Ó Este libro del Centro de Estudios Públicos constituye un esfuerzo comprehensivo —«multidimensional» lo llaman sus autores— sobre un tema que, en poco tiempo, ha pasado a ser parte de la agenda prioritaria y permanente del país. Busca abarcarlo de manera integral, y lo hace con una serie de reflexiones oportunas y abundancia de sustento empírico. Sus diez capítulos abordan tópicos centrales, como la reforma a la regulación migratoria, la inserción de los migrantes en el mercado laboral, su acceso a vivienda, salud, educación o al sistema previsional, y las actitudes de los chilenos ante ellos. También se ofrece una aproximación sociológica al debate en curso y una caracterización estadística de la inmigración en Chile. Se trata de un tema muy antiguo, pero nunca había tenido la relevancia que tiene hoy en nuestro país. Tarde o temprano esto debía ocurrir. El fenómeno migratorio se da en todo el planeta con mucha normalidad. En un año migra, con variaciones, alrededor de un 2% de la población mundial. Si bien la causa más frecuente y permanente es económica, el plus son las crisis: Siria, Venezuela y Centroamérica son las más recientes; pero no alteran mucho las cifras globales. Con 7. 300 millones de habitantes en el mundo, el 2% hoy en día representa más de 150 millones de migrantes anuales; y esa es una cifra muy superior a los 50 millones de migrantes de 1960, cuando en el mundo vivían 2. 500 personas. Las migraciones no se producen de manera pareja: los latinoamericanos tienden a migrar en mayor porcentaje que los asiáticos o los europeos: 90% lo hace dentro de la región, sobre todo a América del Norte; pero cuando el norte se cierra, miran hacia el sur. Así, Chile es una excelente opción por su escasa densidad poblacional, su crecimiento económico y su fama de ser un país tranquilo y ordenado. Se trata de un proceso que va a continuar, por lo cual se debe trabajar en leyes y políticas que permitan regular los flujos migratorios y, sobre todo, incorporar a todos esos migrantes en nuestra sociedad. De momento, en el curso del debate de la reforma ha quedado en evidencia que un problema crucial —como seexpone acá en el primer capítulo, de Isabel
Aninat y Lucas Sierra—es la escasa envergadura institucional del Departamento de Extranjería y Migración y la necesaria reducción de la discrecionalidad. Hoy por hoy, esa entidad está colapsada y miles de inmigrantes legales esperan por años sus residencias y nacionalizaciones. El libro critica, con razón, la enorme precariedad institucional de los servicios migratorios chilenos; pero, seamos justos, esa precariedad corresponde al muy escaso número de inmigrantes que Chile tenía hasta hace muy pocos años. En agosto de 2016 Ricardo Haussman, conocido economista venezolano de la Universidad de Harvard, publicó un trabajo sobre el impacto de la migración en el desarrollo de los países. En un tweet anunciando el trabajo, hizo una afirmación provocadora: ¿ Por qué Chile no crece? Porque está lleno de chilenos. Y en su articulo agregó que «la falta de inmigrantes en Chile puede explicar parcialmente la escasez de emprendimiento, innovación y diversificación», recordando que, según el, los pocos coreanos que han llegado habrían dado un nuevo impulso a la industria textil. Apenas tres años después, nos encontramos con una situación muy distinta. Un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas aparecido en julio —que también figura en este libro— estima en 1. 251.225 el número de inmigrantes en Chile al 31 de diciembre de 2018, alrededor de un 6% de la población. Y seguirán llegando. En consecuencia, podríamos ser benévolos con las debilidades de nuestra legislación y nuestra política migratoria, construidas en un período en que los migrantes en Chile eran menos de un 1% de la población. Por ello nuestra incompleta legislación era de 1975 y nuestro servicio migratorio radicaba en un Departamento del Ministerio del Interior.
UN CAMBIO PERMANENTE EN LA SOCIEDAD
Sin embargo, la necesaria legalidad es solo el comienzo. La llegada de miles de extranjeros cambiará de manera permanente la sociedad chilena. Llevarán en poco tiempo la población de nuestro país a veinte millones, en el marIsabel Aninat, Rodrigo Vergara (Editores) CEP, Fondo de Cultura Económica, Santiago, 2019, 424 páginas.
