Universidad de Santiago
¿ Más medicina, Pero menos salud?
por Diana Aurenque Stephan*
Pía Bahamondes, Autorretrato N” 21 en lugar imposible (Fotomontaje digital), 2018 (Gentileza Galería Artespacio)
Unca antes tuvimos más tecnología médica para prevenir y tratar enferme- dades como hoy, pero ¿ tenemos más salud? Por medio de diversos exámenes, la medicina contemporánea puede identificar tempranamente una serie de factores de riesgos y predisposiciones a enfermar. A nivel estadísticopoblacional, la medicina preventiva permite no solo mejorar la calidad de vida de las personas, sino que puede incluso salvar vidas. La vacunación de recién nacidos, por ejemplo, constituye una práctica de prevención primaria (en Chile desde 1887) que, sumado a otras medidas de salud pública, han reducido significativamente la mortalidad infantil. Sin embargo, la medicina también promueve prácticas de prevención secundaria, enlas que personas sanas se someten al rastreo médico de posibles enfermedades, riesgos o predisposiciones a enfermar. Ejemplo de exámenes preventivos hay muchos: un Papanicolaou, una mamografía o la medición de la presión arterial. Este tipo de prácticas preventivas, sumado a la promoción de estilos de vida saludables, se han vuelto parte de nuestras vidas, y parecen gozar del respaldo de la comunidad médica. Empero, ella puede ser problemática. ¿Por qué? La prevención secundaria monitorea la salud de personas sanas. Se trata, pues, de hacer sujetos de control médico a personas que en rigor no lo necesitan. Peor aún, en tanto no hay un cuadro clínico que justifique el rastreo de enfermedades o riesgos, ni quienes se someten al rastreo nitampoco el equipo clínico pueden prever los resultados ni las implicaciones de ésta en la vida de los afectados. En algunos casos, el resultado del rastreo solo confirma una buena salud; pero en otros, las personas pueden verse confrontadas con resultados que los perturban vitalmente. Como, por ejemplo, descubrir que se es portador del defecto genético asociado ala enfermedad de Huntington. Esto podría obligar a replantearse los deseos de tener descendencia biológica. Otro caso emblemático es el de la mamografía preventiva. Esta última es polémica ya que, si bien puede detectar un cáncer tempranamente, aumentando la probabilidad de su cura; los resultados no siempre son tan claros ni tan confiables. Existe evidencia de muchos “falsos positivos”, es decir, de mamografías que de forma errónea indican un riesgo o incluso la presencia de cáncer. ¿Se pueden imaginar el impacto de esta (errada) noticia en la vida de una persona? Asimismo, cuando se determina una predisposición genética de contraer cáncer, el riesgo es expresado en términos estadís-
tico-porcentuales, algo no fácil de interpretar. Notamos el problema que traen estos casos: antes del test preventivo una persona se sentía sana, pero tras la identificación de algún porcentaje de riesgo o predisposición a enfermar, cambia la percepción de su propia salud y, en muchos casos, se sienten enfermos. La medicina preventiva, en su afán de fomentar la salud y evitar la enfermedad, tiene a veces el efecto contrario y patologiza tempranamente alas personas. Estodo menos trivial. Pues la medicina, además de tener la misión de promover la salud y evitar la enfermedad, debe respetar el primum non nocere (ante todo no dañar). Esta máxima se refiere a la obligación ética que tiene la medicina de no dañar a sus pacientes; la medicina preventiva parece a veces precisamente contradecir este mandato. Dentro de sus efectos dañinos evidentes notamos que promueve una excesiva preocupación por la salud, así como la ilusión de asegurar la salud mediante recursos médicos. Mientras que la prevención busca fomentar la salud para así contribuir al bienestar de las personas, el excesivo interés por asegurar la salud va a veces en desmedro del bienestar subjetivo. La prevención secundaria es, pues, responsable de un nuevo fenómeno en medicina: el “paciente sano”. El concepto refiere a la situación contradictoria de ser una persona sana, pero que producto de prácticas médicas preventivas, percibe su salud como algo en riesgo y a sí mismo como un enfermo potencial.
La prevención secundaria puede, pues, entrar en tensión con el compromiso médico de no dañar. Aqui se hace patente una paradoja adicional: Por un lado y gracias ala mejora e innovación constante de recursos técnico-científicos preventivos (test genéticos, imágenes digitales de alta precisión, entre otros), los médicos pueden indagar en el interior de los cuerpos sin necesidad de abrirlos. Por otro lado, paradójicamente, la precisión instrumental no va de la mano con un pronóstico igual de exacto. Los resultados que arroja la búsqueda, en caso de ser positivo, solo indica la presencia de un riesgo; pero ello está acompañado de una profunda incertidumbre epistémica: ningún médico puede decir con seguridad que la enfermedad se va a manifestar, cuándo lo hará, y en qué grado. Una persona podría descubrir que es portador de una enfermedad mono-genética incurable y letal, pero no por ello un médico podría inferir que la persona morirá con seguridad de esta enfermedad mo decía Pascal sobre el ser humano: “El vapor, una gota de agua es suficiente para matarlo”. Dado que la medicina preventiva también puede salvar vidas, estas críticas no pretenden demonizarla. Se trata más bien de ganar un acceso más libre y más consciente de las ventajas y desventajas de la prevención secundaria. Y aquí conviene retomar el diálogo entre medicina y filosofía, en tanto ambas confluyen en temas y fenómenos vitales de la existencia humana como lo son el sufrimiento, el tiem-
po o la muerte. La medicina preventiva confronta a personas sanas con aquellos aspectos más propios de nuestra existencia: la fragilidad de la existencia. Mientras quesintiéndonos sanos el tiempo pareciera ser eterno, la determinación de un riesgo nos recuerda la vecindad constante de la muerte “certeza de la muerte” como dice Heidegger- y con ello la mezquindad del tiempo. En el encuentro clínico y previo atodo, los médicos deben informar que los resultados de los exámenes pueden tener consecuencias agobiantes en sus vidas. Solo así una persona puede decidir con libertad y autonomía mía es también un principio ético fundamental en medicina-, si desea someterse aprocedimientos preventivos e indagar en su propia finitud. Si bien la prevención secundaria puede abrumar, también puede tener un impacto positivo. Pues ella permite recordar la fragilidad de la existencia, proporcionando un espacio para re-significar y valorar la vida. La medicina preventiva encarna así la oportunidad de un crecimiento existencial. Y quizás también aquí conviene recordar a Pascal: “Pero aun cuando el universo le aplastase, el hombre sería todavía más noble que lo que le mata, puesto que él sabe que muere y la ventaja que el universo tiene sobre él. El universo no sabe nada”. M
*Doctora en Filosofía por la Universidad de Friburgo y Vicedecana de Investigación y Postgrado de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile.