En el número anterior le dijimos adiós a una década bisagra, entre lo que fue y lo que sucederá en estos próximos 10 años, en los que el mundo se seguirá transformando a toda velocidad. En esta segunda parte de nuestro especial, abordamos otros cinco temas que seguirán marcando la agenda mundial y la de Viernes: la respuesta del capitalismo frente a la desigualdad; los desafíos contra el cambio climático; la crisis de la Iglesia Católica; las nuevas luchas por los derechos y los cambios en la forma en que nos amamos. Si hace 100 años comenzaban los locos años 20, los años 20 del siglo XXl pueden resultar igual de alocados. Este es un mapa para no perder la cordura en el agitado territorio de un futuro que ya estamos viendo venir.
De portada: Franco Nieri Bravo / interior: Marco Valdés Paillaqueo
¿ Por qué Chile y su población constituyen una zona de riesgo en el contexto del cambio climático? Chile reúne muchas condiciones de vulnerabilidad, porque somos un país con una costa larga, con desierto, tenemos ecosistemas montañosos, bosques, islas. La mayor expresión de esa fragilidad y que en parte se explica por los cambios en el clima, es la gran sequía que vivimos en estos días. La falta de agua ayuda a la expansión del fuego y se producen megaincendios que se propagan por las nuevas condiciones de temperatura, humedad y velocidad de los vientos. Otro ejemplo es la frecuencia de las marejadas, que ha afectado la operación de los puertos: si hace 10 años había 10 días de
puertos cerrados, hoy tenemos 90. Esto tiene consecuencias en la pesca, la en la minería y el sector eléctrico. Y por supuesto en las personas. Un solo ejemplo: en las ciudades se producen olas de calor que afectan a los que viven donde hay más cemento y menos áreas verdes. Necesitamos acciones concretas para enfrentar todo esto. ¿Cuáles deberían ser esas acciones concretas? Necesitamos una ley de cambio climático que incorpore un pilar de justicia social. También veo oportunidad en el proceso constituyente para incorporar el cambio climático de manera explícita, porque es un tema del presente que va a tener aún más impacto en el futuro. Hay otro instrumento, que es la estrategia
CAMBIO CLIMÁTICO
El aumento de la temperatura planetaria y sus consecuencias son hoy una verdad científica. En Chile, los esfuerzos por enfrentar el tema se iniciaron en 2010, con la creación de la Oficina de Cambio Climático. El gran logro global fue el Acuerdo de París, en 2015, con el compromiso de grandes generadores de gases de efecto invernadero a reducir sus emisiones y aportar a no superar en 1, 5 grados el incremento de la temperatura en la Tierra. Aún así, la década cierra con la emergencia declarada y sin suficientes decisiones para enfrentar un asunto cada vez más urgente.
DEL PLAN A LA ACCIÓN
Ha estado en siete de las diez últimas COP y su trayectoria incluye la creación de la Oficina de Cambio Climático en el Ministerio del Medio Ambiente, desarrollo de proyectos en la empresa privada, la sociedad civil y la academia. Hoy la ingeniera civil química Andrea Rudnick es la directora ejecutiva del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) de la Universidad de Chile, fundado en 2013 para afrontar los efectos del cambio climático de manera multidimensional. “La crisis social es climática y la crisis climática es también social”, advierte.
Por Daniela Doren Santander
Climática de largo plazo y que Chile tiene que diseñar el próximo año. Ahí también hay que incorporar explícitamente el componente social. Además, al igual que todos los países, Chile tiene que presentar su meta de reducción de gases de efecto invernadero actualizada en la próxima COP, y la ministra ya anunció que va a incorporar el concepto de justicia ambiental en las metas de cambio climático. Pero todavía no vemos nada concreto. Esperamos que se incorporen aspectos de derechos humanos y de género. Por ejemplo, que incluyan los objetivos de desarrollo sostenible acordados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en temas de pobreza, educación, acceso a servicios básicos como el agua, energías limpias a precios abordables, trabajo decente para el crecimiento económico, reducción de las desigualdades y consumo y producción responsable. En cuanto a cómo incorporar los temas de género, es importante reconocer el rol de las mujeres en la toma de decisiones respecto del uso y ahorro de energía en los hogares, y también cómo son más afectadas por emisiones contaminantes, especialmente aquellas que se exponen a la quema de leña para la preparación de alimentos. Por eso es clave que participen y contribuyan al diseño de políticas y planes climáticos. ¿Quiénes son los responsables de avanzar en eso? Es tan transversal que son todos los ministerios finalmente, no es responsabilidad solo del Ministerio del Medio Ambiente. Transportes lo tiene que incluir en su planificación futura para que, por ejemplo, todo el transporte público tenga el objetivo reducir los gases de efecto invernadero, que hoy día no es un lineamiento básico en el sistema, o Vivienda y Urbanismo que tiene que incorporarlo para las viviendas y también en el ordenamiento urbano y territorial. A pesar de que el tema está instalado y la urgencia es clara, pareciera que cuesta mucho lograr políticas concretas. Estoy muy de acuerdo, y te doy un ejemplo: nuestro principal comentario para mejorar la Contribución Nacionalmente Determinada (NDC), que es el instrumento en que el país compromete sus esfuerzos de reducción de gases de efecto invernadero, fue que todavía se trata mucho de "el plan del plan”, y nosotros queremos ver acciones más concretas. Una de nuestras responsabilidades como centro es hacer seguimiento de ese plan, preguntarnos qué acciones compromete, con qué plazos, cómo se va a monitorear, quién lo va a auditar, y también buscar los instrumentos legales para comprometer las acciones que correspondan. Por ejemplo, algo concreto sería el cierre anticipado de centrales termoeléctricas. Tenemos un compromiso de las empresas y del Ministerio de Energía, es un plan voluntario, porque en Chile no tenemos las herramientas jurídicas para asegurar el cierre de una central termoeléctrica.
