Autor: Por Martín Romero E.
“Cuando ganó Allende, Chile se convirtió en una amenaza para la seguridad nacional brasileña"
Roberto on brasileño L otro lado de la línea la única preocupación del brasileño Roberto Simon (36), es que su hija de un mes se despierte en medio de la conversación.
Desde Nueva York, donde reside, se disculpa ante una eventual interrupción —que nunca llega— y sigue hablando del tema que lo ha mantenido ocupado en los últimos años: la participación brasileña en el derrocamiento de Salvador Allende.
A finales de marzo el National Security Archive de los EE.UU. (institución que resguarda y publica documentos sobre la política exterior de ese país), desclasificó nuevo material sobre el rol del régimen militar brasileño (1964-1985) en la caída de la UP.
Ahí se leen los supuestos planes del ejército brasileño para realizar operaciones de infiltración en pasos no habilitados de la cordillera de Los Andes; los contactos entre militares brasileños y miembros de la Fach pocos días antes del Golpe, y la internación (como turistas) de agentes de la inteligencia brasileña en Chile. Esta desclasificación citó, entre otros documentos, un reciente libro de Simon (publicado en portugués): “Brasil contra la democracia.
La dictadura, el golpe en Chile y la Guerra Fría en América del Sur” (Companhia das Letras, 2021). Se trata de una investigación que comenzó en 2013, cuando este periodista, analista internacional y máster en Políticas Públicas de Harvard, estuvo en Santiago preparando una serie de artículos para el diario “Estado de Sao Paulo”, sobre el apoyo de la dictadura brasileña al Golpe de Estado de 1973. Tras la publicación, una editorial le pidió una tarea mayor: indagar sobre el papel de los militares brasileños durante la Guerra Fría, con especial énfasis en la tragedia chilena. Luego, lo usual: pesquisas en los archivos de las cancillerías chilena y brasileña; la CIA; el Departamento de Estado y el FBI. Entrevistas con militares, políticos, ex guerrilleros y académicos.
“El libro muestra cómo Brasil actuó en varios frentes contra la UP y también cómo tuvo un rol importante de apoyo político, financiero, diplomático y de represión, a la junta militar chilena”, explica. —¿ Qué fue lo que más te sorprendió en tu investigación? —Una de ellas es que se deshace un mito: en Brasil se pensaba que el apoyo al golpe en Chile había sido cosa de algunos militares de línea dura y del embajador en Santiago que era muy anticomunista. Por el contrario, Brasil tuvo una política de Estado que fue debatida dentro del palacio de Planalto (sede de Gobierno) con el Presidente. Chile fue mirado como la frontera contra los enemigos internos de Brasil, porque en Santiago había una comunidad de exiliados que estaba denunciando violaciones a los DD.HH.
La cancillería brasileña tenía agentes especializados en el espionaje de brasileños en Chile y también para recolectar informaciones sobre los militares chilenos. —¿ Cuál era el principal miedo en Brasil? —Cuando ganó Allende, Chile se conEl analista internacional fue citado en la reciente IATA AS hecha en EE.UU., donde se revelan nuevos militar brasileño en la EN ICE PTA El gobierno brasileño mira a los partidos del centro y de la derecha chilena y cree que no serán capaces de resolver el problema.
Sólo los militares podrían neutralizar la amenaza de la izquierda”. Los brasileños intervinieron en Chile porque en su visión, la UP representaba una amenaza directa al equilibrio de fuerzas en América del Sur”. virtió en una amenaza para la seguridad nacional brasileña. Hay documentos del Consejo Nacional de Seguridad, el centro estratégico de decisiones de la dictadura brasileña, donde se señala que Chile se podía convertir en una cabeza de puente del comunismo internacional direccionada contra Brasil. El gobierno brasileño mira a los partidos del centro y de la derecha chilena y cree que no serán capaces de resolver el problema. Sólo los militares podrían neutralizar la amenaza de la izquierda. Ahí Brasil toma una serie de acciones, desde conducir una diplomacia muy agresiva para aislar a Allende, hasta identificar a militares que podrían liderar un golpe.
Brasil también ofreció refugio a militantes de Patria y Libertad tras el golpe fallido de junio de 1973 (Tanca70). Conversé con Roberto Thieme y él señaló que su contacto era el general Joao Figueiredo, jefe de inteligencia y último Presidente del régimen militar (1979-1985). —En tu libro mencionas un telegrama del embajador chileno en Brasil, Raúl Rettig, donde alerta sobre las intenciones de los militares brasileños ya en 1971. Sorprende que la preocupación por la “amenaza chilena” se diera a meses de iniciada la UP. —Fue inmediato. La interpretación de la dictadura brasileña era que en Chile habría un régimen como en Cuba.
Hay un documento donde se revela una conversación entre el embajador estadounidense en Brasil y un almirante de la marina brasileña, donde éste le dice que ya están en contacto con miembros de la marina chilena. Esa conversación es de enero de 1971, un par de meses después de que Allende llegara al poder. —Los brasileños hacen algo a lo que los argentinos se niegan: intervenir en Chile.
Hay un episodio que narra el periodista estadounidense Tim Weiner, en su libro sobre la historia de la CIA (“Legado de cenizas”), donde su director le pide al jefe del ejército argentino hacer algo para evitar que Allende asuma. Y éste responde: “ustedes tienen su Vietnam, no me hagan a mí tener el mío”. —Hay una diferencia esencial: Argentina estaba en medio de una transición donde se aproximaba el regreso de Perón al país.
