Emotivismo en La Haya
"...si algo le enseñó la historia a Evo Morales es que la victimización es una estrategia útil para lo que podría ser la sensibilidad global respecto de Bolivia y de su condición de indígena...".
CR1STIÁN GARAY VERA Universidad de Santiago de Chile La primera ronda de alegatos en La Haya se ciñó a un patrón bastante definido sobreestimulado por los tuits de Evo Morales respecto de los ataques raciales de los que habría sido víctima en sus confrontaciones con chilenos. Ataques al modo de ser chileno, al sentimiento malvado de jugar con el vecino más débil, invocaciones al levantamiento de muros imaginarios (y ojalá que se puedan relacionar con los muros de Trump). Si hay algo de común entre los tuits del locuaz Presidente y los alegatos de sus abogados es la hipérbole como diagnóstico y estado argumentativo.
Como es sabido, cuando se lee historiografía boliviana sobre los temas limítrofes y también como caracterización de su propia historia, hay una tendencia evidente a considerar la guerra de 1879 como una catástrofe incomparable a cualquier otra calamidad de la humanidad, ya no solo de Bolivia. Normalmente, una derrota en una guerra es considerada así, pero cuando se pasa a adjetivaciones del tipo esto es el mayor latrocinio de la humanidad o la catástrofe abisal que marca un antes y un después de la civilización, hay algo equivocado en esa apreciación.
No es solamente un enfoque respecto del peso de la pérdida territorial del litoral boliviano, la más pequeña en extensión respecto de las sufridas con Perú, Brasil Argentina y Paraguay, sino además en la atribución de caracteres explicativos del retraso y evolución política del país. Así la pérdida de la "cualidad marítima" sería el origen de la pobreza de Bolivia, y no la sucesión de gobiernos (incluyendo una que otra ejecución violenta), las crisis sociales, las tensiones étnicas (único factor en retirada), la falta de educación y capital humano, etcétera.
Tampoco es un enfoque racional para explicar por qué Bolivia ha tenido crecimiento durante algunos años del propio Evo Morales. Es cierto que se podría agregar que este crecimiento está impulsado por la venta de gas y por los ingresos de dinero del narcotráfico en su economía.
Pero ello se distancia del cuadro monocausal que supone que el origen del retraso se debe al enclaustramiento, dado que las garantías dadas para el paso de mercaderías y personas hacia Bolivia por el Tratado de 1904 son generosas. El Tratado está lejos de estar incumplido o ser malévolo respecto de la condición de Bolivia.
Si algo le enseñó la historia a Evo Morales es que la victimización es una estrategia útil para lo que podría ser la sensibilidad global respecto de Bolivia y de su condición de indígena. Pero ello no es solamente algo que venga de su historia personal o de la condición de los pueblos originarios en su país, sino que fue una estrategia discursiva impuesta por la élite boliviana cuando tuvo que afrontar el hecho de que el litoral se había perdido. Fue por Sánchez Bustamante que se creó la imagen de un Chile militar y agresivo "prusiano", que despojaba a los bolivianos de su territorio. Quien también argumentó que la justicia como necesidad de la humanidad estaba del lado de Bolivia frente a la fuerza. Esta imagen mítica, una y mil veces reiterada, constituye una estrategia definida en algunos de los esfuerzos por tratar con Chile que se llama emotivismo, y que es la alternativa al practicismo (llegar a acuerdos con Chile) y al integracionismo (tratar el tema como parte de un acuerdo trinacional).
Bajo esta escuela, la "emotivista", lo que cuenta es la interpelación a la conciencia de la humanidad, el levantar el caso boliviano como el paroxismo del abuso, y, agregaríamos, del racismo y del fracaso de las élites. La hipérbole, los llamados a una justicia de la humanidad, a restablecer el equilibrio de la moral en el Derecho, están en el nervio de un discurso que incita a los jueces a buscar una solución creativa. Y se entiende porque entre Chile y Bolivia no ha habido guerra por más de cien años (nada parecido al cuadro pintado por Remiro Brotons acerca de las relaciones con Chile hoy). De modo que un "aburrido" y "convencional" tratado ha asegurado más la convivencia que formas discursivas. El lenguaje en este caso no crea realidad, sino que la disfraza y niega. Pero como se quieren mover fronteras, para eludir el marco del Tratado se llama a proponer una regla nueva, la de los derechos expectaticios, creatura del español Remiro Brotons, que rompa con el pasado. Justamente lo que demandaba emotivismo como estrategia frente al mundo, para obligar al "bárbaro" Chile a someterse a sus deseos. Uno de ellos, como nos acabamos de enterar por el tuit de Morales, es volver Antofagasta a Bolivia.