¿ Qué falta para pasar de los acuerdos a la acción? En Chile, diría que falta una voluntad más fuerte. Esto tiene que ver con liderazgo, con que exista un mandato del más alto nivel que asegure una visión de Estado y coherencia entre las políticas públicas. Es un tema complejo de comprender, porque no es solo tecnológico, también tiene que ver con los valores y principios de nuestra cultura. Tenemos que reposicionar el rol de las alianzas, de la sociedad en su conjunto, y dejar atrás el individualismo, el consumismo y empezar a validar otras normas sociales para lograr estos objetivos que son deseables y alcanzables. Hay mucho que cambiar, y eso también puede ser abrumador e inhibir la acción. Y no afecta solo a Chile, es global. Parece que estamos en el peor de los escenarios: un país altamente vulnerable, pero con muy poca capacidad de influir. ¿Cuáles son las alternativas para avanzar en los acuerdos que reduzcan el riesgo para quienes vivimos acá? Hay muchos países que están en nuestra misma situación: todos los países “isla”, los estados africanos, los de Latinoamérica y el Caribe. En cambio, los países que más roncan son los más ricos y las economías emergentes, que influyen más en el mercado internacional. El escenario geopolítico actual está marcado por la relación de China y Estados Unidos y necesitamos que se pongan de acuerdo para avanzar más. Por otro lado tienes a la Unión Europea, siempre muy progresista en los temas climáticos. Pero para lograr los acuerdos que faltan quizás sea necesario reconfigurar los liderazgos mundiales. Por ejemplo, se podría promover un trabajo conjunto de la Unión Europea y China, considerando que tenemos un gobernante norteamericano que no cree en el cambio climático y no quiere abordarlo, además de otros grandes países que se oponen a avanzar, como Brasil, México, Australia, Rusia e India. ¿Qué destacarías como positivo en esta década? Hoy hay mucha más conciencia en la ciudadanía. En el CR2 hicimos una encuesta en 18 países de Latinoamérica y el Caribe y nos sorprendió la respuesta a cuál es el problema medioambiental que más les afecta. En 2018 la respuesta más frecuente fue la contaminación atmosférica, y ahora fue el cambio climático. Uno podría decir que es producto de los eventos extremos que hemos vivido: los incendios en Brasil, la lluvia extrema en los países del Caribe, la megasequía en Chile. Eso muestra que la ciudadanía tiene conciencia de que este es un tema actual y no puede esperar 50 años más. Hoy las personas reconocen que son parte del problema, pero también de la solución y eso es súper importante. A eso se suma un aumento exponencial en la generación de evidencias y en la toma de decisiones. Pero ahora las acciones tienen que hacerse con más urgencia, porque tenemos 10 años para frenar las emisiones. €
MODELOS DE DESIGUALDAD
Los modelos económicos pasan por una crisis, con gobiernos altamente cuestionados por la forma en que se distribuyen las riquezas. Esta nueva década comienza con revueltas sociales en las principales ciudades y liderazgos nacionalistas al mando de grandes potencias, levantando una serie de preguntas sobre el futuro: ¿ Existen modelos más democráticos para el desarrollo? ¿ Es posible un mundo con economías pujantes, pero menos desiguales?
Por Daniela Pérez G.
UN MUNDO SENTADO EN EL CAPITALISMO
Creador de la "curva del elefante”, el gráfico de medición de desigualdad descrito como el más influyente de la década, el economista serbio-americano Branko Milanovic cierra los últimos 10 años con Capitalism, Alone. The Future of the System That Rules the World, un libro que da cuenta de cómo el capitalismo ha mutado en diferentes formas, adquiriendo por primera vez un protagonismo global. Con evidencia empírica sobre sus fortalezas y puntos débiles, da luces sobre cómo
avanzar hacia un mundo más justo.