Brasil tenía desde 1964 un régimen militar que, a inicios de los 70, estaba en auge: una economía creciendo a dos dígitos, una izquierda muy diezmada, y una sensación triunfalista en la ciudadanía tras la victoria de la selección en el mundial de 1970. Era un régimen muy fuerte, muy organizado y con una visión estratégica sobre cómo debía ser la región. “El general Arellano era visto como un potencial líder” —¿ Pinochet aparece en tu investigación?—Muy poco. Hay un telegrama de lacancillería brasileña, tras el golpe, en que identifican a Pinochet como alguien de posiciones “muy moderadas”. Esa es la primera gran referencia que el régimen brasileño hace de Pinochet.
Ahora, hablé con el hijo del agregado militar de la embajada brasileña en Santiago, quien me dijo que su padre le regaló a Pinochet una pistola brasileña Taurus, cuando éste asumió como comandante en jefe del Ejército. —¿ Quienes eran los principales contactos que tenían? —El gran contacto que tenía el embajador brasileño Antonio da Cámara Canto, era el general Sergio Arellano, quien era visto como un potencial líder del golpe. Hubo otros, como el comandante en jefe de la Armada, el almirante Raúl Montero.
Él va a Brasil y tiene reuniones con los altos mandos donde les dice que jamás permitirá que Chile se convierta en una dictadura socialista, pero que la marina sólo actuaría en caso de que Allende violara la Constitución.
Los brasileños creían que Montero podía ser otro de los líderes de un golpe, porque lo describían como un conservador católico. —El embajador brasileño en Santiago parece ser un personaje especial, ¿no? Muy amigo de los militares, es el único extranjero que está en la Escuela Militar la noche de 11 de septiembre de 1973. —Él es uno de los grandes personajes del libro. Era muy anticomunista, pero un operador político increíble: antes de ir a Chile condujo un tribunal inquisitorio dentro de la cancillería brasileña para expulsar a los izquierdistas del ministerio. También había negociado directamente con Fidel Castro salvoconductos tras la revolución, cuando varias personas pedían asilo en la embajada brasileña de La Habana. Una vez que llegó a Santiago construyó una red de contactos muy poderosa, que incluía a militares, empresarios, dueños de medios de comunicación, políticos no sólo del Partido Nacional, sino que también de la DC. Leyendo sus análisis de la situación chilena, se puede percibir que era alguien con una capacidad analítica muy grande. Por ejemplo, cuando EE.UU.
Estaba intentando impedir que Allende llegara al poder tras su triunfo de septiembre de 1970, Da Cámara Canto, luego de hablar con varios militares chilenos, se da cuenta que un golpe era imposible porque las FF.AA.
Estaban desarticuladas, sin liderazgo claro. —¿ Cómo era la dictadura brasileña? Por lo menos comparándola con la dictadura argentina, que tuvo que entregar el poder tras perder una guerra, y la chilena, que perdió un plebiscito, al parecer fue un régimen que impuso sus términos sin concesiones. —La transición en Brasil desde la dictadura hacia un régimen civil se inició en 1974, cuando llega al poder el general Ernesto Geisel, y sólo terminó en 1985. Los militares salieron del poder por su propia decisión y en sus propios términos; con una amnistía a los crímenes cometidos durante esos años y con una reconfiguración total de los partidos políticos. En cuanto a Chile el asunto es complejo de todas formas. Cuando ocurre el golpe, el presidente en Brasil era el general Emilio Médici, quien le da apoyo total a la junta. En marzo del 74, cuando asume Geisel, Pinochet va a Brasilia para la ceremonia de cambio de mando. Pero Geisel llega al poder con la idea de empezar su gobierno de transición despegándose de la imagen de Pinochet.
Es más, los asesores de Geisel le piden explícitamente al embajador chileno en Brasil, el almirante Hernán Cubillos (abuelo de la exministra Marcela Cubillos), que Pinochet no se presentara en la ceremonia porque “no era el momento adecuado”. —Tu libro derriba un mito: que Latinoamérica se limitó a ser títere de la conflagración entre EE.UU. Y la URSS.
Por el contrario, existió una Guerra Fría al interior del continente con sus propios intereses. —Cuando se produce el Golpe en Chile, Gabriel García Márquez escribe un texto diciendo algo así como que “ahora Washington no necesita enviar a sus marines para sacar a la izquierda del poder, porque los gorilas brasileños pueden hacer el trabajo sucio”. Mi libro demuestra que eso no fue así. Los brasileños intervinieron en Chile porque en su visión, la UP representaba una amenaza directa al equilibrio de fuerzas en América del Sur.
Los grupos económicos brasileños también le prestaron ayuda a gremios como la Sofofa, y la prensa brasileña en 1971 ya empezó a hablar de “dar una solución a la brasileña” a la cuestión chilena. —Otra cosa que señalas es que a Brasil le irritaron las operaciones criminales que la dictadura chilena realizó fuera de las fronteras latinoamericanas. —Hay un diálogo interesante entre el general Joao Figueiredo, jefe del Servicio Nacional de Informaciones (SNI) y el presidente Geisel.
Figueiredo le dice a Geisel que los “chilenos están interesado en hacer cosas con nosotros”, refiriéndose al Plan Cóndor y la colaboración con la DINA, pero Geisel le dice algo así como “si ellos quieren venir, que vengan, pero nosotros no iremos allá”. O sea, Chile dentro de la mirada de los militares brasileños, no era el país llamado a liderar la lucha contra el comunismo en la región. En algunos documentos del Departamento de Estado, se señala que Brasil intentó controlar el Plan Cóndor, y que se opuso a las operaciones que algunas dictaduras hicieron en Europa contra líderes de izquierda. De todas maneras, se sabe que agentes de la DINA acusados de participar de los crímenes de Carlos Prats y Orlando Letelier, estuvieron en Brasil recibiendo entrenamiento de Inteligencia en el centro de la SNL