La recepción que debe darse al tema hídrico abordado en la cumbre de la COP25
En la COP25, que entra a su etapa final ésta semana en Madrid, España, a Chile le ha correspondido una destacada participación, aunque no fue sede de esta cumbre mundial por el convulsionado escenario social interno que cumple ya 50 días. Las diferentes representaciones nacionales participan de las diversas actividades, incluyendo seminarios y talleres donde se han analizados los principales temas que preocupan a la humanidad por el cambio climático que se está experimentando. Uno de ellos se relaciona, por supuesto, con la necesidad de asumir acciones que tiendan a la protección del recurso hídrico, ante su escasez, cada vez en mayor grado. Nuestro país no escapa a esta etapa crítica situación debido a la falta de precipitaciones, por lo que, de acuerdo a un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, será uno de los que tenga el más alto déficit de falta de agua en Latinoamérica. El avance del desierto ya no es un fantasma que se cierne sobre el
territorio, sino una realidad preocupante, incluyendo en ello la erosión de terrenos y la pérdida de hectáreas cultivables. A lo anterior se suma un aumento de la demanda de agua, no sólo por el crecimiento de la población, sino por actividad productivas, como la minería que busca alternativas para abastecerse mediante plantas desalinizadoras. Hay un tema que, en este marco, debe considerarse con más atención y es la enorme cantidad de agua que se pierde, ya sea proveniente de lluvias o por los emisarios submarinos que van al mar porque se ha comprobado que es posible su reutilización. Esto último para su uso industrial o agrícola, debidamente tratado e, incluso, como ocurre en algunas naciones europeas para el consumo humano. Las exposiciones y propuestas realizadas en la COP25 necesitan ser conocidas y aplicadas, de acuerdo con nuestra realidad,
abordando la problemática de una manera integral.
Para ello es vital el trabajo interinstitucional tras la premisa de mejorar el rendimiento en la utilización de tan valioso recurso.
El avance del desierto ya no es un fantasma que se cierne sobre el territorio, sino una realidad preocupante, incluyendo en ello la erosión de terrenos y la pérdida de hectáreas cultivables.