Para Branko Milanovic, ver masivas protestas sociales en las calles del mundo no es un escenario desconocido. Hijo de un funcionario de gobierno en la Yugoslavia comunista, fue testigo de cómo en 1968 un grupo de estudiantes se tomó la Universidad de Belgrado y la llenaron de carteles que pedían el fin de la “burguesía roja”. Un episodio que —ha dicho en diversas entrevistas— recuerda con ojos de niño, pero que marcaron el comienzo de una carrera intelectual que lo transformó en uno de los economistas más destacados en el estudio de la desigualdad. Profesor del Centro de Estudios Socioeconómicos en Desigualdad de la City University de Nueva York, desde sus años como jefe de investigación en el Banco Mundial su foco ha sido entender la inequidad, sobre todo en un mundo globalizado. Su trabajo sobre la desigualdad global entre 1988 y 2008 fue una revelación, y en 2013 creó, junto a Cristoph Lakner, la “curva del elefante”, un gráfico descrito como el más influyente de la década, que muestra que en esta época de altísima globalización, el aumento de las riquezas se distribuyó de manera muy desequilibrada, favoreciendo al 1% más rico del planeta en desmedro de las clases medias bajas. A días de que acabara 2019, Milanovic compartió una lista con lo mejor y peor de los últimos 10 años, en la que destaca una mayor igualdad global en términos políticos y de ingreso —específicamente por el crecimiento de Asia—, mayor diversidad intelectual y libertad de expresión de esa diversidad, mayor intercambio cultural y social, y un aumento en la expectativa de vida. Pero ahí mismo también alerta por la alta concentración de riquezas en los grupos más altos, el inmenso flujo de esa riqueza hacia la política, los liderazgos nacionalistas que se han instalado en las potencias mundiales, la debilitación de cuerpos internacionales como la ONU y la inhabilidad de las economías frente al fenómeno de la migración. En este contexto, su ensayo aporta diversas luces para juzgar las deficiencias de los sistemas capitalistas que hoy predominan: el meritocrático de una democracia liberal, como la de EE.UU. , y el capitalismo político de China; al mismo tiempo que rescata sus fortalezas para que
en el futuro no sean sinónimo de alta desigualdad. ¿Es posible pensar en formas de capitalismo que generen menos desigualdades? Una cosa es importante: la desigualdad siempre existe. La pregunta es si la desigualdad es deseable, o si se podría reducir, y en este sentido hay que ir por partes. Las desigualdades no son iguales en todos los países: en la mayoría ha aumentado en los últimos 30 años, pero incluso en lugares donde ha aumentado, como Finlandia, Suecia o Austria, se mantiene baja. Más aún, la desigualdad global, debido al aumento de los ingresos en China, India, Vietnam, etc. Está decayendo. Es complejo, porque distintos tipos de desigualdad se mueven en distintas direcciones. Ahora, ¿puede el capitalismo funcionar con grados menores de desigualdad? La respuesta es sí. Sabemos empíricamente que sí funciona con suficiente distribución e igualdad de oportunidades para las distintas generaciones. Otra de sus ideas, que se comprueba en países como el nuestro, es que así como el capitalismo ha conectado a los países entre sí, desconecta a las naciones internamente. Así es. Lo que está pasando con la globalización es que dentro de los Estados naciones tienes, por un lado, una élite doméstica conectada al sistema global, pero la mayoría de los demás continúa con sus vidas comunes, más desconectadas. Esto también pasa en los países más ricos, que son los políticamente más relevantes. Tienes a un grupo pequeño, quizá el 10 o 20 por ciento de la población, que han visto un aumento en sus ingresos, en sus habilidades y se sienten cómodos con la globalización. Luego, hay entre un 60 y 70 por ciento de personas cuya posición no ha cambiado mucho y están parcialmente globalizados, y finalmente, otro 10 o 20 por ciento de la gente, según el país, que ha sido afectada negativamente: sus habilidades, intereses y formas de vida se han debilitado por la globalización. En este sentido se habla de una desconexión interna: entre aquellos a los que les ha ido muy bien y quienes han perdido sus trabajos y han visto reducidos sus salarios. Estos últimos, además, tienen miedo de la migración —un tema
Importante en Europa—, y miedo a perder la forma en que ellos o sus padres vivieron por muchos años. En su nuevo libro, Thomas Piketty propone aumentar los impuestos de los más ricos hasta el 90%. Usted habla de entregar ventajas tributarias a la clase media para aumentar su capital financiero. ¿Cómo evalúa ambas ideas? Para lograr mayor igualdad se necesitan más impuestos, pero estas ideas tienen dos objetivos distintos. Piketty habla de aumentar los impuestos en general, sobre todo para los ricos, que se han beneficiado, especialmente en de reducciones significativas de las tasas impositivas y de la habilidad de evadirlas. El objetivo esencial es usar herramientas que ya se aplicaron en países ricos entre los años 50 y los 80, que luego se debilitaron por la globalización. Mi objetivo es diferente: lograr que la clase media tenga mayor habilidad para adquirir capital y obtener ingresos de este. No hablo de los pobres, pues no es realista, pero sí lo es para la clase media en países ricos. Para eso creo que son clave los endowments —fondos permanentes comprometidos a desarrollos de largo plazo—. La creciente porción del ingreso total que se convierte en capital gracias a la robótica y la automatización propiciaría, a su vez, una creciente transmisión automática de la desigualdad, pues la mayor parte del capital está en manos de un porcentaje muy pequeño de personas. Por eso planteo que es necesario dispersar ese capital ampliamente hacia las clases medias. En noviembre escribió sobre la crisis de Chile y decía que el país evidenciaba los daños causados por las políticas neoliberales de los últimos 30 años. ¿En qué se falló? No sé todos los detalles, pero es un hecho que fue uno de los primeros países en adoptar las políticas neoliberales. Chile hizo cambios, entre los años 1973 y 1975, incluso antes de que se definiera el consenso de Washington. Y por mucho tiempo fue visto como un caso de éxito por sus altas tasas de crecimiento, a pesar de la recesión. En ese contexto, una transición a la democracia parecía caber bastante bien dentro de ese patrón. Pero cuando surgieron las últimas demostraciones sociales se hizo evidente que muchos elementos del modelo tenían un lado negativo pensiones muy bajas dentro de un sistema privado que decía ser un gran éxito, pero en realidad tenía falencias—. También otras cosas: el problema de la exclusión y un tema racial entre los de origen europeo y los que no, que tienen ingresos significativamente más bajos. Hay elementos estructurales, como la privatización, que perpetuaron la desigualdad y permitieron una alta concentración de la riqueza. Por eso estamos en los topes de los rankings de desigualdad. Así es, Chile siempre está entre los cinco países con mayor desigualdad de riqueza y muy alta concentración de multimillonarios en el país, lo que también está conectado con la privatización. Si bien sabemos que la desigualdad en Chile era mayor hace 15 años —y no es que baje todos los años, pero iba en la dirección correcta—, todavía es muy alta. Está al mismo nivel que en Brasil, lo que no deja de ser llamativo: un país relativamente pequeño, sin toda la mochila histórica de la esclavitud, los problemas raciales, y termina con el mismo nivel de desigualdad. Estos son los aspectos que fueron escondidos por ese supuesto éxito del neoliberalismo. Y no es que no se aplicara bien un sistema. Si el sistema no resulta, entonces no es un buen sistema. Pero eso ya es filosófico. Mirando hacia el futuro, ¿cómo se podría mejorar? En el capitalismo, la producción se realiza con fines de lucro, a través de medios que son de propiedad privada, con trabajo pagado y en un sistema descentralizado. Pero con esta misma definición puedes tomar formas significativamente distintas en términos políticos, como China, o en términos de desigualdad,
“El nivel de desigualdad de Chile es igual al de Brasil, lo que no deja de ser llamativo: un país relativamente pequeño, sin toda la mochila histórica de esclavitud y problemas raciales, pero que termina igual. Estos son los aspectos que fueron escondidos por ese supuesto éxito del neoliberalismo”.
