Imprimir Cerrar |
|
Universidad de Santiago
por Dr. Raúl Elgueta Rosas*
Na de las pocas leyes que ha logrado sobrevivir la prueba del paso del tiempo es la “Ley de Hierro de las Oligarquías”. Dicha ley indica que la elitización sería una especie de ley inamovible presente en cualquier organización, incluso en aquellas organizaciones políticas que plantean como agenda fundamental el cambio social. Según esta perspectiva, el cambio social tiene un componente ilusorio ya que lo que en realidad ocurriría es el reemplazo de una elite por otra. Esta perspectiva arranca desde un cierto pesimismo antropológico, el discurso del cambio social es sólo una máscara de unas elites que intentan reemplazar aotras. Esta perspectiva se podría resumir en la expresión: “no hay cambio social sino circulación de las elites”. Se ha discutido profusamente sobre las características epocales que tiene la actual crisis de nuestra institucionalizada política partidista. La capacidad que tienen los partidos políticos de canalizar los conflictos sociales se ha visto a lo menos cuestionada. Las apelaciones partidistas tradicionales, como dictadura o democracia, Estado versus mercado, si bien siguen importando, no resultan eficaces para los partidos políticos al momento de apelación de la ciudadanía. En el caso chileno observamos un creciente proceso de desacoplamiento entre las estructuras institucionales partidistas v la política ciudadana. Ello ha sido conceptualizado de distintas maneras dando cuenta del “fenómeno del malestar” o descontento, en una percepción más conservadora; o, en cambio, de la “indignación” situada en una perspectiva más ciudadana. Dicha indignación ha implicado la irrupción de los movimientos sociales. Después de un aparente silencio habría emergido de nuevo la sociedad a través de las movilizaciones sociales. Sireconocemos la importancia de estas movilizaciones cabe hacerse la pregunta sobre la capacidad que tienen estos movimientos sociales de penetrar nuestra política institucionalizada. ¿Deben los movimientos sociales quedarse sólo en el espacio de la voz o ha llegado la hora de colonizar el espacio partidista institucionalizado? Sin duda esta es una cuestión estratégica que no tiene una respuesta fácil y que se está intentando resolver de distintas maneras con un resultado dispar. Una primera respuesta corresponde por parte de los partidos políticos existentes. Ello se ha visto traducido mediante la incorporación de dirigentes sociales a los partidos. Esto
no ha logrado plasmarse adecuadamente por el éxito electoral que ha tenido la generación de cuadros políticos de la transición, que no ha estado dispuesta espacios de poder. Ello no sería problemático si es que se adoptaran por parte de la dirigencia las banderas aportadas por las movilizaciones sociales. Lejos de ocurrir esto al tener las reivindicaciones de las movilizaciones sociales han sido adoptadas de manera oportunista cuando ha sido conveniente, sino han sido ignoradas. Una segunda estrategia ha sido la de formar organizaciones partidistas propias. Dicha estrategia se fundamenta en la convicción de que difícilmente dichas estructuras emergidas en la transición dan cabida a estas nuevas temáticas y acogen a los nuevos cuadros políticos. De hecho, pareciera que uno de los principales déficits que tienen las organizaciones partidistas es la
capacidad de renovarse. Por ejemplo, resulta muy extraña la presidencia de una federación de estudiantes con dirigentes militantes de los partidos tradicionales. La irrupción del Frente Amplio intenta dar cuenta de esta estrategia. Se trata de un conglomerado que ha logrado avanzar en la obtención de cupos en la Cámara de Diputados. Siescudriñamos los resultados de la última elección de diputados sin sistema electoral binominal podemos constatar que la edad promedio de los diputados no disminuyo. Sila edad promedio de los diputados el año 1990 era de 45 años, ya en el año 2010 llegó a los 50 años y se ha mantenido así entre los años 2014 y 2018. Sin embargo, el cambio en el sistema electoral condujo a que más de la mitad de los miembros de la cámara fuera diputado por primera vez. Desde el año 1990 nunca presenciamos un cambio de esta magnitud, por ejem-
plo, en el período comprendido entre 1994 y 1998 un 40% fue diputado por primera vez, hasta las elecciones del 2013 alrededor de un tercio delos diputados debutaba en la cámara. La imagen de renovación se ve matizada si se considera que tres cuartos de los diputados actuales pertenecen a partidos existentes en la transición. Ello se explica principalmente por una baja significativa en la capacidad que tuvo la Nueva Mayoría para aportar nuevos diputados, tan sólo 19 diputados. En cambio, 33 de los nuevos diputados son militantes de las derechistas Unión Demócrata Independiente o Renovación Nacional. Estos datos demuestran que en la última elección lo que vivimos fue un declive en la capacidad de renovación de los partidos de centro izquierda que lideraron el proceso de transición. Por tanto, la explicación principal del cambio en la Cámara de Diputados la explican principalmente la irrupción de los nuevos partidos, acompañada por el éxito electoral de la derecha. Los cambios en el sistema electoral y la presidencia de Sebastián Piñera plantean desafíos importantes para los nuevos partidos que han logrado irrumpir en el parlamento. Una alternativa consiste en establecer alianzas por parte del Frente Amplio con los partidos de la centro izquierda de la transición. Sin embargo, dicha colaboración podría contribuir a alejar a estos partidos de la sintonía con los movimientos sociales. Se trata de un delicado equilibrio que está presente en las preocupaciones de los partidos que componen el Frente Amplio chileno. No establecer mecanismos de coordinación de las oposiciones chilenas, además de complejizar la política, podría conducir hacia un proceso de descomposición de la política institucional chilena que se vería acompañada de una personalización de la política. El dilema es coordinarse para formar mayorías entendiendo que todo suma y dando tiempo para un paulatino reemplazo en el caso de que la ciudadanía opte por aumentar el apovo alos nuevos partidos. Caso a la “Ley de Hierro de las oligarquías”, si no prospera en un proceso de circulación de las elites osiseperpetúan las disputas entre ambos bloques, la unificada derecha logrará quedarse en el gobierno por más de un período. La experiencia española de del “Podemos” indica que la eternización del conflicto benefició ala derecha.
"Politólogo Instituto de Estudios Avanzados Universidad de Santiago de Chile
Copyright © 2022 · LITORALPRESS