de hitos sobre obras de esta disciplina en Chile.
“100x100” es una compilación en gran formato que, desde distintos puntos de vista, repasa obras de diseño representativas del actual territorio nacional; no sólo de Chile, ya que considera, también, ejemplos de períodos previos al origen del país.
La lista es amplia e incluye manifestaciones de diseño en sus variantes gráficas, arquitectónicas, textiles, industriales, artesanales, audiovisuales y performáticas, presentadas a través de micro ensayos escritos por destacados diseñadores, arquitectos, artistas, periodistas, escritores, científicos y académicos. “En un principio intenté hacer esta lista de 100 casos de estudio por mí mismo, pero fracasé rápidamente en la tarea. Resultaba una lista muy personal y guiada por mis gustos personales”, explica Pozo. “Ahora bien, si esta lista la armamos con 100 destacados arquitectos, diseñadores, académicos y artistas, ya es otra cosa. Estos intereses y pasiones personales se convierten en una voz colectiva de gran interés”, afirma. De todas formas, Pozo deja en claro que esta recopilación no busca presentar la historia del diseño chileno ni la lista definitiva sobre los hitos nacionales. “Separar el grano de la paja, por decirlo de alguna manera, no es la función de este libro. Es más bien una puesta en página festiva y afable de la construcción de la cultura del diseño en nuestro país”, aclara. Lo propio del diseño chileno ¿ Qué le es propio al diseño chileno? es una pregunta que, probablemente, se ha formulado muchísimas veces y cuya respuesta dependerá de quién la responda. Tras esta publicación, Pozo plantea una respuesta como bosquejo: “Me parece que lo que se impone como un plus es la escasez como una virtud y no como un defecto. También, el ingenio popular y cierta picardía en la transformación y adaptación de materiales, diseños y objetos de un fin para otro. Resulta un territorio fértil para la aplicación de la vieja máxima de Mies van der Rohe: Menos es más”, señala el diseñador, y es fácil encontrar ejemplos de aquello en esta guía.
La cualidad primitiva e intrínseca del ser humano de construir herramientas toma lugar en Chile enmarcado en la simpleza y el ingenio desde la escasez, lo que se manifiesta en el territorio más cotidiano: la escoba de curahuilla, cuyo origen data de principios del siglo pasado en el campo chileno; el tostador de pan (1920), caracterizado por su “forma y función sin maquillaje”, en palabras del arquitecto Oscar Ríos; o la mediagua, cuyo nombre hace referencia al recorrido de la lluvia en su techo, y que se industrializó en la década de los sesenta. Pero también es posible encontrar esta simpleza y escasez como parte del mundo creativo.
Por ejemplo, en 1971 el diseñador gráfico, escritor e ilustraLa publicación, editada por Patricio Pozo, ofrece 100 hitos del diseño gráfico, arquitectónico, audiovisual, performático, textil, industrial y artesanal en Chile, en microensayos escritos por figuras referentes nacionales. Dor Juan Guillermo Tejeda recibió el encargo de la editorial de la UC para diseñar un libro para Nicanor Parra, según narra el diseñador Hernán Garfias en el libro.
Ante la solicitud de hacer “algo raro” con plena libertad, Tejeda propuso una caja con las postales creadas por el antipoeta, donde cada una fuera un “Artefacto”. Imaginó que cada epigrama podía recibir un trato tipográfico diferente, con ilustraciones particulares.
“Y que, como toda postal, la gente se la enviara entre sí, que el contenido de la caja se armara y se desarmara, que nunca fuera igual a otra, y donde desaparecieran algunas postales producto de un regalo o de un envío por correo, en un gran intercambio parriano”, explica Garfias sobre este patrimonio del diseño, pero también de la cultura nacional. Alejandro Aravena, en tanto, identificó lo propio en la creación audiovisual. El arquitecto recuerda la primera vez que vio “31 Minutos” haciendo zapping junto a su hijo.
“De repente, mi hijo pasa por un programa de títeres en el que el muñeco con ojos de botones (Tulio Triviño) entrevistaba al Hombre Invisible Mudo. ¡El Hombre Invisible Mudo! En la pantalla no había nadie, no podía creerlo que (no) estaba viendo”, cuenta en su ensayo.
Una serie de secciones lideradas por títeres, destacables por su excesiva simpleza, llamaron su atención: una pelota de tenis con ojos hechos con plumón, simulando a un periodista deportivo; o un calcetín con lentes de natación, sin la mínima intención de disimular que tras él había una mano. “La originalidad radical transformaba la escasez de recursos en un valor. Si no tengo recursos, si no tengo nada; “¿ cómo transformo la nada en una fuerza en vez de un problema? Entrevisto al hombre invisible mudo: ¡ la nada misma como personaje! ”, señala Aravena. Es así como toma sentido la máxima de Van der Rohe: En Chile, lo simple pareciera ser transversal, reconocido por todos o, al menos, gran parte de la comunidad.
“No creo que el futuro del diseño chileno esté en alcanzar los estándares y modos que tiene el diseño en sociedades como Japón, los países escandinavos, Italia u Holanda por citar países donde la cultura del diseño es destacadísima”, opina Pozo. “Pero eso no significa que no tengamos nuestro modo y lenguaje propio al respecto y que nosepamos reconocernos y actuar desde ahí.
Todos los países tienen cultura del diseño, a mayor o menor escala, y mientras más propia y particular, resulta más interesante en un mundo tan globalizado y uniforme como el nuestro”. A 3 Más que simpleza Vale decir que también hay muchas de las obras made in Chile que superan la simpleza y que, en ocasiones, cruzan hacia la complejidad. En arquitectura los ejemplos son variados. Destaca el Edificio Cepal en Santiago (1966), diseñado por Emilio Duhart, Christian de Groote, Roberto Goycoolea, Óscar Santelices y Alberto Montealegre.
O el Teatro Regional del Biobío (2018), diseñado por Smiljan Radic, Eduardo Castillo y Gabriela Medrano, que nació como respuesta al desolador terremoto de 2010 y que se transformó en un hito arquitectónico y referente internacional. También destaca en el sumario la compleja rehabilitación del Palacio Pereira (2012-2019), por Cecilia Puga, Paula Velasco y Alberto Moletto, que propone otro modo de enfrentar la antigúedad en la ciudad. “El resultado final de este libro es muy variado y la elección de los favoritos será diferente en cada lector según sus propias pasiones e intereses.
Resulta obvio que este libro encontrará una resonancia natural en diseñadores, arquitectos, artistas y personas afines a la práctica del diseño, pero también creo que encontrará a sus lectores en cualquier persona que se reconozca en nuestros diseños más conocidos: la caja de fósforos Andes, el poncho, revista Mampato, las medialunas de rodeo, la citroneta, los diseños de Gui Bonsiepe e INTEC o incluso ArchDaily”, afirma el editor.
“En lo personal, destaco la vitalidad y sabiduría de don Gastón Soublette, quien redactó de puño y letra, y a los 92 años, un extraordinario ensayo acerca de nuestro pabellón nacional, la bandera de la Estrella Solitaria. Para mí esto sobrepasa lo profesional y entra directamente en el terreno de lo emotivo. Creo que esta colección de ensayos aquí reunidos revela que lo más importante de estos libros es que son relicarios de nuestra cultura popular”, concluye Patricio Pozo.