Co de una sociedad mucho más variada. Por eso adentrarnos desde ya sobre cómo viven, en qué trabajan, cuánto ganan, cómo les va en la escuela, qué sistema de salud utilizan o si tienen previsión, es seguramente lo más novedoso del esfuerzo colectivo que se observa en estas páginas. Resulta de gran interés la exposición de estadísticas del último capítulo, que permiten conocer cómo son, en términos agregados, los inmigrantes y ubicarse mejor en los temas que apuntan a su calidad de vida. Muchos de ellos son jóvenes, pero la mayoría está en edades medias, en plena capacidad productiva; hay menos adultos mayores que en el conjunto de la población chilena. Si bien hay muchos niños, lo más notable es el aumento sustantivo de los nacimientos en Chile; eso indica una voluntad de permanencia mucho mayor, o bien indica, al menos, que quienes han migrado a nuestro país sienten mayor seguridad y una actitud más positiva. Por otra parte, su mayor presencia laboral se da en los servicios, en el comercio y también en aquellas labores que requieren una cierta especialidad; ganan en promedio más que los chilenos, aunque esta brecha tiende a acortarse, tal vez porque cuando los inmigrantes eran menos, un número mayor tenía una mayor preparación o venía ya a empleos ejecutivos o profesionales, que les aseguraban un mayor ingreso. Hoy la realidad es mucho más variada, pero aún hay muchos profesionales, lo cual hace que la brecha salarial siga existiendo, aunque sea menor. Hasta 2017 los niveles de pobreza eran significativamente menores para los migrantes que para los chilenos. Hoy esa relación se ha invertido. Una mayor proporción de inmigrantes vive en el norte y en la capital. Viven mayoritariamente en la ciudad y los más pobres tienden a vivir en enclaves junto a sus compatriotas. Como es obvio cuando la permanencia de la mayor parte no es definitiva y el crédito de largo plazo es difícil de obtener, los inmigrantes arriendan su vivienda en una proporción mucho mayor que los chilenos, en cualquier categoría de trabajo o ingreso. En cuanto a los jóvenes, una proporción mayor va a la educación pública; pero el conjunto tiene niveles de educación en promedio más alta que los chilenos, seguramente porque el número de profesionales es grande. Ello es coherente con el hecho de que muchos, especialmente los venezolanos, vinieron por razones no económicas y a veces abandonando posiciones ya adquiridas en su país. Los inmigrantes están lejos de ser una carga para el país y, por el contrario, seguramente son un aporte económico y social mucho mayor desde el comienzo. Aunque menos acostumbrados al sistema, cotizan, cuando pueden, más regularmente que los chilenos y tienen en promedio pensiones más altas.
Hay en los trabajos de este libro muchísima información. Los capítulos fundamentales permiten afinar mucho estas percepciones.
LA ACTITUD DE LOS CHILENOS
Finalmente, cabe detenerse en lo que parecería un rasgo negativo de las actitudes de los chilenos hacia los inmigrantes. El estudio respectivo, en el capítulo 8, de Ricardo González, Esteban Muñoz y Bernardo Mackenna, merecería una continuación en algunos años más. Comparando datos del Estudio Nacional de Opinión Publica realizado por el CEP en 2003 con un nuevo estudio de 2017, las percepciones son contradictorias. Por un lado, se percibe que los que creen que Chile debería tomar medidas drásticas contra la migración ¡ legal han disminuido sustantivamente, aunque la cifra actual sigue siendo alta; y, entretanto, se mantienen en torno a 50% los que creen que los inmigrantes no deberían tener los mismos derechos que los chilenos. Han aumentado los que creen que los inmigrantes elevan los índices de criminalidad, pero han disminuido los que creen que les quitan el trabajo a los chilenos. Y, desgraciadamente, las cifras de los que creen que los inmigrantes aportan culturalmente o que son buenos para la economía chilena siguen siendo bajas, similares a como lo eran en el año 2003. En suma, de acuerdo al índice construido por los autores, el «nativismo» estaba en un nivel relativamente alto en 2017, pero no hay forma de saber ahora en qué dirección se mueve, ante el crecimiento de la migración en los últimos dos años. Como se titula el capítulo 7 de este excelente libro, escrito por Andrés Hernando y referido a las vulnerabilidades de los migrantes, estamos al comienzo de un largo camino. El fenómeno ha llegado para quedarse, pero aún nos falta comprenderlo y asumirlo cabalmente.
Los inmigrantes están lejos de ser una carga para el país y, por el contrario, seguramente son un aporte económico y social mucho mayor desde el comienzo.
JOSÉ MIGUEL INSULZA