Con sistemas sociodemocráticos y otros más neoliberales. Si pensamos en cambios hacia el futuro, veo que ocurrirán dentro del capitalismo. Hoy nadie sostiene seriamente socializar o nacionalizar el capital o las compañías, o deshacerse del trabajo pagado. Pero cuando la gente habla de Suecia usando con soltura la palabra “socialista”, se les olvida que el 70% de su fuerza laboral está en empresas de capital privado y con fines de lucro, lo que no es muy diferente a cualquier otro país. Incluso los marcadores de desigualdad, antes de impuestos, en Suecia, Finlandia o Dinamarca, son muy similares a los marcadores en EE.UU. La diferencia está en la redistribución de parte del Estado Entonces, las características esenciales del capitalismo están para quedarse. La pregunta es cómo hacer que los resultados mejoren en términos de desigualdad y oportunidades. €
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APOROFOBIA
EL MIEDO A LOS POBRES
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Edición n* 182, 15 de diciembre de 2017,
Edición n* 224, 12 de octubre de 2018.
En la última edición de 2017 dábamos cuenta de que según la encuesta Desiguales del PNUD, un 70% de los chilenos se consideraba clase media. Frente a eso, nos preguntamos por sus miedos, aspiraciones y sueños ad portas de una nueva elección presidencial. En octubre de 2018, en tanto, publicamos un reportaje sobre la “aporofobia”, el término acuñado por la RAE para referirse al miedo a los pobres, escogida la palabra del año 2017 a raíz de la contignencia política y social.
IDENTIDAD DE GÉNERO
La lucha por los derechos LGBTQ ha avanzado a paso firme durante esta década. La aprobación del matrimonio igualitario en diversos países, la adopción para parejas del mismo sexo, la apertura de los sistemas de educación pública a incluir temáticas de diversidad de género en sus programas y el reconocimiento legal a las personas transgénero —que en Chile entró en vigencia pocos días antes de que acabara 2019— han sido grandes victorias en una larga lista de derechos que
se seguirán demandando.
Por Daniela Pérez G.
LOS MITOS DEL GÉNERO
En los últimos 20 años, la bióloga y feminista Anne Fausto-Sterling se volvió un referente en el estudio de género y sexualidad. Aplicando su experiencia científica a preguntas sociales y culturales, así como también explorando de qué forma la cultura influencia el conocimiento científico, ha desafiado muchas aseveraciones de la ciencia respecto del género, demostrando que lo que para muchos son diferencias “naturales” entre sexos, en realidad han sido determinadas culturalmente. Una postura que en la década pasada ha cobrado fuerza y que, a su parecer, es necesaria
para un futuro sin discriminación.
“¿ Qué significa cuando decimos que el cuerpo es una construcción social?”. A comienzos de los 90, esta pregunta rondaba a la doctora en Biología y experta en estudios de género Anne Fausto-Sterling, según una entrevista a The New York Times. Era la respuesta que quería encontrar y que la llevó a ahondar en una investigación científica sobre intersexualidad en tiempos que, asegura, las ciencias sociales se estaban preguntando cómo nuestras ideas sobre el cuerpo humano estaban determinadas por la política y la cultura. Desde ahí empezó a desarrollar sus teorías respecto al binarismo sexual como una manera de entender al ser humano que jamás ha sido del todo capaz de describir la variedad de nuestra especie. Propuestas que en la época fueron calificadas como provocativas, en particular por el paper que publicó en la revista Science en 1992, titulado Los cinco sexos: cuando lo femenino y lo masculino no son suficientes, un estudio que se centra en una clasificación de los tipos sexuales según cinco categorías: herm (hermafroditas verdaderos), ser (seudohermatfroditas masculinos) y serm (seudohermafroditas femeninos), además de hombre y mujer. Para esto ha sido fundamental su análisis del debate entre naturaleza y crianza (nature versus nurture), un enfrentamiento que a su juicio es cuestionable, no porque un concepto predomine por sobre el otro, sino más bien porque es necesario que los seres humanos entendamos que nuestras nociones del mundo proceden de ambos. “Decir que todo es 100 por ciento naturaleza o 100 por ciento crianza es una mirada antigua, errónea y poco útil sobre el desarrollo de los organismos. No se trata de uno contra el otro, sino de cómo la naturaleza cambia bajo ciertos eventos propios de la crianza”, ha dicho.
