Las grandes sequías y el destino regional
Uno de los temas que ha quedado suspendido, eventualmente, por las demandas sociales de los últimos días ha sido el de la sequía. La escasez de agua, producto del cambio climático, es el verdadero fantasma de nuestra sociedad, pues sin ella no existirán ni las riquezas ni las desigualdades que desgarran a nuestra patria desde hace años. Se puede aceptar que algunos crean que este es un fenómeno atmosférico natural y pasajero que tarde o temprano tendrá su fin, pero la historia nos demuestra que las consecuencias políticas y humanas de las megas sequías han destruido civilizaciones e imperios que se creían todopoderosos: en 1644, la Dinastía Ming, penúltima familia real china, fue derrocada por rebeliones populares impulsadas por tres años de una intensa sequía que asoló el noroeste chino, en las
cercanías de Pequín. Las grandes lluvias volvieron a fallar entre 1756 y 1768, un período que coincide con el colapso de los reinos de Vietnam, Tailandia y Birmania, afectando gravemente hasta la India en una época semi-feudal, donde la disponibilidad de agua era sinónimo de vida o muerte. La sequía que devastó importantes zonas del sur de Asia entre 1790 y 1796 es también mencionada como una de las principales de los levantamientos civiles que culminaron en la Revolución Francesa. Sin embargo, la más fatal fue la gran sequía de la era victoriana, entre 1876 y 1878, que provocó una hambruna que acabó con la vida de 30 millones de personas. De hecho, sin ir más lejos, la Guerra del Pacífico fue precedida por una sequía de varios años que afectó la economía, predominantemente agrícola
de Bolivia y que llevó al gobierno de Hilarión Daza a buscar como salvación el aumento al impuesto del quintal de salitre, situación que desembocó en el conflicto que desangró a países hermanos con secuelas de más de 23 mil muertos. El destino de nuestro de nuestro país y particularmente de nuestra región, depende de las decisiones que se adopten en el más breve plazo. Habrá que aceptar cambios radicales en el modo de vida y la visión de nuestras expectativas. Hay que ser optimistas, nuestros antepasados soportaron extensas sequías y glaciaciones en los últimos 15 mil años y a pesar de todo sobrevivieron, Nosotros y nuestros descendientes encontraremos las respuestas éticas y tecnológicas para sobrevivir otros 15 mil años más.
Pedro Pablo Gac Becerra Profesor de Historia, Magister en Educación