Vencer la estrategia del miedo
Ace dos años, los agoreros del poder decían que, sino ganaba Piñera las elecciones presidenciales, el país pasaba rápidamente a ser un “Chilezuela”, dominado por inseguridad, falta de empleo, comida, casa, bienestar social, capacidad de consumo, vacaciones, y un largo etcétera. Hoy, esos mismos privilegiados que buscan mantener su estatus quo y seguir sumando beneficios, pregonan que la violencia es igual a “apruebo nueva Constitución”. Estos grupos tienen experiencia en administrar la violencia, el Golpe de Estado fue su máxima graduación. En tanto, los más moderados pero del mismo sector, arguyen que el país no necesita un cambio de Constitución sino que lo prioritario y más fácil es reformarla. Todo apoyado por costosos videos eimágenes ingeniosamente proyectadas por directores de renombre que ya circulan en redes sociales y que serán el principal soporte de la propaganda electoral que comienza el 26 de febrero. ¡Nada más falso! No quieren cambiar la Constitución porque no les conviene. Se trata de una táctica antigua que manipula las emociones inmediatas: la estrategia del miedo que deja sólo una alternativa posible, lo demás es caos, incertidumbre y ese horror que paraliza. El objetivo es desconcertar y confundir el verdadero trasfondo: malestar social contra los abusos, privilegios y desigualdades en el acceso a las necesidades básicas. Mientras tanto, bajo un silencio que poco se difunde, la Constitución de 1980 sigue paralizando mejoras
que necesita urgente la mayoría del país. Muestra de lo anterior, ocurrió el pasado martes 7 de enero, oportunidad en que el Senado rechazó la idea de legislar el proyecto que buscaba consagrar el agua como bien de uso público. Para la aprobación del proyecto de ley se requerían 2/3 de la cámara alta, es decir, 29 votos, pero llegaron sólo 24 a favor y 12 en contra. Es decir, doce votos fueron más que veinticuatro. La minoría vetó la reforma porque la actual estructura de los quórums hace muy difícil reformar la Constitución. ¡Otra razón para cambiarla! El dato no es menor, si se considera que Chile es el único país del mundo donde el agua es un recurso de privados y no un derecho humano. El llamado Código de Aguas creado en 1981 y que sigue vigente hasta hoy establece que este recurso esencial es un bien económico y no sólo un bien social, con esto muchas empresas poseen derechos sobre el uso del recurso de forma gratuita y a perpetuidad. ¡ ¡Eso sí que es violento! ! A esta historia hay que sumar centenares de propuestas de sentido común objetadas por el Tribunal Constitucional, órgano que no es
estrictamente jurídico sino más bien político (miembros designados “a dedo”) que carece de la legitimidad democrática propia de los parlamentarios electos, que son precisamente los llamados a legislar. Hoy, somos testigos privilegiados de la historia. De nosotros depende ser también actores protagónicos. No todos los días se vive un momento constituyente. Los ciudadanos tenemos la oportunidad de participar, por primera vez en toda la historia republicana, en el proceso de elaboración de una nueva Constitución y de paso acabar con la escrita en el período del dictador. Si todo momento constituyente pone fin a un orden determinado, ¡bienvenido sea! Las masivas movilizaciones sociales representan la crisis terminal de un modelo de organización política, económica y social agotado, cuyas formas jurídicas se encuentran ancladas en la actual Constitución. Devolver el poder a la ciudadanía esla única forma de resolver la crisis político-social que vive nuestro país. Un momento constituyente representa precisamente una oportunidad única. Encarna el momento en que los ciudadanos nos hacemos partícipes y verdaderamente responsables de nuestro futuro. La Constitución del *80, por su parte, es la antítesis de todo lo que significa un momento constituyente, encarna una camisa de fuerza impuesta ya hace demasiado tiempo, y que sólo considera una única forma posible de funcionar y hacer las cosas. Es la base de un modelo de abusos, desigualdad y privilegios. Las constituciones no son mágicas, nadie cree que puedan resolver todos los problemas. Aún así, lo verdaderamente mágico de este proceso, es que nos da esperanzas en que las cosas pueden y deben ser distintas. Buscarán con el miedo y la incertidumbre inmovilizarnos, convencernos que con una nueva Constitución nada cambiará, que los problemas de salud, educación, pensiones, bajos sueldos nada tienen que ver con la Constitución del 80, todo para que seamos testigos y no actores de nuestro destino. Por Chile, por nosotros, por nuestros viejos, por nuestros hijos hay que votar “Sí, apruebo' y empezar a solucionar definitivamente las causas del malestar social. Sino, ¿pa'qué?
Pablo Bussenius Abogado