CIENTIFICOS
QUE SALTAN
LA CERCA
POR MARCELO CÓRDOVA. JOSÉ MIGUEL JAQUE Y PATRICIO DE LA PAZ Acaban de publicar los diarios de viaje de Einstein, quien además tocaba el violín. En Chile, Eric Goles, matemático lanzó su segunda novela. Buscando otros ejemplos locales, dimos con un físico que interpreta la viola y una bióloga que es DJ profesional. El mundo da más casos: el físico Richard Feynman era pintor, su colega Erwin Schródinger fabricaba muebles en miniatura para casas de muñeca, y Brian May, astrofísico y guitarrista de Queen. ¿Por qué un científico decide cruzar su frontera? ¿Tiene habilidades especiales para hacerlo? ¿Lo ayuda la férrea disciplina científica o, como en todo, sólo manda el talento? Aquí algunas respuestas.
Lorena Sulz, bióloga y DJ profesional: "No soy el doctor Jekyll y Mr. Hyde" Las movilizaciones y tomas de las universidades del 2011 le dejaron a Lorena Sulz, subdirectora de Investigación de la Escuela de Medicina de la Usach, mucho tiempo libre. Una disyuntiva ajena al ámbito de la academia se le cruzó por la cabeza: ¿estudiar fotografía o para ser dj? A Lorena, bióloga con un doctorado en Ciencias Biológicas con mención en Fisiología, siempre le gustó la música electrónica, pero cuando partió el boom de los DJ en los 90 ella estaba en otros menesteres: era estudiante, esposa y madre de su hija Javiera, hoy de 25. "Cero posibilidad en esa época", dice.
Entonces a los 40 años Sulz se matriculó en la DJ School, una academia de DJs de nivel profesional.
Cursó 12 semanas y más de una decena de prácticas pinchando discos. Sus compañeros eran, por lo bajo, 10 años menores.
"Aparte de la parte técnica, te enseñan a crear tu propuesta. Ser DJ no es pasar una canción tras otra; el orden y el tipo de canciones crea un cuento y hay que saber cómo transmitirlo".
Lorena necesitaba hacer otra cosa. La ciencia, explica, es un trabajo muy solitario: "En el laboratorio soy yo, el microscopio y la muestra. Además, cuando trabajas con científicos, te juntas con científicos, con los horarios en que trabajan los científicos -10 a 12 horas diarias-, te quedas en una burbuja".
Muchos años antes, su mamá había formado un grupo folclórico en su trabajo. Cuando Lorena tenía 28 años y había terminado su magíster, entró a ese grupo. Iban a festivales, a ferias costumbristas, a giras. Bailaba desde los carnavales del norte hasta ritmos rapanuis.
"En ese el grupo de baile encontré que había un mundo afuera del laboratorio", dice.
Estuvo más de 10 años bailando hasta que murió su madre. No pudo seguir en el grupo por el recuerdo de ella. Un par de años después entro a la DJ School.
-¿En qué se parece lo que haces como DJ a tu trabajo científico? -En el estado mental de tranquilidad que necesito para escribir un paper o para componer música.
También en el proceso creativo. La ciencia, aunque los que estudian ciencias sociales digan que no, es súper creativa. Tú tienes un problema que resolver: cómo A se relaciona con B. ¿Cómo pruebas eso? Es una creación de tu cabeza.
-¿Y en qué se diferencia? -La diferencia es que esa búsqueda tiene un marco teórico entonces tu creación tiene muchos límites. Como DJ tienes menos límites, porque es un arte creativo que te sale de la guata y los resultados son absolutamente distintos: la ciencia es súper racional y la creación de un DJ es pura emocionalidad.
¿Necesitabas un espacio donde poner tu emoción? -Sí, porque la ciencia es muy racional, es como ser un robot. Lo otro es una cosa de guata, de tripas es un volcamiento emocional que ayuda a desahogarse un montón.
Lorena trata de tocar cada 15 días para no trasnochar todos los fines de semana. Lo ha hecho en la ex Salita, hoy NaveLuna Club, Espacio 93 y en Espacio Radicales. Una vez sus alumnos le pidieron inaugurar la fiesta del Congreso Científico de Estudiantes de Medicina. "Resultó más o menos porque a los cabros les gusta caleta el reggaeton. Me decían: profe, ¿tiene algo más movido? ¿Más movido que esto?
respondía yo. 'Yo toco esto, no pachanga'w.