Profesora de la Universidad Brown por más de 40 años, ha sido esa mirada más compleja, pero cercana a la experiencia humana, la que ha intentado visibilizar y difundir. Su objetivo es ser un aporte no solo para defender los derechos de la comunidad LGBTO, a la que también pertenece, sino para que las sociedades se cuestionen y entiendan que lo que se considera “natural” no necesariamente lo será por siempre. O que, en realidad, está determinado por el contexto. “Lo natural no es un estado ideal, está lleno de imperfecciones y variaciones. Tenemos todas estas categorías aristotélicas de lo que es femenino y masculino, cuando la naturaleza no las tiene. La naturaleza crea un montón de formas diferentes”. ¿Cuáles cree que han sido los principales factores que, en la última década, contribuyeron a un entendimiento más amplio y complejo de la sexualidad e identidad de género? Sin duda alguna, creo que se debe al activismo político de la comunidad de diversidad sexual y de género. Han sido ellos quienes han permitido visibilizar y exponer ese punto de vista más complejo. Ahora, por supuesto que los académicos también han sido de gran ayuda, y así como ellos fueron inspirados por los mismos activistas, también estos académicos son una fuente de inspiración para el activismo. Desde un punto de vista más filosófico, muchas de estas conversaciones tienen que ver con la necesidad que tenemos los seres humanos de definirnos en categorías y de sentirnos parte de algo. ¿Por qué cree que es así? Esto es interesante, porque ¿ es la creación de categorías un rasgo humano universal? No sé, pero sospecho que los antropólogos culturales tendrían comentarios interesantes. Creo que hacer categorías es un aspecto del lenguaje, y ahí es
“Es importante aprobar y fortalecer más y mejores leyes antidiscriminación en todas las áreas de la sociedad. También, enfrentar más directamente la violencia en contra de las mujeres y de las personas no conformes con su género, porque hoy es
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una realidad endémica”.
Interesante, por ejemplo, el texto del lingúista George Lakoff, De mujeres, fuego y cosas peligrosas, en el que habla acerca de lo relativo que es nuestro modo de categorizar el mundo y la forma en que este varía de cultura en cultura. También creo que categorizar es parte del desarrollo cognitivo del ser humano para reconocer, identificar y finalmente dar sentido al mundo. Después de tantos años generando nuevos conocimientos para aportar a la conversación desde la academia y la ciencia, todavía hay personas LGBTQ que mueren a causa de la discriminación. ¿De qué manera se enfrenta esto? Es muy importante que se aprueben y fortalezcan más y mejores leyes antidiscriminación en todas las áreas de la sociedad. La discriminación laboral me parece que es especialmente importante, ya que, lamentablemente, con demasiada frecuencia las mujeres y las personas no conformes con su género son económicamente marginadas como resultado directo de su género, sexo o identidad. Esto las hace más propensas a no tener un hogar o a tener que depender de actividades más peligrosas para sobrevivir. También me parece que hay que enfrentar más directamente la violencia en contra de las mujeres y de las personas no conformes con su género, porque es una realidad endémica. Una manera de hacerlo es pasando leyes en contra de crímenes por discriminación, pero al mismo tiempo también es urgente entregar mayor educación en esta materia, no solo al público en general, sino a quienes hacen cumplir la ley, a quienes además hay que entrenar para que adopten nuevas posturas. Esto implica establecer nuevos estándares sobre cómo abordar la violencia doméstica, por ejemplo, o la violencia en la calle en contra de estas personas. ¿Cuáles diría que son los principales desafíos para la política pública en estos temas? ¿ Cómo se construyen sociedades que acepten a toda la comunidad LGBTQ? Creo que hay muchos desafíos. Uno de ellos es analizar cuidadosamente lo que entendemos por sexo, género, orientación e identidad sexual, y ser muy claros acerca de cómo cada uno de estos se relaciona con los cuerpos individuales. Aquí hay algunas preguntas para debatir: ¿ son los derechos de seguridad y trato justo en la esfera pública (por ejemplo, empleo justo o uso justo de las instalaciones públicas) para cada grupo o identidad mutuamente excluyentes? ¿ Estamos hablando de expandir los derechos o hablamos de una suma cero? Por ejemplo: ¿ cómo manejamos lo que actualmente son espacios para un solo sexo, como baños, vestuarios de gimnasios o prisiones? ¿ Qué hay de los deportes? El desafío es equilibrar los derechos de acceso y el derecho a no sufrir violencia. Para hacer esto, necesitamos crear espacios respetuosos dentro de los cuales podamos considerar una serie de puntos de vista y luchar por el consenso de la comunidad respecto a la esfera pública.
El bro encortrado de Nicanor Parra / Esorbon Beatriz Sario, Marcelo Mellado y Roberto Merino
Edición 01, publicada el 6 de junio de 2014.
Edición n0 230, 23 de noviembre
de 2018. Edición n 257, publicada el 31 de mayo de 2019.
