Emergencia agrícola
La luz de los varios años consecutivos de sequía que nos han afectado, y sobre la base de las conclusiones de una serie de trabajos científicos, es un hecho que la escasez de agua en la Región de Ñuble ya no sea un fenómeno transitorio, sino permanente. Esta situación está teniendo un gran impacto, principalmente en la agricultura, sector que está registrando millonarias pérdidas debido a la escasez hídrica, lo que ha provocado un daño significativo a las economías locales, con las consecuencias que esto supone en términos de productividad y empleo. Según datos de los agricultores y de autoridad sectorial, en Ñuble ya hay un déficit cercano al 50%, lo que anticipa varios inconvenientes, entre ellos, problemas en la calidad de los cultivos anuales, pérdidas de hasta un 40% en el rendimiento de los mismos, un fuerte aumento del precio del forraje para alimentar a los animales y una menor producción de leche. Esto también tiene un efecto más amplio, ya que es muy probable que lo que está ocurriendo se traduzca en un alza del precio de los alimentos. Inexplicablemente, la sequía no figura dentro de las prioridades nacionales, lo que supone una falla institucional que debe ser urgentemente corregida. La profundidad del problema requiere una respuesta oportuna y coordinada del Estado que permita enfrentar esta compleja realidad no solo mediante medidas paliativas sino también con perspectiva de futuro. Lamentablemente, las consecuencias económicas de la emergencia obligarán a concentrar los escasos recursos en paliar la crisis, por lo que nuevamente no se avanzará en soluciones definitivas, como construir acumuladores de agua o introducir mejoras tecnológicas alos sistemas de riego. ¿Otro año seco y perdido?