Dice que no todos en la academia aplauden su pasatiempo. "Hay académicos que piensan que cualquier cosa que hagas que no sea la academia es una pérdida de tiempo.
Cuando estaba en la Católica llegaba temprano y me iba a las cinco a hacer tareas con la Javi y mi jefe me retaba: para qué te metiste a hacer ciencia si tenías que criarEsos comentarios no han pasado totalmente de moda: ttA mí siempre me dicen ¿cómo puedes hacer las dos cosas?, y yo digo ¿y qué tiene de raro? 1.a ciencia me ejercita el cerebro y esto otro, el alma, punto. Y las dos cosas forman Lorena Sulz. No soy el doctor Jekyll y Mr. Hyde".G
Marcelo Loewer físico y violista: "La música es una fuente de disciplina y método súper útil en la física" Con ambos padres dedicados de manera profesional al chelo, no es raro que Marcelo Loewe haya empezado temprano con estudios de música. A los 7 inició sus clases de violín. A los 15 se cambió a la viola. Y siguió en esa línea, hasta que en 1977 sacó en la UC la licenciatura de interpretación musical superior con mención en ese instrumento. Pero esa es sólo una parte de la historia.
Porque paralelo a eso, Loewe estudiaba Física en la Universidad de Chile. Se tituló el mismo 1977. Hoy este doctor en Física de la Universidad de Hamburgo y académico de la Católica, se dedica con pasión a esta disciplina científica. Sin olvidar la música, claro. Que es su perfecta otra mitad.
-¿Cómo ingresa la física a tu mundo natural, que es la música? -Eso ha sido hasta hoy una eterna pregunta. No lo sé. La física es una cuestión que me fascinó desde siempre. Además hay ciertos paralelos, yo diría más sicológicos que conceptuales, con la música.
Ambas tratan de buscar una cierta belleza.
-¿De qué manera? -En la física te sorprendes cuán compacto y bello puede ser desde el punto de vista matemático la descripción del mundo. Realmente hay una belleza subyacente que sorprende mucho. Y en música buscas todo tipo de emociones a través de la belleza.
-Es un punto en común -Es una intersección. Y la otra intersección es que en cierto modo la música también tiene una estructura lógica y matemática muy precisa, si estudias armonía clásica. Hay reglas muy precisas y si las violas la armonía suena mal.
En música moderna eso ya no es un elemento válido, pero sí en lo clásico.
-¿Por qué seguir dos carreras y no dedicarse 100% a una? -Se dio naturalmente. Pero siempre tuve la angustia de qué iba a pasar en algún futuro. Integré por varios años la Orquesta de Cámara de la Católica. Lentamente empecé a tomar más peso a la física como fuente de vida, de ingresos. Pero sigo activo en música, ahora tengo un cuarteto de cuerdas con el que toco regularmente. Ensayamos dos veces por semana, tenemos cuatro o cinco conciertos por año. A veces echo de menos una actividad más intensa musicalmente, pero también necesito una actividad intelectual más alejada de emociones.
-¿Qué de la música te ayuda en el ejercicio de la física y viceversa? -Cada una es un escape a la tensión que genera la otra. Te permite no convertirte en un ser obsesivo.
Es muy bueno liberarse unas horas al día, pensar en otras cosas. En ese sentido, te ayuda a complementarte emocional e intelectual mente.
Mi rutina diaria parte con una hora y medio de viola en mi casa. Luego la física. Si falta tiempo, retomo en la noche.
-¿Puedes desconectarte absolutamente de una para entrar en la otra? -Cuesta mucho. Hay un traslape que permanece en el tiempo; estás comenzando a hablar de física y literalmente estás recitando la sonata que estabas estudiando antes y viceversa. Cuesta, pero se logra.
-¿Es raro que un científico se dedique a estos asuntos? -No. Heisenberg era un muy buen pianista. Se dice que Einstein tocaba razonablemente el violín.
Me parece que tiene que ver con la disciplina. La música es una fuente muy importante de disciplina y método, súper útil en la física.
-Conversan bien tus vidas paralelas, entonces.
-Tú estás siempre ondulando de un lado para otro. A diario. No sé si son vidas paralelas, diría vidas entremezcladas, como un tejido.
Entonces, Ix>ewe habla de sus hijos. Que se hicieron cargo de la herencia del padre, pero que, a diferencia de él, no entremezclaron las vidas. "Tengo un hijo violinista 100% violinista, que se fue muy joven a Berlín. Tengo una hija que estudia chelo en el Conservatorio de la Chile. Otro de mis hijos es puramente físico, está haciendo un posdoctorado en Estados Unidos*.©
Einstein, el escritor de viajes A fines de 1922, el famoso físico alemán emprendió un viaje en barco con rumbo al Lejano Oriente. Durante su travesía redactó una vivida bitácora que acaba de ser publicada y que muestra al científico como un turista más que se enamoró particularmente de Japón. "Era un escritor muy colorido. Su estilo de narración en el diario es totalmente distinto al de sus documentos científicos" explica quien escribió el prólogo.
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-# Una página del diario con texto y un boceto hechos por Einstein.
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Un crucero de la empresa Nippon Yusen cruza lentamente el mar japonés de Seto famoso por lugares como el santuario Itsukushima y su portal flotante, y se dirige al puerto de Kobe. La fecha es 17 de noviembre de 1922 y entre la multitud de hombres, mujeres, ancianos y jóvenes nipones que vuelven a su país también viaja un pasajero inusual, uno que proviene de la lejana Europa y que es considerado uno de los científicos más famosos del mundo: el físico alemán Albert Einstein. Es el inicio de la primera y única visita que haría a tierras japonesas, por lo que el científico está ansioso por iniciar un recorrido tan enigmático como el universo que intentaba explicar mediante ecuaciones y fórmulas.
"Todas las cosas que sabía de Japón eran incapaces de darme una imagen clara. Mi curiosidad estaba dominada por el suspenso cuando a bordo del Kitanu Maru, pasé por los estrechos japoneses y vi los incontables y delicados islotes de tonalidades verdes que brillaban bajo el sol matutino. Pero lo que más resplandecía eran los rostros de los pasajeros japoneses y de toda la tripulación. Muchas mujeres pequeñas y delicadas, que rara vez se veían antes del desayuno, se movían alegremente en la cubierta a las seis de la mañana, sin prestarle atención al gélido viento, con tal de ver el primer atisbo de su tierraescribió Einstein en un elegante cuaderno de 182 páginas que llevaba con él a todas partes.
Ese era el diario de viaje que el científico comenzó a escribir el 8 de octubre de ese año, cuando él y su esposa, Elsa, se embarcaron en el puerto francés de Marsella e iniciaron una travesía que los llevó a Egipto, Ceylán, Singapur, Hong Kong, China y finalmente, Japón.
Ese país, regido en ese entonces por el emperador Taisho, y el cariño que generaba entre sus habitantes cautivaron a Einstein desde el primer momento que avistó las costas niponas, tal como se nota en las demás impresiones de esa mañana de noviembre en el Kitanu Maru: "Me conmovió ver cómo todos estaban dominados por una profunda emoción. Un japonés ama a su país por sobre todo lo demás; y a pesar de su curiosidad por todo lo que es extranjero, al estar lejos de su casa se siente más forastero que cualquier otra persona. ¿Cómo se puede explicar esto?".
Las notas que tomó Einstein durante su estadía de cuarenta días en Japón y todas las demás que escribió en su viaje por Asia y de regreso a Europa conforman una bitácora única e íntima, cuya versión íntegra acaba de ser publicada por primera vez en inglés con el título Los diarios de viaje de Albert Einstein: El Lejano Oriente Palestina y España, 1922-1923. La obra fue recopilada por la Editorial de la Universidad de Princeton ciudad estadounidense donde Einstein residió desde 1933 hasta su muerte en 1955- y muestra al cerebro tras la teoría de la relatividad como un turista más que se maravilla con una "puesta de sol única en el Monte Fuji" de Japón, la vista de Hong Kong desde el funicular Peak Tram ("Es el paisaje más lindo que he visto hasta ahora en el viaje") y una visita a la bíblica ciudad de Jericó ("Un escenario monumental, con sus oscuros y elegantes hijos árabes vestidos con túnicas").
El volumen tiene una introducción y anotaciones de Ze'ev Rosenkranz, experto en la vida y obra del físico alemán y editor del Einstein Papers Project (www.einstein.caltech.edu). La iniciativa cuenta con el respaldo de la Editorial de la Universidad de Princeton y la Universidad Hebrea de Jerusalén y su fin es preservar traducir y publicar decenas de miles de documentos del científico de raíces judías. Para Rosenkranz la crónica del viaje al Lejano Oriente muestra una faceta más cotidiana de un personaje que suele ser visto como un genio al que sólo le importaba descifrar fenómenos como la gravedad.
"En su estilo telegráfico, realiza comentarios peculiares, burlescos perspicaces y a menudo divertidos sobre los individuos prominentes y ordinarios con los que se topaba, lo que muestra aspectos de Einstein que son poco familiares. Al mostrarlo como un turista y viajero descubrimos que era bastante pasivo en cuanto a los arreglos de sus travesías, ya que dejaba que organizadores locales planearan su itinerario, las conferencias que dictaba y sus reuniones. Eso contrastaba con las visitas que hacía en Europa donde era mucho más autónomo.
Lo que más disfrutaba era viajar por mar; le encantaba la relativa soledad a bordo y la oportunidad de trabajar sin distracciones" cuenta Rosenkranz a Tendencias.
El especialista agrega que el científico "era un escritor muy colorido. Su estilo de narración en el diario es totalmente distinto al de sus documentos científicos, donde intenta ser lo más objetivo posible.
Sus diarios son muy personales y subjetivos". Rosenkranz indica que en la génesis de esta bitácora, una de las seis que el físico redactó sobre sus travesías, también es posible ver un lado más humano del investigador: "Nuestra teoría es que escribió el diario como una ayuda memoria para recordar el
viaje y como un registro que pudieran leer sus hijastras al regresar a Berlín. Lo que vemos en sus comentarios es su voz auténtica y directa desde su corazón".
En la tierra del sol naciente En 1922, ya habían pasado diecisiete años desde que Einstein presentara su famosa teoría de la relatividad especial y el investigador había dictado conferencias en lugares como Oslo, Inglaterra y Estados Unidos. Pero su diario revela que el lejano Japón le parecía una aventura imperdible: "En los últimos años he viajado mucho bastante más de lo que le corresponde a un investigador (...) Pero cuando llegó la invitación de Yamamoto, decidí inmediatamente embarcarme en tan extraordinario viaje, aún cuando soy incapaz de ofrecer una excusa más allá de que jamás podría perdonarme por dejar pasar la oportunidad de ver Japón con mis propios ojos".
El gestor de! viaje que menciona el físico era Sanehiko Yamamoto presidente de la editorial KaizoSha y que en 1921 había llevado a Japón al filósofo inglés Bertrand Russell. Al preguntarle que nombrara a los ciudadanos vivos más importantes del mundo, el académico dijo: "Primero Einstein y luego Lenin. No hay nadie más".
En su diario, el investigador alemán escribe: "Nunca en mi vida he sido objeto de más envidia en Berlín que cuando fui invitado a Japón. En nuestro país esa tierra está envuelta por un velo de misterio mayor al de cualquier otra".
Rosen kranz explica que en esa época el físico ya había leído bastante sobre Japón y "estaba fascinado por ese país antes de poner un pie en él. También tuvo contacto con físicos japoneses desde 1909 y conoció alumnos nipones que estudiaron en Berlín".
Más allá de su interés por Japón para Einstein el viaje era una oportunidad de alejarse de una Alemania donde el antisemitismo ya se hacía sentir: en junio de 1922 el canciller judío Walther Rathenau fue asesinado por sicarios de extrema derecha que fueron ensalzados por un joven Adolf Hitler.
"Supuestamente estoy en un grupo de personas que son blancos de asesinos nacionalistas", escribió en una carta al físico Max Planck.
Pero al llegar a tierras niponas, el científico se dio cuenta de que aún le quedaba mucho por aprender y que no entendía del todo la cultura local. "Los cantos japoneses son incomprensibles para mí. Ayer volví a escuchar a otra persona que cantó hasta que me sentí mareado", escribió. En otra página relata lo complicado que era sentarse en el suelo para cenar y lo chocante que podía ser la gastronomía como cuando describe a las langostas asadas que le sirvieron en una posada como "pobres criaturas". Sin embargo, otros pasajes muestran su asombro frente a la arquitectura del Palacio Imperial de Kioto -"Fue el edificio más hermoso que jamás he visto"- y la sensualidad de un grupo de geishas que actuó en una cena y cuyos rostros califica como "muy expresivos, sensuales e inolvidables".