El primer número de la revista cuenta la experiencia de Mia Rose, una joven trans que recién había decidido hacer pública su transición, cuando en Chile una ley de identidad de género estaba lejos de ser una realidad. En 2018 compartimos el testimonio de parejas lesbianas que luchan para obtener el reconocimiento de la maternidad de ambas, mientras que el año pasado compartimos los relatos de quienes se identifican como no binarios, sin encasillarse como hombre ni como mujer.
CRISIS DE LA IGLESIA
Si los últimos diez años se caracterizaron por la caída y desprestigio de instituciones de poder, el emblema fue la Iglesia Católica. En 2010 estalló en Chile el caso Karadima, y desde entonces cientos de víctimas de abusos sexuales salieron a denunciar a íconos como John O'Reilly, Cristián Precht y Renato Poblete. Con denuncias del mismo tipo en todo el mundo, y tras la inédita renuncia de Benedicto XVI, el papado fue asumido por Francisco, cuya visita a Chile tuvo como coletazo la renuncia de toda la Conferencia Episcopal. El 2019 terminó con el fin del secreto pontificio para los casos de abusos sexuales a menores, una medida tardía pero necesaria, que podría
cambiar a la Iglesia tal como la conocemos.
Por Ana María Hurtado
LA DÉCADA DE LAS VÍCTIMAS
Según encuestas del CEP, la confianza en la Iglesia Católica en Chile se desplomó hasta llegar al 31 por ciento a fines de la década. ¿Qué le depara el futuro a una de las instituciones clave de la cultura occidental? Claudia Leal, académica de la Facultad de Teología de la Universidad Católica, e integrante de la Comisión para el análisis de la crisis de la Iglesia que creó la casa de estudios, ya saca algunas conclusiones. “La pregunta es si el papado y la curia van a ser capaces de dar un paso atrás y dejar que el pueblo avance y que pueda seguir sus propias intuiciones”, dice.
¿ Cómo caracterizarías la última década de la Iglesia en Chile? Fue la de las víctimas. Después de una batalla muy ardua, la institución tuvo que mirarlas, escucharlas y creerles. La batalla no está terminada, porque los que abrieron la trinchera fueron un grupo de varones de estrato socioeconómico alto, con todos los medios y redes de contacto. Pero atrás están los invisibles: las mujeres, los pobres, la gente de provincia. Falta que la Iglesia escuche a esos grupos. ¿Qué hipótesis han formulado como comisión sobre las causas de la crisis? Una de las más importantes es que en esta institución la autoridad no es sometida a suficientes instancias de control, y hay demasiados aspectos que quedan a la arbitrariedad de la persona que ejerce el rol. Eso hay que cambiarlo. Es una hipótesis que se puede aplicar hoy mismo al poder político e incluso al poder policial. Absolutamente. Nosotros siempre hemos tenido la convicción de que la Iglesia es una institución que no está en otro planeta, está en esta cultura, en este país y es un reflejo de lo que pasa aquí. En términos de rendir cuentas, un grupo de académicas, junto a la agrupación de sobrevivientes de abuso sexual, comenzamos a pedir hace unos dos años la creación de una Comisión de Verdad para los abusos sexuales en el contexto eclesial. Eso se pidió al Presidente, al Parlamento, y nunca hubo una respuesta. Mi convicción más íntima es que el poder político no respondió a esa demanda porque tienen tejado de vidrio, hay que ver lo que pasó con los dos informes sobre el Sename. Y esta comparación sobre la gestión del poder en la crisis social es una prueba más de que vivimos en una cultura permeada por el abuso, el encubrimiento y una verticalidad y autoritarismo patológicos. ¿El patriarcado? El patriarcado permea las instituciones religiosas, políticas y sociales de maneras más sofisticadas que antes. Se refleja ya no en el rechazo sino que en la falta de apoyo.
Siempre se habla de dos extremos dentro de la Iglesia. La caricatura es el Opus Dei por un lado, los jesuitas por el otro. ¿Hay “iglesias” más autoritarias que otras? En apariencia sí, pero en el fondo no. Durante los últimos 40 años, la Iglesia chilena ha estado fascinada con los líderes carismáticos, que arrastraban multitudes, que miraban a los jóvenes y éstos los seguían. Tipos fuertes que no tenían necesidad de descanso, etcétera. Desde mi punto de vista, tanto en el sector liberal como en el conservador es bastante parecido, porque se van creando liderazgos que reclaman para sí la interpretación de la voluntad de Dios para las personas. ¿Puede reorganizarse la Iglesia tras una crisis tan profunda, y seguir jugando un rol en la espiritualidad católica? Me da esperanza la sensibilidad que expresan los jóvenes. A todo el establishment político lo pone nerviosísimo que las manifestaciones de Plaza Italia no tengan cabeza, pero yo creo que de ahí puede surgir algo nuevo, algo que no hemos sido capaces de imaginar. Por otra parte, el rol que la Iglesia ha tenido como mediadora en la relación entre Dios y la persona está en crisis terminal. Es el momento en que quienes han sido parte de la institución tendrán que pensar en una nueva forma de diálogo, y en vez de ser una exportadora de contenidos hacia los fieles, vayan a buscar entre ellos lo nuclear del mensaje de Jesús. Porque existen grupos importantes que se han mantenido en las fronteras, pero que quieren ser parte del centro. ¿Por ejemplo? Pienso en Mujeres Iglesia, un colectivo transversal de católicas: desde Opus Dei y pobladoras, hasta estudiantes y abuelas de todo Chile, que se reúnen en torno a la pregunta de cómo renovar el lugar de la mujer en la Iglesia. Llevan tres años, han hecho encuentros nacionales y piden sin complejos tener un diálogo fluido con todos los sectores eclesiales. Ya han tenido entrevistas con obispos, todo con mucha naturalidad. ¿Qué rol ves en la figura del papado y la curia en el futuro?
