Autor: Por Lenka Carvallo
"Me han tratado de amarillo, de facho y de comunista"
Daniel Matamala, periodista Daniel Matamala alude con nostalgia a su fiesta de matrimonio con Blanca Lewin. Se casaron luego de una década juntos, con un niño (3) en común, más la hija (11) de la actriz.
“Optamos por el Acuerdo de Unión Civil (AUC) porque aquí todos pueden ser acogidos y protegidos sin importar su orientación sexual, a la espera de que algún día las cosas cambien y exista al fin matrimonio igualitario”, dice sobre la ceremonia realizada el 29 de febrero, frente a la playa de Quintay, recordada porque los novios llegaron en scooter ante el juez. “Alcanzamos a casarnos poco antes de que empezara la pandemia. Esa fue la última vez que nos vimos con nuestros amigos, una especie de despedida cuando nadie sospechaba que estaríamos tanto tiempo sin estar juntos.
Nuestra última fiesta, quién sabe hasta cuándo... ”, admite desde la “pieza-estudio” —como lo llaman con su mujer— en el segundo piso de la casa, donde conduce el noticiero central de CNN y CHV cuando afuera los niños corren. “Una vez el más chico entró en plena transmisión; no aguantó la curiosidad y se quedó un ratito mirando. Alcanzó a aparecer muy fugazmente”, ríe. Cuando se le pregunta qué ha sido lo más complejo, sin dudar enumera: “Extraño lo cotidiano; salir a caminar, andar “He recibido hasta amenazas de muerte. Es ridículo”, dice el conductor de CNN y columnista. "Mi papá llevaba una vida nómade; a veces estaba, otras no. Pero con él tuve una relación de mucho cariño”. "Hubo una época en que era muy perfeccionista e intolerante con los errores.
Ahora estoy más viejo”. En bicicleta con mi hijo, ver el mar, ir a Valdivia, estar con mis papás... Me encantaría poder ir a la feria, sentir el olor de las frutas y las verduras, ir caminando a comprar el pan, llevar a los niños a la plaza. Quiero volver a ver a mis amigos, abrazarlos; soy muy de piel. Hacemos juntas por zoom, aunque no es lo mismo”. Matamala se ve cansado.
El último tiempo no sólo han sido intenso en lo laboral, también agotador en el “flanco interno”. “Tener niños en la casa, sumado a las tareas domésticas, es desgastante; nuestra hija mayor está en el colegio y tenemos que hacer de profesores y estudiar con ella; con el más chico hay que jugar, entretenerlo, darle contención.
Es bien intenso, aunque mi trabajo se concentra en la tarde y siempre he podido estar por las mañanas en la casa, levantar a los niños, hacerles el desayuno y jugar”. Agrega: “Además, soy un papá viejo; tuve a mi hijo a los 38 años, cuando ya no cargaba con la ansiedad de forjar una carrera, hacerme un lugar. Ser papá es lejos lo más bonito y gratificante que me ha pasado”. Daniel Matamala recuerda su infancia en Valdivia, donde vivió hasta los 11 años. “Era bien chico cuando mis papás se separaron.
Mi mamá era profesora en un liceo fiscal donde yo estudiaba con beca por buenas notas; ella trabajaba muchísimo para sacar adelante a dos niños y no tenía mucho tiempo”. Su papá, cuenta, tenía una compañía de teatro independiente. “Llevaba una vida nómade, no muy estable; a veces estaba y otras no.. . Pero tuve una relación de mucho cariño con él”. Su infancia estuvo marcada por las precariedades económicas. “Fue una época difícil; a mi mamá le costaba llegar a fin de mes. Consiguió un trabajo mejor en un colegio particular de Osorno y ahí nos trasladamos. Tuve mucha suerte, porque como era hijo de una funcionaria del colegio, estudié becado de séptimo a cuarto medio. Y si bien no teníamos muchos recursos, me crié en un ambiente familiar donde la lectura era un valor. Fui un privilegiado. Me acuerdo que me encantaba la revista Deporte Total, porque fui futbolero desde muy chico. Mi sueño era que llegara alguien con la revista. Las coleccionaba y releía una y otra vez. Me sé de memoria la colección del '83 y '84”, ríe. —Algunos compañeros del Colegio Alemán mandaron una carta al diario cuando los calificó de “terratenientes alemanes” en una entrevista. También dijo que había nazis en la institución. —Y lo sostengo. Aunque no me refería a todos mis compañeros sino que sólo a tres, que de hecho son los que mandaron la carta. Al día siguiente hubo cuatro que salieron a apoyarme, pero su declaración no se mencionó en ningún lado. La sociedad chilena es clasista y hay ciertos segmentos donde eso se nota. —¿ Lo ha afectado a lo largo de su historia? —Cuando llegué a Santiago no conocía a nadie. Estudié en la UC; entré a hacer la práctica en el 13 dando la prueba como todo el mundo; empecé cortando las notas para otros periodistas y también fui “medio pollo” de Iván Núñez. Fui reportero, hice el turno de noche hasta que me dieron reportajes más grandes, luego pasé a editor, conductor de programas y así me he hecho una carrera, paso a paso.
Todo solo, sin conocer a nadie. —Tenía fama de estresado, incluso de neurótico mientras fue editor en canal 13. —Probablemente hubo una época en que era más ansioso, muy perfeccionista e intolerante con los errores. —Se cuenta una escena bastante bochornosa, cuando sin querer habría arrojado lejos una silla. —Me tocó organizar muchas veces las elecciones; se trata de un operativo enorme, con cientos de personas.
Es súper estresante porque eres responsable del resultado y no tienes toda la información a la mano, sólo 7 u 8 monitores... No recuerdo bien qué pasó, pero estaba en el switch y me paré, enojado por algo que no estaba funcionando, y la silla se fue rodando por el pasillo hasta caer por una escalera (de dos peldaños), diez metros más allá (ríe). Fue muy vergonzoso. Ahí me di cuenta de que estaba sobre reaccionando —¿ Qué pasó con el mal genio? —Estoy más viejo, tengo menos ansiedades, algo habré madurado. Al final nada es tan importante. Hay cosas más relevantes que querer que tu cobertura sea la mejor. La pregunta al Presidente Columnista de La Tercera Domingo, sus opiniones suelen ir acompañadas de intensas reacciones en redes sociales. “A mucha gente le puede doler o molestar lo que escribo. En mis textos estoy por el libre mercado, la libre competencia, la meritocracia, los DDHH y eso no es ser de izquierda ni de derecha sino que abogar por una sociedad democrática. Pero he recibido desde críticas hasta amenazas de muerte, tanto de gente de izquierda como de derecha. Me han calificado de vendido y de amarillo, de facho y de comunista.
Es ridículo. —Patricio Fernández defiende su derecho a ser amarillo. —Tampoco es que la palabra me guste tanto, pero las sociedades no son tribus enfrentadas que deban pelear unas con otras. —¿ Por qué lo amenazaron? —Tras el 18 de octubre el ambiente estaba muy cargado; había gente que me acusaba de ser subversivo, de incitar a la violencia por decir que había temas sociales que resolver. Cuando critiqué a la ACES (en el marco de los boicots a la PSU), me insultaron, dijeron que era un facho, un burgués y también me amenazaron. Eso ha sido lo más fuerte. —¿ Cree que pueda producirse en Una nueva revuelta social? —Es un gran error creer que el estallido quedó en el pasado. Fue una olla de presión que explotó. El aprendizaje es cómo hacemos para que no se repita. Y el plebiscito del 25 de octubre es una manera de darle cauce institucional, democrático y al mismo tiempo liberar esa energía. La fecha coincide con la gran marcha del 25 de octubre de 2019, cuando un millón de personas salió a la calle a manifestarse pacíficamente pidiendo cambios. Sería bonito cerrar ese ciclo con una elección. —Hoy el gobierno vive una de sus peores crisis dentro de su propio sector. Esto por la discusión sobre el retiro del 10% de las AFP. ¿Cómo lo interpreta? —Cuesta entender cómo llegamos a este punto. El proyecto de retiro programado no es un buen proyecto, no es una buena solución.
Es el resultado de 40 años de dos promesas incumplidas: que las AFP darían una buena jubilación y que los ahorros son de las personas, y que es lo que hoy la gente quiere hacer valer.
En todo este tiempo años nunca fuimos capaces de reformar el sistema, ni siquiera tras la gran marcha del 2016. —Ayer el Presidente anunció una serie de medidas para la clase media y con ello revertir el desbande de su sector.
El proyecto que se discute hoy (miércoles) en sala. —La propuesta es mejor que el retiro de los fondos de pensiones; se hizo un esfuerzo fiscal importantísimo, aunque en términos políticos no cambiará nada: la gente lo seguirá interpretando como otro intento del gobierno para, junto a las AFP y el empresariado, bloquear la reforma. Y tienen razón: ya han presentado 3 proyectos en 9 días y más bien parece una forma desesperada de querer frenar el proyecto. Ahora el gobierno se expone a dos escenarios muy adversos: si la idea de legislar sigue avanzando, será una derrota política. Pero si, al revés, éste consigue alinear a su sector, será una victoria pírrica ante la ciudadanía y quedará muy mal parado ante la opinión pública. Todo esto se habría evitado de haber presentado estas mismas medidas hace un mes.
Ahí se habría anotado un triunfo. —Si hoy tuviera que entrevistar a Piñera, ¿qué le preguntaría? —Cuando recién estaba llegando el coronavirus le dije si no temía que ocurriera lo mismo que en Italia; contestó que eso no iba a pasar, que estábamos mejor preparados... Hoy tenemos más contagios que ese país y 7 mil muertos (sin contar casos probables) así que le diría: “Presidente, ¿ cuál es su mea culpa, no hubo demasiado exitismo?”. —¿ Se pecó de soberbia? —De exceso de confianza. El gobierno apostó a capitalizar una posible ganancia, y lo abordó como una disputa entre un bando y otro en pos de anotarse un punto político. Pero la crisis resultó de tal dimensión que solo lo podemos enfrentarla colaborativamente. Eso le pegó en la cara.