Debido a la sequía, en las regiones que no hay embalses tendrían la mitad del agua disponible durante el verano pasado, y en las zonas con obras de acumulación de agua también habrá un menor volumen disponible. Se espera que febrero y marzo sean los meses más críticos.
1 20 de enero de este año, tras notar una fuerte baja de los caudales de los ríos Cachapoal y Tinguiririca como efecto de la disminución de la nieve en la cordillera, a los regantes de la Región de O'Higgins se les encendieron las alarmas. Sabían que esa situación, lo que ocurriera durante el invierno de 2019, era una señal de que la temporada siguiente vendría complicada. Diez meses después, con un déficit de precipitaciones en torno al 75% en la zona, han comprobado que los pronósticos de comienzos de año no estaban equivocados y que el agua está escasa. “La gran señal fue que enero fue malo. No importaba cuánto lloviera en el invierno ni cuánta nieve sejuntara, por lo que hicimos un diagnóstico muy claro y nos dedicamos a difundirlo durante el año”, comenta Graciela Correa, gerente de la Federación de Juntas de Vigilancia de la VI Región, que representa a más de 30 mil regantes de las 12 juntas de vigilancia de esa zona. Pese a que O'Higgins cuenta con el embalse Convento Viejo, buena parte de la superficie agrícola aún depende del agua natural que circula por los cauces de los ríos, y no tienen obras de almacenamiento que permitan programar el volumen de agua que se distribuirá a los agricultores durante la temporada. Lo mismo se repite en otras regiones, lo que genera incertidumbre. “Hoy tengo que leer cuánta agua hay en el río para saber cuánto puedo distribuir a los usuarios. No tenGo ninguna posibilidad de guardar agua para mañana, ni tampoco de saber qué caudal habrá pasado mañana, porque dependemos de las temperaturas”, detalla Graciela Correa. Como no hubo lluvias importantes durante la primavera y se registraron altas temperaturas en octubre y noviembre, acelerando el derretimiento de nieve, los efectos de la sequía siguen impactando al agro de la zona central, aunque sus efectos en las producciones se verán con mayor fuerza en los próximos meses. De acuerdo con los datos de la Dirección General de Aguas (DGA), la mayor parte de los caudales se encuentra muy por debajo de los volúmenes medios para esta fecha (ver infografía) y los agricultores prevén una temporada compleja para el riego, especialmente hacia fines del verano, en febrero y marzo.
PROGRAMARSE Si bien la sequía impacta la disponibilidad de agua para la mayor parte de la agricultura chilena, las regiones que cuentan con sistemas de embalses esperan enfrentarla de mejor manera esta temporada, ya que al menos pudieron ahorrar durante el invierno y la primavera, y programar la distribución del recurPALOMA DÍAZ ABÁSOLO
So hídrico para las semanas que vienen. “Estamos repartiendo un caudal al 75% de los 200 metros cúbicos que tiene el río Maule y esta semana empezaremos a hacer uso de las aguas de la Laguna del Maule, algo que normalmente hacemos a partir del 15 de diciembre, con la idea de mantener el 75% de reparto durante todo el mes”, afirma el presidente de la Junta de Vigilancia del río Maule, Carlos Diez. Para enero, cuando se espera que el Maule esté en un 60% del caudal de reparto, el plan es mantener el nivel en torno al 75%, utilizando los ahorros de agua que almacenaron en los lagos Colbún y Pehuenche, en los que acumularon 130 millones de metros cúbicos a través de convenios que pudieron realizar luego de que el Ministerio de Obras Públicas decretara a la región en estado de escasez hídrica.
Sin embargo, los regantes de la VII Región estiman que lo más dificil vendrá en febrero y marzo, cuando el caudal de reparto del río esté en torno al 55% y 40% de los derechos, respectivamente. “Hasta un 70% no debería haber una pérdida económica o de rendimientos asociada a la falta de agua,
pero desde ese nivel hacia abajo sí puede haber complicaciones, especialmente en la zona norte del Maule, ya que hacia el surtenemos el embalse Ancoa que está lleno y que no queremos tocar hasta enero”, afirma Carlos Diez. Una de las ventajas de contar con reservas de agua en embalses es la
posibilidad de ahorrar y programarse, lo que permite que los agricultores puedan tomar decisiones de siembras con información concreta, especialmente en los cultivos anuales, para definir en qué especies se enfocarán y con cuánta superficie. “Los embalses dan seguridad de riego, porque puedes tomar otras
Medidas dentro de los predios, como hacer tranques, pero sigues dependiendo totalmente de la lluvia”, dice Carlos Diez.