Su rol ahora es estar disponibles. La pregunta es si van a ser capaces de dar un paso atrás y dejar que el pueblo siga su camino según sus propias intuiciones. Por mi parte, cada vez que aparezca un líder carismático voy a levantar la bandera del escepticismo. Necesitamos gente normal, que haga su trabajo con dedicación y cariño. Personas vulnerables que se equivocan y son capaces de pedir perdón. No necesitamos más iluminados, ni infalibles ni gurús. Creo que es muy sano para la Iglesia marcar distancia con el poder. El poder que haya que perder se pierde, y los grados de influencia, también que se pierdan todos. Yo en este momento le regalaría a la Iglesia diez años sin influencia en el poder, porque le ha hecho mal. No ha pasado demasiado tiempo desde que Matte mandó cartas a los diarios defendiendo a Karadima, o desde que había reuniones con el fiscal nacional para que cerraran la investigación. ¿Cuál sería entonces el objetivo de la Iglesia hoy? La Iglesia tiene que cambiar, reformularse, porque la Iglesia no es un objetivo en sí mismo. Si la Iglesia como la conocemos tiene que desaparecer para que nazca algo nuevo, no hay que tener miedo, porque aquí lo nuclear es el mensaje de Jesús y sus respuestas sobre la trascendencia, sobre la justicia y sobre la compasión. €
AMOR
En 1987, más de 95 mil parejas se casaron en Chile. Treinta años después, con seis millones de habitantes más, hubo solo 61 mil matrimonios. ¿Será una señal del declive del amor romántico? La irrupción de Tinder y las redes sociales durante la década, además del triunfo del individualismo, cambió drásticamente la manera en que nos involucramos sentimentalmente. ¿Qué pasará ahora que
vienen los robots?
Por Cristóbal Bley
VOLVER A AMAR
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La crónica "Por qué abandoné la Iglesia", publicada en junio del año pasado, es un seguimiento a la apostasía del concejal por Providencia Jaime Parada, quien tras años de reflexión decidió renunciar oficialmente al catolicismo.
Simon May es filósofo y académico inglés del King's College, especialista en Nietzsche, pero cuyos últimos dos libros realizan un análisis histórico y ontológico del amor. Según él, el amor romántico viene en declive, y está siendo reemplazado en importancia por el paternal, haciendo que los hijos sean “el primer objeto supremo de amor moderno”. “Está mucho más sintonizado con el énfasis en el individualismo, la autonomía y la seguridad”, dice.
El número de matrimonios disminuye cada año en muchos países, incluyendo Chile, así como también el de los adultos que declaran estar en una relación. ¿Crees que la gente está evadiendo el amor hoy en día? No acepto la suposición de que una baja en los matrimonios signifique que el amor también está a la baja. Deberíamos recordar que el ideal de casarse por amor es un concepto moderno, que solo triunfó hace poco, a finales del 1700. Nuestra época está volviendo hacia una era anterior en la cual mucho,
quizá la mayoría del amor, era consumado fuera del matrimonio.
Además, no deberíamos olvidar el amor de la amistad, que fue renegado durante muchos siglos, pero que en tiempos antiguos era considerado, por Aristóteles y otros filósofos griegos, como la forma suprema de amor.
En la última década se popularizaron aplicaciones de citas como Tinder. Desde una perspectiva histórica, ¿cómo la tecnología, sobre todo la móvil, ha cambiado nuestra manera de amar y de establecer relaciones amorosas? Indudablemente, las aplicaciones de citas nos han hecho acercarnos a las relaciones amorosas de una manera más consumista, como si fueran una mercancía. Con sus opciones casi ilimitadas, incentivan la satisfacción rápida y la urgencia de avanzar hacia una nueva pareja si no encontramos una. De hecho, podríamos quedarnos “haciendo swipe” durante toda una vida hasta encontrar a la persona que satisfaga completamente nuestros criterios. Además, estas aplicaciones fomentan la confusión entre amor y satisfacción sexual. La gente muchas veces dice estar buscando el amor, pero en realidad solo buscan
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Edición n* 258, 7 de junio de 2019.
