El “día cero” del agua
Odas las ciudades del mundo amenazadas por la escasez de agua tienen un “día cero”, es decir, el momento en el que se quedarían sin suministro si no adoptan medidas radicales o se produce un cambio en sus fuentes de abastecimiento. Le sucedió hace un par de años a Ciudad del Cabo y muy cerca estuvo Sao Paulo. Aunque no ha sido aún definido, Santiago —y otras urbes chilenas— tendrían su propio instante crítico. No llegar a este momento debe ser el objetivo de la política pública y privada en materia hídrica. La severa sequía que por más de una década golpea al país ha instalado el fantasma del racionamiento, decisión impopular y costosa de la cual todo gobierno desearía huir. En este contexto resulta conveniente —la autoridad tendría que hacerlo— examinar cómo otras grandes ciudades han enfrentado el problema. La experiencia comparada es diversa: en Brasil no se ejecutaron las medidas que la crisis aconsejaba, pero la llegada del fenómeno de El Niño disipó las preocupaciones. En Sudáfrica
hubo más acciones públicas y la población adquirió mayor compromiso con el consumo responsable. Capitales desarrolladas, como Londres y Tokio, han lanzado iniciativas de ahorro, eficiencia y reúso que funcionan. Otras megalópolis densamente pobladas, como Beijing, El Cairo, Moscú, Yakarta o Estambul, sufren las dificultades de ser menos desarrolladas, mal planificadas, mal gestionadas o con menos recursos para invertir. La desigualdad económica ha sido también factor de inequidad en el acceso y foco de tensión social. La falta de agua se expande por el mundo al ritmo del cambio climático. Según Naciones Unidas, la demanda global superará hasta en 40% la oferta hacia 2030; una de cada cuatro de las 500 ciudades más
grandes del planeta ya experimenta lo que los expertos definen como estrés hídrico, en cuadros además de fuerte vulnerabilidad y falta de información. La perspectiva global ilumina cómo otras naciones han abordado la crisis, pero también ha puesto en discusión el modelo chileno de asignación de derechos. Dicho debate ha confirmado una de las dificultades para establecer una estrategia común: la distancia ideológica en torno al derecho de propiedad y los requerimientos de agua del sector agrícola más modernizado y orientado al mercado externo. Lograr una interpretación compartida es un objetivo difícil de conseguir, pero necesario. La Mesa Nacional del Agua, en el informe que entregó al Presidente, plantea que uno de los ejes clave para enfrentar el carácter estructural de la sequía es modificar el marco legal. Esto considera solucionar la controversia respecto del Código de Aguas y avanzar en las legislaciones sobre glaciares y en la reforma de la Ley General de Servicios Sanitarios. La responsabilidad ahora está en la capacidad de acuerdos y de mirada de Estado de la dirigencia política.
“Resulta conveniente —la autoridad tendría que hacerlo— examinar cómo otras grandes ciudades han enfrentado el problema”.