BUENA ORGANIZACIÓN La Federación de Juntas de Vigilancia de O'Higgins funciona desde hace casi 15 años y es vista como un modelo de asociatividad en la gestión del agua para el resto de los regantes del país, ya que se organiza a nivel regional en esta materia. Para enfrentar la actual sequía, que se arrastra desde hace ll años en la zona, consideran que estar unidos ha sido un factor clave para fortalecer la gestión y optimizar el uso del recurso hídrico, tanto por la mayor capacidad de difundir información entre los usuarios como por la mayor facilidad para escalar sus plan-
Teamientos al sector público en forma oportuna. “Tener una federación nos permite nivelar hacia arriba los conocimientos, porque se reúne una junta que representa a mil hectáreas, que no tiene posibilidades de tener un gerente, con otra que administra aguas para 50 mil hectáreas, que sí lo tiene y que ha enfrentado muchas situaciones difíciles, por lo que puede compartir su experiencia y con eso se genera una capacitación permanente entre unos y otros, y compartimos ideas”, asegura Graciela Correa. Además, dice que este modelo les ha permitido avanzar en la organización de los usuarios de la región, estableciendo turnos de riego de acuerdo con los derechos de cada titular, con días y horas de la semana asignados, los que en muchos casos los mismos vecinos controlan para que se cumpla correctamente, y así evitar los robos de agua. “Esta sequía no nos pilla mal parados. Nos encuentra organizados, incluso con presupuestos mayores, porque los agricultores se dan cuenta de que hay que poner más dinero en la cuota para poder tener más celadores durante la temporada de riego y mantener los canales más limpios, para aprovechar hasta la última gota”, dice Correa. La gerente de la Federación cree que este modelo de organización les ayudó para que este año el Gobierno declarara en forma temprana la escasez hídrica para la región, ya que lo plantearon en forma unida y a tiempo, con lo que pudieron recurrir a medidas como buscar nuevos recursos hídricos por un tiempo acotado. Pese a esto, si el próximo año sigue complicado en cuanto a la sequía, con otro invierno de lluvias esCasas, Graciela Correa cree que la crisis podría agravarse. “Si no hay un invierno razonable, con frío y no más de 30% de déficit de lluvias, el mensaje nuestro va a ser que si un agricultor sembró diez hectáreas el año pasado y siete hectáreas esta temporada, que no siembre más de cinco”, advierte.
FALTA DE EMBALSE A diferencia de O'Higgins y Maule, la Región de Ñuble hasta ahora no ha sido declarada como zona de emergencia agrícola ni de escasez hídrica, ya que se registraron mayores niveles de precipitaciones que en otras áreas del país en lo que va del año, con un déficit que llega al 40%. Sin embargo, no cuenta con embalses y vieron correr la lluvia del invierno al mar. “Nos ha costado que las autoridades lo entiendan, pero el no contar con embalses hace que la situación crítica la vivamos desde la segunda quincena de diciembre en adelante, que es justo cuando los cultivos comienzan a demandar más recursos hídricos”, explica el gerente de la Junta de Vigilancia del río Ñuble, Salvador Salgado. De acuerdo con eso, si en los meses de octubre o noviembre el caudal del río Ñuble está en torno a los 130 mil litros por segundo, en enero de un año normal llega a unos 38 mil litros por segundo, lejos de los 22 mil litros por segundo que proyecta la DGA para enero de 2020, lo que corresponde a 42% menos. “Hoy, cuando algunos agricultores de la zona están en pleno período de siembras, yo les aconsejaría que hagan una relación respecto a las condiciones que se esperan para enero, asumiendo que habrá más de 40% de déficit respecto de un año normal”, plantea Salvador Salgado. Dice que la situación podría ser peor que el pronóstico de la DGA, ya que en años anteriores esa proyección para enero suele tener un 30% de diferencia con la realidad. Es decir, si se proyectan 22 mil litros por segundo, podrían incluso ser solo 17 mil litros por segundo. “En el río Ñuble hay 60 mil hectáreas bajo cota de canal y creo que solo podremos regar entre 15 mil y 18 mil hectáreas este verano, ya que nuestra problemática es no contar con obras de regulación para poder almacenar el caudal abundante del invierno y la primavera”, plantea el gerente de la Junta de Vigilancia del río Ñuble. En ese sentido, considera que el MOP también debería declarar a Ñuble como zona de escasez hídrica, para utilizar las herramientas que eso implica, como disponer de recursos adicionales.
“Los embalses dan seguridad de riego, porque puedes tomar otras medidas en los predios, pero vas a seguir dependiendo de la lluvia”
CARLOS DIEZ
PRESIDENTE DE LA JUNTA DE VIGILANCIA DEL RÍO MAULE
“El no contar con embalses hace que la situación crítica la vivamos desde la segunda quincena de diciembre en adelante”
SALVADOR SALGADO
GERENTE JUNTA DE VIGILANCIA DEL RÍO ÑUBLE
EL IMPACTO AGRÍCOLA
Como se espera que los meses más complicados sean febrero y marzo, los cultivos que se cosechan en esa época y en meses posteriores podrían verse más afectados, especialmente especies como el maíz y semilleros de este cereal, remolacha y frutales. “El único cultivo que se podría salvar es el trigo, porque se cosecha antes, pero los demás se sembraron en octubre y noviembre, por lo que se verán afectados en el verano, al igual que los frutales”, afirma Salvador Salgado. Carlos Diez coincide en que los frutales podrían notar el impacto de la falta de agua, junto con la segunda siembra de semilleros y hortalizas, que parte en febrero y marzo.