De Laura
El placer sexual inmediato. Pero de ninguna manera soy enteramente pesimista, creo que la gente continuará buscando la compleja intimidad, la mutua devoción y el compartir, que son los elementos centrales de cualquier relación genuinamente amorosa. Las tecnologías móviles no disminuirán esa búsqueda, ni tampoco harán que los desafíos de lograr una rica relación de amor sean más fáciles. Parece que entre más libertad y autonomía tienen las personas, más difícil se hace encontrar el amor y tener éxito en una relación. ¿Cómo podríamos encontrar un equilibrio? El tremendo valor que se le ha puesto a la autonomía individual desde el siglo XVIII —gracias a pensadores como Rousseau y Kant— entra, por supuesto, en tensión con el entregar, el compartir y el compromiso que demanda una relación amorosa. Si la tarea más elevada de la vida involucra descubrir y perseguir tus valores propios y únicos, y si estos solo se sienten legítimos si los escogiste soberanamente y expresan auténticamente quien tú eres, entonces conseguir la intensa atención hacia el ser que amas y la disposición de comprometerse con sus valores —algo sin lo cual una relación amorosa es imposible— puede hacerse muy difícil. Solo se puede encontrar un equilibrio cuando uno se da cuenta de que la entrega en el amor es central para que el florecimiento personal tenga alguna posibilidad. Así que, en un sentido más profundo, el interés personal y la entrega no están en conflicto. Esta década, además, ha visto un enorme avance, aún incompleto, por supuesto, en los derechos y libertades de las mujeres. Con mayor igualdad entre los géneros, ¿el amor romántico, así como lo conocemos, está en peligro? No, de ninguna manera. La ruta convencional hacia el amor romántico, aquella donde el hombre es el perseguidor y la mujer la perseguida, donde él “conquista” y ella “se entrega”, quizá ya nunca más sea válida. Pero las metas del amor romántico —como la mutua intoxicación sexual, la intimidad de escucharse, comprometerse, conectarse y entregarse, el emocionante descubrimiento de un “hogar” en el otro, la añoranza por unirse— siguen siendo más o menos como siempre fueron. La socióloga Eva lllouz, destacada investigadora del amor, ha dicho que la cultura secular y utilitaria en la que vivimos no se lleva bien con el sufrimiento. ¿Será por eso que hoy eludimos tanto el compromiso amoroso? Estoy de acuerdo aquí con mi colega y amiga Eva Illouz. Nuestra cultura es cada vez más contraria al riesgo, cada vez más devota de lo que Nietzsche llamó “la religión de la comodidad”. Pero el amor inevitablemente involucra un riesgo, incluyendo, como ya dije antes, el de sacrificar el ideal moderno de la autonomía individual, pero además, por supuesto, el riesgo de perder a quien amas. Como resultado, podemos estar fácilmente tratando de eludir al amor. “Si tienes motivos para amar a alguien, en realidad no amas a nadie”, dijo Slavoj Zizek. ¿Estás de acuerdo con él? No. Esa es una de las visiones más convencionales y expandidas de hoy: que el amor, por definición, no tiene motivos ni razones, que es intrínsicamente incondicional, y que si tienes algún motivo, entonces no puedes realmente amar. Hasta el siglo XIX, ninguno de los grandes pensadores creía esto. Desde Platón y Aristóteles en adelante, la gente creía que sí había razones para amar a alguien: podían ser la belleza, la bondad o la virtud, por ejemplo. Pero de pronto, a finales del 1800, se desarrolló este cliché de que el amor, si es genuino, no puede tener motivos. Creo que esto es resultado de que, tras la muerte de Dios, las maneras en las que supuestamente él nos amaba —sin motivos e incondicionalmente— se comenzaron a aplicar al amor entre humanos. Por supuesto, decir que el amor humano tiene razones no significa que debamos hacer una lista de criterios y verificar
si a quienes amamos los cumplen. Pero si nos preguntamos por qué amamos a una o a pocas personas de todas las miles que hemos conocido, encontraremos que hay motivos para haber hecho esta selección. En tu último libro argumentas que, en el mundo occidental, el amor parental tiene más valor hoy que el amor romántico, haciendo que los hijos se conviertan en “el primer objeto supremo de amor moderno”. ¿Por qué sucedió esto? Creo que es porque el amor parental está mucho más sintonizado con el énfasis de nuestros tiempos hacia el individualismo, la autonomía y la seguridad. El amor romántico tradicionalmente aspira a la unión, en la cual dos se hacen uno, lo que hoy es visto como riesgoso, a veces incluso como destructivo, porque involucra abandono de la autonomía. Por el contrario, el amor parental respeta e incluso promueve los “límites” entre padres e hijos, busca la seguridad y la evasión del riesgo, además de cultivar la autonomía del hijo e incluso, en alguna manera, la del padre, ¡a pesar de las noches sin dormir! Esto es coherente con el hecho de que la infancia ha llegado a ser vista como la clave de una vida próspera. Existen robots, principalmente femeninos, que tienen inteligencia artificial y son construidos para acompañar y satisfacer las necesidades sexuales de quienes los compran. ¿Cómo crees que intervendrán estas máquinas en el amor? ¿ Es posible, como en la película Her, que la gente se enamore de los robots? Puedo imaginar que la gente se enamore de los robots, en la medida que sea posible una mutua comunicación entre robots y humanos en el ámbito sexual, intelectual e incluso cultural. Pero el amor completo involucra una poderosa necesidad de experimentar valores y sensibilidades en común, una sensación de "llegar a casa” en el otro, de ser “llamado” por el otro, de que a la propia existencia se le dé profundidad y peso a través del otro. En otras palabras, el amor involucra lo que yo llamo una “promesa de arraigo ontológico”. No sabemos si los robots alguna vez podrán ofrecernos esas profundidades ni esa promesa de arraigo, por lo tanto, tampoco si el amor profundo con ellos será posible. UY)
En 2017 abordamos el amor romántico desde lo teórico y lo práctico: qué significa enamorarse hoy y cómo lo viven parejas comunes y corrientes. Ese mismo año explicamos el poliamor, una relación que incluye a más de dos personas y de la que muchos hablaban, pero pocos entendían.
Viernes
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Edición N” 138, 10 de febrero de 2017.
Edición N* 166, 25 de agosto de 2017.