Einstein ocupó los trenes para viajar a conferencias y recorrer lugares como Tokio, Osaka y Fukuoka, donde está Shofukuji, el primer templo zen construido en Japón. Participó en varias ceremonias del té, estuvo en una función del tradicional teatro kabuki y asistió al festival de los crisantemos uno de los cinco más sagrados de Japón- junto a la familia imperial.
Al completar ese periplo, Einstein plasmó su visión de la cultura local: "Los paisajes con esas pequeñas islas verdes, las colinas, los árboles, las pequeñas parcelas de tierra cuidadosamente divididas y los campos minuciosamente preparados son encantadores (_), al igual que la gente, su lenguaje, sus movimientos, sus ropas (...) Cada pequeña cosa tiene un significado y un rol. Estoy fascinado con sus elegante sonrisas y cómo se inclinan y se sientan, algo que parece imposible de imitar".
Pero no todo fue felicidad para una figura que acababa de recibir el Nobel de Física y que muchos identificaban al instante debido a su característica melena y pipa. En una nota escrita el 24 de diciembre de 1922, poco antes de dejar tierras niponas, el físico escribió: "Me acaban de tomar la foto número 10 mil...la cena no termina nunca...la dueña de la posada está muy emocionada, de rodillas, agacha cien veces su cabeza hacia el piso".
Según RosenKranz. esas palabras
revelan las dificultades que tenía el introvertido físico para lidiar con su fama: "A veces se resignaba porque se daba cuenta de que no podía hacer mucho contra eso. Pero en otras ocasiones era emocionalmente desgastante para él y añoraba tener momentos de soledad".
El lado más oscuro En el prefacio del libro, Rosenkranz confiesa que le sorprendió encontrarse con algunos pasajes no tan Cándidos y que revelan un claro tono xenofóbico. Un ejemplo es la observación que hace de los chinos en Hong Kong: "Gente industriosa sucia y letárgica (...) Balcones que parecen colmenas, todo está construido de manera apretada y monótona... incluso los niños parecen sin ánimo y letárgicos. Sería una lásti ma que estos chinos suplantaran a todas las otras razas".
Esos dichos, afirma el experto muestran que el físico no estaba ajeno a la visión que imperaba en su época y que proponía una superioridad intelectual de los europeos: "Su creencia en la inferioridad intelectual de varios países es particularmente chocante y se puede explicar parcialmente por el contexto en que fueron escritos.
Sin embargo, contrastan fuertemente con el perfil humanitario que hemos tenido hasta ahora de Einstein".
Tras dejar Japón, el 1 de febrero de 1923 el investigador llegó a Egipto y al día siguiente partió a Jerusalén. Quizás debido a su per sonalidad secular, el "muro de los lamentos" no lo impresionó demasiado y lo calificó como un "lamentable panorama de personas con pasado pero sin presente". Una impresión radicalmente opuesta a la que tuvo en Tel Aviv, una "ciudad hebrea moderna" con "una activa vida intelectual y económica". La última parada antes de volver a Alemania en marzo de 1923 fue España. Allí visitó el Museo del Prado y también se paró frente a la pintura de El Greco titulada "El entierro del conde Orgaz", albergada en la parroquia de Santo Tomé en Toledo, y que definió como una de las "imágenes más profundas" que jamás había visto.
Rosenkranz afirma que hay planes para editar las demás bitácoras que Einstein escribió durante el viaje que en 1925 realizó a Argentina. Brasil y Uruguay y las visitas que efectuó a Estados Unidos en la década de 1930. Por ahora, dice, lo que es claro es que el viaje al Lejano Oriente y en particular la visita a Japón dejaron una marca permanente tanto en Einstein como en sus anfitriones.
Cuando el físico partió de regreso a Europa, Sanehiko Yamamoto permaneció en el muelle hasta que el barco era sólo un punto en el horizonte y luego solía describir a Einstein como el "hombre más grandioso" que había conocido. El afecto por Japón también marcó al investigador alemán, que tras la ÍI Guerra afirmó: "Si hubiera previsto lo que ocurrió en Hiroshima y Nagasaki, en 1905 habría hecho pedazos mi fórmula (E=mc2)". O
El físico alemán Albert Einstein y su esposa, Elsa durante una de las recepciones a las que asistieron en Japón.
i Albert Einstein The Travel Diaries of Albert Einstein: The Far East, Palestine and Spain. 1922 -1923 Páginas: 384 Editorial de la Universidad de Princeton.
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